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Desde Estados Unidos, en el vientre de la bestia decimos:
¡No a la guerra por petróleo e imperio!

Por Elizabeth Schulte, Lee Wengraf, Chris Brown y Héctor Reyes | 18 de abril de 2003

La mayor parte de este recuento ha sido previamente publicada en el periódico Socialist Worker, producido semanalmente por la International Socialist Organization. Este puede ser leído en la red en la siguiente dirección: www.socialistworker.org. También en esa página hay un enlace a nuestro suplemento en español, Obrero Socialista, que es publicado cada dos meses.

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Desde meses antes de que Estados Unidos (EE.UU.) lanzara todo su bestial poderío militar contra Irak, sectores significativos del pueblo estadounidense se habían derramado en las calles del país en oposición a esta guerra asesina.

El 15 de febrero más de medio millón de personas marcharon por las calles de Nueva York en oposición a la guerra, muy a pesar de que el billonario alcalde de la ciudad, Michael Bloomberg, ordenó a la policía de la ciudad a que impidiera el paso de los manifestantes usando barricadas. Al día siguiente, un cuarto de millón de personas hicieron lo mismo en San Francisco.

Tan pronto como comenzó la guerra los políticos de todos los bandos cerraron filas y se unieron al chantaje de Bush al reclamarle al pueblo estadounidense a que apoyaran a "sus tropas" a pesar de sus opiniones respecto a la guerra. Aprovechando la preocupación de los familiares y amigos de los soldados mandados a Irak (la inmensa mayoría de clase trabajadora, y el 40 por ciento negros o latinos), Bush se salió con la suya y logró que su chantaje emocional subiera el apoyo a la guerra a cerca de un 70 por ciento de la población.

Para esto contó con el apoyo incondicional de las mega corporaciones dueñas de las cadenas de noticias. NBC, CNN, FOX y otras cadenas han actuado como fotutos de la administración de Bush, presentando casi exclusivamente la versión del Pentágono de los eventos, ignorando, minimizando o vilificando las grandes protestas que se han dado contra la guerra, y marginando informaciones sobre el alto costo que ha pagado el pueblo iraquí en términos de la destrucción de sus ciudades, la falta de electricidad, agua y comida y la muerte de sobre mil civiles (entre ellos muchos niños), con muchos miles más de heridos.

Muy a pesar de todo esto, la oposición de millones de estadounidenses a la guerra se ha hecho sentir. Tan pronto como se supo que la guerra había comenzado, los opositores de la guerra comenzaron a poner en acción planes para protestas que se habían elaborado meses antes.

La respuesta fue inmediata y abrumadora: ¡Alto a la guerra contra Irak!, fue el grito. Cientos de miles de personas en docenas de ciudades, de variados sectores de la población, en acciones grandes y pequeñas, se tiraron a las calles durante días luego del comienzo del ataque sangriento de EE.UU. contra Irak.

La masiva protesta de más de un cuarto de millón de personas el 22 de marzo en la ciudad de Nueva York fue demasiado grande como para que los medios de noticias la ignoraran. Los cartelones en la protesta expresaban la cólera por la brutalidad y la hipocresía de la guerra de Bush: "No más sangre por petróleo", "Mandando a nuestros hijos a matar a sus hijos", "Bush y compañía son armas de destrucción masiva", "Cero guerra por imperio", "El cambio de régimen comienza en casa", y simplemente "¡No a la guerra!"

Susan Klitzman, cuya hermana Karen murió en los ataques aéreos del 11 de septiembre, se declaró en contra de la guerra. "Cada persona que muere, afecta a centenares", dijo Klitzman. "Y estamos matando a miles ahora mismo en Irak. Pienso en los miles de vidas inocentes que están siendo destruidas". Grupos que abogan por la paz se movilizaron por todas partes del noreste de los EE.UU., incluyendo a grupos anti-guerra de escuelas superiores y universidades. "Es importante que nuestras voces sean oídas", dijo Paul Brunetti, un estudiante de primer año en la Universidad CW Post de Long Island. "Esto se supone sea una democracia, pero el gobierno no escucha", recalcó la profesora de matemáticas Ann Burns.

