Cuatro días que sacudieron al mundo

July 8, 2013

El presidente Mohamed Morsi y la Hermandad Musulmana han sido derrocados del poder por los militares, a raíz de las masivas manifestaciones del 30 de junio que mostraron a todos que Morsi había perdido toda pretensión de legitimidad y apoyo popular.

Ahora, como los Socialistas Revolucionarios de Egipto afirman en su declaración, la siguiente fase de la Revolución Egipcia --la primera resultó en el derrocamiento de Hosni Mubarak en febrero de 2011-- ha comenzado, y los revolucionarios deben ponerse a la altura del desafío ofreciendo una alternativa que responda a las demandas de la revolución: pan, libertad, justicia social y dignidad.

LO QUE sucedió el 30 de junio fue, sin la menor duda, el histórico principio de una nueva fase de la Revolución Egipcia, la mayor desde enero de 2011. El número de personas que participó ese legendario día se ha estimado exceder los 17 millones de ciudadanos, algo sin precedentes en la historia.

El significado de esto supera cualquier participación de los remanentes del antiguo del régimen [los feloul] o del aparente apoyo del ejército y la policía. Las manifestaciones masivas de millones son eventos extremadamente raros en la historia de la humanidad, y su efecto en la conciencia y la confianza de la población en sí misma y en su poder de cambiar el curso de la historia trasciende las limitaciones de las consignas enarboladas y las alternativas políticas planteadas.

Sí, la élite burguesa liberal quiere utilizar el impulso de las masas para derrocar la dominación de la élite islamista, y tomar con el poder, con el respaldo y apoyo del estamento militar. Y es cierto que los feloul quieren volver a la escena política por medio de esta nueva ola revolucionaria. Pero hay una lógica especial a las revoluciones populares que no se somete a las ilusiones o planes liberales o feloul, aunque sectores de las masas se hayan visto temporalmente influenciadas por las consignas y promesas de esa élite, tal y como lo fueron una vez por las consignas y promesas de la élite islamista.

Protesters rejoice as Mohamed Morsi and his Muslim Brotherhood government are toppled

Sí, ahí está la influencia de los grandes medios de comunicación y sus campañas propagandísticas, realizada por sectores de la clase dominante opuestos a la Hermandad Musulmana, acerca de cómo el ejército y la policía están con el pueblo, o de su neutralidad y patriotismo, ¡o incluso de su "naturaleza revolucionaria"! Pero esta influencia es momentánea y superficial, y no puede borrar de la memoria, ni de la experiencia directa del pueblo, el carácter contrarrevolucionario y opuesto a las masas de las instituciones de las fuerzas armadas o los servicios de seguridad.

La verdadera razón de esta influencia temporal es la traición de la oposición liberal de los objetivos de la Revolución Egipcia y la sangre de sus mártires, realizada por el Frente de Salvación Nacional con el fin de acortar su camino hacia el poder. La verdadera razón es la ausencia de una alternativa política revolucionaria unida capaz de exponer el Frente y ganarse a las masas a un programa revolucionario concreto, un proyecto que pueda superar tanto las elites liberal e islamista, y avanzar profundizando la Revolución Egipcia y barriendo todas las instituciones del antiguo régimen, incluidas las militares y de seguridad, en el corazón de la contrarrevolución.

Las masas no se rebelaron otra vez buscando un gobierno militar, ni por amor a la alternativa liberal o feloul a la Hermandad. Ellas se rebelaron otra vez porque Morsi y la Hermandad traicionaron la revolución. La Hermandad no implementó ni una de las demandas de la revolución por justicia social, libertad, dignidad humana o la retribución de los mártires de la revolución, caídos a manos de Mubarak y al-Adly, o del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (SCAF), o de la Hermandad y el Ministerio del Interior durante su gobierno.

