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LO QUE PENSAMOS
Repliegue táctico vestido de oposición antiguerra
¿Contra la guerra o contra perder la guerra?

septiembre-octubre de 2005 | página 2

SEGÚN SE profundiza la crisis de la ocupación de Irak, y luego de que la vigilia de Cindy Sheehan en Crawford, Tejas inspiró una nueva ola de oposición antiguerra, algunos personajes prominentes de la política y los medios establecidos se sintieron compelidos a exigir la retirada de EE.UU. de Irak. Pero si uno lo examina más detenidamente, estos críticos no están necesariamente en contra de la guerra, sino en contra de perder la guerra.

En el lado Republicano, el senador de Nebraska Chuck Hagel criticó fuertemente los reveses recientes que ha sufrido la administración de Bush en Irak. Dijo en el programa de noticias de ABC, Esta Semana, que "debemos empezar a encontrar cómo vamos a salir de allí".

Por los Demócratas, el ex-senador convertido en comentarista, Gary Hart, castigó a los líderes del partido acusándolos de "cobardes" por "haberse quedado callados durante tal crisis".

De acuerdo al columnista del New York Times, Frank Rich: "Los Demócratas esperan que si ellos no hacen nada, quizás hereden el mundo mientras que a la administración de Bush se la traga la tierra". Una observación justa--pero las próximas frases de Rich revelan más: "Cualquier mérito dudoso que tenga este curso de Kerry como estrategia política, como una estrategia moral es antipatriótica". El continúa: "Puede que no valga la pena heredar el mundo si Irak sigue saboteando la habilidad de EE.UU. de enfrentar a Irán y a Corea del Norte, y ni pensar de Al-Qaeda".

Los liberales como Rich y Hart forman parte de un desarrollo importante que los activistas deben reconocer como lo que es--la emergencia de una oposición "antiguerra" a Bush que no está contra la guerra, sino contra la estrategia fracasada de esta guerra. El columnista de izquierda Norman Solomon lo expresó perfectamente cuando escribió: "Mucho de lo que suena a oposición a la guerra parece más una oposición a perder la guerra".

Abogar por la retirada de Irak en tales términos no es en nada incompatible con un compromiso con el imperio y el imperialismo. De hecho, un sector significativo de los expertos en política exterior-- además de oficiales del Pentágono--ha llegado a la misma conclusión. Ellos temen que "mantener el curso" hasta el final en Irak perjudicará la capacidad del gobierno estadounidense para llevar a cabo sus otros planes imperialistas en otras partes del globo--sobre todo, al dañar la maquinaria militar del Pentágono.

Andrew Bacevich, anteriormente un oficial militar y auto-denominado conservador, escribió en un artículo editorial del Washington Post: "Salir ahora tiene sentido no solo para evitar un costo más alto, sino también porque hacerlo así ofrece la posibilidad de un resultado más favorable".

Esto no es una perspectiva anti-guerra. Se trata de preservar la capacidad bélica de Estados Unidos con una retirada táctica de una batalla perdida.

Solomon además advirtió: "Es importante el por qué uno critica el esfuerzo militar de EE.UU. en Irak. Si las objeciones principales provienen de la desilusión de que las tropas estadounidenses no están ganando, entonces los guerreristas en Washington retienen la posibilidad de crear la ilusión de que pueden encontrar formas de mejorar el balance de la guerra".

El movimiento antiguerra no puede limitarse a oponerse a la ocupación de Irak porque ésta no se puede ganar, o porque desperdicia las vidas de soldados estadounidenses--aunque ambas cosas son ciertas.

¿Qué sucede si la administración de Bush se desespera tanto que lanza un ataque contra Siria o Irán? ¿Quizás un ataque con misiles con el pretexto de destruir el supuesto programa nuclear de Irán? Los activistas antiguerra que entienden que la guerra contra Irak es ilegítima no pueden ni por un momento aceptar que una guerra contra Irán--tenga armas nucleares o no--sea legítima.

