Presidente para la austeridad

November 2, 2012

La historia nos muestra que el "mal menor" no es una garantía contra el "mal mayor".

LA CARRERA presidencial entre Barack Obama y Mitt Romney tendrá un final fotográfico.

Leyendo cada día las encuestas en los medios de comunicación, es una carrera cerrada donde los dos candidatos avanzan cuello a cuello con apenas unos días para llegar a la meta. Pero también es cerrada en aspectos de los cuales nunca oímos hablar en la prensa, ni de la boca de los candidatos, ni de sus partidarios. En asuntos políticos de importancia, Obama y Romney están tan cerradamente cerca el uno del otro que sus similitudes opacan sus diferencias.

Esto no es lo que la mayoría de la gente habla a una semana de la elección. Pero es lo que la izquierda debe considerar así como los emplazamientos para votar por Obama y parar a Romney se hacen más voluminosos.

La dinámica de la carrera presidencial cambió fundamentalmente con el primer debate a comienzos de octubre, cuando la combinación de una pésima actuación por parte de Obama y la imagen de aparente competencia de Romney, después de un verano de tropiezos, dieron impulso a los republicanos. Desde entonces, ésta ha sido una reñida carrera, de acuerdo a las encuestas seguidas por Pollster.com--con Romney ganando apenas el voto popular, y Obama con una ligera ventaja en el Colegio Electoral.

Mitt Romney and Barack Obama meet at their second debate

Pero bajo una vista panorámica, la dinámica de las elecciones no ha cambiado. El tema dominante de la política estadounidense en los últimos cuatro años ha sido el esfuerzo por imponer medidas de austeridad que hacen que los trabajadores paguen por la crisis. En esta cuestión, Obama y Romney están mucho más de acuerdo de lo que sus retóricas sugieren.

En otros temas, por ejemplo el derecho al aborto, las diferencias entre los candidatos, y especialmente sus partidos, son claras; pero no tanto como suelen ser retratadas. Por otra parte, la visión de altaneros y envalentonados derechistas, tras una victoria de Romney, revolcando su algarabía en la derrota del primer presidente afro americano, contra el que han despotricado desde el primer día, tuerce las tripas.

Pero cualquiera que quiera votar por Obama como "el mal menor" debe contemplar las preguntas que han quedado sin respuesta durante su campaña.

Desde "reformar" el Seguro Social y Medicare, a mantener las históricamente bajas tasas de impuestos a los ricos, a continuar el ataque a la educación pública y a los maestros, a reducir la ayuda gubernamental a los más pobres y vulnerables--en todas estas materias--Barack Obama y Mitt Romney están fundamentalmente del mismo lado, aunque pueden difieran en los detalles.

Esta es la razón por la que aquel que de verdad quiera construir una resistencia a todo esto debe ponerse de pie y, el próximo 6 de noviembre, no apoyar a Obama o Romney, ni a sus partidos.


¿CUÁLES SERÁN las prioridades del próximo presidente de Estados Unidos de la Austeridad?

Si Romney gana la elección, sabemos qué esperar: una masacre presupuestaria. Romney ha adoptado, casi a la letra, el presupuesto republicano elaborado por su compañero de fórmula, el congresista Paul Ryan.

Éste busca satisfacer la lista de deseos de la guerra de clases de las corporaciones: reducir las tasas de impuesto sobre la renta y los negocios y eliminar el impuesto a las ganancias de capital, convertir Medicare en un sistema de vales para subvencionar la compra de un seguro de salud privado, aumentar el gasto de defensa, derogar la ley de salud de Obama, y reducir el gasto interno, especialmente para programas como Medicaid y cupones de alimentos para los pobres.

Ryan y Romney venden esta agenda con la retórica de mantener el déficit bajo control, pero su objetivo es diferente. Como Jonathan Chait, de The New Yorker, señaló, "[L]as partes del plan con cambios políticos específicos contienen mucho más maneras de aumentar el déficit (reducción de impuestos, subida del gasto de defensa) que en reducirlo (intenciones generalizadas de eliminar las deducciones de impuestos y reducir el gasto interno)".

Ésta es una receta para repetir los años Bush--bonanza para los ricos, mientras el gobierno federal es estrangulado de ingresos, y así justificar para la siguiente ronda de recortes.

¿Pero qué hay de Barack Obama? Su campaña y sus partidarios lo presentan como totalmente opuesto a Romney. Pero prestando atención a las propias palabras de Obama, se pueden oír temas y propuestas similares.

En una entrevista con el Des Moines Register--donde Obama habló con más franqueza que lo usual porque pensó que no sería publicada palabra por palabra--el presidente expuso su plan para su segundo mandato, y arriba en la lista estaba lograr un "gran acuerdo" con los republicanos para reducir el déficit federal en $4 billones en 10 años.

