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Las aventuras militares de EE.UU. instigan violencia alrededor del mundo
El imperio se quema los dedos

13 de junio de 2003 | Página 2

LAS BOMBAS que explotaron desde Marruecos a Israel, y de Arabia Saudita hasta Chechenia, están siendo amontonadas conceptualmente en una ola "terrorista islámica"--y siendo utilizadas para justificar más agresiones del gobierno estadounidense.

"Todo esto está conectado de alguna forma", dijo el senador republicano de Nebraska, Chuck Hagel, un aliado de la Casa Blanca. "No se puede disasociar, desconectar lo que pasa en Afganistán, Irak, los ataques terroristas en Arabia Saudita y Marruecos, el plan de paz, el "mapa de la ruta hacia la paz" [entre Israel y la Palestina]. Esto todo se teje en la medeja de una situación muy complicada y peligrosa".

Las bombas de Arabia Saudita y Marruecos le causan un bochorno político a George W. Bush. El presidente había declarado a penas unas semanas atrás que habían descuarizado a la red al-Qaeda de Osama bin Laden--que entonces fue acusada de estar involucrada en ambos ataques.

Pero los comentarios de Hagel ponen al descubierto la manera en que Washington tratará de utilizar los bombazos como una justificación para su política exterior más militarista y abiertamente imperialista.

Así es que mientras Bush recibía a la presidente de las Filipinas, Gloria Arroyo, en la Casa Blanca, las fuerzas armadas filipinas--apoyadas por "asesores militares" estadounidenses--lanzaron un ataque nuevo contra el grupo "terrorista" el Frente Moro de Liberación. En Rusia, el Presidente Vladimir Putin ha utilizado "la guerra contra el terrorismo" para justificar una campaña nueva contra los nacionalistas de Chechenia, con el beneplácito de Washington. Y en Israel, el Primer Ministro Ariel Sharon aprovechó dos ataques suicidas para cancelar un viaje a Washington con el fin de discutir el propuesto "mapa de la ruta" de negociaciones de "paz"--aunque el plan afincaría la dominación israelí de la región.

La verdad es que la ola de bombardeos en el Medio Oriente es una respuesta predecible a la campaña de EE.UU. de imponer su política alrededor del mundo--lo que la misma CIA denomina "blowback" (contraexplosión).

Sin embargo, desde los ataques del 11 de septiembre, quien sugiriera que el terrorismo quizás sea la consecuencia de la política exterior estadounidense ha sido acusado de declarar que los que perecieron en los ataques merecieron tal destino. En realidad las víctimas en la mayoría de estos ataques no son responsables por las políticas de EE.UU.

Pero a los halcones que acusan a otros de ser "apologos" del terrorismo no les importa esto. Su objetivo es manipular la tragedia del 11 de septiembre y otros ataques para promover su agenda--acaparar el petróleo y la expansión del dominio político estadounidense. "La guerra contra el terrorismo" nunca ha sido cuestión de exterminar a al-Qaeda ni de "liberar" a Irak, sino de imponer el poder de Washington alrededor del mundo.

Por eso los demócratas que criticaron a Bush en mayo por descuidar "la guerra contra el terrorismo" le hicieron el juego a la administración. Legitimizan los intentos de la Casa Blanca de aumentar sus aventuras militares através del mundo, y también para continuar manipulando el miedo al terrorismo y la persecución de los musulmanes--distrayendo así al pueblo del costo verdadero de sus guerras domésticas y en el exterior.

Lejos de hacer a EE.UU. o al resto del mundo más seguros, la intervención militar de EE.UU. causa más violencia--directamente en la forma de civiles muertos, como en Irak, o fomentando amargura y odio que luego puede producir el susodicho "blowback" en la forma de ataques contra la gente común de EE.UU. y otros países.

Quien dude el alcance de la cólera y oposición generadas por la arrogancia imperial de EE.UU. debe mirar más detenidamente al "liberado" Irak. El nuevo jefe colonial impuesto por Washington, Paul Bremer, fulminó los planes para establecer un gobierno provisional compuesto de los grupos iraquíes que formaban la oposición antes de la guerra.

A cambio, Washington y sus aliados británicos consiguieron que las Naciones Unidas les otorgaran reconocimiento formal como la " Autoridad" sobre Irak. La idea de Bremer de democracia en Irak se ve en la ciudad de Mosul, donde las fuerzas estadounidenses instalaron como alcalde a un general del régimen anterior de Saddam Hussein.

Mientras tanto, los árabes y los kurdos se enfrascan en una guerra civil de baja intensidad en Kirkuk. La solución de EE.UU. es que se desbanden los ejércitos de los dos partidos kurdos principales--la señal más clara hasta el momento de que EE.UU. sólo utilizaba cínicamente la vieja lucha kurda por la autodeterminación como un instrumento para socavar al gobierno anterior.

La férrea ocupación de Washington sobre Irak, y su intento de acaparar las vastas reservas petroliferas del país sólo confirman la opinión en la mayoría de los países musulmanes--y de muchos más--de que EE.UU. utiliza su poder militar para dominar el mundo islámico.

Por eso no debe extrañarnos que la gente ponga resistencia a EE.UU. en nombre del Islam. Seguramente la intervención de Washington en el Medio Oriente y otros lugares producirá más oposición, expresada en una variedad de formas. Una de esas formas serán atentados terroristas contra EE.UU. y sus aliados.

Quien quiera detener al imperialismo estadounidense tiene que entender que estos ataques sólo retrasan la lucha porque le proveen a Washington un pretexto para ensanchar sus guerras. Pero esto no cambia el hecho de que los líderes de EE.UU son los responsables por el "blowback" contra el imperio por los crímenes que cometen en nuestro nombre.

Los que nos oponemos a los guerreristas de Washington tenemos que mantenernos firmes en la postura que afirma que la solución es que EE.UU. se vaya de Irak y del Medio Oriente.

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