Una camorra entre hermanos

October 8, 2013

Las batallas presupuestarias y el intento de la derecha republicana de desfinanciar la ley de la salud oscurecen el cometido de ambos partidos con la austeridad.

EN OTRA espectacular muestra de disfunción de los altos mandos de la "mayor democracia del mundo", el gobierno estadounidense cerró, oficialmente, a la media noche del 1° de octubre.

Por una semana entera, 800 mil trabajadores federales "no esenciales" han sido forzados a tomar feriados, y servicios críticos, como los cupones de alimentos y las inspecciones de alimentos fueron interrumpidos. Todo, porque los desquiciados que controlan el Partido Republicano insisten en seguir dando una batalla legislativa que perdieron hace más de tres años, cuando la Ley del Cuidado de la Salud Asequible (ACA, por sus siglas en inglés), de Barack Obama, fue promulgada por el Congreso.

Nadie sabe cuánto tiempo el gobierno estará cerrado. Los republicanos en la Cámara Baja han recibido la mayor parte de la culpa por el hecho; una encuesta de CNN/ORC Internacional halló que 7 de cada 10 personas (es decir, también una parte importante de la propia base republicana) pensaba que la derecha estaba actuando más como "niños mimados" que "adultos responsables".

A joint session of Congress listens to President Barack Obama

El Partido Republicano probablemente desandará y terminará aprobando un presupuesto sin desfinanciar la ley de salud, pero dado el historial demócrata de pestañear y ceder, los republicanos aún pueden obtener algunas concesiones con las que alardear una victoria.

Y hay otra batalla presupuestaria, mucho más peligrosa, aproximándose para mediado de mes, cuando el Congreso debe aumentar el techo de la deuda federal, o el gobierno entrará en default, con graves consecuencias para el sistema financiero mundial.

En estos días, los medios han sido desbordados con mutuas acusaciones entre demócratas y republicanos, pero su enfoque en este riña de palabras, con ambos partidos luciendo como acérrimos enemigos, oculta qué tanto hacia la derecha han viajado juntos en los últimos años.

Esto hace de suma importancia para los buscamos una alternativa al estatus quo en Washington recordar y exponer la verdad de la política estadounidense: los demócratas y los republicanos concuerdan en mucho más que en lo que desacuerdan.

Ambos quieren cortar radicalmente la mayoría de los programas sociales, pero no el Pentágono, y sólo difieren en cuánto. Ambos quieren un sistema de cuidado de la salud regido por la industria de la salud y de seguros, y sólo difieren en cómo asegurar su poder y sus ganancias. Ambos buscan asegurarse de que las corporaciones estadounidenses acumulen ganancias récor, rebajando el nivel de vida de la clase obrera, y sólo difieren en los detalles de cómo llevar a cabo esto.


EL GOBIENRO federal no había cerrado en casi dos décadas. La última vez fue durante la administración Clinton en 1996. Un default federal nunca ha sucedido. Las consecuencias serían tan catastróficas que es difícil imaginar que los republicanos dejen que esto ocurra, aunque la mayoría está dispuesto a dejar que el gobierno cierre sus puertas.

Pero tan raro como un cierre gubernamental es, la política irresponsable y la grandilocuencia partidista en Washington son hastiosamente familiares.

En tres de las últimas cuatro elecciones para el Congreso y/o la Casa Blanca desde 2006, los republicanos sufrieron humillantes derrotas, con algunos analistas especulando si alguna vez podrían ganar otra elección nacional. Sin embargo, los republicanos han estado a la ofensiva durante la mayor parte de este tiempo.

Cada vez, con matemática exactitud, los republicanos exigen salvajes recortes y políticas sociales conservadoras, y los demócratas ofrecen encontrarlos a medio camino. Los republicanos insisten que nunca comprometerán, y los demócratas ofrecen encontrarlos a dos tercios del camino. Al final, el resultado es rara vez muy distinto a lo que los republicanos querían en primer lugar.

De hecho, los demócratas no siempre ofrecen salir a encontrarlos a medio camino, porque en la era del neoliberalismo y la austeridad, ellos ya han comenzado ahí. Saber esto es importante para entender el debate en Washington acerca ACA, la ley de salud de Obama.

