¿Hacia dónde va el PSUV?

September 3, 2014

Eva María analiza los resultados del Congreso Nacional celebrado por el partido gobernante de Venezuela --y las críticas esgrimidas por la izquierda revolucionaria.

EL PARTIDO gobernante de Venezuela, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), celebró su Tercer Congreso Nacional entre el 26 y 31 julio --el primero sin la presencia de su fundador y ex presidente de Venezuela, Hugo Chávez.

El evento se llevó a cabo después de lo que ha sido sin duda el año más difícil para el proceso revolucionario, desde que comenzó hace 15 años con la primera victoria electoral de Chávez. Después de su muerte en marzo del 2013, su sucesor, Nicolás Maduro, asumió la presidencia del país, y de inmediato se presentó como candidato en una difícil contienda electoral contra un carismático candidato derechista, Henrique Capriles Radonski.

Maduro asumió el cargo con una inflación que alcanzaba el 60 por ciento anual, a la misma vez que una campaña de sabotaje económico por parte de la derecha adinerada de Venezuela produjo una real escasez de los bienes básicos. Maduro ganó las elecciones en abril, pero la crisis diseñada impulsó a sectores de la clase media a la acción.

Nicolás Maduro

La oposición conservadora --organizada en la Mesa de Unidad Democrática (MUD)--aprovechó la muerte de Chávez para abrir una nueva y más violenta etapa de la contrarrevolución, después de la elección presidencial, alegando fraude electoral sin aportar ninguna prueba.

Bajo la premisa de defender la democracia contra un Estado dictatorial, estos violentos enfrentamientos tienen como objetivo desestabilizar el gobierno de Maduro. Marchas lideradas por estudiantes derechistas, de los barrios más privilegiados de las principales ciudades del país, resultaron en alrededor de 40 muertes en las filas de ambos lados, pro y anti gubernamentales.

Pero las protestas nunca estuvieron cerca de forzar Maduro fuera del poder --por lo que la derecha decidió cambiar su estrategia. Habiendo fracasado en las calles durante su invierno contrarrevolucionario con su "guerra de maniobra", los ricos adoptaron una "guerra de posiciones" en la primavera y el verano, destinados a utilizar su influencia económica --y el apoyo incesante de la administración Obama--para dañar la economía y forzar a las clases pobres y obreras a pagar por la crisis.

Maduro fue seducido a sentarse con algunos de los personeros más poderosos de las élites empresariales y políticas de la oposición, en lo que el gobierno llamo "conversaciones de paz", supuestamente dirigidas a estabilizar el país.

Estas conversaciones claramente empujaron al gobierno hacia la derecha para aceptar concesiones a los capitalistas en el nombre de la "reconciliación". Por ejemplo, como resultado de las negociaciones, algunas de las tierras expropiadas bajo la ley de tierras promovida por Chávez durante sus primeros años, ahora podrá ser devuelta a sus propietarios originales. El gobierno también ha expresado su voluntad de permitir que el precio de los bienes básicos se eleve, golpeando más duro a sus partidarios más ardientes y encauzando más lucro al sector comercial.

Estas concesiones a las clases acaudaladas están dejando parte de la base social del chavismo confundida y desencantada con el proceso revolucionario y sus dirigentes electos.


EL TERCER Congreso Nacional del PSUV se llevó a cabo bajo estas difíciles circunstancias.

La mayoría de los miembros del partido recibió la convocatoria con alivio y entusiasmo. Muchos creían que este sería un buen lugar para debatir y decidir democráticamente sobre los próximos pasos necesarios para superar los ataques de la derecha y las contradicciones internas que se habían venido desarrollando en la revolución misma.

La participación, sin embargo, no fue tan fuerte como se esperaba. De unos 7 millones de miembros, entre 700.000 y 1,6 millones votaron por los delegados, y muchos de los revolucionarios más activos no fueron invitados a la conferencia misma.

Durante seis días, un total de 900 delegados, de los cuales sólo 537 fueron democráticamente electos, discutieron y votaron 32 resoluciones, hachas públicas días después de la votación.

Entre ellas, la primera y menos controversial reconoció Hugo Chávez como el líder de la revolución y fundador del PSUV. Los delegados votaron a favor de continuar con el proyecto original de la construcción de una patria soberana, antiimperialista y socialista, como Chávez había previsto. Esta resolución incluye el ambicioso objetivo de tener una "Venezuela totalmente socialista en 2019".

Otras resoluciones se centraron en la necesidad de fortalecer el poder popular como la única forma de avanzar, la consolidación de los esfuerzos de solidaridad con el pueblo de Palestina contra "la agresión genocida del Estado de Israel", y el nombramiento de Nicolás Maduro como jefe del PSUV, en un intento de fortalecer la unidad entre el partido y el Estado.

