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Cómo los guerreristas de Washington mandan a los pobres a la guerra

15 de augusto de 2003

DESDE QUE EE.UU. conquistó a Bagdad y declaró victoria sobre Irak a principios de abril, los asesores de George. W. Bush han procurado numerosas sesiones de fotos para que él--quien en su juventud fue un evasor del servicio militar obligatorio-- pose enfrente de las tropas estadounidenses. Pero a pesar de toda la retórica de Bush acerca de los "héroes americanos" que lucharon para "liberar a un pueblo oprimido", las acciones dicen más que las palabras. Según demuestra JUSTIN AKERS, la realidad diaria de los soldados rasos de EE.UU. los separa grandemente de los poderosos y ricos líderes belicosos de Washington que los mandan a la guerra.

Lo último en tecnología de satélite fue utilizado para cerciorarse de que los espectadores de televisión estadounidenses vieran las imágenes aprobadas por el Pentágono de sus soldados en Irak durante la invasión. Pero no hubo imágenes domésticas, de la dolorosa pobreza que muchas familias militares encaran todos los días.

Los rangos más bajos del ejército de EE.UU. están repletos de trabajadores pobres--hombres y mujeres jóvenes que entraron al ejército creyendo las promesas de entrenamiento en destrezas de trabajo, de asistencia económica del gobierno para ir a la universidad y de una alternativa a los trabajos de salario mínimo. Este es el impacto de la "conscripción económica"-- de la que el ejército ha dependido para conseguir voluntarios desde que el reclutamiento obligatorio finalizó en los años setenta. Pero los problemas económicos que empujan a muchos al ejército a menudo los siguen a las barracas.

Un estudio reciente del Departamento de Defensa concluyó que el 40 por ciento de los soldados de bajo rango encara "dificultades económicas substanciales". Esto no es ninguna sorpresa. Mientras que el oficial promedio de alto rango cuenta con paga fija y un paquete de beneficios que puede subir sus ingresos a sobre 100 mil dólares, la mayoría de soldados reclutados no recibe más que un sueldo de pobreza, en promedio de alrededor de $1,300 al mes.

Como tanta otra gente de clase trabajadora en la escala inferior de ingresos, las familias militares se convierten en expertas en alargar un presupuesto diminuto para satisfacer muchas necesidades. Aún con subsidios de vivienda y alimentos, es común para los soldados y sus cónyuges el tomar trabajos extras a tiempo parcial. Pero a menudo esto no es suficiente.

Amy Levesque, que en el pasado fue esposa militar, ahora maneja una despensa de alimentos para familias sin recursos en Watertown, N.Y--muy cerca de la base militar Fort Drum. Ella dice que las familias militares componen el 20 por ciento de los necesitados que aparecen diariamente para comer en su cantina. De igual forma, en el Campamento Pendleton del Cuerpo de Infantes de Marina en San Diego, es común para muchas familias el depender de las despensas locales de alimentos y de las cantinas de comida gratis cuando se quedan cortas de dinero a finales de mes.

De hecho, la pobreza entre los soldados de EE.UU. ha llegado a ser tan crítica que la organización internacional de caridad Feed the Children ha desarrollado una campaña especial para tratar con el asunto. Llamado Fondo de Emergencia para Familia Militares, es un programa de asistencia para las familias que son sumidas en la pobreza cuando uno de los padres que ganaba un sueldo es mandado a la guerra. Desde diciembre, la organización ha entregado 600,000 libras de alimentos a más de 6,200 familias en 12 bases diferentes.

Otra consecuencia de la desigualdad de clase en el ejército se puede ver en los números desproporcionados de minorías raciales que lo integran. Los afro-americanos y los latinos están concentrados densamente en los rangos más bajos, mientras que un racismo que llega hasta el tuétano asegura que sólo un número pequeño de militares minoritarios--mera muestra de escaparate--suba a las filas del cuerpo de oficiales.

Mientras que los afro-americanos componen cerca del 12 por ciento de la población en EE.UU., ellos son un 22 por ciento del ejército. La mitad de las mujeres reclutadas al ejército son negras. Por eso no fue una sorpresa que el 20 por ciento de las bajas de EE.UU. durante la invasión de Irak hasta la toma de Bagdad fueran de soldados negros. En conjunto, los negros y los latinos sufrieron más de una tercera parte de las bajas.

Los latinos componen sólo el 8 por ciento del personal militar de EE.UU., menos que su proporción en la población del país. Pero los latinos son el grupo más sobre representado en el fondo de la jerarquía militar.

Reflejando la realidad del resto de la sociedad estadounidense., los afro-americanos y latinos reciben los peores trabajos. Se concentran densamente en trabajos de servicio y en la infantería, pero casi no se encuentran en las escalas más altas. Por ejemplo, los negros componen sólo el 2 por ciento de los pilotos militares y alrededor del 5 por ciento de las afamadas fuerzas de Operaciones Especiales.

Un tercero y virtualmente invisible grupo en el ejército son las filas crecientes de los no ciudadanos que se alistan para obtener la ciudadanía. Cerca de 37,000 inmigrantes, en su mayoría de México y América Central, combatió en Irak.

Conocidos como los soldados de "tarjeta verde", ellos ven el servicio militar--por un término de tres años--como la única manera de obtener la ciudadanía a causa de las restricciones rígidas de inmigración. En Irak, este grupo pagó caro por esa promesa, sufriendo una de cada 10 bajas estadounidenses.

Esto es la verdad acerca de los soldados ordinarios mandados a Irak a matar, y a morir. Y con la resistencia a la ocupación estadounidense aumentando entre los iraquíes ordinarios, hasta los principales medios de noticias corporativos que apoyaron efusivamente la guerra ha admitido que muchos soldados están cuestionando la situación.

"Seis meses después de llegar a Kuwait y casi tres meses después que entrar a Irak, ellos están listos para irse a sus casas", escribió un periodista de New York Times sobre la Tercera División de Infantería del ejército, una de las primeras en entrar a Bagdad. "Algunos son atormentados por las muertes que ellos causaron--y sufrieron--y han pedido terapia. Todos están cansados y acalorados y cada vez más amargados. La moral ha decaído tan agudamente como la temperatura ha subido".

El elogio de George Bush para los soldados estadounidenses es un insulto para los hombres y mujeres trabajadores que encaran pobreza y opresión como parte de una de las instituciones clasistas más racistas y rígidas del sistema. La verdadera "misión de liberación" comenzará cuando estos soldados reconozcan que sus verdaderos enemigos no se encuentran en Irak, sino gobernando su país.

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