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ELECCIONES EN BRASIL
¿Traerá Lula el cambio?

Por Héctor Reyes | 20 de septiembre de 2002 | Página 3

BRASIL TENDRÁ sus elecciones presidenciales en octubre y las implicaciones políticas tanto para este país como para el resto del continente son bien significativas.

Esto es así porque Brasil es la novena economía más grande del mundo--la mayor de Sur América--y la crisis económica y social que ha arropado a Argentina amenaza con extenderse a este país. El colapso de la economía carioca también afectaría seriamente al capital financiero estadounidense--por ejemplo el Citibank--en un momento en que la economía estadounidense se encuentra muy débil, con la posibilidad de poder caer de nuevo en una recesión.

Este factor tuvo mucho que ver con la reciente decisión del Fondo Monetario Internacional (FMI) de otorgarle un nuevo préstamo por 30 mil millones de dólares a Brasil. Pero Brasil no solo representa un riesgo económico, sino también político, a los intereses del imperialismo estadounidense.

El peso y la fortaleza de la clase trabajadora brasileña, así como de los movimientos sociales es significativo. Después de todo fue la resistencia de clase trabajadora quien derrumbó la dictadura militar a principios de los 1980s.

Organizada sindicalmente a través de su federación nacional, la CUT, y políticamente a través del Partido de los Trabajadores (PT), la clase trabajadora aumento en fortaleza durante los ochentas. Y durante los noventas los trabajadores rurales y campesinos se convirtieron en otra gran fuerza organizados a través del movimiento de los sin tierra (MST).

Y todo intento de la clase gobernante brasilera, así como del imperialismo, por resolver la corriente crisis económica causada por el tropel de medidas neoliberales sobre las espaldas de los pobres y los trabajadores tendrá que enfrentar estas fuerzas sociales.

De acuerdo a Euclides de Agrela, miembro del Partido Socialista de los Trabajadores (PSTU) de Brasil, el nuevo acuerdo con el FMI equivale a "una soga alrededor del cuello de Brasil". La deuda externa es de 250 mil millones de reales, mientras que la interna asciende a 750 mil millones. Para poder pagar esta deuda el FMI exige que el gobierno reestructure sus gastos para garantizar in saldo positivo de 3.75 por ciento--calculado a partir de la diferencia entre ingresos y gastos, incluyendo el pago de la deuda.

Cantando claro como el gallo, esto significa que quienquiera que gane las elecciones en octubre, para satisfacer al FMI, tendría que recurrir a reducciones en los servicios sociales, despidos en el sector público, ataques a los derechos de los trabajadores, y más privatizaciones. Y como la economía ha seguido un curso cada vez más deteriorado este año--el real ha sido devaluado por un 40 por ciento desde enero y la economía ha crecido menos de 1 por ciento--el nuevo presidente tendrá que decidir entre pagar la deuda o lacerar significativamente la calidad de vida del pueblo brasileño.

A escasas semanas de las elecciones el candidato del PT, Luis Ignacio "Lula" da Silva lleva una ventaja significativa en las encuestas. Su más cercano contrincante es el candidato del Partido Popular Socialista, Ciro Gomes.

Ambos, y también el resto de los candidatos, han accedido a apoyar el acuerdo con el FMI, aun antes de ser electos. De hecho Lula y el PT ya llevan varios años de abandonar sus posturas iniciales de los ochentas en lo que respecta a la militancia y la defensa de los intereses de los trabajadores. El PT ya lleva años gobernado varios estados y grandes ciudades brasileñas.

Y a pesar de las ilusiones creadas por el famoso presupuesto participativo, la realidad es que los gobiernos del PT se han encargado de administrar "responsablemente" a sus jurisdicciones. Y para esto han entrado frecuentemente en confrontaciones con los trabajadores que supuestamente alegan representar.

Cosas como reprimir huelgas de maestros y otros empleados públicos, y confrontaciones con los activistas del MST. Lula ha abandonado tantas de las posturas de clase del PT que ha llegado al colmo de favorecer el infame Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y ha prometido el cumplir con todos los compromisos con el FMI. De igual forma ha advertido al MST que si él llega a la presidencia las ocupaciones de tierras van a tener que terminar.

Tanto se ha movido el PT hacia la derecha que ha escogido como su candidato a vicepresidente a un magnate multimillonario de la industria textil. Por eso no hay que extrañarse que el ex-presidente José Sarney y cientos de empresarios brasileños le han dado su apoyo a Lula--y hasta la embajadora estadounidense en Brasil, Donna Hrinak, ha expresado públicamente su aprecio por Lula.

El camino de la lucha

Pero la clase trabajadora brasileña tiene una idea distinta de lo que una victoria de Lula representaría. Esta piensa que cuando Lula gane se van a acabar tantos años de políticas neoliberales y que se les va a dar a los trabajadores la justicia que se merecen.

El 7 de septiembre sobre 150,000 personas se movilizaron en Sao Paulo para expresar su rechazo al ALCA. Entre los organizadores del evento se encontraban el MST y la CUT.

Esta es la inmensa contradicción con que se enfrentará un victorioso Lula. O pagarle sus préstamos a los bancos estadounidenses y europeos, y recortar la salud, la educación y otros servicios, o atender las necesidades y expectativas de los pobres, los trabajadores y los campesinos.

El resultado bien pudiera ser otra ola de explosión de luchas populares en Brasil que haría parecer a las valientes acciones de los piqueteros argentinos como un simple preámbulo.

Esto está por verse. Pero sólo de esta forma lograrán los brasileños que se le haga justicia. Así es que se va a forjar ese otro mundo justo que es posible, el socialismo.

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