En el último día del congreso, Maduro asumió su nueva posición como líder y oficialmente propuso un aumento en el precio del gas, lo que nunca fue sugerido en los 17 años bajo Chávez. Según el presidente, y ahora jefe titular del PSUV, esto no sólo es razonable, pero fue aprobado por una mayoría de los venezolanos como un medio para financiar la infraestructura pública y los programas sociales.


FORMACIONES IZQUIERDISTAS y militantes dentro y fuera del PSUV expresaron sus críticas sobre la forma en que el Congreso se ejecutó y los temas generales de debate.

Entre las principales críticas fue el fracaso del Congreso en evaluar las propias políticas del PSUV durante los últimos siete años desde su fundación. De acuerdo con el vicepresidente del PSUV y presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, el Congreso sería el acontecimiento político más importante del año.

Sin embargo, su agenda permitió sólo una breve revisión de "la ideología del partido y su programa socialista" y la reiteración del compromiso del partido con los objetivos revolucionarios. No hubo tiempo asignado para considerar si las prácticas del PSUV coinciden con la retórica socialista de su liderazgo, o para considerar las concesiones del gobierno a la burguesía desde la muerte de Chávez.

Muchos revolucionarios preguntaron cómo un exitoso, democrático y decisivo congreso popular de un partido revolucionario podía avanzar sin esa evaluación.

Los últimos ocho meses han visto un continuo esfuerzo para satisfacer la demanda de la derecha para "ayudar" a la producción privatizada, mientras que, paradójicamente, la dirección del partido sigue re-enfatizando la necesidad de una transición completa al socialismo como el único camino hacia la liberación y la independencia de Venezuela. Para muchos en la izquierda, esto constituye una contradicción irresoluble. Estas decisiones críticas deben hacerse en consulta y con la contribución democrática de las bases obreras. Reiterar el programa sin evaluar sus riesgos de eficiencia es una rutina completamente abstracta e irrelevante.

El primer desafío interno del Congreso ocurrió antes llevarse a cabo. Jorge Giordani, el ministro de finanzas durante muchos años y un muy respetado revolucionario de toda la vida, renunció a su puesto el 17 de julio. En su carta de ampliamente circulada renuncia, Giordani expresó su frustración de que ninguna de sus propuestas se había tomado en cuenta bajo el liderazgo de Maduro, y que se estaba tomando decisiones que contradicen el proyecto socialista en beneficio de una capa corrupta de chavistas.

Esto recibió mucha atención, tanto en los medios de la oposición como en los oficialistas, porque Giordani había sido un confidente muy cercano a Chávez. Muchas de las políticas económicas implementadas durante los últimos 15 años habían sido sugeridas y llevadas a cabo bajo su influencia.

Por su parte, el Banco de América estuvo feliz de ver la salida de Giordani, argumentando que su partida abría la oportunidad para sustituir el "ala radical del gobierno" en cuestiones de política económica con una capa más pragmática.

Un reto igualmente importante provino de una lucha obrera que ha estado sucediendo durante los últimos cuatro años. El 30 de julio, miles de trabajadores de la empresa estatal SIDOR, el cuarto mayor productor de acero de América Latina, participaron en una manifestación como parte de su batalla para ganar una mejor paga y mejores condiciones de trabajo.

Su último contrato terminó en 2010, dos años después de que los trabajadores ganaron una lucha para nacionalizar las plantas de acero. Sin embargo, desde entonces, la compañía ha estado sufriendo una falta de materias primas, un mal manejo de fondos, y la incapacidad de producir a su capacidad máxima, lo que algunos activistas sindicales atribuyen a la falta de inversión y priorización por parte del gobierno.

Los trabajadores se han movilizado durante todos estos años con paros laborales, huelgas, bloqueos de tráfico y marchas, pero con poca simpatía por parte del gobierno central, a pesar de que los propios trabajadores son mayoritariamente partidarios chavistas.

Otra de las principales críticas de algunos sectores de la izquierda fue el nombramiento de Maduro como el nuevo líder del partido. Las diferencias se han vuelto más filosas sobre la relación entre el partido y el Estado. El comentarista político y militante del PSUV Vladimir Acosta expresó sus dudas en su programa de radio, dos días después de la decisión:

Tenemos que fortalecer el liderazgo [de Maduro] y apoyar su presidencia --eso es fundamental para el proceso. Pero mi pregunta es: ¿Tuvo necesidad de fortalecer el liderazgo de Maduro ser resuelta por medio de nombrarlo jefe del partido, cuando ya es el presidente del Estado? Eso, para mí, plantea algunos problemas, ya que esto es sólo repetir lo que tuvimos con Chávez, quien también fue jefe del Estado y del partido. Su liderazgo era, como todos conocemos, en parte insustituible, pero fue un liderazgo todopoderoso...

