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El socialismo, las luchas y el frente único Por Paul D'Amato | octubre-noviembre de 2007
UNA DE las más importantes cuestiones que enfrentan los socialistas es como explicar sus ideas a la mayor cantidad de público y ganar grandes capas del pueblo al socialismo.
La cuestión para los revolucionarios, es decir, para aquellos a los que la experiencia ya les enseñó la necesidad de sacarse de encima al capitalismo y reemplazarlo por una sociedad más igualitaria, es como explicar a la mayoría de los que resisten y luchan pero que todavía no abrazan la alternativa socialista.
Nada de esto interesa a los que piensan que la revolución está hecha por una selecta minoría en nombre de las masas o aislada de ellas, o más aun en contra de su voluntad, o incluso aquellos que están satisfechos con luchas por reivindicaciones inmediatas, pero para quienes el socialismo es solo un suave y agradable sueño utópico.
El compromiso de los marxistas, por el otro lado, es que la propuesta socialista puede ser sólo obra de los trabajadores mismos. La propaganda, el diseminar las ideas socialistas a un público amplio es una parte importante de la ecuación. La clase obrera que no es conciente de su propia historia y tradiciones, de sus victorias y errores del pasado y cuyo conocimiento nunca va más allá de la experiencia inmediata, será incapaz de lograr tarea tan monumental como lo es la revolución socialista.
Pero sólo una concepción muy estática de como cambia la conciencia puede aceptar que la propaganda es suficiente, en o por si misma para desparramar las ideas socialistas. La gente no es como un barril vacío esperando que lo llenen, la gente tiene sus puntos de vista sobre el mundo que son contradictorios, algunos que apuntalan el statu quo (el sexismo y la fobia contra los inmigrantes por Ej.), otros que van contra ("podemos lograr una vida mejor si nos unimos").
Las luchas son el camino más efectivo para el cambio en la conciencia. Pero la conciencia no cambia de manera uniforme. Algunos se radicalizan más rápido que otros. Hay sectores de la clase trabajadora que están a la vanguardia, otros a la retaguardia, y otros en el medio, pero todos en perpetuo cambio.
La tarea de los militantes socialistas es comprometerse en las luchas codo a codo con aquellos cuyas ideas están cambiando, y usar la experiencia obtenida en las luchas para convencerlos en de adoptar un punto de vista obrero, de clase, pleno y consecuentemente socialista.
Parte de este mismo proceso involucra ganar a los recién convencidos a que no corran por delante de los acontecimientos asumiendo que los demás tienen o deberían tener el mismo nivel de conciencia política que ellos.
Una minoría radicalizada, en toda lucha u organización, sea esta un sindicato o un comité contra la guerra, tiene el deber de tratar de conectarse con una capa más amplia de gente que no son tan de "izquierda" como ellos, en vez de darles la espalda con la excusa que no son lo suficientemente radicales.
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La "ultra izquierda", como los llamó Lenín, olvidaba que mientras los sindicatos y el parlamento eran "obsoletos" para ellos, no lo eran para la mayoría de la clase obrera. Lenín les decía a estos radicales que estaban equivocados al confundir los hechos reales con sus deseos, cuando lo que deberían hacer es trabajar dentro de los sindicatos y dentro del parlamento alemán a fin de ganar trabajadores a la causa revolucionaria a través de la experiencia de los trabajadores mismos.
León Trotsky desarrolló un tema parecido en su artículo "Sobre el frente único", escrito en 1922, en relación a la cuestión de la lucha por las reformas.
"La tarea del Partido Comunista" –escribió- "es dirigir la revolución proletaria. A fin de sumar al proletariado para que tome el poder y conseguirlo, el Partido Comunista debe tener el apoyo de la abrumadora mayoría de la clase obrera. De no poseer esta mayoría, el partido debe luchar por obtenerla".
Ganar el apoyo de la mayoría no se puede lograr, argumenta Trotsky, si los comunistas dan la espalda a los trabajadores no revolucionarios y a las organizaciones reformistas a las que adhieren, o si los comunistas basan su accionar solo en la propaganda.
El partido debe participar directamente en las luchas por reformas inmediatas y por la defensa de los intereses de la clase obrera de conjunto; en efecto, debe proponer frentes únicos, iniciativas junto a organizaciones reformistas para pelear por específicas y limitadas metas.
¿Por qué? "Las masas cuando más se vuelcan a movilizarse" -escribe Trotsky-, "más crece la confianza en si mismas, más confianza en la autodeterminación que la movilización de masas tenga y más resuelta será su capacidad de marchar hacia adelante, aunque modestas puedan parecer al principio las consignas para la lucha".
Los reformistas siempre le tienen terror a que la lucha de las masas pueda "salirse de madre", en tanto que los socialistas acogen con gusto cada iniciativa de las masas y tratan que lleguen lo más lejos posible. Dichas luchas tenderán por consiguiente a radicalizar a la clase obrera, creando "condiciones más favorables para las consignas, métodos de lucha y, en general, el rol de vanguardia del Partido Comunista".
Trotsky resume el frente único de esta manera: "Frente único... da por sentado nuestra buena disposición, dentro de ciertos límites y en asuntos específicos, de guardar correlación en poner en práctica nuestras acciones con las de las organizaciones reformistas, al punto en que estas últimas todavía expresan la voluntad de importantes sectores del proletariado en lucha". El frente único no significa simplemente "llevarse bien y andar" con los reformistas. "Participamos en el frente único"-escribe Trotsky-, "pero ni por un instante nos disolvemos en él". "Actuamos en el frente único como un destacamento independiente. Es precisamente en el curso de las luchas que amplios sectores de masas aprenden que nosotros luchamos mejor que los otros, que vemos con más claridad que los demás, que somos más audaces y resueltos".
Traducido del inglés por Roberto Platzer
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