#MeToo sacude a Washington
En los EE. UU., el sexismo infecta hasta la cúpula, pero tras la aparición de #MeToo las mujeres han adquirido una nueva fuerza para responsabilizar a hombres poderosos.
ESTO AÚN no termina.
En un mes, seis miembros del Congreso se vieron obligados a renunciar tras acusaciones de agresión sexual, y puede que la lista crezca si, como tuiteó el director de campaña de Hillary Clinton en California, el Washington Post y la CNN están trabajando en un reporte que podría implicar hasta 40 legisladores.
Los seis incluyen demócratas y republicanos por igual: el Senador Al Franken y los representantes John Conyers, Ruben Kihuen, Joe Barton, Trent Franks y Blake Farenthold.
En Alabama, el evangelista homofóbico, racista y sexista Roy Moore perdió una elección senatorial en gran parte por las acusaciones de que en el pasado sostuvo una conducta predatoria sexual contra menores.
Y, por supuesto, en la oficina más importante del país, Donald Trump ha sido acusado por mujeres que, a lo largo de los años, él ha agredido sexualmente, y piden una audiencia al Congreso.
#MeToo, impulsado por mujeres que acusan al productor Harvey Weinstein de asalto y acoso sexual, ha llegado a los pasillos del gobierno a denunciar un sistema que silencia a las víctimas, niega sus experiencias y protege a los victimarios en posiciones de poder.
Hasta ahora.
ASÍ COMO las experiencias de abuso y acoso sexual de mujeres en el Congreso eran conocidas, un claro patrón emergió.
Primero, el proceso de gravámenes exige el silencio de la acusadora para proteger al acusado. Y segundo, el sexismo y la discriminación son una parte tan importante del ambiente laboral del Congreso que sorprende que mujer alguna haya hecho una queja.
Pero esto ahora está cambiando, incluso para las mujeres que el presidente de los Estados Unidos llama "mentirosas", por atreverse a hablar sobre cómo él las abusó.
Unas 20 mujeres han relatado sus experiencias de agresión sexual por parte de Trump. Muchas lo hicieron antes de la elección de 2016, y gracias a la luz que #MeToo ha arrojado sobre el tema finalmente podrían ser escuchadas.
Tres de las mujeres realizaron una conferencia de prensa en diciembre para demandar una investigación del Congreso. Diferentes en muchos aspectos (una recepcionista, una participante en concursos de belleza, y una mujer que tuvo la desgracia de sentarse junto a Trump en un avión), las une su desgracia.
"Han investigado a miembros del Congreso, por lo que creo que es sólo justo que lo investiguen a él también", dijo Samantha Holvey], la ex participante en concursos de belleza. "Una investigación no partidista es importante... para cualquiera que tenga acusaciones en su contra. Este no es un tema partidista. Así es como las mujeres somos tratadas cada día".
Incluso la embajadora de Estados Unidos ante las Naciones Unidas, Nikki Haley, agregó su voz, aunque vacilante. Apareciendo en Face the Nation, de CBS, ella dijo que "un cambio cultural está ocurriendo en Estados Unidos " y que las mujeres que han acusado a Trump "deben ser escuchadas".
Mientras tanto, la senadora de Nueva York Kirsten Gillibrand, una de seis senadores que ha demandado la renuncia de Trump, declaró:
El presidente Trump ha cometido asalto, según estas mujeres, y esas acusaciones de mala conducta y actividad delictiva son muy creíbles, por lo que debe ser investigado a fondo y debe renunciar. Estas acusaciones son creíbles y numerosas. He escuchado el testimonio de estas mujeres y son desgarradores".
En un repugnante tuit, Trump llamó a Gillibrand un "peso ligero" que "venía a mi oficina 'mendigando' contribuciones electorales no hace mucho (por las que haría cualquier cosa)".
Gillibrand dijo del tuit de Trump que era "una calumnia sexista que intenta silenciar mi voz" y ahora, 59 miembros del Grupo de Trabajo de Mujeres Demócratas en Casa de Representantes han pedido al Comité de Supervisión y Reforma Gubernamental que comience una investigación sobre las acusaciones de mala conducta sexual por parte del presidente.
Ellas señalan que los "propios comentarios de Trump parecen respaldar las acusaciones", una referencia a la grabación de un segmento de Access Hollywood en 2005, dado a conocer el año pasado durante la campaña electoral, en el que Trump se jacta de agarrar mujeres "por el coño".
Unos cien representantes demócratas se unieron al llamado por una investigación formal del Congreso sobre la inapropiada conducta sexual del presidente.
EL MOMENTO #MeToo ha revelado que en casos de agresión sexual la justicia llega muy lento, si es que llega del todo. Pero ahora, las mujeres que han alzado su voz han puesto el tema a la luz pública y han producido resultados inmediatos.
Para muchas mujeres, es un signo positivo de, que después de años de inacción, el mundo finalmente está prestando atención al tema del abuso y el acoso sexual.
Pero hay muchos críticos en Washington.
