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LO QUE PENSAMOS
Después de que el pueblo expresó su disgusto contra la guerra
¿Qué harán los Demócratas?

enero-febrero de 2007 | página 2

HACE DOS años, George Bush se jactaba de poseer "capital político" después haber ganado la elección por 3 millones de votos a John Kerry. En lo doméstico Bush prometió privatizar el Seguro Social, y en Irak, no alterar del rumbo, mientras ampliaba "la guerra contra el terrorismo" a nuevos objetivos.

Hoy el presidente, quién aprovechó los ataques del 11 de septiembre, 2001 para lanzar una nueva fase agresiva del imperialismo estadounidense, ha llevado al ejército de EE.UU. al punto de la derrota estratégica más grande de su historia. Bush es un "pato rengo" (lame duck) limitado por las crisis, pero aún trata aferrarse a su control de la política exterior de EE.UU., incluso después de que tanto los votantes como el establecimiento político han repudiado su manejo de la guerra de Irak.

Esto es el resultado de un cambio dramático en la política de EE.UU. en el último año--un cambio impulsado por la crisis en Irak, pero también impulsado por la amargura generalizada sobre la creciente desigualdad social y la incertidumbre económica que enfrentan los trabajadores.

Un proceso de radicalización--en marcha a finales de los noventa, pero interrumpido por los acontecimientos del 11 de septiembre--está tomando forma otra vez.

Un elemento central es, por supuesto, la guerra de Irak, la que ha llegado a ser el prisma por el cual se mira la política de EE.UU. Como Bush no estuvo en la papeleta en noviembre, los votantes castigaron su partido en su lugar. Se vino abajo la supuesta mayoría republicana de los "estados rojos" – que parecía permanente por la manipulación de distritos congresionales y la adulteración de instrumentos electorales.

Pero hubo otros factores que convencieron a los votantes a rechazar a los republicanos--desde una serie de escándalos de corrupción hasta las políticas económicas que estrujan a los trabajadores y los pobres mientras encauzan miles de millones a las corporaciones y los ricos, simbolizado por el abandono de Nueva Orleans y las víctimas del Huracán Katrina.

Las elecciones de noviembre que expulsaron a los Republicanos fue motivo para celebrar entre los que se opusieron al régimen de Bush. Pero las esperanzas de los votantes van mucho más allá de las políticas presentadas por el nuevo partido mayoritario en el Congreso.

Por ejemplo, un nuevo sondeo de la Fundación Kaiser Family encontró que el 73 por ciento de votantes Demócratas favorecían nuevos programas que lograrían seguranza médica universal-- lo que definitivamente no está en la agenda del Congreso entrante.

Igualmente, el apoyo para una retirada rápida de tropas estadounidenses sigue creciendo, según una encuesta de Newsweek tomada a principios de diciembre. Sin embargo, los congresistas Demócratas utilizaron las propuestas del Grupo del Estudio de Iraq de James Baker y Lee Hamilton como pretexto para no retirar las tropas de Irak. "El 62 por ciento de estadounidenses quiere que la administración de Bush establezca un calendario para la retirada", informó la revista. "Y no en un futuro lejano. El 48 por ciento [de ellos] quiere que los soldados y marinas de infante vuelvan a casa ahora o dentro del próximo año".

Pero si EEUU se retirara de Irak, abandonaría el objetivo central de la ocupación--el control directo de las segundas reservas más grandes de petróleo en el mundo y con ello, una influencia decisiva la economía de mundo. Es esta dinámica imperialista--impulsada tanto por los Republicanos como por los Demócratas --la que está en conflicto con los intereses y deseos de la mayoría de la clase obrera en EEUU.

Por eso, la verdadera oposición la guerra no vendrá de los políticos en Washington, sino de la transformación del sentimiento contra la guerra, mostrado electoralmente, en oposición activa.

Bush ha avivado las llamas al apoyar un aumento del número de tropas en Irak. Con esta acción, Bush ha demostrado que a él le importa un comino la opinión del público.

El primer paso para reconstruir el movimiento anti-guerra es organizar la más grande movilización posible para el 27 de enero en Washington y San Francisco. La marcha puede expresar la oposición de la mayoría anti-bélica--y puede ser el foco organizativo para activistas, o para relanzar grupos locales, quiénes serán la base de futuras acciones.

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