Flint revela feos secretos
Dorian Bon reporta sobre los últimos desarrollos en la lucha por salvar a una ciudad envenenada por la austeridad, y para enjuiciar a los responsables.
HIERBO DE rabia cada vez que reviso las últimas revelaciones y comentarios sobre las circunstancias que rodean el envenenamiento de la población de Flint, Michigan.
Frente de un acto de violencia estatal tan flagrante y destructivo, ¿qué otra cosa puede uno hacer?
En el 2011, el gobernador de Michigan, Rick Snyder, impuso un programa de gestión de emergencia para tomar control de las finanzas de la ciudad de Flint, como parte de una estrategia más amplia para recortar de gastos gubernamentales y privatizar infraestructura clave. Y no por coincidencia, Snyder apuntó casi exclusivamente a ciudades con mayorías afroamericanas, como Flint, Detroit, Pontiac y Allen Park.
En abril de 2014, el gerente de emergencia de Flint recibió instrucciones de cambiar la fuente de suministro de agua de la ciudad y tomarla del río Flint, a pesar de su alto nivel de contaminación con químicos industriales aguas arriba. El agua del río oxidó las tuberías, causando una filtración de plomo al agua potable de los residentes.
Múltiples cuerpos gubernamentales regionales y estadales, incluyendo la oficina del propio gobernador Snyder, el Departamento de Calidad Ambiental de Michigan y el Departamento de Protección Ambiental, del gobierno federal, procedieron a negar y distorsionar la verdad sobre la crisis por envenenamiento de plomo que afligió con más fuerza a los niños y niñas de Flint. Mientras tanto, los edificios estatales en Flint calladamente recibieron US$4.200 en botellas de agua para sus empleados. Incluso la planta local de General Motors dejó de usar el agua del río por el daño que le estaba causando a los componentes de sus máquinas.
Una ciudad de 100.000 personas vive ahora con el miedo de que sus infantes sufran de permanentes enfermedades cerebrales y de desarrollo. Cerca de 9.000 niños y niñas menores de seis años has sido confirmados haber quedado expuestos a esta amenaza, pero su número puede ser mucho mayor. Los habitantes de la ciudad tienen un ingreso medio por hogar de unos US$27.000, y los valores de sus casas se han desplomado por el futuro visible: pocos pueden permitirse escapar.
Otra epidemia más ha sido seguida a su fuente en el suministro de agua a la ciudad: la enfermedad del legionario. Diez personas han muerto y más de 84 han sido diagnosticados de legionelosis, una infección que puede provocar altas fiebres y fuertes neumonías. Todo esto desde que la ciudad cambió su fuente de suministro de agua, llevando a 1.000 (mil) por ciento el incremento en la tasa de contagio de esta enfermedad.
Y ahora, los e-mails que la oficina del gobernador Snyder se vio obligada a hacer públicos muestran que tanto el gobernador como sus ayudantes conocían del vínculo entre el nuevo suministro de agua y el brote de legionelosis desde marzo de 2015, y por diez meses no hicieron, ni dijeron absolutamente nada.
A PESAR de los esfuerzos expandidos de alivio y el trabajo local de solidaridad, el problema fundamental del suministro de agua contaminada y de cañerías oxidadas persiste. La alcaldesa Karen Weaver, electa el pasado noviembre para enfrentar la crisis, ha anunciado que no será sino hasta temprano el próximo mes de marzo que comience un trabajo completo de remoción y reparación del sistema de tuberías.
Desde la declaración en Flint de un estado de emergencia federal el mes pasado, la administración Obama ha destinado 5 millones de dólares para suministrar agua de forma inmediata, y 80 millones para proyectos de infraestructura. Pero hasta la fecha no hay sobre la mesa un plan claro, decisivo y expedito para llevar a cabo la construcción de un nuevo sistema de suministro de agua para Flint. Su costo estimado sería de mil quinientos millones de dólares, unas veinte veces más dinero de lo que Obama ha prometido hasta ahora.
Sí, un millardo y medio de dólares es un montón de dinero. Pero para poner nuestros problemas en perspectiva, el último presupuesto de la Casa Blanca de Obama asignó casi $2.9 millardos para construir y mantener la flota aérea de drones asesinos, sólo para el año fiscal 2016. Si exigimos que Obama recorte por la mitad el presupuesto de sus favoritos escuadrones de la muerte, sólo por este año, y redirija esos fondos para ayudar a Flint, ¿estaríamos pidiendo demasiado?
Mientras que el Congreso delibera sobre el presupuesto de 2016, mucha gente en Flint aún no puede obtener acceso a los recursos de emergencia más básicos. Defensores por personas indocumentadas advierten que unas mil personas de entre los residentes de Flint no reciben los envíos de agua embotellada que el Estado hace porque no pueden presentar su identidad. Y con la última ronda de redadas y deportaciones de la administración Obama, muchos temen represalias por el mismo acto de pedir ayuda.
De acuerdo al medio informativo ¡Democracia Ahora!, prisioneros en la Cárcel Municipal de Genesee fueron forzados a beber agua del río Flint, y a bañarse con ella, hasta fines del mes pasado. Desde esa fecha, están recibiendo raciones de casi un litro y medio de agua embotellada al día, menos de la mitad de la cantidad mínima diaria de agua recomendada médicamente para adultos.
