¿Puede Clinton detener el trumpismo?
La presión para votar por Clinton se hace cada vez más intensa, pero la izquierda debe resistir la lógica del mal menor en la que los demócratas cuentan cada cuatro años.
PRIMERO FUE la vergüenza. Ahora es el miedo; crudo, puro horror ante la perspectiva de que Donald Trump llegue la Casa Blanca.
El experto en sondeos, Nate Silver, tuiteó sus aterradores números a mediado de septiembre: "No hay margen para error. Perder cualquiera de estos [estados]: NH, PA, WI, MI, CO o VA; y Trump es POTUS (Presidente de los Estados Unidos, por sus siglas en inglés)". Su página web, FiveThirtyEight.org, estima que Hillary Clinton tiene hoy una probabilidad de ganar la presidencia de menos del 60 por ciento, de casi un 90 por ciento hace un mes.
Con estas estadísticas comienzan cada uno de la marea de correos electrónicos, mensajes en redes sociales y artículos queriendo dar el viejo uno-dos a cualquiera en la izquierda que aspire a votar su conciencia: Uno, Trump podría ganar. Por tanto, dos, mejor votar por Clinton o estaremos todos condenados.
Por supuesto, la mera idea de Donald Trump en la Casa Blanca revuelca el estómago de nuestros lectores. Es deprimente que Trump tenga incluso la chance, y una señal de lo indeseada que Hillary Clinton es. La retórica xenofóbica y anti-musulmana de Trump ha dado un nuevo brío a la derecha, pero es difícil de adivinar por su errática campaña qué exactamente tratará él de hacer como presidente, claro que sea lo que sea, será para ayudar al 1 Por Ciento y empeorar la vida de todos los demás.
Pero la verdadera pregunta no es si Trump es peligroso – claro que lo es – sino que si detendremos el peligro de Trump y del trumpismo votando Hillary Clinton.
¿Hará más fácil, para la izquierda y los movimientos sociales, organizarse con un demócrata en la Casa Blanca? ¿Qué ha ocurrido en el pasado? ¿Cómo afectará a los movimientos, que sabemos necesitan ser construidos para resistir lo que Trump simboliza, presionar a la izquierda a votar por Clinton, quien no apoya sus principios?
Estas son serias preguntas que merecen una seria discusión. Pero esa discusión no tendrá lugar si su comienzo es que si Trump es elegido presidente, será el fin de la izquierda y los movimientos sociales, de cualquier forma de libertad política, y del futuro del planeta.
Este escenario apocalíptico es utilizado para exigir un voto por Hillary Clinton, exagerando ambos; el poder potencial de Trump y su real diferencia con Clinton. Pero más importante, reduce a la gran mayoría de quienes se oponen a ambos candidatos a un papel de víctimas pasivas que simplemente se entregarán atados a, y serán aplastados por, el monstruoso Trump.
Una administración Trump será un desastre... si la gente, incluyendo la izquierda, por su rol clave y catalizador de una oposición viable, no acepta el desafío de construir esa resistencia. Pero además es cierto que una administración de Clinton también será un desastre si esas mismas personas no se elevan a las alturas de un diferente, y relacionado, desafío.
Dicho de otra manera, no se trata sólo de quién está sentado en la Casa Blanca, sino de quién participa en una sentada, como el historiador Howard Zinn a menudo dijo.
Y si eso es cierto, entonces pregunta a seguir es: ¿Cómo ayuda a aquellos que participen en una sentada votar por Hillary Clinton, el "mal menor"?
Respondemos: En nada. La lucha para detener a Trump y, especialmente, el trumpismo no puede avanzar si cedemos al pánico del mal menor, porque eso confunde y oscurece algo de lo que nuestro lado necesita estar claro: el mal menor no se opone al mal mayor, sino que es parte de un sistema que permite ambas clases de mal prosperar, a menos que sean enfrentados desde abajo.
ASI COMO la elección se acerca y la alarma sobre la amenaza Trump crece más fuerte, la presión se amonta no sólo para votar por Clinton, sino además para suspender toda crítica contra la candidata demócrata.
Su ex rival, Bernie Sanders, lo dejó claro en una entrevista en el show Morning Joe de MSNBC:
Yo diría a la gente que está pensando emitir un voto protesta, que piense cómo el país luce y si estarían cómodos con cuatro años de una presidencia Trump... Y yo les sugeriría: elijamos a Hillary Clinton como presidente, y el día después movilicemos a millones de personas por el programa progresista que fue aprobado en la plataforma Democrática.
