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MEXICO
Las dos campañas

Por Lance Selfa | junio-julio de 2006 | página 2

LOS MEXICANOS acudirán a las urnas el 2 de julio para elegir el sucesor del presidente Vicente Fox. Tendrán tres opciones: Felipe Calderón del Partido Acción Nacional (PAN), candidato de la derecha oficialista quien es respaldado por su correligionario Fox; Andrés Manuel López Obrador, candidato populista del Partido de la Revolución Democrática (PRD), quien es conocido por sus iniciales, AMLO; y Roberto Madrazo, el candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI), partido que monopolizó el poder en México por casi siete décadas.

Al cierre de este número de Obrero Socialista, AMLO y Calderón se encuentran virtualmente empatados mientras Madrazo queda en un distante tercer lugar, según los sondeos de opinión pública.

Lo que representa una caída en la popularidad de AMLO después de haber encabezado las preferencias presidenciales por más de un año. Una explicación es que AMLO ha sido fuertemente atacado desde ambos extremos del espectro político.

Desde la derecha, a instancias de Fox, Calderón ha acusado a AMLO de ser un radical que engendraría caos y desorden si es electo. A pesar de que estas acusaciones son calumnias, esta campaña negativa a un costo de millones de dólares ha tenido el efecto deseado.

Hace poco, el gobierno de Fox ha mandado a tropas para reprimir a los trabajadores siderúrgicos que habían ocupado su planta en Lázaro Cárdenas y contra los vendedores de flores del pueblo de San Salvador de Atenco. En cada caso, el gobierno respondió militarmente a propósito contra las protestas sociales para culpar a la izquierda por el desorden resultante.

De acuerdo a algunos expertos, estos ataques forman parte de una campaña para inspirar temor y crear la percepción de que si AMLO gana, el país descenderá al caos. Una estrategia semejante fue empleada por el PRI en 1994. Ésta ayudó al PRI a ganar las elecciones después del asesinato de su candidato inicial a la presidencia y de la insurrección zapatista. El PAN espera que la historia se repita.

A la vez de convertirse en blanco de la derecha, AMLO también ha enfrentado un reto desde la izquierda, el de "la otra campaña" impulsada por los Zapatistas (el EZLN). Desde principios de este año, los Zapatistas y sus simpatizantes dentro de los movimientos sociales y de la izquierda "no institucional" han recorrido la nación celebrando mítines y diálogos con los activistas sociales.

La otra campaña quiere estimular la reconfiguración de la izquierda anticapitalista y convocar a una asamblea constituyente con la intención de reformar la constitución mexicana y, posiblemente, fundar otra organización de la izquierda que pueda unificar a los movimientos sociales.

Durante esas reuniones, el principal vocero zapatista, el Subcomandante Marcos--quien se ha cambiado el título a "Delegado Cero"--repetidamente criticó a AMLO por su conciliación hacia las políticas neoliberales y la traición de su partido, el PRD, en contra de los intereses de los indígenas. El PRD se alió con el PRI y el PAN para votar a favor de rechazar las propuestas de autonomía para los indígenas de Chiapas en el 2001.

Durante la mayor parte de la otra campaña, AMLO mantuvo su distancia de Marcos y de sus partidarios. Pero cuando Marcos viajó a San Salvador de Atenco para encabezar las protestas en contra de los ataques del gobierno y del encarcelamiento de los líderes de la comunidad, la derecha azotó a AMLO, asociándolo con los zapatistas.

Por su parte, AMLO y su partido se mantuvieron en silencio ante los hechos conflictivos de Atenco: que el alcalde que llamó a la policía es miembro del PRD y que el propio AMLO quiere proyectarse como alguien que aplicaría la mano dura contra el crimen y desorden social.

Un gran problema para AMLO y su campaña es que ha reclutado a muchos políticos que son ex-miembros del PRI, incluso a algunos íntimamente ligados a la política neoliberal del corrupto ex-presidente Carlos Salinas de Gortari.

Pese a su retórica populista y sus políticas populares, López Obrador no es un radical. Entre sus asesores principales está Manuel Camacho Solís, ex-aliado de Salinas de Gortari. En 2000, López Obrador pagó mas de $4 millones del presupuesto del D.F. a la firma consultora del ex-alcalde Republicano de Nueva York, Rudolph Guiliani, para desplegar una "guerra contra el crimen" al estilo de EEUU en el D.F.

Su manifiesto electoral está repleto de generalidades, pero propone la idea de "aprovechar la globalización y no sólo padecerla". Según China se ha desarrollado explotando su mano de obra, AMLO sostiene que México puede desarrollarse exportando sus recursos energéticos. Promete más reformas sociales y la finalización de los acuerdos de San Andrés Larráinzar con los Zapatistas, pero ninguna de sus propuestas amenazan al capitalismo privado.

Alejandro Nadal, comentarista de la izquierda, advirtió alarmado en La Jornada que el manifiesto de AMLO--y la presencia de asesores como Camacho Solís--indica que "los corruptos, los oportunistas, los arquitectos de los pactos de la nación" ya se han acomodado para arrimarse al sol que más calienta--el sol azteca del PRD.

Por estas razones, el respetado activista e historiador Adolfo Gilly, al señalar que el círculo de asesores de AMLO incluye a muchos arquitectos del neoliberalismo del PRI, escribió el 3 de marzo que: "...por motivos morales si se prefiere así, no votaré por Andrés Manuel López Obrador ni por ninguno de sus candidatos: seguro, segurísimo".

Sin embargo, muchos activistas están dispuestos a votar por AMLO para derrotar a los más derechistas del ámbito mexicano. Tal vez emitir el voto por AMLO pueda ser justificado en base a este argumento. Pero hay que recordar que el proyecto de AMLO está basado en la renovación de la política priista de los 70, actualizada a la época neoliberal. Aunque al establishment mexicano no le gusta AMLO, tampoco le teme.

Gane quien gane, lo más importante será lo que pase después de los comicios. Este año ha presenciado desarrollos cruciales para la izquierda--la otra campaña, una huelga casi general en la industria siderúrgica y la reconfiguración del movimiento obrero. Y cabe añadir el movimiento masivo de los inmigrantes al otro lado del Río Bravo.

El porvenir de los movimientos sociales y de los trabajadores depende de la profundización de estos desarrollos, y no de quien ocupe la silla presidencial.

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