¿Cómo pudo esto pasar?

January 3, 2013

Nicole Colson revisa los hechos del doloroso tiroteo en la Escuela Elemental Sandy Hook--y pregunta cuáles son las causas reales de la violencia.

LA NOTICIA quebró nuestros corazones: 20 niñas y niños, todos entre 6 y 7 años de edad, balaceados a muerte, junto a cuatro maestras, la directora y la psicóloga escolar en la primaria Sandy Hook de Newton, Connecticut. El pistolero, Adam Lanza, había asesinado a su madre horas antes, y más tarde se suicidó.

Desgarra aprender sobre las víctimas y considerar el dolor y el horror de sus familias: Charlotte Bacon, de 6 años, quien rogó a su mamá lucir su nuevo vestido y botas rosa a la escuela, aunque eran para las celebraciones de fin de año. O Ana Marquez-Greene, de 6 años, cuya familia se había mudado a Connecticut dos meses antes desde Canadá, por la reputación de la comunidad como un lugar acogedor.

O la maestra Lauren Rousseau, quien finalmente este otoño había obtenido un trabajo de jornada completa después de haber sido maestra sustituta durante años. O su compañera maestra Victoria Soto, de quien cuentan que antes de perder la vida de un disparo salvó la de sus alumnos escondiéndolos en un armario y diciéndole a Lanza que se encontraban en el gimnasio.

Outside Sandy Hook Elementary School in the aftermath of the shootings

La psicóloga de la escuela, Mary Sherlach, y la directora, Dawn Hochsprung, fueron las primeras en enfrentarse al pistolero. Ellas corrieron hacia el sonido de los disparos con la esperanza de salvar vidas.

Crímenes violentos como este rasgan algo de cada familia y comunidad que tocan. Y el hecho de que la mayoría de las víctimas en este caso fueran infantes redobla el horror. En medio de las manifestaciones de dolor en Connecticut--y a lo largo de todo el país--millones de personas se preguntan: ¿Cómo pudo esto pasar? y ¿por qué?


EL TIROTEO sacó a la luz lo mejor y lo peor.

Para mucha gente, la respuesta instintiva fue una de solidaridad y empatía –ofrecer el hombro, ofrecer ayuda y consuelo.

Del otro lado, el brutal sensacionalismo de los medios, con enjambres de micrófonos sobre las caras de aterrados niños, buscando sus "reacciones," y la irresponsable especulación sobre la salud mental de Lanza, su vida privada y sus motivaciones. También hubo la idiota respuesta de quienes buscaron sacar provecho político de la tragedia, como el gobernador de Arkansas, Mike Huckabee, declarando "nos preguntamos por qué hay violencia en nuestras escuelas, cuando hemos removido sistemáticamente a Dios de nuestras escuelas."

En la secuela de tal horror, es natural que la gente quiera saber: "¿por qué?" Es una pregunta que debe ser hecha. Por nuestra, las respuestas que escuchamos de parte de los líderes políticos y los medios masivos estarán tristemente faltas de lo que merecemos.

Se apuraron a decir que Lanza estaba mentalmente enfermo, pero no que es más probable para una persona con problemas mentales ser víctima que victimario en crímenes violentos. Escuchamos cuán fácil fue para Lanza obtener a la abultada colección de armas de su madre, pero eso no explica por qué decidió usarlas; algunos reportajes culparon a su madre, pero se enfocaron en los video-juegos que cuentan que el pistolero disfrutaba.

Sin embargo, hasta cuando este reportaje fue escrito, aún sabemos poco de Lanza y absolutamente nada de sus motivos para planear y perpetrar el masivo asesinato. Así, la especulación de los medios acerca del supuesto autismo y otros desórdenes de Lanza son particularmente irresponsables en una sociedad que rutinariamente trata a personas con condiciones y discapacidades mentales como "problemas" a contener, y no como seres humanos plenos--al tiempo que provee con poco más que nada de apoyo a las familias de estas personas.