¿Qué es el "gran acuerdo"? Ya en el verano de 2011, durante el debate en Washington sobre el alza del techo de la deuda, Obama se reunió con el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, para llegar a un acuerdo global para alcanzar los $4 billones de reducción del déficit.

El candidato que hoy se compromete a mantener el Seguro Social y Medicare a salvo de los maniáticos republicano propone más de $1 billón en recortes al Medicare en 20 años, una reducción de $360 mil millones en Medicaid durante el mismo período, y una reducción sustancial de los beneficios del Seguro Social. En total, Obama ofreció cuatro veces más en recortes al gastos que adicionales ingresos por medio más altos de impuestos--un acuerdo mucho peor que el propuesto por los "halcones del déficit" de la comisión Simpson-Bowles en 2010.

Una ganga, ¿no? Pero aunque parezca increíble, Boehner no la tomó. Ahora Obama dijo al Register que cree que puede hacerlo, si obtiene un segundo mandato, dentro de los primeros seis meses de 2013.

Y ni siquiera puede esperar tanto tiempo para volver a intentarlo. El 1 de enero, los recortes fiscales de la era Bush están por expirar, y $110 millones en recortes de gastos automáticos--consecuencia del debate sobre el techo de la deuda--también entrarán en vigor. En conjunto, estas dos acciones son llamadas el "precipicio fiscal".

Aunque pocos en los medios lo notaron, Obama dijo en el último debate presidencial que no iba a permitir que los recortes automáticos, que en gran parte golpean al Departamento de Defensa, entren en rigor. Tras las cortinas, los funcionarios de la administración han estado flotando este escenario si gana Obama: Durante la sesión saliente del Congreso, después de las elecciones de noviembre, los republicanos están de acuerdo con algunos aumentos de impuestos como parte del "gran acuerdo", a cambio de evitar el "precipicio fiscal".

Si bien suena increíblemente estúpido--victoriosos demócratas demandando a los derrotados republicanos pasar algunas de sus propuestas más preciadas, como la "reforma" de la Seguridad Social y Medicare--los partidarios demócratas más fieles parecen temer exactamente este resultado.

A finales de octubre, el presidente de la AFL-CIO, Richard Trumka arremetió en un artículo de opinión para Politico en contra de negociar "el gran acuerdo... Todo se reduce a tasas de impuestos más bajas para los ricos, pagados por los recortes de beneficios del Seguro Social, Medicare y Medicaid... porque esta es la única manera en que los republicanos estarán de acuerdo en que más impuestos". Los sindicatos están planeando protestas para el 8 de noviembre, dos días después de las elecciones, para exigir a los legisladores rechazar un acuerdo de reducción del déficit que corte Medicare y el Seguro Social.

El artículo de Trumka tuvo el tacto evitar mencionar a la administración Obama, pero Roger Hickey, co-presidente de la Campaña para el Futuro de América, que está trabajando con el movimiento laboral en la iniciativa de noviembre 8, fue menos sutil. Como le dijo a The Hill:

Va a ser un gran esfuerzo de muchos grupos para asegurarse de que aquellos por los que votamos no nos tiren al río. Gente, grupos, organizaciones y redes están trabajando muy duro para elegir a Obama y a los demócratas, y sin embargo, están preocupados de que podamos ser vendidos casi de inmediato.

Por supuesto, ni los sindicatos ni los grupos liberales, como el de Hickey, consideraría ni siquiera amenazar con retirar el apoyo a los demócratas. Pero es revelador que piensen que el hombre por el que gastan millones para re-elegir el 6 de noviembre podría traicionarlos el 7.


ESTAS SOSPECHAS sobre Obama y su administración están bien fundadas, dado el antecedente de los últimos cuatro años.

Las quejas de los republicanos de que Obama ha sido hostil a los negocios y por lo tanto malo para la economía son fácilmente refutadas. De hecho, durante los cuatro años de Obama, a las corporaciones estadounidenses les ha ido mejor que con cualquier otro presidente desde el comienzo del siglo 20, por ejemplo, las ganancias empresariales reales han crecido, en promedio, un increíble 77,9 por ciento anual desde enero de 2009.

Claro que las ganancias corporativas estaban en su punto más bajo cuando Obama asumió el cargo, por lo que no había donde sino hacia arriba. Pero no se puede evitar el contraste que Matt Stoller hace en su excelente artículo en Salon.com "El caso progresista contra Obama".

Stoller, editor contribuyente del blog Naked Capitalism, presenta un gráfico que muestra cómo las ganancias corporativas cayeron y luego rebotaron, alcanzando nuevos máximos históricos por encima de los niveles previos a la recesión. Mientras tanto, el valor total de la propiedad real de los hogares--la tienda principal de ahorros para las personas comunes y corrientes--se hundió y se hundió un poco más, antes de estabilizarse y permanecer estancado desde entonces. Como Stoller escribe:

Esos 5 a7 billones de dólares de ahorros perdidos no regresaron, mientras que los activos financieros y el provecho empresarial sí... [E]sto no tiene precedentes en la historia desde la posguerra. El valor de la vivienda y las ganancias empresariales simplemente nunca se han distanciando de esta manera, lo que era bueno para GM siempre había, hasta hace poco, sido bueno, si no es para Estados Unidos, al menos para el balance de los propietarios. Las políticas de Obama rompieron este vínculo, completamente.

