Una rebelión contra el racismo y la pobreza
reporta sobre las protestas y disturbios agitando la política británica.
GRAN BRETAÑA tambalea después de varias noches de violentos disturbios en las principales ciudades del país, en lo que fue el peor amotinamiento civil en décadas.
Lo que comenzó como una protesta contra el racismo y la brutalidad de la policía se transformó en una crisis de todo el orden social y político, con la policía perdiendo el control de varios barrios en algunas de las ciudades más importantes del país.
Los primeros motines ocurrieron tras al asesinato de Mark Duggan, un afro-británico, 29 años de edad y padre de cuatro, por parte de la policía en Tottenham, en el norte de Londres. Duggan viajaba en un taxi el jueves, 4 de agosto, cuando la policía lo detuvo en una operación contra el crimen armado en los barrios negros, y tras un incidente la policía le disparó dos veces. Testigos reportan que Duggan estaba inmovilizado en el suelo cuando el tiroteo ocurrió.
Al comienzo, la Policía Metropolitana de Londres dijo que Duggan estaba armado y que había disparado a los agentes. Más tarde se supo, sin embargo, que las únicas balas disparadas fueron las de la policía.
Los residentes de Tottenham, hartos del repetido acoso policial, y en particular del racismo contra la juventud negra del barrio, organizaron una protesta pacífica frente a la estación de policía local la noche siguiente. Pero cuando la policía antimotines enfrentó a los manifestantes, la protesta se transformó en una batalla entre la juventud del barrio y la policía local.
El asesinato de Duggan y la pesada respuesta de la policía a la protesta en su contra claramente tocaron un nervio en los barrios pobres de Londres. La batalla se propagó a las áreas aledañas durante el fin de semana, con una multitud de jóvenes confrontando a la policía, atacando coches y saqueando tiendas. Para el lunes, los disturbios se habían extendido a las ciudades de Birmingham, Bristol, Leeds y Liverpool. En Londres, la policía fue superada y desbordada, con una parte importante de la capital en llamas y en manos de los amotinados.
La reacción de la clase dominante a los disturbios ha sido típicamente hipócrita y reaccionaria. Políticos, jefes policíacos y expertos de los medios de comunicación, todos por igual, han denunciado la rebelión como "criminalidad sin sentido" y niegan las causas sociales y políticas de la violencia. Por ejemplo, Boris Johnson, el alcalde de Londres, del Partido Conservador, dijo que: "Es hora de que aquellos dedicados al pillaje y a la violencia paren de aludir a justificaciones económicas y sociales."
A nivel nacional, la alianza de gobierno liderada por los conservadores y los liberales demócratas estaba ominosamente hablando de triplicar el número de policías en las calles e incluso de darles permiso para utilizar balines de goma contra los manifestantes--una movida sin precedentes en el Reino Unido, aunque muy usada en las colonias británicas, como Irlanda del Norte.
NO ES coincidencia, por supuesto, que estos eventos estén desarrollándose en los barrios más pobres del país. Los jóvenes en estas áreas han crecido en un ambiente de pobreza y racismo, bajo el rutinario acoso policial, con altas tasas de desempleo juvenil, incluso antes de la crisis económica en curso.
Como si las cosas no fueran ya lo suficientemente malas en las ciudades británicas, el gobierno conservador se ha embarcado en un ambicioso programa de medidas de austeridad diseñado para hacer que la gente pobre y la clase obrera pague por la crisis económica.
Uno de los manifestantes resumió así las condiciones para los jóvenes de clase obrera a un periodista de Reuters:
Este es el gueto, se trata de los barrios pobres, a ellos no les importa qué pasa con nosotros. Yo he sido parado por la policía afuera de mi casa sin motivo. No hay trabajos... pero aún así quieren recortar los servicios. No tenemos manera alguna de sobrevivir y a nadie le importa. Esto es una injusticia, y ya tuvimos suficiente.
Además, estos jóvenes han visto como los banqueros y políticos que destruyeron la economía británica aún se pasean libres. Ellos veranean en Toscana, como el primer ministro David Cameron, o en Beverley Hills, como el canciller George Osborne, mientras los jóvenes negros obtienen nada más que recortes y acoso policial.
Y cuando las tensiones en la vida de la gente--el racismo, el aumento de la pobreza, la alienación y la miseria--llegan a un punto de ebullición, aquellos en el poder los aleccionan sobre cómo "la violencia es mala", sin siquiera una vez reconocer la violencia cotidiana en la vida de los pobres y clase obrera.
Cuando un periodista de NBC preguntó un joven manifestante si los disturbios habían conseguido algo, su elocuente respuesta fue:
Pues, sí. Tú no estarías hablando conmigo si no nos hubiéramos amotinados, ¿verdad? Hace dos meses, marchamos a Scotland Yard [el cuartel de la policía de Londres]--más de 2.000 de nosotros, todos negros--pacífica y tranquilamente, y ¿sabes qué? Ni una sola palabra en la prensa. Ayer por la noche, un poco de disturbios y saqueos, y mira ahora.
El veterano socialista y autor Tariq Ali apunta su dedo a la hipocresía de la clase política y los medios de comunicación:
Ellos privilegian al rico. Ellos le dejan saber a los jueces y magistrados que deben hacer un ejemplo dando sentencias punitivas a los manifestantes hallados con cerbatanas. Nunca cuestionan seriamente por qué ningún policía ha sido procesado por ninguna de las más de mil muertes de detenidos desde 1990...
Sí, sabemos que la violencia en las calles de Londres no está bien. Sí, sabemos que está mal saquear las tiendas. Pero, ¿por qué está sucediendo ahora? ¿Por qué no ocurrió el año pasado? Porque los gravámenes se acumulan con el tiempo. Porque cuando el sistema permite la muerte de jóvenes ciudadanos negros de una comunidad de escasos recursos, al mismo tiempo, si inconscientemente, permite una respuesta.
En última instancia, los disturbios en Inglaterra deben ser vistos como otra expresión de la rebelión mundial contra la austeridad y la represión estatal. Muchos de los jóvenes en las calles hoy, probablemente participaron en las enormes y militantes protestas estudiantiles del año pasado en Londres. Ellos han visto motines, huelgas, manifestaciones masivas y revoluciones extendiéndose desde Grecia y España al Medio Oriente y más allá.
Alegóricamente, los disturbios en Londres estallaron al mismo tiempo que los mercados financieros mundiales caían debido a la inquietud causada por la economía estadounidense aproximándose a una nueva recesión y la crisis de la deuda europea extendiéndose a Italia y España. El sistema capitalista no tiene nada que ofrecer a los jóvenes, y era sólo cuestión de tiempo antes de que su ira estallara.
Estas no son las primeras revueltas de la crisis, y no serán las últimas.
Traducido por Orlando Sepúlveda