Una resistencia antiimperialista
La oposición a Trump y a la derecha no puede detenerse con su agenda doméstica.
"UN MAL líder que sueña con ser un dictador". Aunque esto pudo haber sido dicho acerca de él mismo, estas son las palabras que el propio Donald Trump usó para denunciar al presidente venezolano Nicolás Maduro en julio, cuando Washington discutió la imposición de sanciones, afirmando que "nada estaba fuera de la mesa".
Semanas después, Trump amenazó a Corea del Norte, después que Pyongyang anunció la realización de un exitoso test con misiles balísticos intercontinentales, capaces de llevar una cabeza nuclear y alcanzar los Estados Unidos. "Encontrarán fuego y furia como el mundo nunca ha visto", dijo Trump.
Con toda estas bravatas y ruidos de sables, hay razón suficiente para estar aterrorizados, sobre todo porque Donald Trump lidera al país con el mayor arsenal nuclear en la historia del mundo, y no parece muy vacilante para usarlo.
Usando Twitter para dar a conocer sus decisiones en política exterior, el "líder del mundo libre" proyecta un escenario en el que cualquier cosa puede suceder, en donde un tuiteo puede convertirse en un conflicto militar abierto, con consecuencias mortales.
¡Qué burda hipocresía ver a la administración Trump actuar como si defendiera la democracia contra la dictadura!
Con todas estas amenazas flotando, es importante para quienes nos oponemos a la administración Trump tener una clara comprensión de los objetivos imperialistas Washington, y por qué nunca ha sido su papel enfrentar dictadores, ni defender la democracia, sino promover sus propios intereses.
Venezuela ha sufrido una larga historia de intromisión por parte de EEUU, no en el interés del pueblo venezolano, sino del capitalismo gringo. Por eso Washington se opuso amargamente al gobierno izquierdista liderado por Hugo Chávez, respaldando incluso varios intentos de golpe su contra.
La crisis por la que ahora Venezuela atraviesa sólo ha sido agravada por las acciones del gobierno estadounidense, particularmente respaldando una oposición reaccionaria que quiere deshacer los avances sociales de la era de Chávez, y que es adicta al sabotaje y al terrorismo contra el gobierno de Nicolás Maduro.
En Corea del Norte, cuyo pueblo sufre bajo una dictadura que afirma falsamente ser socialista, Trump no tiene más solución que la administración Obama tuvo; aislar al país con sanciones económicas y aumentar la miseria sufrida por el desesperadamente pobre pueblo norcoreano. Con Trump, y la bandada de halcones y rancios anticomunistas que lo rodean, la miseria sólo empeorará.
Aquellos que nos oponemos a la administración Trump debemos desafiar no sólo sus prioridades domésticas, sino también las internacionales, y eso significa abrazar políticas antiimperialistas que permitan comprender claramente el rol que el gobierno estadounidense juega en todo el mundo.
LA MANTRA política del gobierno de Trump, "América Primero", eleva la posibilidad de conflictos en el extranjero a un nuevo nivel, con su aumentada retórica nacionalista y un abultado gasto militar para respaldarla.
En junio, la administración Trump propuso $603 mil millones para el presupuesto de defensa de 2018, pero los Comités de los Servicios Armados de la Cámara de Representantes y del Senado encontraron la propuesta insuficiente, y la acrecentaron a $640 mil millones.
No se trata sólo de los generales en la administración, como el Jefe de Gabinete, John Kelly, y el Secretario de Defensa, James "Mad Dog" (Perro Loco) Mattis, sino de todo su equipo, que respalda la idea de la supremacía gringa en el mundo, uniendo el dominio económico con su superioridad militar.
Aunque Trump le pone un giro salvajemente más agresivo, él heredó el mundo en guerra y conflicto que la administración de Obama le dejó, además de la "guerra contra el terror", utilizada ya por tres presidentes para racionalizar la intervención extranjera.
Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, el gobierno de George W. Bush vio la oportunidad de arrear el apoyo popular hacia la intervención estadounidense en cualquier parte del globo, comenzando con Afganistán e Irak, y seguidos por ataques aéreos contra fuerzas consideradas amenazas terroristas en lugares como Yemen Y Somalia. Irak, Irán y Corea del Norte fueron identificados como el "eje del mal", con Cuba, Libia y Siria añadidos a la lista más tarde.
Los líderes mundiales se alinearon y, en Estados Unidos, los partidos republicano y demócrata se unieron en dar apoyo bipartidista a una guerra sin fin en el extranjero, pero también en el país, con un ataque a las libertades civiles y una mayor xenofobia y racismo contra árabes y musulmanes.
Inmediatamente después de Septiembre 11, las fuerzas de la izquierda que inmediatamente se unieron para luchar contra la "guerra contra el terror" fueron al principio sorprendidas por la intensidad del apoyo a la guerra. Pero en 2003, un vibrante movimiento pacifista se desarrolló, así como la administración Bush se preparaba para saltar de Afganistán a Irak.
En el curso del movimiento antibélico surgieron debates que siguen siendo importantes hoy: ¿Qué hacemos cuando el gobierno estadounidense dice que su intervención es "humanitaria" o en interés de la "democracia"? ¿Debería el movimiento contra la guerra apoyar las sanciones como una alternativa a la intervención militar? ¿Incluye la oposición a la intervención militar estadounidense un apoyo a los gobiernos dictatoriales bajo su mira, como el de Saddam Hussein en Irak? ¿Cómo apoyan los activistas antiguerra en Estados Unidos las luchas por la liberación nacional?
