Hacia un movimiento militante de las mujeres

January 22, 2019

Elizabeth Schulte reporta sobre la lucha que ha marcado la ruta hacia la Marcha de las Mujeres este año, y las que se avecinan.

DESDE EL inicio, la administración Trump ha ejecutado un despiadado ataque contra las mujeres, amenazando desde nuestro derecho a trabajar libres de acoso sexual hasta el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos.

No fue ninguna una sorpresa que el candidato que quedara al descubierto alardeando una agresión sexual en video, fuera, una vez en el cargo, el presidente que negara las acusaciones de las sobrevivientes y nominara a Brett Kavanaugh, un férreo opositor del aborto también acusado por violencia sexual, a la Corte Suprema.

Desde su elección en 2016, Trump y los envalentonados conservadores han actuado como si tuvieran un mandato: hacer añicos el derecho al aborto. Y el año 2019 promete ser otro año de ataques.

Actualmente, tres estados están listos para promulgar las llamadas prohibiciones de aborto “con latido”, sumándose a otros tres estados que ya han prohibido el aborto desde el momento en que se detecta un latido cardiaco en el feto, lo que puede suceder tan pronto como la sexta semana del embarazo, antes de que lo que muchas mujeres necesitan para darse cuenta de que están embarazadas.

Protesters take to the streets of Los Angeles for women’s liberation

Otros dos estados preparan enmiendas constitucionales que otorgarían derechos al feto, mientras que otro estado planea prohibir el aborto en su totalidad, y hacer el castigo, tanto a pacientes como a proveedores, la cadena perpetua. Y el año apenas empieza.

Al mismo tiempo, Trump y la derecha que lo ama no han avanzado sin oposición.

El día de su toma de posesión, cientos de miles de personas viajaron a Washington, DC, para mostrar su oposición al Misógino en Jefe.

Y si no llegaron en Washington, estuvieron participando en protestas en todo el país. Juntas hicieron el 21 de enero de 2017 el día de protesta más grande en la historia de los Estados Unidos.

La “victoria” de Trump en 2016 — que como todos sabemos, no ganó el voto popular, sino que llegó a su cargo gracias al anti-democrático Colegio Electoral — choqueó al sistema, empeorado por el hecho de que su oponente, Hillary Clinton y las organizaciones liberales de mujeres, cuyo único objetivo es elegir demócratas en cargos públicos, se quedaron sin respuesta.

Le tocó a la gente común, mujeres y hombres a lo largo y ancho del país — algunos de los cuales nunca habían protestado antes — organizarse y salir a las calles a demostrar que había resistencia al odio que Trump estaba promoviendo.

Y mientras estas protestas fueron llamaron Marchas de Mujeres, dando voz a aquellos opuestos al sexismo promovido por la odiosa retórica de Trump, sus pancartas ya indicaban que las y los manifestantes estaban dispuestos también a respaldar a todas las comunidades en la mira de la administración Trump: inmigrantes, musulmanes, negros, latinxs y LGBTQ.


ES ASÍ como la Marcha de las Mujeres se ha convertido en una muestra anual de resistencia.

El año pasado, la Marcha de las Mujeres hizo eco de los movimientos #MeToo y #TimesUp. Las voces de las sobrevivientes de agresión sexual finalmente están siendo escuchadas, luego que las mujeres hicieron públicas sus historias de abuso y acoso, y comenzaron a exigir lo que una igualdad real debiera significar en la sociedad estadounidense.

Los hashtags que se popularizaron e invitaron a otras a contar sus historias o a solidarizarse con las sobrevivientes fueron abriendo un espacio para organizar contra las otrora impunes instancias de acoso y agresión sexual. Este espacio se transformó en una plataforma para las más vulnerables al abuso y menos escuchadas, las sobrevivientes transgénero.

Quizás uno de los avances más importantes de este año, demostrando el potencial de las mujeres trabajadoras, fueron las huelgas organizadas por mujeres contra el acoso sexual en el trabajo.

