Te mando señales de lucha
En medio del desamparo, algunos indicios de que la amargura que muchos sienten hacia el estatus quo se transforma en actitud de lucha y cambio.
EN EL país más rico del mundo, el salario de millones y millones de familias obreras apenas alcanza para sobrevivir de mes a mes --y ellas quieren saber por qué.
El capitalismo, con sus dogmas neoliberales que han hecho la brecha entre los ricos y los pobres tan grande como el Gran Cañón, plantea ineludibles interrogantes en la mente de más y más personas, ya sea porque crecieron en el seno, o bajo el acecho, de la pobreza, o porque lo que antes era un vida digna ya no lo es.
El asalto de la élite empresarial contra todos los trabajadores, en la economía, en la política y en la sociedad en general, ha sido implacable. Como resultado, muchos viven en desolación y desamparo sin hallar respuestas a sus interrogantes. El descontento social aún no desarrolla una expresión política.
Sin embargo, unos pocos están dando la pelea, y las respuestas comienzas a emerger ante ellos. Sólo a veces su lucha ha ganado atención nacional --como con las huelgas y protestas de los trabajadores de bajos salarios, o el éxito electoral socialista en el Ayuntamiento de Seattle. Muchas más veces, las luchas son conocidas sólo un poco más allá de quienes participan en ellas --como algunas protestas locales por justicia ecológica o acciones contra la violencia racista de la policía. No por ello estas son menos importantes.
Pequeñas o grandes, de corta duración o aún en curso, victoriosas o no, debemos reconocer todos estos indicios de resistencia, entender lo que nos enseñan acerca del estado de cosas hoy, y participar en ellas para desarrollar respuestas a la pregunta más importante de todas: ¿Cómo construir una lucha que pueda desafiar toda injusticia y desigualdad que nos rodea, y a la vez construir una alternativa política al capitalismo?
INCLUSIVE LAS estadísticas oficiales en EE.UU. nos muestran el sombrío presente y futuro de quienes dependen de su trabajo, y por qué, por supuesto, no es el caso para la afluente burguesía.
En un artículo de final de año, el Washington Post reportó que el ingreso promedio del 40 por ciento de los hogares obreros más pobres, luego de ajustar por la inflación, ha disminuido un 10 por ciento desde el año 2000. Es decir, uno de cada 10 dólares en el cheque de casi la mitad de la población activa del país se ha desvanecido.
El desempleo oficial ha estado disminuyendo, pero no el miedo a perder el trabajo. A partir de octubre, más de 4 millones de trabajadores estaban cesantes y en busca de trabajo durante más de medio año. La tasa de desempleo se redujo desde su punto más alto a principios de 2010, pero "aún 1 millón más que en cualquier otro momento de la historia de EE.UU., previa a la Gran Recesión", está sin trabajo, informó el Post.
Para aquellos entre 18 y 29 años de edad, el desempleo oficial es 60 por ciento más alto que para la población en general. Graduarse de la universidad ya no garantiza un nivel de vida digno, y 70 por ciento de los estudiantes universitarios en EE.UU. se gradúa con una deuda por préstamos estudiantiles de $35.000, en promedio.
Pero para los ricos, desde hace mucho tiempo que no ha habido una mejor temporada. De acuerdo con estadísticas federales, el 1 por ciento más rico de los estadounidenses asió 19,3 por ciento de los ingresos de los hogares en 2012. Esa cifra nunca superó el 10 por ciento durante toda la post-guerra, desde 1945 hasta mediados de la década de 1980.
Por sí solas, las estadísticas son abismales, pero ante la rápida destrucción de la ya débil red de seguridad social y programas de gobierno en que los pobres y la clase obrera dependen para complementar sus magros cheques, el desaliento puede ser aún mayor. Más recientemente, durante el último acuerdo presupuestario bipartidista fueron eliminadas las prestaciones por desempleo prolongado, aún necesarias para mantener alimentos sobre la mesa de las familias de millones de desempleados.
