¿Vale la pena protestar?

February 28, 2017

Si Trump se sale con la suya, ¿son fútiles nuestras protestas? Leela Yellesetty explica por qué los marxistas vemos las movilizaciones desde una perspectiva más amplia.

EN ENERO vimos la mayor protesta que presidente alguno haya recibido, y posiblemente el mayor día de movilizaciones en la historia estadounidense. Pero en los días siguientes, Trump avanzó con casi cada elemento de su agenda reaccionaria que aquellos millones de personas se opusieron en las calles.

Queda por ver, por supuesto, si él se saldrá con la suya en todo o en parte, pero es comprensible que haya gente que pregunte, ¿vale la pena protestar?

La noche antes de la inauguración presidencial, Micah White, un ex activista de Ocupa Wall Street, escribió: "Los activistas sociales de hoy han sucumbido ante uno de los mitos más duraderos de la protesta estadounidense contemporánea: la confortante idea de que si logras sacar suficiente gente de distintas demografías a la calle, unificados detrás de un mensaje claro, nuestros representantes se verán forzados a obedecer los deseos de la multitud".

White continuó su escrito enumerando las manifestaciones masivas que, en su opinión, fallaron en alcanzar sus metas trazadas, culminando con la más masiva protesta hasta esa fecha, el 15 de febrero del 2003, cuyos 10 millones de participantes fueron descalificados por George W. Bush como un ''grupo de opinión'', después de lo cual él procedió a invadir Irak.

A sea of protesters floods the streets of New York City for the Women's March

De forma similar, Zeynap Tufekci escribió en el New York Times que el tamaño de una protesta no es un buen indicador de su impacto en la política de estado, especialmente en estos tiempos de redes sociales, donde toma menos organización y esfuerzo atraer a grandes números de personas a las calles.

Tufekci contrasta las protestas contra la guerra de Irak y de Ocupa Wall Street con el movimiento derechista Tea Party contra Obama, que en ese "entonces se puso a trabajar en una agenda ferozmente enfocada: identificar y apoyar candidatos que pudiesen desafiar, en las primarias, a los republicanos que no concordaran con sus demandas, siguiendo de cerca el proceso legislativo, y presionando a políticos que se desviaran de su plataforma".


DEJANDO DE lado el hecho que el ''movimiento'' Tea Party fue financiado y organizado por instituciones del establecimiento, entre ellas las de los billonarios hermanos Koch, vale la pena preguntar sobre si el objetivo principal de las manifestaciones de masas es ganar elecciones.

Muchos en el movimiento contra la guerra alcanzaron esta conclusión, pero terminaron invirtiendo sus esfuerzos en la fallida campaña del candidato demócrata pro-guerra John Kerry. Para el tiempo que Barack Obama fue electo en el 2008, el movimiento contra la guerra había efectivamente colapsado, dejando poca resistencia organizada, mientras Obama, el supuesto candidato anti-guerra, continuó y extendió la política imperialista estadounidense en el Medio Oriente, y en el mundo.

Mientras estamos de acuerdo en que una simple manifestación no va a lograr alcanzar mucho en términos de resultados inmediatos, los socialistas tenemos una visión distinta sobre el rol y significado histórico de las protestas masivas. Su naturaleza es descrita magníficamente por el difunto escritor y artista John Berger en un magistral ensayo de 1968 sobre la naturaleza de las demostraciones masivas:

En teoría, las manifestaciones revelan la fuerza de la opinión o el sentimiento públicos: en teoría, son un llamado a la consciencia democrática del Estado. Pero esto presupone una consciencia que difícilmente existe.

Si la autoridad del Estado estuviera abierta a la influencia democrática, la protesta duramente sería necesaria; y si no lo está, es difícil que sea influenciada por una muestra de fuerza vacía, que no representa amenaza alguna.

En este sentido, escribe Berger, los números presentes en una protesta son significantes no por su impacto sobre el Estado, sino sobre sus propios participantes:

La importancia de los números involucrados [en una manifestación política]se halla en la experiencia directa de aquellos que participan en ella o favorablemente la presencian. Para ellos, los números dejan de ser números, y se vuelven evidencia de sus sentidos, de las conclusiones de su imaginación. Mientras más grande la manifestación, más poderosa e inmediata (visible, audible, tangible) se vuelve la metáfora de su poder colectivo.


PARA NOSOTROS, los socialistas, este impacto en la consciencia es el logro más importante de cualquier protesta masiva. Incluso si no son inmediatamente exitosas, y a lo mejor precisamente cuando no lo son, revelan cuán profundamente no-democrática es nuestra sociedad, y cuán poco las autoridades existentes consideran las ideas y valores de la masa.

Pero al mismo tiempo, apuntan a un poder potencial de un distinto tipo, y construyen confianza en él. Daniel Singer, en su libro sobre el Mayo Francés de 1968, el mes de protestas y acciones que comenzó con manifestaciones estudiantiles y se extendió a una marea de huelgas, escribe:

La revisión de los valores es un fenómeno infeccioso...¿Recuerdan esas noches raras de insomnio en las que, acostados incómodamente despiertos, recolectamos vívidamente aquellas esperanzas o ilusiones de la juventud, promesas que tanto contrastan con su decepción, cuando con dolorosa lucidez reflexionamos sobre el significado de la vida?

Algo por el estilo ocurre, al mismo tiempo, a miles, y ocurre bajo la luz del sol. Sólo que esta melancolía colectiva se acopla con esperanza colectiva, y se inspira en ella. La posibilidad del cambio revienta la censura interna. Lo empuja a uno a confesar que el presente es intolerable, a admitírselo a uno mismo, pero también a otros. En las fábricas, en las oficinas, grupos se reúnen a discutir qué hacer. Frases clichés como "la esperanza humana", o "la dignidad de la persona" agarran significados frescos.