Un encabezado de Politico sonó más como un tabloide de los años 50: "Paranoia se apodera del Capitolio, así como el escándalo de acosos se esparce". El artículo logra torcer la atención finalmente prestada al acoso y asalto sexual en un "pánico sexual", en que los legisladores viven con miedo a la siguiente acusación:
La ola de acusaciones y renuncias está provocando incómodas conversaciones en todo el Capitolio.
Los asistentes en una oficina demócrata fueron recientemente convocados a una reunión organizada por un colega que preguntó si ellos habían oído alguna vez una acusación contra su jefe, según una fuente presente. Otros asistentes de prensa han preguntado a sus jefes sobre esqueletos personales, deseando desenterrar posibles minas sexuales antes de que detonen en los medios.
La aprehensión generalizada ahora asentándose arriesga afectar negativamente la carrera de algunas mujeres. Un asesor republicano dijo a Politico que está aconsejando a los miembros no estar a solas con ninguna mujer, ya sea asistentes o reporteras.
Sin embargo, si los legisladores están preocupados acerca de dónde la próxima acusación podría venir o si debieran estar a solas con una mujer dice más sobre el clima sexista que prevalece en Washington que sobre la "paranoia que se apodera del Capitolio".
También hay aquellos los que afirman que #MeToo ha ido demasiado lejos, y tratan de cambiar el discurso hacia las repercusiones sufridas por los hombres acusados, en vez del sufrimiento de las mujeres acusándolos.
Por ejemplo, a escritora Ijeoma Oluo fue solicitada por USA Today para escribir un artículo sobre el tema, pero el periódico quería que ella escribiera sobre por qué se opone al proceso legal debido para los acusados. Como le explicó un representante: "Ellos quieren una pieza que diga que tú no crees en el proceso legal y que la protección de las mujeres justifica unos pocos hombres inocentes perdiendo su trabajo".
El problema, dijo Oluo, es que ella no se opone al proceso legal. De improviso, USA Today ya no quiso su artículo.
A los ojos de los editores de USA Today, si eres una feminista que apoya a las mujeres que públicamente dieron a conocer el nombre de sus agresores, entonces por seguro te opones al debido procedimiento legal, o tal vez no entiendes el "peligro" al que son expuestos estos hombres, cuando las mujeres los denuncian.
Por supuesto, debe haber un proceso legal justo, pero el punto de #MeToo es que para muchas mujeres que han tratado de ser escuchadas, no ha lo habido.
Todo esto es un intento de cambiar la narrativa y condenar el aspecto más poderoso de #MeToo: el gran número de mujeres que valientemente han dado un paso adelante para tumbar a poderosos hombres que han cometido actos de abuso durante décadas.
CUANDO VARIAS mujeres finalmente denunciaron el abuso sexual del senador Al Franken de Minnesota, una reacción similar se manifestó entre algunos de sus partidarios, argumentando que el historial liberal del senador demócrata superaba las acusaciones en su contra.
La autora feminista Kate Harding argumentó en el Washington Post que no buscaba la renuncia de Franken en parte porque sabía que no era el único demócrata que podría ser acusado de agresión sexual, ni el único (y ésta era principal preocupación) que podría ser reemplazado por un republicano.
Harding escribe:
[S]i sentamos este precedente para demostrar la solidaridad de nuestro partido con las mujeres acosadas y abusadas, vamos a drenar el pantano de personas que, por defectuosas que sean, todavía votan regularmente para proteger los derechos y las libertades de la mujer...
[E]n un clima político agudamente dividido en el que la masculinidad tóxica no conoce partido, pero es reconocida sólo por uno, debemos pensar en cómo minimizar el daño a las mujeres. Una vacua disculpa, una renuncia, una cabeza más en la pica no harán la situación más segura o mejor para la mujer estadounidense.
¡Qué comentario acerca de cómo los principios políticos son corrompidos cuando la consideración primordial es detener el mal mayor defendiendo al, bastante malo, mal menor!
Luego están los políticos que descaradamente preferirían olvidarlo todo y pretender que esto nunca sucedió. Como Doug Jones, el demócrata que derrotó al predador sexual republicano en Alabama, en gran parte gracias al impacto de #MeToo.
Acerca del intento de investigar las acusaciones de agresión sexual de Donald Trump, Jones dijo: "Lo que pienso es que esas acusaciones fueron hechas antes de las elecciones, y la gente tuvo la oportunidad de juzgar antes de la elección. Creo que tenemos que seguir avanzando, y no distraernos con esos problemas".
¡Al carajo! Debería haber "pánico" en Washington. Los perpetradores de abuso sexual que han sido protegidos por décadas deberían sentir temor por lo que han hecho.
#MeToo está cambiando lo que se ha considerado una forma aceptable de trato hacia la mujer, en el Congreso y más allá, en las plazas laborales de todo el país. No podemos dejar que ellos lo reviertan.
Si las mujeres obtendrán justicia alguna, sus historias deben ser mantenidas en el ojo público, porque es obvio que el Congreso no hará nada, a menos que sientan la presión.
Traducido por Orlando Sepúlveda