Esto es, en mi opinión, una de las razones por las cuales el PSUV nunca se convirtió en un partido verdaderamente revolucionario... Era un vehículo para transmitir las decisiones que Chávez hizo, y para que él ganara elecciones... El partido tiene que ser fundamentalmente un instrumento político para impulsar el proceso hacia adelante, no una extensión del gobierno.

La crítica de Acosta ha encontrado apoyo entre muchos en la izquierda militante, dentro y fuera del partido.


EN RESPUESTA a la desilusión palpable en una capa de las masas, una corriente revolucionaria dentro del PSUV, crítica a su liderazgo, Marea Socialista, decidió abrir su conferencia anual a todas las organizaciones y colectivos revolucionarios activos dentro del movimiento socialista venezolano.

Gonzalo Gómez, coordinador nacional de Marea Socialista, recorrió el país para presentar su llamado a unirse a la conferencia programada para el 19 de julio, una semana antes del Tercer Congreso Nacional del PSUV.

En un controversial documento en el que dirigió sus críticas al Congreso en las semanas previas, Gómez propuso que el Congreso se arriesgaba a ser "el último Congreso de la revolución" --aunque no necesariamente del PSUV, si los dirigentes del partido siguen promoviendo su "burocratización definitiva" en lugar de democratizar sus procedimientos.

Alrededor de 300 delegados elegidos democráticamente se unieron a la conferencia iniciada por Marea Socialista. La conferencia se fijó el objetivo de reunir una amplia gama de voces de la izquierda ignoradas y no representadas por el liderazgo del PSUV, con el fin de debatir una serie de propuestas sobre la actual crisis económica y política. Su objetivo era conseguir que el liderazgo del PSUV aceptara esas resoluciones como parte de la agenda oficial del Congreso para que pudieran ser discutidas abiertamente.

Gómez abrió la conferencia explicando cómo su organización entendía el estado del "proceso" revolucionario. En opinión de Marea Socialista, la revolución está en una encrucijada: el PSUV debe girar bruscamente a la izquierda, o seguirá aceptando concesiones a la derecha y abandonara oficialmente el proyecto del socialismo del siglo 21. La introducción de Gómez incluyó una visión general de la situación política, y también un tributo al pueblo palestino.

Los delegados decidieron sobre varias resoluciones durante la conferencia. Una fue la demanda por acabar con la práctica de nombrar directamente las posiciones políticas del PSUV, e incluso un alto porcentaje de los delegados a los congresos del partido, por el liderazgo, en lugar de ser elegidos democráticamente por los miembros. Debido a esta práctica, 40 por ciento de los delegados al congreso del PSUV eran funcionarios públicos, hechos representantes al evento más importante del partido sin tener que ser elegidos por su base.

Un sentimiento evidente en la conferencia fue que la dirigencia del PSUV no está escuchando a su base. Todas las nuevas políticas de reconciliación con la clase capitalista, e incluso el aumento del precio del gas, se han llevado a cabo sin ningún verdadero proceso de consulta. Incluso el llamado al propio Congreso parecía excluir a un gran número de voces militantes que no fueron capaces de entrar al evento.

Como Andrea Pacheco, coordinadora nacional de la Juventud de Marea Socialista, declaró:

Esta conferencia abierta era urgentemente necesaria. La gente parecía más dispuesta a decir lo que pensaba, incluso si eso significaba criticar ciertas políticas oficiales, algo que yo siento no sucedía desde hace mucho tiempo. El evento se sintió muy democrático y fraternal, algo que nosotros, la base, hemos estado perdiendo en otros espacios. Sin duda fue un impulso de energía revolucionaria.

Dado que ninguno de los asistentes a la conferencia de Marea Socialista fue elegido como delegado al Congreso del PSUV en esta ocasión, las resoluciones del evento fueron entregadas a la sede del PSUV, con el llamado para que el Congreso las revise.


ESTAS CRÍTICAS desde adentro de la base de la revolución no han pasado totalmente desapercibidas por la dirigencia del PSUV.

La carta de renuncia de Giordani fue seguida por una larga serie de acusaciones de Maduro y su gabinete en contra de las críticas formuladas por el ex-ministro. Y días después de su renuncia, Héctor Navarro, otro aliado de Chávez y un ex-ministro de gobierno, fue suspendido del PSUV por escribir una carta en apoyo a las críticas de Giordani. Sin embargo, ninguna de las cuestiones planteadas en esas cartas fue puesta a consideración del Congreso.

Peor, Diosdado Cabello, el vicepresidente del PSUV, habló con el sindicato de trabajadores del metal SIDOR, pero procedió a culpar a los dirigentes sindicales por lo que Cabello llamó "demandas irrazonables", que según él están al centro de los problemas de la empresa.

