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LO QUE PENSAMOS
Porqué perdió Kerry

26 de noviembre de 2004 | página 2

¿CÓMO FUE que Kerry la echó a perder? George W. Bush llevó al país a una guerra impopular a base de mentiras. Les recortó los impuestos a los ricos mientras millones de trabajadores han padecido debido a la recesión y a la débil recuperación de la economía. Utilizó la ocupación de Irak para beneficiar a sus compinches corporativos, mientras 1,100 soldados de EE.UU. y 100,000 iraquíes--según las últimas cifras--han muerto para asegurar ganancias petroleras.

Kerry debió haber ganado esta elección fácilmente. En vez de eso, Bush se anotó la victoria en el Colegio Electoral y también por un margen de 3.6 millones de votos populares. Es suficiente como para que los Republicanos reclamen tener un mandato, a diferencia de la elección que se robaron en el 2000.

Además, los Republicanos de Bush aumentaron su control del Congreso, arrebatándole en el Senado tres escaños más a los Demócratas, incluyendo el del portavoz de la minoría Tom Daschle, de Dakota del sur. También ganaron cinco escaños más en la Cámara de Representantes. Asimismo, en una serie de referendos alrededor del país--como las prohibiciones de casamientos gays en varios estados y las medidas contra los inmigrantes en Arizona--la derecha obtuvo una amplia victoria.

Tan débil fue la convocatoria de Kerry, que los Republicanos lograron adelantos dentro de la base obrera Demócrata. Según las encuestas de la CNN en las salidas de los colegios electorales, Bush obtuvo el 44 por ciento del voto latino--sobrepasando el 33 por ciento del 2000. Un 42 por ciento de las personas con ingresos anuales entre 15,000 y 30,000 dólares apoyó a Bush, como también el 49 por ciento de los que ganan entre 30,000 y 50,000. Bush logró también aumentar en un par de puntos los votos de los negros. Y el presidente destructor de sindicatos obtuvo los votos del 36 por ciento de los miembros de organizaciones sindicales.

En el 2000, Ralph Nader fue acusado de ayudar a elegir a Bush dizque al "robarle" los votos del candidato Demócrata Al Gore. Un sonsonete que también se oyó en esta campaña. Pero ahora no es posible negar que en estas elecciones fueron los Demócratas quienes las echaron a perder. Y que ellos se las entregaron a Bush y los Republicanos.

Para los conservadores que dirigen el Democratic Leadership Council--que integra Kerry-- su derrota se tomará como evidencia de que el partido está demasiado a la izquierda. Y que Bush ganó gracias a su apelación a los "valores morales". Lo típico es el columnista del The New York Times, Nicholas Kristof, que afirma que la primera prioridad del Partido Demócrata debe ser "reconectarse con el corazón de Estados Unidos".

Sin embargo, desde cualquier punto de vista objetivo, George Bush era el candidato presidencial incumbente más fácil de derrotar en los últimos veinticinco años. Marc Cooper, un columnista de izquierda, escribió que "un real partido opositor se habría sentido insultado por ser puesto a competir con un rival tan indigno y frágil. Por el contrario, a los Demócratas los noquearon... Piensa por un momento, si lo soportas, qué tan fraudulento se ha vuelto el Partido Demócrata como defensor de los trabajadores estadounidenses".

Desde el principio, Kerry se dedicó a correr detrás de los votantes conservadores "vacilantes", dejando que la contienda quedara en los términos planteados por Bush. Es por eso que remilgó y se retorció respecto a la guerra contra Irak--votando inicialmente a favor de autorizar a Bush a invadir Irak, luego criticándolo por eso durante las primarias para cubrir su flanco izquierdo, para luego girar otra vez a la derecha cuando consiguió la candidatura presidencial.

Los que estaban motivados para echar a Bush debido a la guerra de Irak, se encontraron con un candidato opositor que enarbolaba sus credenciales militares en la Convención Nacional Demócrata. Y que declaraba que habría apoyado la invasión, aunque hubiese sabido que no había armas de destrucción en masa.

John Kerry, el ex-veterano de Vietnam opositor de esa guerra, que se hizo famoso diciendo ante el Senado: "¿cómo le puedes pedir a un hombre que sea el último hombre en morir por un error?", se convirtió en John Kerry, el candidato presidencial pro-guerra, que utilizó su campaña para plantear a muchos otros miles que fueran a matar y ser muertos, en lo que él admite que es "la guerra equivocada, en el lugar equivocado y en el momento equivocado".