La protesta de Nueva York fue la más grande de las demostraciones que se llevaron a cabo en las ciudades más grandes del país durante ese fin de semana, con unas 250 mil personas. En Chicago, una de las protestas más grandes durante las primeras 24 horas después del comienzo de la guerra creció hasta llegar a unas 15,000 personas, que marcharon por el centro de la ciudad tomando parte en una desobediencia civil masiva que tomó los ocho carriles de la avenida Lake Shore Drive. "No me vas a creer", dijo un manifestante al periódico Socialist Worker, "pero yo pertenezco a la Reserva del Ejército. Fui un soldado en el Medio Oriente en los ochentas. No tolero lo que ellos quieren hacer ahí. Este será mi último periodo con ellos".

Cuando los manifestantes marcharon por las calles del centro de la ciudad, la policía, abrumada y confundida por la inmensa muchedumbre frecuentemente tuvo que apartarse para darle paso por las calles a los manifestantes. "¿De quién es esta guerra? ¡Su guerra! ¿De quién son las calles? ¡Nuestras calles!" coreaba la muchedumbre. Había una atmósfera jubilosa cuando los que marchaban tomaron Lake Shore Drive, saltaron sobre las vallas que dividen la carretera y comenzaron a zigzaguear por entre las cuatro largas filas de carros ataponados que intentaban fluir en dirección contraria.

El día siguiente, el alcalde de Chicago, Richard Daley, intentó pintar un cuadro de gente furiosa atrapada en sus vehículos. Pero eso contrastaba tajantemente con lo que los manifestantes presenciaron--muchos conductores que hacían el signo de la paz con sus dedos, que tocaban sus bocinas, o que chocaban manos con los que marchaban.

Varias horas después, la policía evidentemente decidió acabar con la protesta. Filas de policías con equipo antimotines rodearon lo que quedaba de la marcha--dos a tres mil personas--cuando trataban de entrar a la Avenida Michigan--distrito repleto de tiendas caras para los ricos. La policía primero detuvo a cualquiera que pareciera ser un organizador del evento, en varios casos tirándolos al suelo y golpeándolos, y luego comenzó a arrestar gente al azar. Como venganza por haber perdido el control de las calles, la policía mantuvo a más de 600 personas bajo arresto por lo menos por 12 horas--a algunos por más tiempo.

Pero si los oficiales de Chicago pensaban que podrían intimidar con esto a los manifestantes anti-guerra, se equivocaron. El día siguiente, unas 10,000 personas se reunieron y marcharon mientras que los aviones de guerra de EE.UU. comenzaban su bombardeo de Bagdad siguiendo la brutal estrategia que el Pentágono denomina "Shock and Awe".

El mismo patrón se repitió en San Francisco, donde decenas de miles del área de la bahía tomaron las calles el día que la guerra comenzó. La policía detuvo a más 2,200 personas y brutalmente golpeó y roció a cientos con el odioso aerosol de pimienta ("pepper spray") durante dos días. Pero fracasaron en romperle el espíritu al movimiento anti-guerra. El 22 de marzo, una demostración de más de 80,000 personas se tiró a las calles otra vez.

"Requiere valor el estar aquí frente a estos policías represivos que están por todas partes, pero es urgente y necesario confrontar Bush y al sistema", dijo Masha Albrecht al periódico Socialist Worker, quien es maestra en San Francisco. "La habladuría de Bush acerca de la construcción de la democracia en Irak y de liberar a su gente es todo mierda", dijo Chrissy Dressler, una estudiante universitaria de Sacramento. "Nosotros no tenemos democracia y liberación aquí en los EE.UU., excepto aquí en las calles, donde hoy nosotros tenemos el control".

Además de estas demostraciones grandes, también hubo innumerables acciones a través del país, tanto grandes como pequeñas. Como por ejemplo lo fueron: una ocupación de un edificio en la Universidad de California en Berkeley; la toma del puente de la Avenida Massachusetts en Boston; veteranos que se concentraron contra la guerra en Washington, D. C.; marchas, protestas y vigilias con velas desde Madison, Wisconsin., a Greensboro, Carolina del Norte, y desde Burlington, Vermont, hasta el estado de Bush, Texas.