Sea cual sea la respuesta que eventualmente emerja, o no, sobre este individuo en particular, será necesaria una discusión mucho más amplia sobre por qué estos terribles hechos ocurren--cada vez con más regularidad, al parecer--dirigiéndonos a la raíz de la violencia en la sociedad estadounidense.


EVENTOS COMO este son particularmente impactantes, pero no son inauditos en EE.UU.

El fácil acceso a las armas provee los medios para llevar a cabo ciertos crímenes. Aquí, uno de cada tres ciudadanos posee un arma y la mitad de las armas del mundo en manos civiles se halla en EE.UU., pero esto no nos dice por qué Lanza actuó. Para eso, debemos mirar hacia una sociedad profundamente alienada, en la cual la violencia es sancionada por las más exaltadas instituciones del país--siempre y cuando los propósitos sean "legítimos", como las guerras que el ejército de EE.UU. libra en el extranjero o como la defensa de la ley y el orden por la policía local.

En lo que va del año, más de 90,000 americanos han sufrido impactos de bala--y en los últimos tres años, han ocurrido 321 tiroteos con un saldo de cuatro o más personas muertas.

Se entiende porque quiénes preguntado cómo pudo la masacre en Newton sido evitada se enfoquen en un más estricto control de armas. Los socialistas creemos que las armas son un síntoma y no una causa de la violencia, pero no podemos ignorar qué nos dice el síntoma del mundo en que vivimos, en el que cualquiera puede comprar miles de rondas de municiones por la Internet, incluso los cartuchos de alta capacidad que aparentemente fueron utilizados en Sandy Hook, cuyo único posible propósito es "cazar" seres humanos.

No obstante, cuando alguien como el Acalde de la ciudad de Nueva York, el republicano Michael Bloomberg, salta a encabezar los llamados por leyes más fuertes para el control de armas, cualquiera en la izquierda debe mostrarse escéptico.

Nos causa espanto al escuchar a Bloomberg hablar de control de armas al mismo tiempo que dirige históricos recortes a los servicios públicos de la ciudad de Nueva York, incluidos los de salud mental, aun cuando podría cubrir la carencia con su propio bolsillo y fortuna personal de $25 mil millones.

Asimismo, Dianne Feinstein, senadora demócrata de California, anunció que en el primer día de sesión del próximo Congreso ella presionará por una nueva prohibición a las armas de asalto. "Nuestras calles, cines, centros comerciales y, sobre todo, nuestras escuelas, no son un lugar para las armas de guerra", dijo Feinstein en un comunicado.

Pero si las "armas de guerra" son usadas en Irak, Afganistán o Pakistán, o tantos otros países alrededor del mundo, Feinstein no tiene problema alguno. De hecho, esta presunta progresista del Partido Democrático ha sido parte importante del edificio ideológico construido para justificar los peores abusos de la "guerra contra el terrorismo", incluyendo torturas físicas que han desembocado en la muerte de detenidos.

Los elementos centrales de la "guerra contra el terrorismo"--entre otros, el racismo contra musulmanes y árabes y el uso por el ejército EE.UU. de aviones autómatas y la tortura--no sólo son aceptados por ambos partidos en Washington. Basta ser testigo de las casi unánimes entusiastas críticas que ha ganado Zero Dark Thirty, de la directora Kathryn Bigelow, una película sobre el asesinato de Osama bin Laden, que reafirma contundentemente que el fin justifica todos los medios cuando se trata de combatir el "terrorismo."

¿Cómo puede el entusiasmo por la viol,ncia profesado por los de arriba no tener efectos en los de abajo?


LOS LÍDERES políticos y los medios pintan la masacre de Newton y otros similares espasmos de violencia como eventos aislados--culpa de individuos solitarios que perdieron los estribos.

Pero esta imagen pasa por alto hasta qué punto la sociedad estadounidense está permeada de ira y alienación. El origen de estos episodios violentos no está en los pobres y los que no tienen poder--tiene su origen en un mundo adonde la existencia diaria de muchos es una lucha real, llena de constantes recordatorios de su impotencia, desamparo e insignificancia ante la sociedad en su conjunto.

