Un concurso en impopularidad
Con Hillary Clinton y Donald Trump hundiéndose a nuevos mínimos, según las encuestas, es bueno saber que usted no tiene que conformarse con el "mal menor".
HILLARY CLINTON y Donald Trump tratan de parecer tan diferentes el uno del otro como sea posible, pero ambos comparten una cosa que no pueden escapar: su impopularidad.
A sólo unos meses de las elecciones, las encuestas de opinión muestran que Clinton y Trump son el par de políticos más odiados y desconfiados que jamás se hayan enfrentado en una elección presidencial en Estados Unidos.
Después de todos los tropezones y trompadas de Trump este verano, Clinton aparece como la favorita para ganar en noviembre. Ella tiene una ventaja de 10 puntos porcentuales y más en algunas encuestas. Los números revelan una evitable verdad: el electorado estadounidense merece algo mejor.
Y esto no es un secreto, especialmente entre los votantes más jóvenes. De acuerdo con dos encuestas del Washington Post y ABC News en agosto, entre aquellos menores de 35 años, el 72 por ciento dice tener una opinión desfavorable de Trump, y el 49 por ciento dijo lo mismo de Clinton. Cuando se les preguntó qué pensaban de la opción misma, Clinton o Trump, 68 por ciento declaró no estar satisfecho.
La primera parte del proceso eleccionario de 2016 fue muy diferente, principalmente debido a la presencia de la campaña de Bernie Sanders por la nominación demócrata.
A pesar de nunca haber tenido chances, Sanders trajo al discurso público temas que inquietan a la mayoría del electorado, como la desigualdad y la avaricia corporativa. Sanders dio a millones de personas la oportunidad de registrar su disgusto con el estatus quo bipartidista.
Ahora, estamos de regreso a la política presidencial estadounidense de siempre: mal contra mal, tal vez en diferentes grados, pero aún el mismo ingrediente principal.
DESPUÉS DE LAS convenciones partidarias de julio, la campaña de Clinton no pudo haber salido con más confianza.
Lo todo tenía en la bolsa: el respaldo de grandes multimillonarios como Warren Buffett, ex generales de cinco estrellas y un número importante de republicanos descontentos. La experimentada candidata del estatus quo estaba ya claramente en su ruta a la Casa Blanca.
Mientras tanto, Donald Trump parecía estar compitiendo por medallas de oro en su propia Olimpiada de la xenofobia y la ignorancia. Incluso mientras sus propios asesores afirmaban que Trump sería más "presidencial" y menos, bueno, Trumpadencial, siguió vomitando su odiosa bilis sobre los musulmanes, los inmigrantes y otros chivos expiatorios.
Después de haber criticado a la familia de un soldado musulmán estadounidense muerto en Irak, hablando en la convención demócrata, la indignada reacción pública debió haber convencido a Trump a guardar silencio. Sin embargo, él redobló su islamofobia y un par de semanas más tarde presentó un plan para el "escrutinio extremo" de los musulmanes que desean inmigrar a los EE.UU.
Entre sus propuestas hay un test ideológico para nuevos inmigrantes. "Los que no crean en nuestra Constitución, o que apoyen la intolerancia y el odio, no serán permitidos a inmigrar al país", declaró Trump. Por suerte para él, él no está tratando de entrar a EE.UU. bajo su propio régimen.
Ante la opción Clinton-Trump, algunos votantes dicen que preferirían abstenerse. "No voy a votar", dijo Dustin McKindsey, un jornalero de 26 años de edad en Madison, Wisconsin, al Washington Post. "Esta es la primera vez que me siento de esta manera... Una opción entre dos piedras que se hunden".
McKindsey es parte de la generación en la cual el descontento se concentra. Un sondeo GenForword, por ejemplo, encontró que 7 de cada 10 votantes de 18-30 años de edad, incluyendo la mayoría de los negros, los asiáticos y los hispanos, dice que están insatisfechos con la contienda entre Clinton y Trump, y quieren la opción de una candidatura de un tercer partido.
Este es un marcado contraste con la campaña presidencial de 2008 de Barack Obama, que generó gran entusiasmo porque parecía proceder de fuera de la clase política y ofrecer la esperanza de un cambio. Esa contienda electoral convertiría a Obama en el primer presidente negro en un país fundado sobre las espaldas de la esclavitud, y aún impregnado con racismo.
Con décadas como figura pródiga en el Partido Democrático, senadora, Secretaria de Estado, y un largo historial en ayudar en demoler el bienestar social, apoyar y aprobar leyes penales draconianas, defender las guerras imperialistas, y dar luz verde a golpes de Estado, Clinton es sin duda una candidata del estatus quo capitalista estadounidense.
Si ella corriera contra cualquier otro, en lugar de Trump, los demócratas tendrían mucho más de qué preocuparse.