En noviembre, unos 50.000 trabajadores y trabajadoras de Google en 50 ciudades alrededor del mundo pararon sus labores para denunciar sus tóxicas condiciones de trabajo. A su vez, conectaron el sexismo con el racismo y la inequidad salarial rampantes en la industria.

Dos meses antes, las y los trabajadores de comida rápida de McDonald’s de 10 ciudades hicieron historia al organizar la primera huelga nacional contra el acoso sexual en el trabajo.

Pocos años atrás, las y los trabajadores de comida rápida conquistaron la portada de los principales medios con la campaña de Lucha por los 15. Este año, los comités de mujeres formados en las tiendas decidieron que las trabajadoras suspenderían sus labores en protesta contra del acoso sexual.

La resistencia no se hace presente sólo una vez al año, ni sólo en pantallas o en movilizaciones históricas. Por el contrario, el 2018 estuvo lleno de muchos ejemplos de oposición que surgieron de pacientes, y a veces difíciles, procesos organizativos.

Por ejemplo, cuando la derecha religiosa amenazó las clínicas de mujeres en Seattle en su campaña “40 Días por la Vida”, tratando de intimidar a las pacientes y personal médico y poniendo en peligro el derecho al aborto de las mujeres, las activistas de Seattle Clinic Defense garantizaron el continuo funcionamiento de las clínicas.

Al otro lado del país, NYC por el Derecho al Aborto llevó la lucha a las puertas de la propia derecha religiosa y armó piquetes frente a la iglesia donde los oponentes al derecho al aborto se organizaban. Los manifestantes a favor del derecho al aborto enfrentaron la protesta de la derecha antes de que pudieran llegar a la clínica.

Y en Madison, Wisconsin, y Minneapolis-St. Paul, Minessota, activistas a favor del derecho al aborto se plantaron contra el mal-llamado “derecho a la vida” cuando este tocó las puertas de la ciudad. Ambos lugares iniciaron sus primeros grupos de defensa clínica, creando redes que podrían ser activadas en el futuro cuando sea necesario.

En octubre, cuando el Senado deliberaba sobre la nominación de Brett Kavanaugh a la Corte Suprema, aún después de que la Dra. Christine Blasey Ford lo acusara de haberla agredido sexualmente cuando asistieron juntos a la secundaria, la resistencia una vez más se construyó desde abajo.

Desde los escalones del Capitolio hasta las oficinas de un senador demócrata en West Virginia, las y los opositores de Kavanaugh hicieron oír sus voces.

Quizás el ejemplo más poderoso fue el de sobrevivientes de agresión sexual que bloquearon al senador Republicano Jeff Flake en un ascensor del Capitolio diciéndole: “Mírame cuando te hablo. ¡¿Me estás diciendo que el abuso que sufrí no importa?!”

Si bien muchas de estas protestas contra Kavanaugh fueron de tamaño modesto, y nuestro lado no pudo ganar esa batalla, las manifestaciones no pueden ser subestimadas. Fueron importantes expresiones de la potencial oposición que existe, aunque esta oposición esté partiendo de cero.

El hecho es que las organizaciones femeninas más renombradas tienen cofres llenos para las campañas electorales, pero no gastan ni un centavo en las protestas necesarias para impedir que la derecha haga retroceder el reloj de nuestros derechos.

Las protestas importan, y nuestro lado tiene mucho trabajo por delante para hacer nuestra voz tan grande, fuerte y poderosa como sea posible.


A MEDIDA que continuamos construyendo la resistencia, los debates y discusiones sobre el rumbo del movimiento y el tipo de política que liderará el camino serán tan importantes como siempre.

Este año, las mismas Marchas de Mujeres han sido objeto de debate.

En Chicago, las organizadoras de la anterior Marcha de Mujeres, que convocaron a unas 300.000 personas, anunciaron que no organizarían una marcha para 2019, argumentando que ya habían gastado sus recursos en una “Marcha a las Urnas” en octubre de 2018 para movilizar el voto demócratas en las elecciones legislativas.