El día del tiroteo en Sandy Hook, Barack Obama dijo en una conferencia de prensa que "no hay un padre en América que no sienta el mismo dolor abrumador que siento ahora. Ya sea en una escuela primaria en Newton, o un centro comercial en Oregon, o un templo en Wisconsin, o un cine en Aurora, o una esquina en Chicago, estos vecindarios son nuestros vecindarios, y estos niños son nuestros niños".

Sin duda las palabras de Obama conmovieron a millones de personas. Pero la desconexión que representan es profunda. ¿Cómo puede el jefe del gobierno más poderoso del mundo--un gobierno que tortura, que justifica el bombardeo de inocentes, que sanciona el asesinato de sus propios ciudadanos--hacer un llamado serio a acabar con la violencia?

Es la misma desconexión de la que habló Martin Luther King en su discurso "Más allá de Vietnam" en 1967, cuando desafió la hipocresía de una nación que libraba una cruel guerra imperialista al otro lado del mundo al mismo tiempo que condenaba a los individuos conducidos a la violencia en sus propias vidas:

He intentado ofrecer... mi convicción de que el cambio social más significativo se alcanza con acciones no-violentas. Pero, ellos preguntaron, ¿qué hay de Vietnam? Ellos preguntaron si nuestra propia nación no estaba usando dosis masivas de violencia para resolver sus problemas, para realizar los cambios que quería.

Sus preguntas dieron en el blanco, y entonces supe que nunca más alzaría mi voz contra la violencia de los oprimidos en los guetos sin antes haber hablado fuerte y claro frente al más grande proveedor de violencia en el mundo de hoy, mi propio gobierno.

Es la misma desconexión que Vonda y Michael Shoels mencionaron en 1999, tras la muerte de su hijo Isaiah en la masacre de la Escuela de Columbine, en la cual dos estudiantes, armados con un arsenal de armas de asalto, mataron a 12 de sus compañeros de clase.

En ese momento, como ahora, el presidente de EE.UU. expresó sus palabras de profunda simpatía. Entonces era Bill Clinton quien llamaba a "una cultura de valores en lugar de una cultura de violencia"--mientras infringía una violencia devastadora desde el aire en la guerra contra Serbia. En una carta a Clinton, los Shoels escribieron: "Los que hicieron las bombas caseras a lo mejor y hasta vitorearon la lluvia de sus bombas sobre Kosovo y Yugoslavia. Hay una conexión."

Como Paul D'Amato escribió en la International Socialist Review,

Los Shoels dieron en el clavo de la hipocresía de los políticos capitalistas. Hacen mucho ruido sobre la inadmisibilidad de la violencia--excepto si son ellos quienes la usan para procurar sus propios intereses. Si este es el caso, todo vale, desde bloqueos que matan a cientos de miles de niños, hasta el uso de armas nucleares tácticas. "Los gobiernos más 'humanitarios,' que en tiempos de paz 'detestan' la guerra," escribió el revolucionario Ruso León Trotsky, "proclaman durante la guerra que el más alto deber de su ejército es la exterminación del máximo número posible de personas."

En una vigilia para las víctimas de Sandy Hook el domingo, Barack Obama dijo a la multitud, "seguramente podemos ser mejor que esto."

Seguro que podemos. Pero no hasta que las causas reales de la violencia sean discutidas.

En medio de los tributos y las vigilias que ocurrían en el país y el mundo, hubo una en Karachi, Pakistán. Una foto muestra a un grupo de niños paquistaníes encendiendo candelas en tributo a las víctimas de Sandy Hook, con un cartel que dice "Asesinato en la escuela de Connecticut y--Sentimos [su] dolor como [ustedes] sentirían el nuestro."

En 2011, un reporte del Buró de Periodismo Investigativo encontró que siete años de ataques con aviones automatas sobre Paquistán habían matado al menos 168 niños.

Ese mismo sentido básico de humanidad y solidaridad--la compasión por los seres humanos que sufren a nuestro alrededor--muestra el verdadero camino a seguir.

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