Sanders al menos sugirió que aquellos que quieran un cambio deben, en algún momento, empezar a movilizarse otra vez. Otros agoreros se han contentado con insultar a cualquiera que desee votar por un candidato independiente, como Jill Stein del Partido Verde.
Por ejemplo, Paul Krugman, del New York Times, fustigó a los jóvenes con un artículo de opinión titulado "Vota como si importara". Aunque que la mayor parte de su artillería estuvo dirigida a los partidarios del Libertario Gary Johnson, quien nadie puede imaginar sea un candidato de izquierda, su condescendiente mensaje a los votantes jóvenes, descontentos con el estatus quo, fue: "No vote por un candidato menor para protestar. A nadie le importa".
Krugman tiene mucha compañía, y no sólo entre los sospechosos de siempre, como los sindicatos y las grandes organizaciones liberales.
El periodista independiente Arun Gupta hizo un sorprendente caso, en Facebook, en el 5° aniversario del Movimiento Ocupa Wall Street, el que ayudó a dar voz a la publicación que él fundó, Occupied Wall Street Journal. En un largo mensaje dirigido a los izquierdistas "obsesionados con lo terrible que Hillary Clinton es" y que se niegan a tomar en serio la amenaza Trump, Gupta escribió:
Esta elección es una elección entre dos movimientos. ¿Quieres ver los movimientos como Las Vidas Negras Cuentan, por la Justicia Climática, por un salario mínimo justo, por los derechos de los inmigrantes, y otras fuerzas sociales de izquierda, continuar creciendo y desarrollándose, o quieres ver a los neonazis, el Klan, y Alt-Right en la ofensiva, respaldos por una administración Trump?"
DEJEMOS A un lado la rutinaria denigración de la izquierda como puristas, desconectados con la realidad, que simplemente no entienden el alto riesgo de una victoria de Trump. Esta es una acusación injusta, especialmente cuando está dirigida contra personas que ayudaron a organizar las protestas contra los actos de electorales de Trump; protestas que, por cierto, fueron criticadas, o llanamente condenadas, por los demócratas y Clinton.
El núcleo del argumento de Gupta es la creencia de que si Trump gana, será demasiado tarde para organizar la resistencia, porque "poco habrá sobrevivido de los movimientos en las calles".
Esa es una imagen aterradora y provocadora. Pero ¿es verdad?
En 2006, la derecha republicana puso su peso detrás de una legislación anti-inmigrante patrocinada por el representante James Sensenbrenner, que proponía criminalizar a los inmigrantes indocumentados en EE.UU. Con la Casa Blanca y ambas cámaras del Congreso en manos del GOP, el momento parecía maduro para la ley Sensenbrenner.
Sin embargo, la respuesta de los inmigrantes y sus simpatizantes fue una de las manifestaciones más grandes en la historia del país, mega-marchas de millones de personas en todo el país, facilitadas por el gran número de trabajadores que participaron en huelgas de un día. En cuestión de meses, HR 4377 fue derrotada, con incluso los senadores republicanos y la administración Bush tornándose en su contra.
Una década después, Barack Obama, quien prometió durante su campaña de 2008 priorizar una reforma migratoria integral, ha deportado más de 2 millones de personas durante sus dos términos, mucho más que su predecesor, George W. Bush. El "mal menor" ha demostrado ser una mayor amenaza para un grupo oprimido y vulnerable, que el "mal mayor" alguna vez lo fue.
Sin embargo, la respuesta a Obama no fueron movilizaciones masivas del "movimiento en las calles". Ha habido importantes victorias, sí. Por ejemplo, la obtención el estatus legal temporal y calificado para algunos jóvenes inmigrantes; gracias a su propia movilización. Pero, en general, el movimiento por derechos de los inmigrantes ha estado ausente de las calles, en gran parte porque las organizaciones liberales que lo lideraron fueron reacias a movilizarse en contra de su "aliado" en la Casa Blanca.
Hay muchos más ejemplos de luchas, importantes y explosivas, en la historia de Estados Unidos encontrando su expresión contra presidentes republicanos y la derecha que los sigue.