Es necesaria mucha más presión sobre las autoridades federales y estatales para terminar la crisis humanitaria para todos en Flint, incluyendo a personas indocumentadas y a aquellos privados de libertad, y para detener el número de casualidades escalar más.
SU PREDICAMENTO ha puesto Flint al centro de la discusión política en EEUU. Con su persistente movilización y protestas comunitarias contra los crímenes del gobernador Snyder, los residentes locales son los primeros responsables en revelar esta crisis.
El floreciente espíritu radical que se ha desarrollado lado a lado del movimiento Black Lives Matter (las Vidas Negras Cuentan), y la campaña de Bernie Sanders, así como la pose crítica que el Partido Demócrata sólo saca a lucir en temporada de elecciones, han contribuido a una frecuente cobertura mediática de Flint, así como a la abundancia de respuestas y comentarios de prominentes figuras políticas y culturales.
Audiencias parlamentarias sobre la crisis en Flint siguen en curso, así como una investigación del FBI. Ojalá que ambas nos revelen pronto más detalles sobre lo que realmente ocurrió tras puertas cerradas. Mientras tanto, las víctimas en Flint y sus simpatizantes en todo el país están exigiendo la renuncia del gobernador Snyder, si no su arresto por homicidio.
El fin de semana pasado, Hillary Clinton hablo sobre la crisis en la Iglesia Misionaria Casa de Oración en Flint. De acuerdo al periódico regional The Detroit News, Clinton convenció al Comité Demócrata Nacional de celebrar el 6 de marzo un debate en Flint, previo a las primarias presidenciales en Michigan.
Esta petición es claramente una movida electoral. Clinton se está representando como una persona pragmática que resuelve problemas, contrastándose al idealismo del socialista Bernie Sanders. En un momento crítico de la contienda, Clinton espera mantener amarrado su apoyo entre afroamericanos que puedan considerar adoptar el programa de reformas sociales que propone Sanders, ahora que los resultados en Iowa y New Hampshire mostraron su factibilidad.
Mientras una multimillonaria demanda colectiva es montada contra Snyder y su administración, activistas de alrededor del país se unen al llamado por defender Flint. El reverendo Jesse Jackson, por ejemplo, ha dicho que quiere organizar lo antes posible una ''gran marcha nacional'' en la ciudad.
CON TODA esta atención puesta sobre Flint, ahora es el momento de proyectar lo sucedido aún más lejos, y acusar al sistema mismo que ha puesto las ganancias de unos mandamases por sobre las vidas de una ciudad entera.
El envenenamiento de Flint muestra un trágico ejemplo del transparente barbarismo de la austeridad neo-liberal a una amplia capa de la población estadounidense. Ha despertado la indignación de millones de trabajadores y trabajadoras que enfrentan injusticias similares en sus propias vidas.
Ahora, es posible comenzar a imaginar un esfuerzo a nivel nacional por contener el envenenamiento por plomo. Muchas más personas ahora saben que más de medio millón de seres humanos, en EEUU solamente, sufren de esta enfermedad, y que los negros son dos veces más propensos a quedar expuestos a niveles peligrosos de plomo durante su infancia que los blancos.
Entre 3 y 6 por ciento de los niños de Flint han sido diagnosticados con envenenamiento por plomo, y las autoridades sanitarias advierten que todos los infantes menores de seis años deben ser considerados expuestos. Aunque parezca increíble, hay muchos otros lugares en el resto del país con crisis aún más severas que las de Flint, lugares donde una revuelta contra la negligencia criminal del Estado es igual de urgente.
Hay 18 ciudades en Pennsylvania y 10 municipios en Alabama, Lousiana, Virginia Occidental, Kentucky y Oklahoma con tasas de envenenamiento por plomo aún mayores que las de Flint, debido principalmente a la pintura tóxica a base de plomo en las paredes de edificios residenciales. Y estos números no hacen justicia a la extensión de la epidemia. Información sobre los niveles de plomo en grandes ciudades estadounidenses como Philadelphia, Houston, Washington D.C. y Los Angeles ni siquiera están disponibles, y los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades a nivel nacional llevan sólo dos años monitoreando sistemáticamente la exposición al plomo que muchos edificios e infraestructuras.
Yanna Lambrinidou, una experta en servicios de agua de la universidad Virginia Tech, publicó un explosivo estudio en el que argumenta que, debido a inadecuadas regulaciones federales, millones y millones de hogares estadounidenses están probablemente expuestos a peligrosos niveles de plomo en su agua potable. En ese tema, hace falta recordar que para 2014, la Oficina de Censos de EEUU estimaba que 1.6 millones de estadounidenses carecían de tuberías domésticas, y un desconcertante 40 por ciento de la nación Navajo vive sin agua corriente.
Lo que estas cifras revelan es que en el país más rico que el mundo jamás haya conocido, a millones de personas le son negadas necesidades básicas como agua limpia y viviendas seguras. Esas injusticias sólo salen a la luz cuando gente ordinaria se auto-organiza para confrontar a líderes políticos y forzarlos a actuar.
Mientras la crisis del agua en Flint se desenvuelve, insistamos en encandilar estas hipocresías a una audiencia cada vez más amplia, hasta que nadie sea obligado a poner su seguridad en un sistema que al final de cuentas siempre tendrá como prioridad el provecho económico por sobre la vida, la salud y la felicidad.
Traducido por Alejandro C.