El intento republicano para destripar ACA es consistente con su oposición sin cuartel a cualquier legislación de salud. Hay razones políticas para esto: sería una gran ventaja para los demócratas si en la mente de la mayoría de la gente son ellos los asociados con una reforma popular del sistema de atención médica --aunque de reforma tenga poco, y de popular mucho menos.

El odio republicano hacia "Obamacare" refleja la agresiva postura de la patronal en la era del neoliberalismo. Esta fase de la ofensiva empresarial puede mejor ser caracterizada como agarrar lo más que se pueda de la clase obrera, lo más rápido posible, y nunca ceder en nada.

Pero desde el comienzo de la administración Obama, las corporaciones estadounidenses, y la industria de la salud en particular, han ejecutado simultáneamente otra estrategia, esa es, trabajar con los demócratas para moldear la "reforma a la salud" en una ley que sirva a sus intereses.

Así, ACA es un monstruo legislativo que combina algunas disposiciones progresivas, como la ampliación del sistema de Medicaid y algunas tardías regulaciones a las peores prácticas de la industria de seguros, con una gran cantidad de medidas regresivas, en particular, el "mandato" individual que obliga a los desasegurados comprar el defectuoso producto de las aseguradoras privadas.

En última instancia, el objetivo a largo plazo de ACA no es proporcionar una cobertura asequible y universal, sino llevar a cabo de una racionalización de la industria del cuidado de la salud, y, crucialmente, rebajar las expectativas de la clase obrera con respecto a qué tipo de cobertura médica puede aspirar a precios aún exorbitantes.

Los doctores David Himmelstein y Stephanie Woolhandler, cofundadores de Médicos por un Programa Nacional de Salud y defensores de un sistema de salud con "pagador único" dirigido por el gobierno, señalan que los seguros disponibles a través de los "mercados de seguros" creados por ACA serán más baratos de lo esperado, pero sólo porque drásticamente restringen la selección de médicos y centros de salud, e incluyen deducibles y co-pagos extremadamente altos.

Además, hay "malas noticias para los que no son jóvenes para siempre", dicen Himmelstein y Woolhandler: el precio de la prima de un Plan Plateado en Nueva Jersey, por ejemplo, es $3.030 para alguien de 27 años de edad, pero $ 8.535 para alguien de 63 años de edad.

Esto queda muy, muy por debajo de lo que muchos esperaban cuando Barack Obama comenzó su presidencia prometiendo arreglar el sistema de la salud. Sin embargo, los liberales defienden "Obamacare" contra el ataque republicano, porque entre los efectos más corrosivos de la guerra presupuestaria en Washington es que, cuando los demócratas aparecen luchando contra los "extremistas del Tea Party", políticas que deberían ser inaceptables para los progresistas se convierten en cuestión de principios defender.


POR SUPUESTO, no es de extrañar que aquellos que quieran proteger los programas de salud y de gobierno contra el hacha presupuestaria tengan un profundo odio contra los republicanos. El fanatismo del Tea Party ha sido asqueroso, aun ya sabiendo su vil historial.

Por ejemplo, el representante de Texas, John Culberson animando a sus colegas a rechazar cualquier compromiso con el Senado dijo: "Yo digo, como en Septiembre 11, '¡Arroyémoslos!'" --una referencia a la frase utilizada por los pasajeros en uno de los aviones secuestrados durante los ataques del 11 de septiembre de 2001.

Si esa comparación, no tan velada, de los demócratas del Senado a terroristas fue demasiado sutil, Culberson convocó una imagen de la Guerra Civil para explicar por qué no le importaba lo que pensara el Senado: "Ulises S. Grant solía decir: 'Muchachos, dejen de preocuparte por lo que está haciendo Bobby Lee. Quiero saber qué estamos haciendo nosotros'. Y eso es lo que la Cámara Baja está haciendo hoy. Gracias a Dios".

Este circo ha dejado muy claro que la calaña del Tea Party, como Culberson, están controlando la agenda del principal partido de la gran empresa --a pesar de que la gran empresa ha mantenido su distancia de los representantes de línea dura y es francamente hostil al juego del pollo que los republicanos hacen con el debate sobre el techo de la deuda.

