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EL SENTIDO DEL MARXISMO
Las lecciones de la Revolución Rusa

Por Héctor Reyes | 27 de mayo de 2004 | página 3

La clase obrera, en distinción a otros sectores sociales, tiene la capacidad de transformar revolucionariamente la forma en que la sociedad se encuentra organizada. Por virtud de su posición social posee un gran poder, pero sólo si logra coordinarlo y utilizarlo para lograr sus objetivos políticos. Los trabajadores, al producir toda la riqueza de la sociedad, pueden paralizar todo su funcionamiento con tan sólo dejar de trabajar. Marx habló de la autoemancipación de la clase trabajadora no sólo porque ésta tiene esta gran fuerza, pero porque también es sólo a través de las propias acciones de la clase trabajadora, de sus errores y aciertos, que ésta puede aprender a tomar las riendas de la sociedad por sí misma.

Precisamente, las luchas obreras de los últimos 150 años nos proporcionan una rica experiencia de cómo lograr esta meta. De primordial valor fue la gesta de los trabajadores rusos cuando a partir de la revolución bolchevique de 1917 lograron establecer el único estado obrero en la historia de la humanidad. La gran crisis económica causada por la primera guerra mundial, y lo cruento de ésta, generaron una inmensa crisis social en que la iniciativa del partido de trabajadores socialistas revolucionarios, el partido bolchevique, fue indispensable para la organización y ejecución de la revolución.

El resultado fue una nueva clase de democracia en donde los obreros constituyeron la nueva clase gobernante. La clase obrera armada decidía e implementaba sus prioridades a través de los consejos obreros compuestos por delegados electos por trabajadores (y soldados rasos) en cada lugar de trabajo. Estos delegados eran inmediatamente revocables y no devengaban un ingreso mayor al del trabajador promedio. A pesar del gran retraso y destrucción de la economía rusa, durante sus pocos años de existencia el nuevo estado obrero instituyó una serie de cambios impresionantes para beneficio de los trabajadores.

Los obreros tomaron el control de sus lugares de trabajo. La tierra fue nacionalizada y distribuida entre los campesinos pobres. La educación se hizo gratuita y accesible a todos. Las naciones oprimidas bajo el yugo del anterior régimen zarista obtuvieron el derecho a la autodeterminación, e independencia si así lo deseaban. Los teatros, ballets y otros centros de cultura fueron hechos accesibles a los obreros y campesinos. Organizaron comedores y lavanderías comunales para mejorar la calidad de vida de todos los obreros, y para facilitar que las mujeres participaran en la política y la cultura en igualdad con los hombres (socializando las tareas domésticas). El derecho al aborto gratuito se garantizó, el divorció fue legalizado y la homosexualidad fue descriminalizada.

Desafortunadamente, Rusia era un país subdesarrollado y destruido por la guerra, y los recursos necesarios para implementar estas medidas en una escala suficiente no existían. La clase trabajadora rusa necesitaba la ayuda fraterna de las clases trabajadoras de otros países más avanzados. El capitalismo era (y es) un sistema mundial, y el socialismo no podía ser construido en Rusia en condiciones de aislación y escasez--y menos sufriendo la intervención imperialista de los países más avanzados del mundo, como Gran Bretaña, EE.UU., Japón, Alemania, etc. A pesar de que la revolución rusa inspiró a millones de trabajadores por todo el mundo, en ningún otro país del mundo la clase trabajadora tomó el poder, pues carecían del equivalente local del partido bolchevique que pudiera canalizar la militancia y radicalización de sus trabajadores hacia la toma del poder.

El resultado final fue que tras años de intervención militar imperialista y guerra civil (y sin la ayuda de otros estados obreros), Rusia quedó devastada, su clase trabajadora diezmada, haciendo imposible el sostener un estado obrero. El gobierno fue poco a poco hinchándose con burócratas que desarrollaron intereses de clase en contradicción a los de los obreros y los campesinos. Representados por Josef Stalin, se consolidaron en el poder a finales de los 1920s estableciendo una dictadura en donde todo lo ganado por la revolución fue revocado. Todavía usando una retórica pseudosocialista, Stalin se convirtió en el líder de una nueva clase capitalista dominante, capitalistas de estado, que entraron en una competencia militar con los EE.UU. y los países capitalistas avanzados de occidente. En vez de luchar por la revolución internacional de los trabajadores, la burocracia rusa competía con los otros países capitalistas.

Por muchas décadas la mentira de que la URSS de Stalin y sus sucesores era socialista--como también otros tantos países que trataron de imitar su curso, como China, Cuba, o Vietnam--sirvió de forma conveniente a los gobernantes burócratas rusos para pintarse como progresistas, como también a los gobernantes imperialistas de occidente (particularmente en EE.UU.) que aprovechaban la falta de democracia y la escasez del desaparecido bloque soviético para convencer a sus propios trabajadores de que el capitalismo era la mejor alternativa. Los voceros del capitalismo declararon la derrota del socialismo en 1989, aunque ésta había ocurrido 60 años antes.

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