Más allá, el ejemplo del Mayo Francés de 1968 nos recuerda que las manifestaciones masivas pueden ser hitos inspiradores y organizacionales en el camino a acciones más militantes y radicales. Las huelgas masivas de los trabajadores industriales en Francia realmente sacudieron el sistema en su centro, por el poder económico que ellos tienen en el lugar de producción. Pero las protestas y acciones de los estudiantes abrieron la vía para que la clase obrera tomara el centro del escenario.

En un ejemplo más modesto, hoy en día, uno de los momentos más dramáticos del "Levantamiento de los Aeropuertos", cuando Trump vedó la entrada a musulmanes a EEUU, fue cuando la Alianza de Trabajadores de Taxis de Nueva York lanzó un boicot de una hora por sobre el aeropuerto internacional JFK. Este grupo de trabajadores, mayoritariamente inmigrantes, no hubiera tenido la confianza para tomar acción sin la marea masiva de gente que una semana antes salió a demostrar cuán despreciables son las políticas de Trump.


EN NUESTRO día a día, es difícil imaginar que podemos tener un impacto real sobre cómo organizar nuestra sociedad.

Las demostraciones masivas pueden servir de ayuda en esa imaginación. En un ejemplo personal, mi amiga Katrine Wallace, tras atender su primera protesta, la Marcha de la Mujer en Seattle, se dio cuenta de esto rápidamente: "Nunca antes vi el punto de esto", me comentó, "estar parados agitando pancartas, ¿qué puede cambiar, en serio? Pero ahora lo entiendo. No es sobre lo que le hace a ellos, sino lo que nos hace a nosotros, como nos cambia a quienes estamos aquí".

Por supuesto, esta transformación puede ser duradera o efímera, dependiendo sobre lo que ocurra luego. ¿Canalizamos esta energía en elegir a candidatos mínimamente mejores, como sugieren grupos liberales y políticos del Partido Democratico, o la usamos para fomentar nuestra auto-organización para pasar de manifestar nuestro poder colectivo a utilizarlo?

La revolucionaria polaca Rosa Luxemburgo, en su clásico panfleto La Huelga de Masas, hablaba de este proceso en el contexto de la Revolución Rusa de 1905, la que luego fue conocida como el ''gran ensayo'' para 1917:

La cosa más preciosa, más duradera, en el rápido flujo y repliegue de la ola es su sedimento mental: el crecimiento intelectual y cultural del proletariado, que procede por convulsiones y arranques, y que ofrece una garantía inviolable de mayor e irresistible progreso en las luchas tanto económicas como políticas... Las aparentemente "caóticas" huelgas y la "desorganizada"acción revolucionaria tras la huelga general de enero son ahora el inicio de un trabajo febril de organización.

Este trabajo de organización es un proceso esencial para desarrollar nuestra fuerza colectiva y comenzar a ganar cambios reales. Contribuye a esto que las demostraciones masivas sean realmente de masas, y se beneficia del espíritu de las protestas.

Consideremos el ejemplo que la autora escéptica de las protestas, Zeynep Tufekci, considera logró algo: la Marcha sobre Washington de 1963. ¿Por qué esta marcha, aunque más pequeña que otras en la historia, condujo tan rápidamente a la aprobación de la Ley de Derechos Civiles?

Bueno, porque era parte orgánica de un movimiento que llevaba años caldeándose. El éxito de las luchas por derechos civiles montó el escenario para que la Marcha sobre Washington tuviera el impacto que tuvo. Como el periodista Anand Gopal lo puso en el foro titulado "'La Anti-Inauguración", realizado en Washington D.C.:

Una sola protesta, tan importante como pueda ser, nunca ha cambiado nada. Pero los movimientos sociales de protestas enlazadas son la sangre vital de la resistencia. Esa es la única cosa, en última instancia, que cambia todo. Y por ello me refiero a la desobediencia civil, los boicots, las ocupaciones, redes de solidaridad con prisioneros, fondos para abortos, espacios de santuario, todo. La resistencia no es sólo un momento. La resistencia no es un estado mental, sino un tejido colectivo y duradero. Es tan duradero que el estatus quo no puede dormir en paz.


ASÍ QUE una de las metas de los socialistas es aprovechar las oportunidades que presentan las protestas masivas para continuar el trabajo de construir fuertes redes de resistencia.

Pero tenemos otro objetivo en mente también. Este es plantear la pregunta: ¿Para qué nos estamos organizando? En el contexto actual, ¿cómo nos organizamos no sólo para oponernos a los ataques de Trump, sino también para lograr progreso en la lucha por transformaciones sociales reales?

Esto es lo que Rosa Luxemburgo concluye es el rol más importante de los socialistas: "se vuelve obvio que la tarea de la social democracia no consiste en la preparación técnica y dirección de las huelgas de masas, sino primero y principal, en el liderazgo político del movimiento entero".

El liderazgo político importa, porque como hemos visto a través de la historia, la opresión y la injusticia tarde o temprano provocan resistencia, pero hay garantía de que esa resistencia por sí sola pueda lograr la victoria.

O como Carlos Marx y Federico Engels lo pusieron en el Manifiesto Comunista:

Los comunistas pelean por el logro de metas inmediatas, por la realización de los intereses momentáneos de la clase trabajadora, pero en el movimiento del presente, también representan y cuidan el futuro del movimiento.

Esa es la tarea que nos toca. Si estás de acuerdo, únete a los socialistas y únete a nuestro trabajo. El futuro del movimiento depende de ello.

Traducido por Alejandro Q

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