Por otra parte, las organizadoras de la Marcha de la Mujer en la ciudad de Nueva York fueron calumniadas con acusaciones de “antisemitismo”. El efecto fue la siembra de confusión y divisiones que grandemente complicaron la organización de la protesta este año.

A pesar de esto, activistas de muchas ciudades del país se unirán por la Marcha de las Mujeres y en algunas, varios grupos de izquierda están explorando formas de unir a la gente en torno a una serie de demandas que puedan fortalecer nuestro movimiento.

En muchos lugares, socialistas, feministas y otras activistas se unieron contingentes en torno a la demanda “Por un Feminismo del 99 por ciento”, con el objeto de enfatizar las demandas de la mujer trabajadora, las comunidades LGBTQIA y las mujeres de color, a nivel internacional.

La declaración invita a las personas a unirse a estos contingentes, mencionando que:

Un feminismo para el 99 por ciento debe conquistar la igualdad salarial pero, además, salarios a escala sindical para todos. Debemos preservar y ampliar el acceso al aborto, lo que pasa por la derogación de la Enmienda Hyde, a un grado tan completo que sólo es factible garantizar a través de un sistema universal de salud. Para nosotras, la justicia reproductiva no sólo significa aborto gratuito y seguro cuando la persona lo requiera, sino también acceso a recursos públicos para criar a nuestros hijos e hijas sin temor al encarcelamiento masivo, deportación o violencia.

¿Cómo podemos construir tal feminismo? El proceso ya ha empezado. Los movimientos #MeToo y #TimesUp no solo han expuesto la prevalencia de la violencia sexual en las vidas de las mujeres, sino también han demostrado que podemos luchar contra este sistema que protege a los perpetradores de esa violencia. Mientras tanto, las huelgas en educación, hoteles y salud, que van desde West Virginia, el Estado de Washington, Boston, Chicago, San Francisco y muchas más, han puesto en relieve el rol protagónico que las mujeres y la gente de color tienen en la reconstrucción de una clase trabajadora combativa.


LAS DEMANDAS que estas activistas traen a la marcha son: cuidado infantil gratuito, la derogación de la Enmienda Hyde, el fin de la criminalización de las mujeres negras, y un sistema de salud universal con pleno acceso reproductivo.

En la ciudad de Nueva York, hay planes para un fin de semana de reuniones y eventos con el fin de reunir a la gente y discutir sobre lo que podemos hacer más allá de la marcha, como defender el derecho al aborto de los ataques a las clínicas y discutir los próximos pasos del Movimiento #MeToo contra la agresión sexual, incluyendo la lucha en nuestros lugares de trabajo.

En el Área de la Bahía y en otros lugares también se están planificando reuniones públicas en marzo para celebrar el Día Internacional de la Mujer.

Esta podría ser una oportunidad para resaltar las contribuciones de las mujeres obreras y socialistas en la lucha por la liberación de la mujer y qué tipo de movimiento necesitamos hoy.

Estas iniciativas también pueden ser la base para las futuras colaboraciones para el Día Internacional de la Mujer, en marzo, cuando probablemente haya protestas en todo el país. Las y los socialistas debemos considerar organizar conferencias y foros para educar y organizar una nueva generación de activistas.

Las expresiones de solidaridad en las calles por la Marcha de la Mujer en el pasado han demostrado el potencial para resistir a Trump y luchar por la liberación de la mujer y la justicia de género, no importa quien ocupe la Casa Blanca.

Este es el tipo de movimiento por la liberación de la mujer que tanta falta ha hecho por mucho tiempo, uno que se preocupa por los problemas de la vida diaria de las mujeres, desde sus derechos reproductivos a su protección contra la agresión sexual, y es independiente e intransigente en sus demandas.

Traducido por Kelly Ventura and Damian Reyes

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