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Balance y perspectivas de la huelga en la UPR

Por Giovanni Roberto | julio-agosoto de 2005 | página 1

El aumento en la matrícula decretado de manera antidemocrática por la Junta deSíndicos mediante la certificación 70 fue rechazado por todas las asambleas de estudiantes en los 11 recintos de la UPR.

Asamblea tras asamblea se rechazó el aumento y se denunció la falta de participación de los universitarios en la toma de decisiones así como el despilfarro de dinero de los administradores con sueldos exorbitantes, asesores de ochenta mil dólares y gastos exagerados en bebidas y comidas como los del presidente de la universidad Antonio García Padilla.

Los estudiantes no deben pagar por los malos gastos de una administración universitaria que le sirve cada vez más a los intereses privados, como se evidencia en el costo elevado del proyecto Plaza Universitaria, complejo de edificios que albergará gran cantidad de negocios privados. Detrás de las denuncias del aumento está el reclamo de que la universidad se mantenga lo más accesible posible para los hijos e hijas de las y los trabajadores.

La universidad no debe ser un club privado en donde solo entran aquellos que tienen el dinero para pagar la cuota de entrada y mantenimiento del club. La Universidad del Estado debe ser la responsable de garantizar que todás podamos entrar a la universidad. La lucha contra el alza plantea un reclamo de justicia social que va más allá de un reclamo económico momentáneo.

La reacción estudiantil al aumento fue una de contundente rechazo, pero como el aumento fue sorpresivo, los estudiantes nos encontramos con una tarea objetiva de frente y sin poca o ninguna organización y preparación antes de entrar a la batalla contra el alza.

De cara a la asamblea del 6 de abril en Río Piedras, muchos de los estudiantes se encontraban ante un Consejo General de Estudiantes (CGE) desacreditado por su parcialidad con la administración universitaria al intentar sin éxito que los estudiantes aceptáramos un cambio en la fecha de las bajas parciales. Ante el tema del alza, el CGE se mantuvo vacilante "intentando escuchar las distintas opiniones".

Un CGE que es capaz de llegar a acuerdos con la administración a espaldas de los estudiantes en algunos temas pero que no es capaz de servir de vehículo de lucha en otros reclamos no podía ni puede dirigir un proceso de lucha tan complejo como el del alza. Al menos eso también entendieron varias facultades y la asamblea general de estudiantes que crearon comités de base y un Comité General de Huelga para que fuesen esas bases y el CGH quienes dirigieran el proceso huelgario que fue inmediato e indefinido desde el 6 de abril.

Fueron esos comités de base y el CGH quienes se combinaron para formar lo que hoy es el Comité Universitario Contra el Alza (CUCA).

El CUCA no es un invento de una minoría, es producto de las asambleas por facultad y de la asamblea general de estudiantes. El CUCA nace principalmente como una estructura alterna a los métodos burocráticos y excluyentes con la que operan los consejos de estudiantes. Para los miembros del CUCA toda opinión cuenta y participan los representados, no solo los representantes. Todos tenemos derecho a voz y voto en el CUCA.

Los aciertos de esta ruptura con la burocracia estudiantil fueron evidentes e inspiradores para todos los que participamos de la organización y desarrollo de la huelga. El CUCA pasó a ser en poco tiempo un instrumento genuinamente democrático de los estudiantes en lucha. Las discusiones se tenían en los comités de base y se tomaban las decisiones en las asambleas de todos los comités: la asamblea del CUCA.

Este proceso demuestra que las personas son realmente capaces de organizarse colectivamente por un fin común y participar de procesos verdaderamente democráticos en donde no haya imposición y coerción desde unas estructuras de poder. En el CUCA el poder radica en las bases y en la asamblea que reúne esas bases.

La experiencia organizativa que ha desarrollado el CUCA debe ser vista como un ejemplo inspirador de poder real desde abajo, desde las bases de un proceso. Los estudiantes de hoy, futuros trabajadores unionados, contamos con un ejemplo para retar las burocracias sindicales de igual forma en que los estudiantes hemos retado las burocracias estudiantiles, organizando comités de lucha democráticos.

La huelga de Río Piedras fue la primera en una serie de paros y huelgas indefinidas que se dieron en los otros recintos de la UPR. Todos los 11 Recintos de una forma u otra paralizaron sus labores en protesta por el aumento en la matrícula y 5 recintos en algún momento decretaron huelgas indefinidas con cuatro de ellos estando a la misma vez en huelgas indefinidas al momento del acuerdo con el CUCA. La lucha contra el alza, sin organización y coordinación, era una lucha nacional.

