Revolución y reacción en Siria
Leila Al-Shami, co-autora de País en Llamas: Sirios en Revolución y Guerra, explica porque, a pesar de sus avances contra el régimen, la revolución está en peligro.
LA GENTE de Alepo oriental celebró a comienzos de agosto la ruptura del cerco impuesto por el régimen sirio y sus aliados desde julio 17, tras una ofensiva de los rebeldes. Durante casi un mes, el área había sido convertida en una prisión al aire libre, donde unas 300.000 personas almacenan alimentos y suministros por miedo de morir de hambre.
Requirió una gran hazaña de unidad para los rebeldes, con un arsenal muy inferior, romper el sitio. Los nacionalistas democráticos del Ejército Libre de Siria se unieron a las milicias islamistas y a Jabhat Fatah Al Sham, que hasta entonces había sido conocido como el Frente Nusra, la filial de Al Qaeda en Siria.
La sociedad civil siria, en general, no quedó muy impresionada por el cambio de nombre. Mientras Nusra ha evitado imponer una estricta ley islámica en las zonas donde está presente, aún han encontrado oposición popular debido a sus intentos de socavar las estructuras administrativas civiles locales y de crear estructuras paralelas, como los tribunales sharia.
Nusra también ha detenido a activistas de la sociedad civil, entre ellos periodistas y miembros del consejo local, y ha sido responsable de ataques sectarios. De hecho, los revolucionarios en la provincia de Idlib han estado protestando durante más de 147 días contra la negativa de Nusra a someterse a tribunales independientes y piden la liberación de los detenidos de Nusra.
En Alepo, la presión popular expulsó a Nusra de la ciudad en el año 2014, pero recientemente regresó. Ha chocado con otros grupos rebeldes y ha sido impopular entre los residentes de la ciudad debido a sus intentos de dominar instituciones y la prestación de servicios, como la electricidad y el suministro de alimentos.
Pero ahora, las exigencias de la sobrevivencia se han sobrepuesto a los principios políticos. Muchos demócratas, gente aterrorizada ante la perspectiva de un régimen yihadista, se hallan celebrando sus avances. Nusra fue un componente clave de Jaish Al Fath, el Ejército de la Conquista, que liberó la ciudad de Idlib del régimen año pasado. Y Jaish Al Fatah dirigió el asalto que rompió el asedio de Alepo.
Los residentes de Alepo liberada se manifestaron en apoyo a la contraofensiva. En los días de intensos combates a comienzo de agosto, el pueblo de Alepo quemó cientos de neumáticos, columnas de humo negro en el aire para crear su propia "zona de exclusión aérea". Este éxito sólo aumentó la importancia de Nusra a los ojos de la población local. Aquí es donde el abandono nos ha llevado.
LA CAÍDA de Alepo, que parecía hace sólo unos días inminentes, no ha terminado la guerra, pero puede haber indicado la muerte de una ya traicionada y abandonada revolución. Alepo libre encarna las aspiraciones de la continua, pero crecientemente marginalizada lucha popular por la libertad.
Con poco más que apoyo retórico de los supuestos amigos de Occidente, el pueblo sirio había desplazado a la dictadura de Assad en julio de 2012 y expulsado a los extremistas de Daesh (ISIS, como es conocido en el Medio Oriente) en enero de 2014.
Los distritos liberados, en el este, manejaron sus propios asuntos y se esforzaron por mantener los servicios básicos, operados por representantes elegidos democráticamente. Una de las mayores concentraciones de grupos de la sociedad civil, activos en cualquier parte del país, entró en existencia, incluyendo docenas de grupos de medios de comunicación libres y organizaciones de emergencia y socorro, tales como la Fuerza de Defensa Civil, conocidos como "Los Cascos Blancos".
Un grupo de mujeres creó la primera estación de radio independiente, Radio Naseem, que discute cuestiones de derechos humanos, la función de la mujer en la revolución y los peligros planteados por el extremismo. Este es el legado de la revolución, una forma de realización de sus ideales democráticos y su capacidad de recuperación, y es esto lo que actualmente está siendo bombardeado a muerte.
Alepo ha sufrido años de ataques de artillería, cañonazos y ráfagas, pero el bombardeo actual es el más intenso. Los hospitales y campos de refugiados han sido bombardeados en varias ocasiones por las fuerzas aéreas rusas o sirias.
Los ataques del régimen y sus aliados contra las zonas residenciales han llevado a miles a abandonar sus hogares. Sin un lugar a donde ir, ahora muchos duermen en edificios públicos o a la intemperie. Las instalaciones de agua, electricidad y atención de la salud están siendo atacadas deliberadamente. Estos crímenes de guerra han puesto los servicios esenciales para salvar vidas humanas al borde del colapso. Una aguda escasez de médicos y suministros dejan poca ayuda para los diarios heridos.
En represalia por el reciente éxito de los rebeldes, Idlib está siendo castigada con ataques aéreos. Hay reportes de aviones de combate rusos lanzando bombas incendiarias en zonas civiles. El 10 de agosto, hubo informes de ataques con gas de cloro sobre zonas mantenidas por los rebeldes en Alepo.
En tal contexto, la pretensión del régimen y los rusos de querer establecer "corredores humanitarios" para aquellos que huyen son vistos como lo que son: un intento para despoblar las zonas controladas por la oposición y una señal de que los que se queden serán un blanco legítimo para la masacre en masa, ya teniendo lugar. Las bombas tienen que parar y la ayuda desesperadamente necesita ser permitida en la ciudad.
El gobierno de Estados Unidos, nunca un verdadero aliado de la lucha popular, está presionando para una mayor cooperación militar con Rusia en la "lucha contra el terrorismo". Según la definición rusa, esto incluye cualquier oposición al régimen. Esta política miope sugiere que EE.UU. confía en que Rusia presionará al régimen para poner fin a su asalto contra los grupos rebeldes moderados y los territorios controlados por la oposición, a pesar de la falla de los rusos y del régimen para cumplir con las condiciones acordadas en relación con el alto el fuego o el acceso a la ayuda humanitaria.
La percepción sobre el terreno es que EE.UU. está colaborando con aquellos que los están atacando. Si las fuerzas democráticas, anti-régimen son aplastadas por las potencias extranjeras y las milicias chiítas sectarias, el extremismo violento crecerán en su lugar.
Occidente no necesita intervenir militarmente contra el régimen o Daesh. Los revolucionarios sirios han tenido éxito en derrotarlos en el pasado, y podrían hacerlo de nuevo. Pero una presión política y económica mucho más fuerte se necesita sobre los países que apuntalan al régimen, la causa principal del derramamiento de sangre y el extremismo.
Assad no puede mantener el terreno solo y es completamente dependiente de las fuerzas extranjeras para su supervivencia (los ataques aéreos rusos y las milicias chiítas apoyadas por Irán). El régimen está tratando desesperadamente de reclutar prisioneros y maestros para luchar como leales al régimen. Por su parte, ellos tratan de evitar la conscripción y huyen.
Mientras Alepo arde, y luego sufre hambruna, Estados Unidos aplacó a Rusia e Irán, e hizo la vista gorda de los yihadistas chiítas, vetó armas antiaéreas a los rebeldes y no dio un apoyo adecuado a las iniciativas civiles democráticas. Nusra, el ex afiliado de Al-Qaeda, por otro lado, están dando su sangre para salvar la ciudad. Las ramificaciones de esto serán enormes.
Publicado por primera vez en el blog de la autora.
Traducido por Orlando Sepúlveda