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EL SENTIDO DEL MARXISMO
A quién beneficia la marginación de los inmigrantes

Por Paul D'Amato | 10 de abril de 2006 | página 3

EN LA economía capitalista globalizada, las corporaciones continuamente presionan por un mercado global sin fronteras en cuanto a las inversiones, los impuestos y los aranceles.

Pero mientras que el capital tiene la libertad de cruzar las fronteras con pocos obstáculos, esto no es cierto para los trabajadores. De manera que encontramos una madeja de restricciones legales que impiden el movimiento de personas a través de la frontera.

El propósito de estas restricciones no es para impedir este flujo humano, sino para controlarlo y regularlo. Para la pequeña fracción de la población que son los capitalistas, lo importante es garantizar una cantidad de mano de obra barata abundante, y cómo restringirla cuando no sea tan necesaria.

Durante períodos importantes en la historia del desarrollo del capitalismo estadounidense, el trabajo de los inmigrantes ha sido una condición imprescindible para la expansión económica, tanto en términos económicos (el suministro de mano de obra) como políticos (para mantener a los obreros divididos en base a diferencias lingüísticas, raciales y nacionales). Pero estos periodos han sido seguidos por periodos reaccionarios en los que la inmigración de trabajadores fue restringida usualmente sobre premisas racistas.

Las leyes anti-inmigrantes no impiden la inmigración de la misma forma en que las leyes contra las drogas no logran prevenir el narcotráfico. Pero hacen más probable que los inmigrantes sean más facilmente explotados.

Las restricciones legales que se aplican a los trabajadores inmigrantes documentados, como las que se aplican contra los indocumentados, sirven para impedir que reciban los beneficios que merecen dado los impuestos que pagan estos obreros.
Pero aún más importante es que las restricciones sirven para impedir que los trabajadores luchen por el mejoramiento de sus salarios y sus condiciones de trabajo.

Los patrones pueden contratar a obreros indocumentados con salarios por debajo de los estándares legales, o sea superexplotándolos, amenazándolos con la deportación si se quejan. Las huelgas o cualquier tentativa de organizarse puede ser impedida con una llamada telefónica a la migra.

Hay otra dimensión política también. El hostigamiento de los inmigrantes es usado hábilmente por los demagogos de ambos partidos como una herramienta eficaz para dividir y debilitar a la clase trabajadora, canalizando su disgusto contra chivos expiatorios.

Durante las crisis económicas o recesiones, los políticos abogan por más restricciones inmigratorias y se quejan de que los inmigrantes arruinan "nuestra" cultura, y nos roban "nuestros" trabajos y servicios, etc. Usan estos argumentos para persuadir a los trabajadores nativos de que los inmigrantes son sus enemigos y por lo tanto debilitan la posibilidad de que todos los obreros se unan para combatir a los patrones, que son su enemigo común.

Durante la expansión económica de la pos guerra, cuando EEUU enfrentaba una escasez de trabajadores, el gobierno de EEUU implementó el programa bracero. Durante dos décadas, este programa trajo a 5 millones de obreros agrícolas mexicanos, con salarios bajos, que luego tenían que dejar el país cuando sus contratos expiraban. "Estamos pidiendo mano de obra solo durante ciertas partes del año," dijo un representante del Buró de Tierras de California en esa época. "Y el tipo de mano de obra queremos es el tipo que podemos mandar de vuelta a sus casas cuando no le tengamos más uso".

Varias de las propuestas de reforma inmigratoria actuales, incluso el proyecto de ley McCain-Kennedy, son esencialmente programas braceros. Reflejan el deseo del capital estadounidense de una fuente de mano de obra barata y desechable.

La mano dura contra los inmigrantes puede que aminore su flujo pero verdaderamente no tiene como propósito acabar con la inmigración. Hay demasiados sectores de la economía estadounidense que simplemente no podrían funcionar sin obreros inmigrantes, y esto es irrefutable.

Pero las leyes anti-inmigrantes hacen más miserables y duras sus vidas, y aumentan la posibilidad del peligroso trasiego de seres humanos, de asesinatos de inmigrantes por la patrulla fronteriza y los cazamigrantes y de muertes de inmigrantes por deshidratación al verse forzados a viajar por áreas desérticas.

El nuevo movimiento de masas contra el abusivo proyecto de ley del congresista Sensenbrenner--que criminalizaría a los inmigrantes indocumentados y a quienes que les provean servicios sociales--es el acontecimiento político mas entusiasmante en muchos años.

No obstante, al construir un movimiento para derrotar este proyecto de ley, no debemos aceptar como el "mal menor" ninguna legislación que establezca un programa bracero que trataría a los inmigrantes como ciudadanos de segunda clase que pueden ser explotados y desechados. No estamos ni con la derecha fanática, ni con las corporaciones, sino que luchamos por el internacionalismo obrero. Apoyamos el lema venerado del movimiento sindical que dice "Una agresión contra uno es agresión contra todos".

Por lo tanto, tenemos que exigir la amnistía total para todos los indocumentados, y nada menos, e insistir en que "Ningún ser humano es ilegal".

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