Cuando Richard Nixon se encontró en una encerrona durante la guerra contra Vietnam, su solución fue extender la guerra--a Camboya y Laos--e intensificar la campaña de bombardeos contra Vietnam del Norte. Esto coincidió con la retirada gradual de las fuerzas de EE.UU.--llegando a cerca del 80 por ciento en los primeros tres años de su presidencia. Así disminuyó el número de bajas de soldados estadounidenses. Pero para el pueblo del sureste de Asia, la carnicería que sufría empeoró.

El movimiento antiguerra de aquella época no aceptó que la retirada de fuerzas fuera el objetivo final de su lucha. Esto fue porque la corriente principal del movimiento llegó a entender que la cuestión de las bajas estadounidenses era sólo un aspecto de un asunto político más grande. La mayoría del movimiento simpatizaba con y respaldaba la lucha vietnamita para sacar a EE.UU. de Vietnam.

Desgraciadamente, hoy esta es una postura minoritaria en el movimiento antiguerra que se opone a la ocupación de Irak. De hecho, a los que han planteado la lucha de Irak contra la ocupación--inclusive partidarios de este periódico--se les ha tildado de locos ultra-izquierdistas, o lo que es peor, se les ha difamado acusándolos de que respaldan "la matanza de soldados estadounidenses" en Irak.

El efecto de esta campaña es silenciar la discusión entre activistas antiguerra acerca del derecho de los iraquíes a oponerse a la ocupación de su país, y sobre la violencia de los ocupadores--porque tal discusión supuestamente ofendería a la "gente común de EE.UU."

Pero Cindy Sheehan ha planteado precisamente esta cuestión--y durante el mes de agosto hizo mucho más para llegar al corazón de millones de personas con crecientes dudas acerca de la ocupación; quienes hasta ahora tenían poca confianza para expresarlas abiertamente.

En una teleconferencia con periodistas en agosto, ella atribuyó la violencia en Irak a la presencia de EE.UU., diciendo que ella hace responsable a Bush por la muerte de su hijo. "La persona que mató a mi hijo", dijo ella, "yo no le guardo ningún rencor ". Cualquier intento de sofocar la discusión de estas ideas sólo logrará debilitar la lucha contra la guerra.

La vigilia en Crawford fue una chispa inesperada para el movimiento, y ha preparó el camino para una emocionante movilización nacional el 24 de septiembre. Evento se convirtió en una manifestación unificada en Washington, D.C., después de un acuerdo entre las coaliciones Unidos por la Paz y la Justicia (UFPJ, por sus siglas en inglés) y la coalición RESPUESTA (ANSWER, por sus siglas en inglés).

Durante el mes de septiembre han acaecido eventos que desafían la ocupación de Bush como nunca antes--como la gira en autobús de Sheehan y sus partidarios desde Crawford hasta Washington; el miembro antiguerra del parlamento inglés George Galloway hizo su propia gira a la largo de EE.UU, hablando contra la guerra junto a otros personajes reconocidos, tal como Jane Fonda; y los activistas anti-guerra en las universidades a través de EE.UU. reiniciaron sus campañas contra el reclutamiento militar y por fondos para la educación.

Y la devastación causada por el huracán Katrina, lejos de relegar la guerra a un segundo plano, lo que ha hecho es poner sobre relieve las mezquinas prioridades de quienes manejan esta sociedad. Mientras miles de millones de dólares y recursos humanos se despilfarran en la guerra, no hubo recursos ni voluntad para salvar al pobre pueblo de Nueva Orleáns. Ese es el sentir de la mayoría de la población.

Parte del desarrollo del movimiento antiguerra, sin embargo, es abordar los debates políticos que enfrentamos, para que podamos organizar un movimiento más fuerte.

La lucha antiguerra no debe limitarse a oponerse a la ocupación por la pérdida de vidas estadounidenses --y debe rechazar rotundamente el argumento de que Irak es una distracción de la "guerra verdadera". Debemos identificarnos con en el sufrimiento de los iraquíes--e igualmente, apoyar su derecho a luchar por acabar con ese sufrimiento.

En fin, no podemos estar en contra de perder la guerra. Tenemos que estar en contra de la guerra--punto.

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