Una semana después, la protesta anti-guerra más grande en Boston desde la guerra de Vietnam atrajo a unas 25 mil personas de toda el área de Nueva Inglaterra. La concentración fue organizada por la coalición llamada Unidos por la Paz y la Justicia, y contó con la representación de variados sectores, incluyendo a estudiantes, veteranos de guerra, el movimiento obrero y padres de personal militar. Protestas de todo tipo siguieron ocurriendo por todo el país resultando en cientos de arrestos en Nueva York y otras grandes ciudades.

Activistas estudiantiles inician acciones

Los estudiantes universitarios y de escuela superior de muchas partes de los EE.UU. trataron de coordinar acciones para protestar la guerra contra Irak. El 24 de marzo mil estudiantes de la Universidad Estatal de San Francisco (SFSU) dieron su apoyo a una concentración convocada por el grupo Estudiantes Contra la Guerra (SAW). Cuándo el presidente de la universidad, Robert Corrigan, trató de prevenir el evento diciéndole a los estudiantes que "discutieran calmadamente" la carnicería, los estudiantes tomaron el podio y lo convirtieron en un foro público contra la guerra.

Entonces, marcharon al edificio de la administración, y cientos de ellos comenzaron una ocupación pacífica de este sentándose en el piso, y coreando "¿De quién es esta escuela?, ¡Nuestra escuela!, ¿ De quién es esta guerra?, ¡Su guerra!" Los estudiantes de SAW exigieron que la universidad cese la cooperación con el acoso del FBI--la policía federal-- contra estudiantes y académicos internacionales, que levante las sanciones contra el la Unión General de Estudiantes de Palestina de SFSU por una protesta pacífica que ésta organizó el año pasado, que no aumente el costo de la matrícula y que no despida a ningún trabajador.

El mismo día, los estudiantes desalojaron sus aulas en la Universidad de Illinois en Chicago, y unos 800 asistieron a una manifestación que ofreció el micrófono a quien quisiera hablar contra la guerra. El día en que la guerra comenzó, 7,000 estudiantes se apiñaron en la Plaza Sproul de la Universidad de California en Berkeley , y cientos ocuparon el Edificio Sproul, al sentarse en el suelo pacíficamente. Después de varias horas, la policía comenzó a arrestarlos usando fuerza contra gente que no resistía el arresto y empujándolos contra las puertas de metal y por las escaleras. Cerca de 120 personas fueron arrestadas.

En la Universidad de Texas en Austin, la policía del recinto agredió e hirió a un activista que escribía con tiza en una pared anunciando una protesta de emergencia como respuesta a la guerra. Pero este acoso no impidió que al día siguiente unos 1,000 estudiantes protestaran contra la guerra. Miles de estudiantes de escuelas superiores salieron de sus salones de clases por todo el país para unirse a las protestas en contra de la guerra.

El 5 de abril miles de estudiantes organizaron protestas regionales que tomaron las calles de Oakland, California, Chicago, y Washington, D.C. bajo la consigna de "Dinero para las escuelas, no para la guerra". Estas acciones fueron convocadas por la Red de Escuelas contra la Guerra (CAN, por sus siglas en inglés), tratando de enfatizar las prioridades injustas de la administración de Bush que se va a gastar sobre 100 mil millones de dólares en la guerra contra Irak mientras que los gobiernos estatales se encuentran en crisis económica y proyectan despedir maestros, recortar servicios, y reducir el número de cursos y programas educativos.

"Esto forma parte de una guerra [doméstica] contra los trabajadores"

Durantes los últimos meses, activistas obreros han organizado una oposición sin precedentes dentro de las uniones contra la guerra. Muchos capítulos ha aprobado resoluciones anti-guerra, y un grupo de activistas fundó en enero una coalición obrera nacional llamada Trabajadores de EE.UU. contra la Guerra (USLAW, por sus siglas en inglés). Inclusive el Consejo Ejecutivo de la federación nacional de uniones, la AFL-CIO, aprobó una resolución que criticaba a George W. Bush por su campaña a favor de la guerra durante su convención anual en febrero.