Los republicanos moderados, como el presidente de la Cámara John Boehner --sí, es difícil de creer, pero en este venenoso escenario él aparece como moderado--están a merced de los desquiciados del Tea Party. De hecho, los conservadores se jactan de que Boehner ha sido anulado como líder de la Cámara Baja por el senador de Texas Ted Cruz --quien de hecho ha dirigido la estrategia del Partido Republicano, con el Tea Party.

Todo esto podrá agradar a la base extremista de la derecha republicana, pero no le hace favor alguno al resto de la gente, incluyendo las corporaciones estadounidenses. Esto ha sido un problema para los republicanos desde hace algún tiempo, y no hay señales de cambio.

El establecimiento del partido, conectado a Wall Street, siempre ha necesitado una manera de movilizar a la base republicana --la derecha cristiana en torno a temas sociales en el pasado, el Tea Party hoy--para ganar elecciones e influir en el debate político. Pero últimamente, estas fuerzas han estado desatándose y amenazan con castigar a cualquier republicano declarado culpable de querer buscar un compromiso.

Por lo que los intereses a corto plazo de las facciones internas republicanas derrotan cualquier intento por parte de los "moderados" para mantener la legitimidad del GOP como un partido capitalista responsable.


CON LOS republicanos complaciendo su base y alienando a todos los demás, es difícil ver por qué los demócratas tienen que aceptar compromiso alguno. Pero en el mundo retorcido de Washington, el "partido del pueblo" siempre parece dispuesto a "dar algo" para conseguir que una docena de republicanos vote con ellos.

En este caso, Obama no está dispuesto a abandonar lo que él considera un logro esencial de su presidencia, la Ley de Cuidado de Salud Asequible. Pero él y su partido están dispuestos a pactar un pedazo de ella, como el impuesto sobre el instrumental médico que ha puesto a la industria de tecnología médica (sorpresa, sorpresa) en pie de guerra, desde 2010.

Oscurecido por la batalla por destripar ACA, la guerra presupuestaria en el Congreso está fija en drásticos recortes al gasto, los que han causado enormes estragos a los programas de gobierno en que el pueblo trabajador depende. El "secuestro" del 2013 y el recorte de 1 billón de dólares en la próxima década se han convertido en la "nueva normalidad".

Neil Irwin, del Washington Post, destiló la verdadera esencia del debate sobre ACA y el financiamiento del gobierno:

[Obama] está señalando que no participará en una negociación en que la otra parte tiene un conjunto de expectativas totalmente irreales (deshacer la mayor victoria legislativa del presidente, a menos de un año después de ganar la reelección) y amenaza con arriesgar el caos financiero global para conseguirlo (al permitir un default).

Véalo como una negociación en un contexto diferente, sobre la venta de una casa. Obama tiene una casa para la venta, y su precio de venta es de $300.000. Se enfrenta a un rival (el ala de línea dura del partido republicano en la Cámara) que está ofreciendo $1.000 y amenaza con volar la casa si no hay acuerdo.

Obama no dice que no negociará. Él dice que sólo va a negociar una vez que el precio de la oferta es algo creíble, por ejemplo, $200.000, y la amenaza de hacer estallar la casa está fuera de la mesa.

Las batallas presupuestarias de este mes ocultan el hecho que el cometido de Washington con la política de la austeridad es completamente bipartidista. Es fácil para los demócratas culpar al Tea Party por el cierre del gobierno. Es más difícil para ellos hacer frente al hecho de que la derecha tiene influencia porque Obama aceptó la necesidad de "tener el déficit bajo control", reduciendo el gasto público a los huesos, en lugar de aumentar los impuestos a los ricos.

El análisis simplón de los principales medios de comunicación --demócratas vs republicanos, los conservadores del Tea Party vs el establecimiento republicano--camufla lo que realmente está en juego: un esfuerzo bipartidista por más austeridad, con ambas partidos ignorando lo que el pueblo piense o quiera.

Traducido por Orlando Sepúlveda

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