Demócratas, como Barack Obama, son muy buenos para apelar por el apoyo del "ciudadano común y corriente" contra los desquiciados carniceros presupuestarios y matones anti-sindicales del Partido Republicano. Así, Obama prometió el mes pasado apoyar una propuesta demócrata en el Congreso para aumentar el salario mínimo federal $10.10 por hora.
Suena bien. ¿No? Sólo que Obama, los patrocinadores del proyecto de ley y todo Washington saben que la propuesta es letra muerta a menos que los demócratas estén dispuestos a enfrentarse a los líderes del Tea Party en la Cámara Baja. Hasta entonces, los demócratas podrán seguir diciendo lo que quieran, hacer nada, y culpar a los republicanos por ello.
Esta es una muy vieja rutina, repetida una y otra vez. En la ciudad de Nueva York, Bill de Blasio emergió de un tropel de demócratas corriendo por la alcaldía, criticando el "cuento de las dos ciudades" que creció tras los 12 miserables años de Michael Bloomberg y del racismo policial neoyorquino. Comentaristas liberales como Peter Beinart dijeron que De Blasio representaba "el surgimiento de una nueva izquierda".
Pero antes de siquiera de tomar posesión del cargo el 1° de enero, De Blasio demostró ser de la misma calaña que los previos demócratas, por ejemplo, nombrando al fanático de la ley y el orden William Bratton para ser su jefe de la policía.
POR ESO fue tan refrescante cuando la candidata de Alternativa Socialista, Kshama Sawant, académica inmigrante de 41 años de edad, sorprendió en noviembre a la clase política de Seattle destronando a un demócrata de su asiento en Ayuntamiento.
La campaña de Sawant destacó su participación en el Movimiento Ocupa y en Lucha por 15, además de su apoyo al control de la renta y a impuestos para los ricos para financiar el transporte público. Lejos de restar importancia a sus ideas socialistas, Sawant insistió en que fueran abiertamente comparadas con las de su oponente demócrata.
La victoria de Sawant, en una muy observada contienda electoral, fue un claro ejemplo de la frustración, especialmente entre los estudiantes, los trabajadores jóvenes y los trabajadores de bajos ingresos, con años de promesas incumplidas de los políticos demócratas.
Pero hay otras señales de descontento en Seattle. Pocas semanas después de la elección, Sawant habló en un mitin de los trabajadores de Boeing, miembros de la Asociación Internacional de Maquinistas (IAM, por sus siglas en inglés), en la planta de Everett, Washington, quienes acababan de votar en contra del intento de la compañía para chantajearlos a aceptar una extensión del contrato, con grandes concesiones, por ocho años.
El gobernador y los legisladores demócratas de Washington se revolcaron sobre sus barrigas para persuadir a Boeing de mantener la producción de los nuevos aviones Boeing 777X en Everett, pero los miembros de IAM, declarando que estaban trazando una línea por todos los trabajadores. Y si Boeing traslada la producción fuera del estado de Washington, Sawant ofreció una sugerencia en la asamblea: "Apropiación pública y democrática por parte de los trabajadores y la comunidad de los centros de trabajo de las grandes corporaciones". Pueda no parecer muy fácil hacer algo como esto hoy, por supuesto, pero sus palabras sí mostraron que los socialistas tienen una alternativa que ofrecer.
Mientras tanto, justo al sur de Seattle, los residentes del suburbio SeaTac (Seattle-Tacoma), sitio del aeropuerto internacional de la región, que se nutre del trabajo y servicio de obreros y obreras de bajos salarios, aprobaron en un referéndum aumentar el salario mínimo a $15 por hora. El movimiento sindical financió la iniciativa y envió organizadores para inclinar la balanza contra el pesado gasto corporativo.