Sobre la economía, Kerry trató de ganar puntos con el tema de las reducciones de impuestos a los ricos que hizo Bush, y llamó a aumentar las contribuciones de los más acaudalados. Pero el centro de su propuestas económicas fue el recorte de impuestos a las corporaciones y el equilibrio del presupuesto federal. Con eso, Kerry sólo podía ofrecer austeridad y reducciones en el gasto social, lo opuesto de la desesperante necesidad que hay de incrementar los fondos para las viviendas públicas, la creación de empleos y los programas anti-pobreza.

Muchos comentaristas liberales se han preguntado por qué tantos trabajadores votaron contra sus intereses económicos, apoyando a Bush. Pero esta pregunta debe ser invertida: ¿por qué los Demócratas, que se supone que son el partido del pueblo, ofrecen tan poco a los trabajadores para conseguir su voto?

La verdad es que Kerry no hizo otra cosa que presentarse como un eco de Bush en todos los asuntos; y en primer lugar en relación a Irak. Kerry proclamó repetidas veces que él llevaría adelante la ocupación de Irak "mejor" que Bush. Incansablemente prometía "matar terroristas". Como dijo el periodista Doug Ireland, "Bush ganó haciendo una conexión entre Irak y la guerra contra el terrorismo. Ésta es la Gran Mentira que Kerry no podía contradecir efectivamente, porque él la asimiló desde el principio". Incluso Kerry trató de maniobrar contra Bush desde el flanco derecho, acusando a la Casa Blanca de ser débil frente a Irán y Corea del Norte.

Una vez que Kerry y los jefes del Partido Demócrata permitieron a los Republicanos imponer la agenda electoral, la izquierda siguió detrás de ellos. El movimiento antiguerra, en vez de desafiar a Kerry respecto a Irak, se unió calladamente a su operación electoral. El escándalo de las torturas de Abu Ghraib apenas provocó protestas en EE.UU., y la gran demostración ante la Convención Nacional Republicana en Nueva York apuntó contra la "agenda de Bush" en vez de contra la guerra y la ocupación.

Todo eso fue justificado como una "táctica" por muchos dirigentes del movimiento antiguerra. Su enfoque se redujo enteramente a la consigna "Cualquiera menos Bush", para ganar al electorado tradicional Demócrata. Las organizaciones sindicales descendieron aun más por ese camino, aportando decenas de millones de dólares a la campaña de Kerry a través de organizaciones sin fines de lucro, pero sin plantear ninguna demanda a favor de los sindicatos.

Dado que la mayor parte de la izquierda, los sindicatos y los activistas contra la guerra apoyaron a Kerry sin plantearle ninguna demanda, los reclamos que hubieran sido atractivos a los trabajadores--sindicalizados o no--fueron virtualmente ignorados en el debate político. En lo único en que la izquierda estuvo agresiva, fue en el ataque a la campaña independiente de Ralph Nader y Peter Camejo para tratar de construir una alternativa a los Demócratas.

Todo lo que quedaba entonces de la campaña de Kerry era a un multimillonario que no sabía como la gente común vive, proclamando que se interesaba por el pueblo trabajador y prometiendo que "la esperanza estaba en camino", mientras se plantaba como una versión más liviana de Bush. Los demócratas estaban tan atrapados en su propia palabrería y estrategia de encuestas a grupos selectos, que no alcanzaron a ver que la promesa de Kerry de aumentar el salario mínimo a $7 la hora equivalía--en términos reales--al salario mínimo de hace 40 años atrás. Algo que dio muy pocas razones para tener "esperanza".

No es de extrañar, entonces, que mucha gente que podría haber sido convencida de otro modo, fue ganada por la religión o "los valores morales" para guiar su voto, mientras otros se hundieron en el escepticismo.

Si las ideas conservadoras hicieron mella en el electorado, es porque los demócratas de Kerry se hicieron eco de esas ideas y las legitimaron en cada ocasión: desde el apoyo a la ocupación de Irak y "la guerra contra el terror", a los ataques homofóbicos contra el casamiento gay. Si éstas presunciones pasaron sin ser cuestionadas y se convirtieron en la base de la política corriente, nadie se puede sorprender que mucha gente las acepte y vote por el conservador original, Bush, en vez de por la copia, Kerry.