De la unión de todos estos sectores en lucha surge el Frente Nacional Contra el Alza (FNCA), organización que intentó e intentará darle coherencia a esta lucha de todo el sistema universitario.

Sin embargo, el FNCA nunca logró su cometido y las negociaciones con el CUCA tampoco permitieron que el FNCA legitimizara su existencia y levantara como grupo tácticas unitarias. La gran tarea del FNCA sigue siendo el desarrollo de su capacidad organizativa al interior de los recintos que encaminen a una lucha nacional.

Las discusiones y planes de huelga general fueron dejados a un lado por el repentino acuerdo de la administración con el CUCA. Por un lado, el desarrollo de paros generales de todo el sistema le hubiese dado a las negociaciones la presión necesaria para obtener un acuerdo que detuviese el aumento en agosto y permitiera también organizar la lucha para detener el aumento permanentemente. Pero por el otro, las negociaciones con el CUCA en vez de haber desarrollado esta parte de la lucha ayudó a desvanecerlos.

Si bien es cierto que por el momento no era probable que los 11 recintos pararan a la vez, el desarrollo de esa táctica hubiese comenzado con poco más de la mitad, reclamando y agitando en los otros recintos hasta lograr la paralización total. Ese era el camino de lucha que el CUCA pasó por alto en aras de una negociación que le diera un respiro a la huelga en Río Piedras.

Para hacerlo, el CUCA ignoró al propio Frente que había ayudado acrear y no le permitió a los demás recintos opinar de un acuerdo que tiene repercusiones en todos los recintos. Este error del CUCA deberá ser enmendado y discutido si el CUCA desea seguir siendo el grupo más influyente de la lucha contra el alza, de lo contrario, el FNCA tendrá que desarrollar sus propias estrategias sin el recinto más grande.

Durante más de 20 días de huelga la táctica de la administración fue la de apostar, por un lado, al desgaste de una huelga de portones, y por el otro, a la división estudiantil esperando a que ambos factores detuvieran con éxito el proceso de lucha. Ninguna de las dos tácticas funcionó y la administración tuvo que sentarse a negociar con el CUCA.

El CGE, como organismo, representó en todo momento los intereses de la administración frente al estudiantado. Muchos de su directiva piquetearon con los rompehuelgas y organizaron una asamblea fuera de la IUPI con apoyo administrativo. Ningún estudiante común y corriente consigue un coliseo municipal como el Pedrín Zorrilla sin apoyo e influencias.

La clara división de clases entre los sectores antihuelga y huelguistas era más que evidente en cada actividad. Los sectores adinerados no deseaban la huelga e indirectamente apoyan el alza (aunque sin decirlo) mientras que los que apoyaban la huelga y se oponen al alza provienen mayoritariamente de los sectores pobres y de clase trabajadora.

Uno de los errores del CUCA fue precisamente no comprender a tiempo el carácter pro alza que venía desfilando la directiva del CGE actividad tras actividad. En deseos de unidad, el CUCA no neutralizó al CGE cuando pudo durante la segunda asamblea del 13 de abril. Una votación que le daba el control del proceso de lucha al CUCA fue rota por una concejal de humanidades tras ver derrotado al CGE.

La asamblea fue disuelta antes de validar esa votación ante rumores de desalojo en una de las residencias universitarias. Sin embargo, el CUCA nunca salió a defender la votación que había sido rota por el CGE y validar su liderato y control del proceso. Fue un error que le dio al CGE otras oportunidades para legitimizarse ante el país y la administración y continuar siendo el máximo estorbo de la huelga.

El CUCA, por su carácter democrático y participativo, aún tiene el potencial de neutralizar las estructuras burocráticas de CGE e impedir que este siga siendo un escollo en la lucha contra el alza. Uno de los logros de la negociación fue el mismo hecho de haberse sentado a negociar, algo que neutralizó los debates sobre las divisiones estudiantiles y las actividades anti-huelga.

La negociación en sí misma le dio al CUCA la legitimidad que el mismo CUCA se vió imposibilitado de reclamar ante las presiones del CGE y la labor de la prensa. Al mismo tiempo, los otros sectores universitarios estaban cerrando filas en el reclamo de una moratoria como salida a la intransigencia administrativa. Hasta los padres y maestras de la University High School exigieron una moratoria.

Aunque el reclamo de derogar la certificación # 70 sigue siendo el pedido principal de todas las asambleas, el CUCA entendió siempre que una moratoria en la implementación del alza terminaría la huelga y abriría un proceso de discusión y lucha en todos los recintos.