Como explica Paul D'Amato, autor de El Significado del Marxismo, en Socialist Worker:
Históricamente, en el movimiento marxista, en oposición al estalinista, la lucha por la autodeterminación nacional ha sido vista como una tarea democrática, junto con la lucha por el sufragio universal y la libertad de reunión. Pero los marxistas nunca han argumentado que, en la lucha por la autodeterminación nacional, una nación oprimida deba renunciar a la lucha por los otros derechos, mientras la amenaza del imperialismo exista...
Como antiimperialistas consistentes, no escogemos qué países defendemos contra un asalto estadounidense. Así, en nuestro deseo de exponer la realidad del imperialismo, no podemos ignorar la naturaleza de los regímenes bajo ataque estadounidense.
Esto argumento aún es válido.
CON TRUMP en la Oficina Oval, la "guerra contra el terror" sigue siendo el trasfondo de las metas de la política exterior estadounidense. La abierta islamofobia es más pública bajo la administración Trump, con la idea de que Estados Unidos está llevando a cabo una guerra contra el islam.
El director de la CIA, Mike Pompeo, explicó muy bien la posición de la administración en un discurso ante una congregación religiosa en Wichita, en 2014, cuando dijo que la "amenaza para Estados Unnidos" era de una minoría musulmana "que profundamente cree que el islam es el camino, la luz y la única respuesta".
"Aborrecen a los cristianos y continuarán presionándonos hasta que nosotros nos aseguremos de orar, levantarnos y luchar afirmando que sabemos que Jesucristo, nuestro salvador, es verdaderamente la única solución para nuestro mundo".
Mientras tanto los demócratas, aunque no utilizan la misma retórica racista que los republicanos, generalmente apoyan las mismas políticas en nombre de la "guerra contra el terror".
En el curso de su campaña presidencial, Hillary Clinton, por ejemplo, repitió su apoyo a la "guerra contra el terror" y se jactó de la política exterior que ella misma ejerció. Según una reciente encuesta, su postura en favor de la guerra probablemente la costó la elección en Wisconsin, Pennsylvania y Michigan, que tuvieron unas de las más altas tasas de muertes militares durante las guerras de Irak y Afganistán.
Ahora, con Trump a cargo, algunos políticos demócratas se desplazan aún más hacia la derecha, acogiendo a consejeros de la era Bush, descontentos con Trump, como David Frum, quien creó la frase "el eje del mal". Como Glenn Greenwald señala en The Intercept:
La boda de demócratas y neoconservadores es mucho más que un temporal matrimonio de conveniencia diseñado para derribar un enemigo común... Esta unión se basa en un amplio acuerdo ideológico sobre una amplia gama de asuntos en política exterior: de Israel a Siria, a los Estados del Golfo, a Ucrania y Rusia... Estos dos grupos encuentran causa común porque, con rara y limitada excepción, comparten creencias y actitudes políticas comunes en su política exterior.
SI VA a haber una oposición antibélica en la era Trump, tendrá que venir desde abajo.
Una comprensión clara del imperialismo estadounidense y sus objetivos es la base de una oposición consistente a la guerra que corta contra la falsa retórica de luchar contra el terrorismo, derrotar a dictadores o defender la democracia, y además vincula la lucha contra la islamofobia con la defensa de los inmigrantes y refugiados, contra los ataques de la derecha.
Desafortunadamente, algunos en la izquierda han minimizado la cuestión relacionada con la política exterior, con Bernie Sanders siendo un excelente ejemplo. Durante su campaña presidencial, algunos antiimperialistas se restringieron de desafiar a Sanders en cuestiones de militarismo o el apartheid israelí, para priorizar su mensaje contra la codicia corporativa.
Pero haber evitado esas preguntas sólo hizo nuestro lado más débil, porque significó no ofrecer una alternativa a Clinton en el tema.
En su convención en Chicago, los Socialistas Democráticos de América dieron un paso importante en apoyar oficialmente la campaña de boicot, sanciones y desinversión contra el apartheid israelí, un ejemplo concreto de una organización energizada por la campaña de Sanders abrazando un llamado por la justicia social.
Por otro lado, hay debates que deben tenerse en relación con el imperialismo estadounidense y Corea del Norte y Siria, donde el legado del estalinismo ha llevado a algunos en la izquierda a concluir que no podemos oponernos al imperialismo estadounidense a menos que apoyemos a los regímenes dictatoriales bajo ataque.
Pero como sostuvo Ashley Smith en la Revista Socialista Internacional:
Algunos en la izquierda apoyan las potencias imperialistas rivales como un contrapeso al imperialismo estadounidense. Así, secciones enteras de la izquierda apoyan a Rusia y Assad en Siria contra Estados Unidos. Ellos justifican esta posición reaccionaria con la absurda afirmación que la Rusia de Putin y la brutal dictadura de Assad son una alianza antiimperialista que resiste la supuesta política de Washington de cambio de régimen en Siria...
La izquierda debe... basarse en una oposición de principio a todo imperialismo, comprendiendo, por supuesto, que aquí nuestra principal tarea es la oposición al imperialismo estadounidense, junto con solidarizarnos con las luchas de liberación nacional, como la de los palestinos, y las luchas revolucionarias, como la de Siria, sin importar a qué campo imperialista se oponen tales luchas. Este enfoque será esencial en el próximo período que promete estar caracterizado por la lucha explosiva desde abajo y la intensificación de la competencia por la supremacía mundial entre Estados Unidos y China, en medio de diversos otros conflictos interestatales.
Traducido por Orlando Sepúlveda