PERO, DICE el contra-argumento, Donald Trump no es un republicano ordinario. Él representa una amenaza única.
Trump no es un republicano de cepa, pero cualquiera que piense que es particularmente peligroso debe recordar cómo fue vivir bajo el régimen de Bush, gestionado por monstruos como Dick Cheney y Donald Rumsfeld.
Si bien es cierto que grupos de extrema derecha han gravitado hacia la campaña de Trump. Los "neonazis, el Klan y el Alt-Right" serán estimulados por una victoria de Trump. El odio y la violencia exhibidos en los mítines de Trump es evidencia más que suficiente de una amenaza derechista que necesita ser retada.
¿Pero cómo? Cualquier desafío a la derecha debe incluir una alternativa política que puede atraer a las masas de gente lejos de la política de la desesperación y chivo-expiatorio sobre las que un candidato como Trump y las organizaciones de extrema derecha prosperan tanto.
Llamar a votar por Hillary Clinton es lo opuesto a presentar una alternativa política. Es abogar por el estatus quo, exactamente lo que permite a los tipos como Trump hacerse pasar por "populistas" que defienden la gente común y corriente.
Hay una intensa amargura en la sociedad de Estados Unidos sobre la creciente brecha entre ricos y pobres, la corrupción del sistema político, la falta de acción sobre el cambio climático, y más. Sin embargo, Hillary Clinton y los demócratas son los "candidatos de la complacencia", como el autor izquierdista, Thomas Frank, lo puso.
Eso deja el campo abierto, durante las elecciones y después, para Trump y los derechistas que operan bajo su sombra para hacerse pasar por la solución. La izquierda necesita una respuesta a ese desafío, no una súplica para votar por el mal menor.
NO DEBIERA hacer falta decir – pero a juzgar por el debate en las redes sociales, parece que sí – que nadie piensa que la izquierda estaría mejor bajo una administración Trump.
Las ideas de Trump son aborrecibles, y también lo serían las políticas y propuestas de una presidencia Trump. Si gana, sería dar confianza a los derechistas, organizados o no, que fueron atraídos a su campaña. Aquellos en la izquierda sufrirían un correspondiente golpe a su confianza, exactamente en un momento cuando hay un despertar radical, especialmente entre los jóvenes.
Nuestro punto, sin embargo, es que la izquierda no estaría mejor si Clinton es elegida, tampoco, aunque por diferentes, pero no menos válidas, razones.
Los demócratas en el poder han sido capaces de contar con el liberalismo oficial para desmovilizar y bloquear las luchas por el cambio. La izquierda seguirá enfrentada a la tarea de exponer el fraude del Partido Democrático como más sensible a las masas obreras.
La agenda neoliberal y belicista de ambos partidos en Washington es la causa principal de la crisis política que ha permitido Trump y el trumpismo prosperar. No sirve de nada decir que la versión demócrata de ese programa es preferible a Trump. Ambas versiones tienen que ser combatidas en conjunto y al mismo tiempo, o ambas podrán ganar fuerza.
Arun Gupta, una vez, resumió muy claramente el desafío para la izquierda en un artículo para Telesur, publicado después de la Convención Nacional Democrática:
Subirse al tren Clinton significa silenciar la crítica a sus políticas de derecha. Sería entorpecer la izquierda yendo a cuatro años de más guerra, más libre comercio, más petróleo y perforación gasífera. Y eso es exactamente lo que los demócratas de Wall Street quieren.
La izquierda debe concentrarse en lo que mejor sabe hacer: preparar el terreno para nuevos movimientos, tales como el movimiento por la justicia global y contra de la guerra, Occupy Wall Street, los sindicatos, por los derechos de los inmigrantes, contra los bajos salarios y Las Vidas Negras Cuentan. Clinton tiene a los banqueros y a los liberales, los expertos y los multimillonarios, halcones y republicanos, todos abogando por ella. Alguien tiene que abogar por el pueblo.
Cuanto más nos acercamos al 8 de noviembre, la presión para votar por Clinton para detener a Trump será enorme. Pero es importante para los socialistas y la izquierda resistir.
La izquierda, los movimientos sociales y las masas obreras necesitan una alternativa política fuera del sistema bipartidista. Hacer concesiones a la lógica del mal menor, que pretende mantenerlos dentro de ese sistema, no va a ayudar a construir esa alternativa.
Traducido por Orlando Sepúlveda