De hecho, el gobierno de la Hermandad profundizó las mismas políticas llevadas a cabo por el régimen de Mubarak; el empobrecimiento, la corrupción y la defensa desesperada de las grandes empresas al servicio de los intereses norteamericanos y sionistas.

En vez de purgar del aparato estatal la corrupción y los que se untan las manos con la sangre de los mártires, ya sea en el Ministerio del Interior, el aparato militar o la policía secreta, la Hermandad celebró su contubernio con ellos, con la esperanza de participar en la administración del Estado, junto con el feloul y los hombres de Mubarak.

Por lo tanto, el gobierno de la Hermandad se convirtió en una extensión, en cada nivel, del régimen de Mubarak contra el que el pueblo egipcio se había rebelado.


ESTA ES la esencia de la nueva explosión revolucionaria que se inició el histórico 30 de junio. La Hermandad no entendió esta esencia, por lo que su popularidad se evaporó en cuestión de meses. Y esto es lo que los líderes de las fuerzas armadas no entienden, ni tampoco su cubierta civil representada por los liberales y feloul del Frente de Salvación Nacional. Porque ellos no fueron obligados a punta de cañón a seguir las mismas políticas aplicadas por Morsi, el consejo militar y Mubarak antes que ellos; las mismas políticas económicas neoliberales, las mismas alianzas estratégicas con las monarquías represivas del Golfo Pérsico, la misma dependencia humillante en el colonialismo norteamericano y sionista.

Los gobiernos y los medios de comunicación de la burguesía estadounidense y europea tratan de describir lo sucedido en Egipto como si no fuera más que un golpe militar contra un presidente democráticamente elegido, o un golpe de estado en contra de la "legitimidad" de la democracia formal. Pero lo que ha sucedido en la realidad supera con creces la democracia formal y sus urnas. Se trata de la legitimidad a través de la democracia de la revolución popular; democracia directa creando legitimidad revolucionaria. Se abre el horizonte a nuevas formas de poder popular, que empequeñecen la democracia temporal de las urnas, que se traduce en nada más que mantener la dominación de la burguesía, por medio de sus diferentes alas.

La democracia temporal de las urnas sólo asegura la permanencia del poder del aparato estatal capitalista. Asegura las ilusiones del pueblo que cree gobernar porque elige una vez cada cierto número de años qué élite burguesa le gobernará y explotará; sin, por supuesto, conseguir acercarse al aparato estatal o las corporaciones capitalistas protegidas a través de la manipulación de las urnas.

Lo que ha ocurrido en Egipto es la máxima expresión de la democracia, una revolución de millones de personas para derrocar directamente a un gobierno. En cuanto a la destitución militar de Morsi; ésta no fue más que la inevitable conclusión una vez que los generales vieron que las masas ya habían resuelto el problema en las calles y plazas de Egipto.

El-Sisi hizo el 3 de julio de 2013, lo que Tantawi lo hizo antes que él, el 11 de febrero de 2011; él accedió a la voluntad del pueblo rebelado, no por patriotismo ni ningún fervor revolucionario, sino por miedo a la revolución. Porque si El-Sisi no hubiera intervenido para destituir a Morsi, la revolución no se habría detenido con Morsi y la Hermandad; porque ella era, y sigue siendo, capaz de transformarse en una revolución social completa que destituya a todo el Estado capitalista, incluyendo a los líderes del estamento militar.

Los generales son hostiles a la Revolución Egipcia. Se deshicieron de Mubarak para salvarse de la línea de fuego de la revolución. El ejército se deshace de la Hermandad y Morsi, sus antiguos aliados, con el temor de que el terremoto revolucionario le dé alcance. Al igual que amplios sectores de la población fueron tocados por la ilusión de la neutralidad militar y su apoyo a la revolución al comienzo del gobierno SCAF, ahora son tocados por la propaganda mentirosa del heroísmo y lealtad revolucionaria de El-Sisi y sus generales.

