¿Cómo tumbamos a Trump?
Mario Cárdenas reporta sobre la protesta que mostró a Trump la salida de la ciudad.
UNA MULTITUD multirracial, representando a toda la ciudad de Chicago, se reunió en el pabellón de la Universidad de Illinois en Chicago (UIC) para demostrar a Donald Trump que su verborrea racista no es aceptable, forzándolo a cancelar su evento y a sus seguidores devuelta a sus casas.
Obrero Socialista estuvo dentro y fuera del pabellón para reportar cómo el racismo y la intolerancia fueron tumbados en la ciudad de los vientos.
Donald Trump, el precandidato presidencial líder del lado republicano, estaba programado a tomar el micrófono a las 6 de la tarde, pero con media hora de retraso, un representante de su campaña anuncio:
El señor Trump acaba de llegar a Chicago, y después de hablar con las autoridades, determinó que por la seguridad de los miles que se han reunido dentro y fuera de la arena, el evento de esta noche será pospuesto para una nueva fecha.
Esto fue una clara victoria para los manifestantes anti-racistas, quienes celebraron y aplaudieron el anuncio, mientras que los trumpistas sufrían su franca derrota.
Durante casi cinco horas antes del evento, la tensión entre los partidarios de Trump y los activistas en su contra fue palpable en el aire. Periódicamente, los trumpistas dirigieron olas de violencia, vulgaridad y virulencia hacia los manifestantes.
Este tipo de espectáculos, estilo lucha libre, son el pan de cada día en la estrategia pública de Trump. Típicamente, Trump agita a sus seguidores con su retórica anti-inmigrantes, anti-musulmanes y anti cualquier persona que se le oponga. Dentro del pabellón, había gangas de trumpistas corriendo hacia donde un activista anti-Trump fuera descubierto para gritarle e insultarle. También hubo invitados en trajes de gala, hechos a la medida, relojes de oro y zapatos de lujo.
Otros, lucían botones en apoyo de las fuerzas policiacas y cuando una fila de policías pasaba les aplaudían gritando "¡CPD! ¡CPD!" (siglas del Departamento de Policía de Chicago, en inglés). En las hileras de adelante, los asientos estaban reservados para invitados más distinguidos, gente de dinero. Hacia atrás había gente con camisetas, gorras, paliacates y parches con insignias del Ku Klux Klan, las fuerzas armadas, banderas confederadas, y otros símbolos asociados con la supremacía blanca.
En sus mítines, Trump alienta el miedo de la gente hacia chivos expiatorios, como los inmigrantes y los musulmanes. Un defensor de Trump se quejaba de que "Mi familia está batallando para que mi hijo termine la universidad, y él tiene un amigo ilegal que le dieron una beca completa, esta sociedad no reconoce a la gente que tiene dificultades".
Para algunos en el movimiento de Trump, estos eventos son el lugar perfecto para expresar su racismo y xenofobia abiertamente. De hecho, Trump anima a sus simpatizantes a atacar físicamente a cualquier manifestante anti-Trump que se atreva entrar a su evento. A su vez, muchos vienen listos y con ganas de que la oportunidad se les presente.
La seguridad de Trump se acercaba a "sospechosos", usualmente gente de color, pedía sus nombres y los investigaban usando sus teléfonos. También, policías de tres diferentes agencias estuvieron presentes para mantener el orden.
PARA LOS manifestantes afuera, la jornada comenzó temprano en la tarde en el campus de la universidad donde un mitin fue organizado, mayormente por medio de redes sociales, antes de comenzar a marchar hacia el pabellón.
La protesta fue organizada en corto tiempo, el anuncio del evento de Trump fue hecho con una semana de anticipación. Un estudiante de UIC comenzó una petición por medio de MoveOn.org para que la universidad revirtiera la invitación a Trump. Después, una colección de grupos estudiantiles y activistas crearon una página de Facebook titulada "Stop Trump". En 24 horas la página ya tenía miles de gentes diciendo que atenderían la protesta.
El 7 de marzo, una junta fue realizada con la presencia de alrededor de 100 estudiantes, representando grupos como la Asociación de Estudiantes Musulmanes, los Demócratas Universitarios, la Unión de Estudiantes Negros, grupos pro-inmigrantes, activistas del movimiento Las Vidas Negras Cuentan y miembros del sindicato SEIU Local 73.