Con una población de sólo 27.000, SeaTac es un lugar pequeño, pero la iniciativa electoral por un salario digno es sin duda una señal de lo que está por venir. Para este nuevo año, Sawant y otros activistas lanzarán una campaña para poner a referéndum un salario mínimo de $15 por hora en Seattle, y hay iniciativas similares surgiendo en ciudades de todo el país.
LA LUCHA por 15, una campaña de trabajadores en súper tiendas y restaurantes de comida rápida para lograr un sueldo mínimo de 15 dólares, ha estado avanzando más allá de las urnas, entre los trabajadores, en un creciente número de ciudades.
En noviembre de 2012, huelgas y protestas durante el Viernes Negro en Walmart captaron la atención nacional en lo que fue el inicio del activismo laboral entre los trabajadores del mayor empleador privado del país, notoriamente anti-sindical. El año pasado, muchos más empleados se unieron a las manifestaciones del Viernes Negro y a la Caravana por el Respeto que marchó al cuartel corporativo de Wal-Mart en Arkansas.
Además todo el año pasado estuvo marcado por la constante lucha en los restaurantes de comida rápida, por una pequeña pero tenaz vanguardia obrera que hizo oír su voz. En cada ciudad, la lucha mostró una faceta distinta: hubo protestas en San Diego para retornar a su puesto laboral al trabajador despedido por McDonald Leobardo Meza; una ruidosa ocupación de un Jack in the Box en Oakland, California, dirigida por el trabajador despedido Jason Hughes; y una huelga de los trabajadores en un Whole Foods en Chicago, en la víspera del Día de Acción de Gracias, para ganar el día feriado para pasarlo con la familia, por citar sólo tres.
Además, el movimiento sindical tuvo también algunos pocos ejemplos exitosos que señalar este otoño, sobre todo en las regiones y sectores del país en los que la recuperación económica, por débil que sea, ha dado a los miembros sindicalistas más confianza para luchar.
En el área de la Bahía de San Francisco, por ejemplo, los trabajadores del transporte público del sistema de BART lidiaron durante el verano y el otoño una amarga batalla con la administración, incluyendo dos paros de cuatro días. Ellos terminaron con un contrato que mantuvo la línea contra las concesiones, además de obtener algunos importantes avances.
Al mismo tiempo, en Oakland, los empleados de la ciudad, los trabajadores portuarios, los del aeropuerto internacional, y los miembros de AFSCME Local 3299 en la Universidad de California salieron a los piquetes en diferentes oportunidades. Y los trabajadores de las concesiones en el aeropuerto de Oakland, no sindicalizados, se fueron a la huelga, con el apoyo de UNITE HERE Local 2850.
Estas pocas victorias y demostraciones de fuerza no nos hacen olvidar el tremendo daño infligido a los sindicatos, tanto en el sector público como en el privado, durante la Gran Recesión, ni cambian el rumbo en otras partes del país. Pero estamos comenzando a ver la otra cara de la lucha de clases.
LA SUBIDA en la marea de la resistencia baña no sólo las costas obreras. El movimiento ecológico es un buen caso. A pesar de que la deprimente evidencia del cambio climático y la abrumadora obstrucción del poder económico y político de las corporaciones energéticas, las bases activistas están respondiendo con determinación.
Quienes luchan contra la fractura hidráulica del gas natural han hecho reales avances. Masivas movilizaciones y muchas acciones locales contra el oleoducto de arenas de alquitrán Keystone han retrasado un proyecto que la administración Obama claramente quería sacar adelante. Además, la conferencia ecológica PowerShift, en Pittsburgh, atrajo a más de 6.000 activistas.
Para este año, el Partido Verde, la red ecosocialista Cambio de Sistema, No Cambio de Clima, y otros, planean nuevas acciones, incluyendo un esfuerzo para recuperar el Día de la Tierra de las manos de las corporaciones y vincularlo a la conmemoración del Primero de Mayo, creando conexiones entre los derechos laborales y la sostenibilidad.