Pero así como las masas rápidamente dejaron atrás la propaganda de los días de Tantawi a través de la experiencia y de la lucha, dejarán otra vez atrás la ilusión de que "el ejército y el pueblo son una mano" en las semanas y meses venideros.


LAS MASAS egipcias han logrado derrocar a dos presidentes en 30 meses. Este gran poder no sólo se refleja en las poderosas protestas de millones, sino también en las posteriores olas de huelgas y manifestaciones populares. Porque la confianza política se transformará en confianza en la lucha social y económica, y viceversa.

Después de la primera oleada revolucionaria, el ejército había apostado en la capacidad de organización y en el populismo de la Hermandad para coaptar y abortar la revolución. Pero esta apuesta falló el 30 de junio. Ahora, el ejército apuesta a la oposición liberal con el mismo objetivo. Pero la vasta brecha entre las expectativas de las masas revolucionarias y lo que las fuerzas liberales tienen para ofrecer en políticas económicas y sociales, en medio de una profunda crisis económica, conducirá rápidamente a la exposición de estas fuerzas, y detrás de ellas, a los verdaderos gobernantes de Egipto, las instituciones militares y de seguridad.

Uno de los peligros que enfrentaremos en las próximas semanas y meses es que la represión dirigida a la Hermandad Musulmana y el movimiento islamista será utilizada como propaganda por los liberales, y por motivos de seguridad por el ejército y la policía, para atacar al movimiento obrero y las protestas populares, bajo el pretexto de mantener la estabilidad durante "este crítico período". La restauración de la confianza en el aparato de seguridad reprimiendo a los islamistas se traducirá, sin lugar a dudas, en una ola de represión contra las huelgas y sentadas, con la gruesa cubierta de los medios de comunicación burgueses.

Por esto, debemos ser coherentes en la lucha contra toda forma de abuso y de represión a la que los islamistas serán sometidos --detenciones, cierres de canales y periódicos, etc.-- porque lo que suceda hoy a los islamistas sucederá mañana a los trabajadores y a la izquierda.

El dilema de la Revolución Egipcia hoy es la debilidad política de las fuerzas revolucionarias que desean continuar la revolución, con sus demandas sociales en el centro. Para estas fuerzas, las urnas no son suficientes, y no van a aceptar la continuación de las políticas capitalistas de empobrecimiento. No van a renunciar a la demanda de retribución por la sangre de los mártires revolucionarios. Ellas seguirán insistiendo en el derrocamiento del Estado de Mubarak, incluidas sus instituciones de seguridad, militares y judiciales. Estas instituciones siguen controlando el país y aún protegen los intereses del gran empresariado y feloul de Mubarak. Sigue habiendo un gran pantano de corrupción, saqueo y despotismo.

Corresponde a las fuerzas revolucionarias de hoy unir sus filas y presentar una alternativa revolucionaria convincente a las masas; una alternativa a las fuerzas liberales que están en ascenso hoy sobre los hombros de los militares, y a las fuerzas islamistas que han dominado amplias franjas de la población durante décadas. Tenemos que crear una plataforma para unir la lucha económica y social entre las filas de los trabajadores y los pobres, y unir a todos los sectores oprimidos de la sociedad. Porque sólo estos tienen interés en continuar la revolución, interés en derrocar al corazón del régimen y no sólo sus representantes, ya sea Mubarak o Morsi en el pasado, o ElBaradei en un futuro próximo.

Así que comenzamos desde este momento los preparativos de la tercera ola de la Revolución Egipcia que inevitablemente vendrá, para estar listos a liderar esta revolución a la victoria final. Porque las masas han demostrado de nuevo que su energía revolucionaria es infinita, y que su revolución es en verdad una revolución permanente. Vamos a elevarnos a la altura de esta responsabilidad histórica, y vamos a trabajar juntos para el éxito de la revolución.

Traducido del árabe al inglés por Jess Martin y del inglés al español por Orlando Sepúlveda

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