Los organizadores crearon una estrategia para dentro y fuera del evento, mientras el número de personas declarando que participarían en la protesta en contra de Trump seguía creciendo.
El viernes, mientras los helicópteros noticieros flotaban en el aire y el tráfico en la calle se convertía en un atolladero, unos 3.000 manifestantes, mayormente jóvenes, de varias razas y muy animados se reunieron en la universidad. Un festival solidario de organizaciones izquierdistas e individuos, muchos de los cuales nunca habían marchado en su vida, se dirigía hacia el pabellón.
Alrededor de la arena, cientos de policías de la ciudad, del condado y de la universidad esperaban sobre sus pies, a caballos y en patrullas para separar a los manifestantes de la gente esperando a entrar.
Los gritos de "Tumba a Trump" fueron adornados con banderines, pancartas, una banda de jazz y hasta mariachis, mientras el pabellón fue rodeado por los manifestantes.
Caminar por la calle Harrison, donde la mayoría de gente protestaba, era como caminar a través de los vecindarios racialmente segregados de Chicago. Había pancartas escritas en español, en árabe y en inglés. Hubo activistas de la comunidad LGBT, activistas de Las Vidas Negras Cuentan, activistas latinos apoyando a Bernie Sanders, anarquistas, socialistas, obreros y profesionales, todos unidos para silenciar a Trump.
Entre ellos una pareja de jóvenes tomados de la mano, Diego y Caroline. "Esta es la primera protesta a la que venimos. No estábamos seguros de venir aquí o ir a apoyar a Bernie," dijo Diego, refiriéndose a que Sanders tenía un evento al sur de la ciudad ese mismo día. "Pero decidimos venir... queremos estar en solidaridad, en contra de Trump, no importa lo que él diga, no lo vamos a apoyar".
Había una presencia enorme de simpatizantes de Bernie Sanders. Sandra Puebla, una estudiante de la Universidad Dominicana, con orgullo se puso una calcomanía que decía "Unidos con Bernie" en su suéter y proclamó, "[Sanders] está hablando de los asuntos que normalmente no se mencionan. Él ha hablado de la importancia de movimiento Las Vidas Negras Cuentan, la xenofobia, y eso es algo que los demócratas usualmente no tratan. Aunque no gane, él ya está impactando las elecciones".
Otros no estaban afiliados a ningún candidato presidencial, pero estaban firmes contra Trump. "Tenemos que parar a Trump", dijo Madeline Frankie, 20, quien estudia en Pittsburg, pero reside de Chicago. Refiriéndose al racismo de Trump, ella notó, "Es asqueroso, todos somos humanos."
Al contrario de lo que Trump declaró, que su evento había sido interrumpido por "agitadores profesionales", Jacob, 20, con una pancarta con #DumpTrump, explicó, "Esta es mi primera manifestación. Fue compartida en Facebook, y los estudiantes han comentado sobre ella, uno de mis compañeros de clase me invito, y yo invite a mis amigos, y aquí estamos".
A su lado, Ashley, 20, que vino del vecindario mexicano de Pilsen expresaba así su coraje: "Yo soy mexicana y cuando Trump dijo esas cosas, que todos somos violadores y criminales, eso me dolió, porque muchos en mi familia no tienen documentos. Ellos son maravillosos y muy trabajadores. Trump está mal. No todos los mexicanos son violadores, no todos los musulmanes son terroristas".
También dijo, "Mi primera protesta fue en 2012, por Trayvon Martin, y desde entonces he estado activa políticamente".
Esta radicalización juvenil tiene sed de unidad multirracial, y aunque las organizaciones aún no existan, el deseo solidario está presente. Talvez nadie encapsuló mejor que Alex Wiggins, 23, quien vino del sur de la ciudad:
Honestamente, al carajo con Donald Trump. Yo no creo en sus motivaciones. Yo tengo muchos amigos mexicanos; yo soy afro-americano. Él quiere una América blanca de nuevo, pero no es blanca. Es un crisol ¿no? Yo creo que este país es para todos. Talvez forzaron a mi gente, pero nuestra sangre está en esta tierra, así como la sangre mexicana y la sangre indígena está en esta tierra.
Este es nuestro país, y no dejaremos que el dinero nos mande. No vamos a dejar que los de arriba tomen todo. Mi padre tiene 70 años. Cuando él era joven, podías trabajar 40 horas y mantener a tu familia, mandar a tus hijos a la universidad, y pasar tiempo con ellos. Ahora, la gente trabaja hasta 70 horas y no puede sostener a sus hijos.