Una izquierda movilizada y agresiva pudo haber desafiado estos puntos de vista y planteado problemas cruciales ignorados durante la campaña. En lugar de eso, prominentes izquierdistas y progresistas encontraron disculpas por las terribles posiciones de Kerry--o guardaban silencio--en pos de elegir a "Cualquiera menos Bush".

Esta dinámica demostró--como el socialista Hal Draper ya había señalado en la campaña electoral de 1968--que apoyar al "mal menor" sólo sirve para legitimar a la política del "mal" en general. "Uno no puede luchar contra la victoria de las fuerzas más de derecha, sacrificando su propia fuerza independiente al apoyar a elementos que están sólo a un paso de ellas", escribió Draper.

Para decirlo de otra manera: usted no puede derrotar algo (a Bush) con nada (Kerry). Por eso, los Republicanos lograron movilizar a los votantes más efectivamente que los Demócratas. La alta concurrencia de votantes pro-Kerry nunca se materializó--en particular entre la juventud que iba supuestamente a poner Kerry en la cima. Pero los únicos records de participación electoral se dieron en los estados pro-Bush del sur. En todo EE.UU., más del 45 por ciento de los electores elegibles--en su enorme mayoría trabajadores o pobres--ni se molestó por votar.

Como lo expresó Ralph Nader, "la reelección de George Bush no habría ocurrido si los Demócratas hubieran defendido las necesidades del pueblo estadounidense. Decenas de millones de estadounidenses siguen quedando por fuera del proceso político, porque sus necesidades son ignoradas".

Con la clara victoria de Bush, la derecha intentará embestir, tratando de proscribir aun más el aborto, debilitando los sindicatos, cortando los gastos sociales y atacando las libertades civiles. El voto será también postulado como una ratificación de la ocupación de Irak y una luz verde para realizar más agresiones imperialistas.

La victoria del Bush llevará a la desmoralización de muchos activistas. Los comentaristas liberales culparán por el éxito de la derecha a los estadounidenses ordinarios "atrasados" y "estúpidos", y no a las desastrosas estrategias corporativas de los Demócratas.

Sin embargo, según Bush tome grandes pasos hacia su derecha, es seguro que va a extralimitarse y tomar medidas que provocarán inevitablemente una respuesta.

Este fue el caso de la llamada "Revolución Republicana" en 1994, cuando el "Contrato con América" del líder Republicano Newt Gingrich se volvió letra muerta en pocos meses. Es importante recordar que no fueron los políticos Demócratas sino las movilizaciones de la gente común las que invirtieron la marea, con una ola de protestas en todo el país que encendió la chispa de un cambio político. Para fines de su primer año como Portavoz de la Cámara de Representantes, Gingrich iba rumbo convertirse en el político más infame de EE.UU.
Necesitamos aprender de ese ejemplo, y confrontar así los ataques de la derecha ahora.

El ataque de EE.UU contra Faluya será probablemente el más horrible que hayamos visto hasta ahora y va a plantear con urgencia poner de nuevo en marcha el movimiento antiguerra. Una protesta contra la guerra en Chicago, al día siguiente de las elecciones, atrajo a 1,000 personas, y es un comienzo prometedor.

Frente a las tentativas de Bush de proscribir el aborto, es necesario poner en marcha acciones que ejerzan presión sobre los políticos. La economía es otro campo minado para Bush, y otro descenso podría socavar rápidamente su popularidad. El movimiento obrero necesita incrementar la lucha, comenzando por la solidaridad con los 14,000 trabajadores de hoteles y casinos que están en conflicto en Atlantic City y San Francisco.

La energía y el activismo que fueron desviados por las elecciones durante la mayor parte de este año, deben ser reorientados hacia establecer una agenda política diferente.

Los demócratas son un lastre en la lucha por el cambio social. Terminar con la ocupación de Irak, oponerse al militarismo de EE.UU., luchar por trabajos decentes y un verdadero sistema nacional de servicios de salud, todo esto debe estar en el centro de la reconstrucción de una izquierda capaz de luchar por los intereses de los trabajadores.

Ahora es el momento de comenzar a desarrollar esa lucha.

Traducción inicial de Socialismo o Barbarie (Argentina).

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