La última frase Stoller no es un golpe bajo. las políticas de Obama son directamente responsables de la increíble falta de conexión entre los nuevos buenos tiempos de las grandes empresas y los continuos malos tiempos para los trabajadores.

Para tomar un ejemplo entre muchos, el nuevo gobierno adoptó casi sin cambio el rescate de la administración Bush a Wall Street, cometiendo miles de millones de dólares para garantizar la salud de los bancos--al tiempo en que el nuevo gobierno, con un apoyo popular abrumador y grandes mayorías en ambas cámaras del Congreso, podría haber dictado los términos a la élite financiera.

En cuanto a los millones de propietarios de viviendas que enfrentan ejecución hipotecaria, como consecuencia de los préstamos depredadores y el casino capitalista en Wall Street, sólo recibieron una fracción de los mismos recursos financieros.

Los republicanos son notorios por ser ávidos servidores de Wall Street, pero como el analista económico izquierdista, Nomi Prins, ha señalado no importa qué partido gane la Casa Blanca, los banqueros no perderán:

[C]uando se trata de la banca, las finanzas y la corriente subvención de Wall Street, la actitud de los dos candidatos presidenciales y sus partidos hacia el sector bancario es similar--es decir, debe ser preservado, tal cual, a toda costa, y ni hablar de lo contrario.

Obama no ha traído una "reforma radical" a la banca establecida, ni Romney necesita exudar balbuceo desregulador, porque nada estructuralmente sustancial ha sido hecho para arrear a los mayores bancos del sector financiero, habilitados, como lo son, por entidades desde la SEC a la Reserva Federal a la Secretaría de Hacienda a la Casa Blanca.


ANTE ESTO, no es de extrañar que algunos sectores de la clase dominante de EE.UU. apoyan a Obama en las elecciones de 2012.

Por cierto, ahí está el facción "destroza y agarra" del capitalismo estadounidenses que desprecia a Obama por querer cobrarles impuestos a muerte, aunque la evidencia pruebe lo contrario--gente como el multimillonario Stephen Schwarzman, que una vez comparó una propuesta demócrata para cerrar un obscura laguna de impuesto a "cuando Hitler invadió Polonia en 1939".

Pero junto con el Schwarzmans Stephen, está la gente como Warren Buffet--el multimillonario inversionista que no sólo apoya a Obama, sino también mayores impuestos a los ricos, no porque sea un socialista, sino porque cree que el capitalismo funcionará más eficientemente de esa manera.

Es digno de mención en este respecto que el apoyo de los principales periódicos a Obama incluyen no sólo los sospechosos de siempre, como el New York Times y The Washington Post, sino también el Chicago Tribune--bastión conservador que ha apoyado a un candidato presidencial demócrata exactamente dos veces en 165 años.

El razonamiento del Chicago Tribune nos trae de vuelta al asunto del "gran acuerdo" para lograr la reducción del déficit. "Esta nación no enfrenta otra mayor amenaza existencial que el enorme endeudamiento federal que pone en peligro la América de hoy y, mucho más importante, la de nuestros hijos", escribió el Tribune. "¿Cuál de estos dos candidatos, entonces, es más probable llegar a un gran acuerdo sobre la deuda con el Congreso?"

La respuesta del Tribune: Barack Obama.

Así, que una de las más fiable voces republicanas entre los medios de comunicación corporativos apoya a Obama precisamente porque piensa que él, no Romney, es más probable lleve a cabo el programa de la clase dominante de estadounidense de bajar aún más los niveles de vida de la clase obrera, mientras que América Inc. expande su poder y ganancias.

Millones de personas, comprensiblemente, temen la perspectiva de una victoria republicana el 6 de noviembre. Romney y Ryan buscan una ofensiva de quema y roza de más austeridad, más recortes y más chivos expiatorios. Como SocialistWorker.org no ha dejado de señalar, el racismo y la intolerancia aterradores en el seno del Partido Republicano salen más y más a la superficie a medida que las elecciones se acercan.

Pero la historia demuestra que el voto por el "mal menor" no es una garantía contra el "mal mayor". Al contrario, el mal a veces tiene una mejor oportunidad si el "menor" allana el camino y ofrece cubierta.

La lucha contra la austeridad y el neoliberalismo tendrán que continuar después de 6 de noviembre, sin importar quién gane la Casa Blanca. Pero un paso en esa lucha es trazar una línea política ahora--contra prestar nuestro apoyo y votos a un partido político y un presidente están del otro lado de la barricada.

Traducido por Orlando Sepúlveda

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