La labor de los comités contra el alza sería, con la victoria política de haber impedido el alza, construir y crear las condiciones para una lucha masiva por detener y democratizar la UPR. Es por eso que muchos de nosotros nos opusimos al acuerdo. Entendemos que en el momento de negociar había más factores a favor de lograr una moratoria que en contra. No entendemos, más allá de las alusiones reales de represión, la decisión apresurada de acuerdo.

La decisión de impulsar una votación sobre los acuerdos en horas de la madrugada y sin que nadie, excepto el comité negociador del CUCA, hubiese podido leerlo, fue un error. Las personas que durante largas horas esperaron al comité negociador bajo la promesa de que venía la moratoria se merecían leer el acuerdo y tener tiempo de reflexionar sobre el acuerdo, que no incluyó por ninguna parte la moratoria, aunque muchos insistieron en hacerle creer a los estudiantes que una prórroga especial, similar a la que existe ahora--el que no quiera el alza en agosto deberá acogerse a la prórroga--era virtualmente una moratoria. Con esa acción, el CUCA dejó a un lado la corta tradición de discusión democrática e informada que le caracterizó hasta el momento.

Nuestra aspiración democrática no debe conformarse con la formalidad de que todos participemos de un proceso de votación, como lo fue para muchos de los que no quisieron dar paso a una discusión informada, sin presión y sin amenazas de represión. Nuestra aspiración democrática debe asegurarse que el mayor número de personas participen de un proceso de discusión bien informado, con todos los documentos y puntos de vistas para luego tomar una decisión.

Esto no tenía que ser así. Lo que demandaba decidir si se aceptaban o no el pre-acuerdo entre el CUCA y la administración era la discusión en cada comité de facultad del pre-acuerdo y luego que la asamblea del CUCA decidiese. No entendemos como en el momento más importante de la huelga la discusión sobre el acuerdo que afecta el futuro de la lucha, se pasan por alto los principios democráticos que habían fortalecido tanto al CUCA.

El acuerdo ha sido promulgado como uno histórico, que solo es superado, según sus defensores, por la creación de los CGE en 1966. Para nosotros esta comparación es exagerada. Sin menospreciar la creación de un comité de participación equitativa que tendrá en sus manos las finanzas de la institución, este comité ni es de carácter permanente ni tiene poder para decidir sobre esas finanzas. Su labor será el de "recomendar" a la Junta de Síndicos si el alza es o no recomendable de acuerdo a las finanzas de la institución. También podrá recomendar otras formas de saldar el déficit de la UPR.

Pero el acuerdo es tan ambiguo que ni siquiera define la forma en que este comité tomará decisiones internamente, si mediante votación o por consenso, una diferencia importante a la hora de depositar la confianza de un proceso a los resultados de un comité. Claro está, se nos dirá que la lucha resolverá cualquier deficiencia que surja en el camino de aquí en adelante, que al igual que los sindicatos que negocian convenios colectivos, su lucha garantiza que se respete lo negociado.

El problema es que aunque esta dinámica sea cierta, esto no se presta a que se negocie el primer convenio que venga, con la certeza de que la lucha arreglará el resto. Al momento de negociar, el CUCA ya había superado las disputas con el CGE y la asamblea abortada del Pedrín Zorrilla. La discusión había pasado a ser las negociaciones del CUCA a la vez que todos los otros sectores universitarios alineaban sus posturas exigiendo una moratoria.

El CUCA debió haber utilizado la negociación para legitimizar su existencia y la lucha a la vez que claramente ese proceso retrasaba cualquier intento de represión. Así lo evidencia que el interdicto estatal exigiendo la apertura de los portones se desestimó porque se estaba llevando a cabo un proceso de negociación que tenía que ser respetado.

Al no haber utilizado la negociación para obtener el mayor logro posible, que hubiese sido un comité con mayores garantías y la moratoria en la implementación del alza, el CUCA no salió con una victoria. El CUCA debió haber discutido con el FNCA las negociaciones e invitarlos a ser participes. Debió además evaluar las posibilidades de paros generales en toda la UPR para presionar en la mesa de negociación.

Sin embargo, esto no significa que la lucha contra el alza haya terminado. El alza sigue en pie y de igual forma la lucha contra el alza. El movimiento estudiantil debe aprovechar este tiempo para fortalecer los comités de bases y aprender del proceso huelgario.

Además, debe estrechar las relaciones con aquellos sectores que prometieron su apoyo durante la huelga. El alza en la matrícula es parte de un ataque general al costo de la vida. La importancia de esta lucha estudiantil radica también en demostrar que el aumento al costo de vida puede ser resistido. El ejemplo importante de lo que ha sido el CUCA debe servirnos de base para organizar el resto de la lucha. Solo la lucha organizada de los estudiantes podrá detener el alza y democratizar la UPR.

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