Trump ha ganado apoyo en ciertos sectores porque su mensaje electoral reconoce que las condiciones de vida y las perspectivas económicas han disminuido para todos, excepto para la minoría en la cima de la escala de ingresos. Aunque él asigna la culpa a sus chivos expiatorios favoritos, los inmigrantes y los musulmanes, el descontento que busca explotar es real.
Hillary Clinton, por el otro lado, "se ha, más o menos abiertamente, presentado a sí misma como la candidata de la complacencia", como escribió el autor de izquierda Thomas Frank. Si, en respuesta, la "alternativa" a Trump no hace más que ofrecer clichés sobre cómo Estados Unidos ya es grande, sólo le permitirá al Trumpismo infectar el tejido social y crecer.
LA INSATISFACCIÓN con Clinton y Trump está llevando a uno de cuatro jóvenes votantes a considerar apoyar la candidatura de un tercer partido, según con una encuesta del Washington Post y ABC News.
En este momento, la mayoría de los votos terceristas se los lleva Gary Johnson del Partido Libertario, el que como Travis Richard Sweatte lo puso en un artículo para Jacobin, es el "tercer partido capitalista de Estados Unidos".
A la izquierda, sin embargo, la candidata presidencial del Partido Verde, Jill Stein, está galvanizando a aquellos que quieren una opción más allá de lo que el Partido Democrático pueda permitir. Su mensaje contra la avaricia corporativa, la destrucción del medio ambiente y contra la guerra sin fin, le han ganado un inusual nivel de apoyo para un candidato independiente de izquierda.
Para su compañero de fórmula, Stein eligió Ajamu Baraka, el director ejecutivo y fundador de la Red de Derechos Humanos de Estados Unidos, con décadas de experiencia en la lucha por la liberación negra y contra los crímenes del imperialismo estadounidense en el Medio Oriente, América Central, África y otros lugares.
SocialistWorker.org ha sido muy crítico con algunas posiciones adoptadas por Stein y Baraka, en particular, el abierto apoyo de Baraka a la brutal represión llevada a cabo por el régimen de Bashar al-Assad en Siria contra un levantamiento a favor de la democracia popular, hace más de cinco años. Baraka y, en menor medida, Stein promueven una visión decepcionantemente común en la izquierda estadounidense, que debe ser confrontada con una clara política antiimperialista que rechaza toda forma de gobierno autoritario.
En general, la campaña de Stein se ha destacado por un fuerte mensaje de izquierda y un compromiso por crear una alternativa independiente al Partido Democrático. Ella es un ejemplo de cómo confrontar la acusación de que votar por otro que no sea Clinton es una ayuda a los republicanos.
Cuando George Stephanopoulos de This Week, ABC, le preguntó si tiene miedo de que podría "hacer que Clinton perdiera la elección", Stein dijo, "Los políticos no tienen una nueva forma de título. Ellos no son dueños de nuestros votos. Tienen que ganar nuestro voto. Ni Hillary Clinton, ni Donald Trump se han ganado nuestro voto".
SI UD. ha escuchado que en noviembre tiene que aguantar la respiración en las urnas y votar por Hillary Clinton, no importa lo mucho que odie lo que ella representa, con el fin de evitar el desastre Trump, dos cosas: Primero, Ud. no está solo; y, en segundo lugar, no es cierto.
La campaña Trump es despreciable. Ha fortalecido el odio anti-inmigrante y anti-musulmán en el debate político nacional y dado una buena oportunidad a la extrema derecha para obtener una audiencia para su odio.
La verdad, sin embargo, es que Hillary Clinton no hará nada. Ella no va a desafiar la intolerancia islamófoba y anti-inmigrante del candidato republicano, porque ella y los demócratas usan sus propias versiones de chivos expiatorio y alarmismo.
Como en tantos otros asuntos, tenemos que organizar una respuesta izquierdista no empañada con apoyar a un halcón demócrata contra el monstruo republicano. A principios de este año, activistas chicagüenses mostraron cómo poner a los racistas en retirada cuando juntos, inmigrantes, latinos, árabes, musulmanes, negros y blancos, protestaron contra Donald Trump, forzándolo a cancelar su evento.
Durante mucho tiempo, aquellos que se sienten a la izquierda del Partido Democrático se han sentido presionados a postergar sus esperanzas y aspiraciones y a conformarse con lo que sea que el "partido del pueblo" promete, sin intención de cumplir.
Como los muchos que ya parecen haber concluido lo mismo, nos merecemos algo mejor. Usted puede dar un paso en la construcción de esa alternativa independiente votando por Jill Stein en noviembre.
Pero hay un proyecto más amplio, la construcción de la resistencia a la austeridad, la guerra y la opresión, que debe tomar lugar el día después de la elección y todos los demás días del año.
Traducido por Orlando Sepúlveda