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NUESTRA POSICIÓN
El golpe de estado apoyado por los EE.UU. que le explotó en la cara

19 de abril de 2002

"¿CUANDO NO es un golpe de estado un golpe de estado?", preguntó Tim Weiner del New York Times. "Cuando los Estados Unidos lo dicen, al parecer--especialmente si el líder caído no es amigo de los intereses estadounidenses". Weiner capturó perfectamente la hipocresía mentirosa de la pandilla de Bush y su apoyo a los aspirantes a dictadores que estuvieron brevemente en el poder en Venezuela la semana pasada.

Pasarán años antes de que sepamos muchos de los detalles, pero no nos equivoquemos, los EE.UU. estaba enterrado hasta el cuello en el complot para derribar al presidente venezolano Hugo Chávez Frías. Desde meses antes, un desfile de líderes del gobierno y empresarios venezolanos cabalgaron a la embajada de EE.UU. en Caracas, en busca de apoyo para una acción contra Chávez.

Muchos de los golpistas fueron "entrenados" por el National Endowment for Democracy, un viejo frente de la CIA para sus operaciones encubiertas. Y dos de los altos oficiales militares implicados son graduados de la Escuela (de Asesinos) de las Américas de la armada estadounidense que entrena a dictadores latinoamericanos.

La pandilla de Bush concluyó que su interés--de asegurar la "estabilidad" en el tercer abastecedor más grande de petróleo de los EE.UU.--coincidía con este compinche de coloridos paisanos.

Aunque él llegó al poder en base al peso de sus promesas para traer un cambio, en gran medida Chávez ha accedido al grueso de las exigencias económicas librecambistas de Washington. Pero su crítica de la política exterior de Washington--desde el Plan Colombia hasta la "guerra contra el terror"--y sus vínculos con Fidel Castro lo han puesto en la mirilla de la administración de Bush que está abarrotada de veteranos de las guerras sucias del gobierno estadounidense de los 1980s en América Latina.

Cuándo Chávez fue puesto bajo arresto, la Casa Blanca no perdió un segundo en reconocer a los golpistas. Aparentemente, el hecho que Chávez era el presidente democráticamente electo del país era una mera formalidad. Por su parte, los medios noticiosos de los EE.UU. se enfocaron obsesivamente en el impacto sobre los precios de la gasolina--especulando que optimistamente el régimen nuevo hubiera sacado a Venezuela fuera de la OPEP.

Pero a los golpistas se les pasó la mano al suspender la constitución y disolver la Asamblea Nacional. Esto dividió a las fuerzas que apoyaron el golpe, a la vez que miles de venezolanos comunes y corrientes se tiraban a las calles para protestar.

Chávez regresó al palacio presidencial y la Casa Blanca se quedó murmurando que esto había sido una advertencia para que se pusiera a negociar con la "oposición democrática".

Ahora los EE.UU. está en un apuro con los gobiernos latinoamericanos a quienes le había sermoneado acerca de la " democracia". Aún los aliados más firmes de los EE.UU., como México, se rehusaron a reconocer al nuevo gobierno de Venezuela hasta que uno fuera escogido a través de elecciones libres. Pero cuándo la "democracia" y "los intereses de los EE.UU." chocan, la democracia siempre sale perdiendo.

Al derrotar el golpe, el pueblo venezolano probó que está más comprometido con la democracia que el gobierno de los EE.UU. o sus alcahuetes en Venezuela.

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