Desgraciadamente, la federación dobló las patas tan pronto como la guerra comenzó, cuando el presidente de la AFL-CIO, John Sweeney, hizo una declaración "haciendo un llamado patriótico" a apoyar a su país. Pero muchos trabajadores de base no se han tragado ese cuento. El 22 de marzo, durante la inmensa demostración en la ciudad de Nueva York, Dorothee Benz esbozó las cuestiones que enfrentan los trabajadores.

"El dinero gastado en la guerra en vez de en las necesidades sociales es un crimen", dijo Benz, quien es dirigente del Capítulo 1180 del Sindicato de Trabajadores de Comunicaciones, que representa a trabajadores municipales de Nueva York. "Esta guerra es parte de la guerra doméstica contra los trabajadores. Ellos no le piden sacrificios a ningún otro sector excepto a nosotros".

Los miembros del grupo Trabajadores de la Ciudad de Nueva York Contra la Guerra (NYCLAW), que se formó inmediatamente después de los ataques aéreos del 11 de septiembre, formaban un contingente visible en la protesta , marchando bajo la consigna "Los enemigos de los trabajadores están en la Casa Blanca y en las Juntas de Directores Corporativas, no en Irak". "Es injusto atacar un país que no nos ha atacado, y es el pueblo trabajador quien pagará el precio", dijo Michael Letwin, co-coordinador de NYCLAW, en una conferencia de prensa el día que la guerra comenzó.

Ahora que la administración de Bush se apresta a organizar la ocupación de Irak luego de la miseria, muerte y destrucción que ha causado, insiste en presentarla como la liberación de este país. Lo cierto es que convertirá a Irak en una colonia petrolera, robándole su riqueza al pueblo iraquí e ignorando las necesidades de una población que ha padecido de 13 años de sanciones económicas y dos sangrientas guerras. Y para ello pretenderá la cooperación de los trabajadores iraquíes en su explotación--particularmente de los obreros de la industria petrolera.

Es sólo cuestión de tiempo antes que la mentira de la liberación sea confrontada por el mismo pueblo iraquí exigiendo justicia. Esto es un potencialmente inmenso dolor de cabeza para Bush y sus secuaces, sin contar el extremo rencor y desprecio que se han ganado en el Medio Oriente y en el resto del mundo.

Pero mientras tanto, después de que Bush y sus socios de las grandes cadenas de noticias se recuperen de la orgía de celebración sobre la supuesta liberación, no podrán escapar tampoco las realidades domésticas. Una economía estancada en la que millones de personas han perdido sus empleos. Millones de personas que se han visto frontalmente atacadas o marginadas por las políticas de Bush. Ataques contra las minorías raciales--que sin embargo se encuentran sobre representadas en el ejército--contra los derechos de los trabajadores, contra las mujeres y su derecho al aborto, recortes en los impuestos para los ricos, y recortes en los servicios sociales para los trabajadores y los pobres.

A pesar de la abrumadora propaganda e intimidación un 30 por ciento del pueblo estadounidense se mantuvo firme en su oposición a la guerra contra Irak, y rechazará su ocupación. Este segmento de la población ha llegado a entender de una forma u otra que la guerra contra Irak no era para su beneficio. Según pase el tiempo, muchos otros de los que fueron manipulados para apoyar la guerra llegarán a las mismas conclusiones porque nada bueno vendrá para ellos de ésta, mientras se les pide que paguen por las consecuencias--en términos económicos y sociales. Y si Bush o sus sucesores intentan otra próxima guerra, el por ciento de los que firmemente se rehusará a apoyarla incrementará.

Estas son las crecientes contradicciones que la clase gobernante estadounidense enfrenta doméstica e internacionalmente. Cada vez que intenten estirar su imperio se les hará cada vez más difícil el poder mantenerlo. Y mayor el número de personas que llegará a la conclusión de que contra el imperio lo único que resta hacer es combatirlo con un sólido movimiento anti-imperialista, tanto desde las entrañas de la bestia como en el resto del mundo.

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