Hay muchas otras caras de la naciente resistencia. En la educación pública, estudiantes, padres y maestros continúan luchando contra los exámenes estandarizados, la austeridad y las prioridades de la "reforma de la educación" patronal. En Portland, Oregon, los maestros se preparan para un posible ataque este año; en Seattle, hubo un exitoso boicot contra el examen MAP en varias escuelas, y en el estado de Nueva York, una furiosa rebelión ha entrado en erupción contra las nuevos estándares educacionales empujados por la administración Obama.
Todas estas luchas fueron influenciadas por el éxito de la huelga del Sindicato de Maestros de Chicago en septiembre de 2012. El "modelo chicagüense" de conectar el sindicalismo docente con los objetivos de la justicia educacional está siendo discutido por activistas por doquier; pero también los difíciles retos adelante, puestos de manifiesto por la venganza el alcalde demócrata Rahm Emanuel cerrando 50 escuelas y despidiendo unos 3.000 maestros y personal.
Incluso donde nuestro lado pareció perder terreno, se han producido importantes desarrollos que pueden contribuir a las de este año.
La absolución de George Zimmerman, el asesino de Trayvon Martin, demostró --si una evidencia fuera era necesaria--que el racismo en Estados Unidos está tan vivo como siempre, aun después de que su primer presidente negro fuera electo. El veredicto provocó amargas protestas y movilizaciones que culminaron con una masiva marcha en el 50° aniversario de la Gran Marcha sobre Washington de 1963 del movimiento por los derechos civiles, y del discurso "Yo tengo un sueño" del Dr. Martin Luther King.
Con cada día que pasa, la administración Obama rompe nuevos récores de deportaciones, una traición horrible a las esperanzas de millones que votaron por Obama, pero aun así, los jóvenes inmigrantes indocumentados siguen desafiando valientemente los centros de detención, la separación de familias, y la frontera misma. En Junio, nueve jóvenes que ya habían sido deportados, forzaron su re-entrada a través de los retenes de chequeo y los centros de detenciones, y desde Octubre otros 30 lo están intentando.
En 2013, la lucha también emanó desde las cárceles. En California, miles de prisioneros iniciaron una heroica huelga de hambre desafiando las inhumanas condiciones carcelarias y el masivo encarcelamiento a través del país.
Aunque estas luchas sigan siendo empujadas al margen de la conciencia general, no podemos pasar por alto el valor de los que hoy ponen el estatus quo en tela de juicio, ni las oportunidades de organizar un movimiento más fuerte para luchar y ganar en el futuro.
El implacable y despiadado asalto sobre los trabajadores y sus condiciones de vida puede anihilar el espíritu del más optimista. Y ni siquiera hemos visto su final. En última instancia, el asalto continuará hasta que estemos lo suficientemente organizados y seamos lo suficientemente fuertes como para pararlo nosotros mismos.
Al mismo tiempo, el descontento con las condiciones que la gente debe lidiar --en la era de la tecnología espacial y en medio de cada vez mayores extremos de riqueza--está forzando cada día a más personas a cuestionar los dogmas y prejuicios que justifican el estatus quo. Los socialistas debemos tomar cada una de estas oportunidades para ofrecer nuestras respuestas a estas preguntas, de manera que aumente la capacidad de lucha nuestro lado.
Eso significa aprovechar toda oportunidad de activismo con la que nos encontremos. Y significa buscar todos los modos en que podemos construir la organización socialista. Sin una lucha global o un movimiento como Ocupa en este momento, los socialistas podemos servir de foro para aquellos comprometidos con la justicia social, para debatir y discutir las cuestiones políticas que enfrentamos, aprender la historia y la teoría que necesitamos para hacer frente a las luchas del año porvenir, y hacer vínculos entre todas las diferentes luchas y movimientos que emerjan.
El caso contra el capitalismo y sus crímenes nunca ha sido más evidente. Y la necesidad de construir una organización socialista activa en cada lucha, con la mirada puesta a construir un mundo nuevo, nunca ha sido más urgente.
Traducido por Orlando Sepúlveda