La dirigencia sindical, sin embargo, no estuvo de acuerdo y movilizó una protesta el 11 de agosto, donde los trabajadores fueron confrontado con la represión policial --varios sufrieron heridas de bala, dejando a uno en estado crítico. Y esto ocurrió bajo la dirección de un gobierno supuestamente revolucionario.

Ha habido un fuerte ataque a los esfuerzos de Marea Socialista para movilizar el ala izquierda del partido.

Durante la semana del Congreso, respondiendo a una pregunta sobre si las propuestas de la conferencia de Marea Socialista serían discutidas, durante una entrevista para Globovisión, Cabello declaró que Marea "no es una corriente dentro del PSUV", sino un partido político propio. Esta afirmación de que Marea Socialista no ha hecho una contribución al PSUV se desprende de una acusación basada en su supuesta falta de "lealtad".

Gonzalo Gómez respondió que "nuestra lealtad como militantes del partido es con el programa socialista de PSUV, no con sus figuras políticas, diputados, etc. Ahí no es donde nuestra lealtad se debe dedicar. Es a los principios fundacionales, y nosotros hacemos propuestas dentro del marco de la realización de estos principios". Gómez también defendió repetidamente el papel crítico que Marea Socialista jugó en la fundación del PSUV, y su larga historia ayudando a la revolución avanzar impulsando el debate entre las masas revolucionarias.

Este no fue el único ataque contra la corriente Marea Socialista. Pocos días después de que el influyente analista político, escritor y por mucho tiempo militante del PSUV Nicmer Evans publicó su anuncio de que había decidido unirse a Marea Socialista, sus cuentas telefónicas y de redes sociales fueron intervenidas por un agente pro-gobierno, con la clara intención de deslegitimar el trabajo de Marea Socialista. Evans dijo:

Mi cuenta personal de teléfono, mi correo electrónico, mi blog y twitter, las únicas armas que tengo para contribuir a la lucha por el legado del Comandante Chávez, acaban de ser intervenidos... Pero estoy muy claro que no es un ataque contra mí, sino un ataque contra Marea Socialista y todos los que asumen una posición crítica como chavistas.

La respuesta más dramática, sin embargo, fue el despido de Juliani Machado de su cargo público como coordinador del Proyecto de Investigación Histórica y Distribución en el Gobierno del Distrito Capital (GDC), por ser honesta acerca de su membresía en Marea Socialista. Muchos de sus compañeros de trabajo han salido en apoyo de su reincorporación.

Marea Socialista ha sido capaz de organizarse libremente como una corriente crítica desde su creación en 2007. Incluso cuando su voz no era escuchada, los casos de represión no eran comunes. Los acontecimientos de las últimas dos semanas han sido sin precedentes.


DURANTE LOS últimos 15 años, hemos visto la capacidad infinita de la clase obrera y del pueblo pobre de Venezuela para defender el proceso revolucionario.

Sin embargo, estos recientes acontecimientos muestran con toda claridad que los problemas que enfrentan los venezolanos hoy no sólo provienen de ataques externos de los EE.UU. y la clase capitalista, sino también desde dentro de la dirección del propio gobierno. Una consolidación de una capa burocrática dentro de las estructuras del partido en el poder está avanzando rápidamente, y las voces críticas que afectan este desarrollo están siendo aisladas o reprimidas.

¿Cuál es entonces el camino adelante para la revolución? Ahora que Chávez se ha ido, ¿pueden las masas revolucionarias otra vez empujar el proceso hacia la izquierda, esta vez no sólo defendiendo el PSUV de los ataques de la derecha, sino también la revolución de los ataques del propio gobierno? Como el socialista británico Mike González escribió recientemente:

Mientras Chávez siga siendo el punto de referencia para las luchas futuras, su papel y sus contradicciones tienen que ser parte de la recuperación de una tradición de resistencia que le precedió, con la que él se identifica y celebró, pero de la que, al final, se distanció, para crear un restrictivo aparato de poder.

Es esa tradición la que tiene que ser recuperada, y rápidamente, si el movimiento de masas, en su nombre o no, va a resistir la depredación y demandas de un capitalismo que, bajo cualquier color de partido se organice, sólo puede sobrevivir a costa de ellos.

Es una tarea de enormes proporciones, pero si queremos ver el proceso bolivariano en movimiento hacia el socialismo, como se ha propuesto una y otra vez desde la formación del PSUV, la izquierda revolucionaria debe luchar por el derecho de plantear sus críticas a la situación y al mismo tiempo lograr una implantación más profunda entre las masas de trabajadores y venezolanos oprimidos. Esto implica abogar por, y en lo posible dirigir, luchas concretas por parte de la clase obrera que desafían las relaciones capitalistas de producción, aun cuando el estado liderado por Maduro se oponga a ellas.

Traducido por Crystal Stella Becerril

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