En cambio, los niños crecen en las calles con pobreza y con violencia. Y gente como Donald Trump nunca han estado cerca de esto. Ellos no entienden come se siente que la gente te juzgue e discrimine en las tiendas o en la escuela. Por eso estoy aquí.
LA ÚNICA manera de frenar a la derecha es con acción directa y masiva que una a la gente contra el racismo.
Los festivales de odio que se ven en los eventos de Trump han atraído protestas en casi todas las ciudades adonde llega. Activistas con pancartas o mantas entran a los eventos para interrumpirlos. Estos incidentes son tan comunes que Trump comienza sus eventos con instrucciones a sus seguidores de cómo lidiar con las interrupciones.
Trump también les sugiere a sus seguidores que ataquen físicamente a los opositores. Esto ha ocurrido en varias ocasiones, como en Carolina del Norte donde un manifestante fue golpeado por un fanático de Trump, quien glorificó la acción ofreciendo apoyo legal al agresor.
La protesta en Chicago expresó el sentimiento de muchos anti-racistas en todo el país y demostró que se puede silenciar a Trump y sus seguidores. El viernes 11 de marzo, estudiantes y obreros de Chicago--negros, latinos, árabes, asiáticos y blancos--hicieron lo que ningún demócrata o republicano ha podido hacer: confrontar el racismo de Trump.
Este troglodita, que se enorgullece en ser bien macho, tuvo que humillarse, no frente a una réplica ingeniosa en un debate, ni como consecuencia de una campaña en twitter, sino por la acción de miles de chicagüenses que salieron a oponérsele.
Días antes de la protesta, bajo el titular "Trump contra líderes latinos", el periódico Chicago Tribune afirmó que "líderes latinos están organizando una protesta en contra de Donald Trump". En forma clásica, el oportunismo demócrata se anunció con las caras del congresista Luis Gutiérrez y el concejal Danny Solís quienes llamaron una conferencia de prensa para tratar de ponerse al frente de la protesta.
Pero los titulares en los periódicos se equivocaron. Fueron miles de personas marchando unidas contra Trump por su propia voluntad. En las calles afuera del pabellón se pararon firmes frente a los policías y adentro fueron una presencia firme contra Trump, forzándolo a salir de Chicago con la cola entre las patas.
La estrategia usada adentro de la arena fue efectiva por la magnitud y el nivel de organización. Los activistas no actuaron separados, sino juntos y disciplinados para magnificar su voz y presencia.
Como explicó el historiador Howard Zinn, "Si vamos a desbaratar un mitin derechista, hay que hacerlos con 2 mil personas". Mientras la acción dentro del evento fue la decisiva para que Trump haya cancelado su evento, los miles de manifestantes afuera amplificaron el mensaje: el racismo e intolerancia no son aceptables.
Los políticos demócratas nunca confrontan al racismo o la homofobia a menos que sea por conveniencia política. Fue la gente común de Chicago la que tumbó a Trump.
Después del episodio, los medios de comunicación describieron las protestas como "enfrentamientos violentos". Hillary Clinton, que también se encontraba en Chicago ese viernes, denunció la "violencia de ambos lados" e hizo una bizarra comparación a la masacre que un supremacista blanco llevo a cabo en Charleston, Carolina del Sur.
En realidad, ese viernes en Chicago, fueron los trumpistas quienes atacaron a los manifestantes cuando se enteraron que el evento había sido cancelado. Esto, sin sorpresa, no fue reportado en los medios de comunicación, ni tampoco que la policía golpeó y arrestó a varios activistas y organizadores.
Al mismo tiempo, Trump se quejó de que su libertad de expresión fue restringida. Pero el hecho de que Trump pueda usar su fortuna, heredada de su padre, para comprar una plataforma pública es una violación de la libertad de expresión para los miles que son discriminados y acosados por su retórica violenta y racista.
Los manifestantes de Chicago no le pidieron al Estado que interviniera para silenciar a Trump. Lo lograron por sí mismos, a través del poder colectivo. Acciones como estas es lo que se necesita en el movimiento en contra del racismo, la guerra y las deportaciones, sin importar que partido político sea culpable.
Brit Schulte, Rory Fanning y Brian Bean contribuyeron a este artículo.