¡Los derechos o la vida!

June 24, 2013

La Agencia Nacional de Seguridad no nos mantiene a salvo. Hace el mundo más peligroso, cada día.

LOS APOLOGISTAS el estado de vigilancia interna tienen una simple respuesta frente a las críticas que encuentran a raíz de la revelación del espionaje llevado a cabo por la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) sobre los propios ciudadanos estadounidenses: Usted debiera estar feliz de que sus derechos hayan sido violados, porque por ello ahora vivimos en un mundo más seguro.

"Los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 ocurrieron, en parte, por no conectar los puntos", dijo el general Keith Alexander, director de la NSA. "Prefiero estar aquí, explicando estos programas, que explicar por qué no pudimos evitar otro 9/11."

Alexander llegó a afirmar que el fisgoneo de la NSA a las comunicaciones telefónicas y digitales ha frustrado 50 planes terroristas en 20 países, incluyendo aquí en Estados Unidos.

La campaña de la clase política para defender sus programas secretos de espionaje ha seguido un libreto predecible: asustar a la gente con la constante amenaza del terrorismo; asegurarles que los "líderes" "nos" protegerán, siempre y cuando aceptemos algunas "modestas intrusiones" a nuestros derechos constitucionales, y, por supuesto, demonizando a quienes exponen sus sucios secretos.

Director of National Intelligence James Clapper

El ex vicepresidente Dick Cheney se asió de las ondas radiales para calumniar a Edward Snowden, quien denunció los programas secretos de la NSA, como un "traidor", posiblemente espiando para China. Por su parte, y con razón, debido al récor de Cheney de infringir la Constitución y defender abiertamente la tortura, Snowden tomó esta acusación como una medalla de honor.

Pero si el retorno de Cheney al alarmismo y a señalar con el dedo fue ridículo, la respuesta del gobierno de Obama ha sido al mismo tiempo escalofriante y más poderosa.

La Casa Blanca demócrata ya se ha distinguido por ser la más agresiva en cazar a funcionarios públicos que recurren a la prensa para denunciar la corrupción o una violación de la ley. Antes de 2009, la Ley de Espionaje de 1917 sólo había sido usada tres veces para procesar a funcionarios públicos acusados de filtrar información clasificada. La administración Obama la ha usado seis veces, a la fecha.

La misma administración insiste en que rinde cuentas ante el Congreso y los tribunales. Pero en realidad, los poderes del Estado son usados casi sin tajo alguno por parte de la mayoría de la población. No hay garantía de que los oficiales electos respondan a la opinión popular, en lugar de los intereses de las corporaciones y los ricos, como hemos aprendido en varias oportunidades en los últimos años. Y eso hablando de los funcionarios electos, pero una gran parte del gobierno, en particular su aparato de seguridad nacional, ni siquiera tiene que enfrentar a una elección.

Por lo tanto, la policía y los espías del gobierno, ni hablar de sus generales, burócratas y políticos, están facultados para llevar a cabo políticas que son directamente contrarias a las creencias y convicciones de la gran mayoría de los ciudadanos que dicen servir, desde nuestro derecho constitucional a la privacidad a nuestro derecho humano a la salud, el trabajo o una jubilación digna.


EL MIEDO es una fuerte motivación, y los políticos lo saben. Como Noam Chomsky explicó una vez, una población asustada es manipulada con mayor facilidad a aceptar políticas que de otro modo resistiría. Eso explica por qué tantos líderes políticos están invocando la tragedia del 11 de septiembre de 2001 para defender a la NSA, doce años más tarde.

Así, el senador republicano John McCain, después de afirmar que el terrorismo está creciendo, sin ofrecer pruebas, entregó lo que él obviamente considera su as bajo la manga: "Si este fuera el 12 septiembre de 2001, no estaríamos teniendo esta discusión".

Al mismo tiempo, los líderes políticos nos piden confiar en que hay controles adecuados para evitar que la NSA, el FBI, la CIA y el resto abusen de nuestros derechos. Pero el historial del gobierno muestra claramente que estas declaraciones son, precisamente, los que más debemos desconfiar.

En marzo, durante una audiencia del Comité de Inteligencia del Senado, el senador Ron Wyden preguntó al Director de Inteligencia Nacional, James Clapper, "¿Acumula la NSA cualquier tipo de datos acerca de los millones o cientos de millones de estadounidenses?" La respuesta de Clapper: "No, señor."

Hoy, Clapper dice que estaba dando la respuesta "menos falsa" que podía.

Lo "menos falsa" es otra manera de decir que mintió al Senado. Pero... al menos el programa de la NSA para espiar la Internet frustró con éxito un plan en 2009 para bombardear el metro en la ciudad de Nueva York, ¿no? Esa es una de las muchas afirmaciones hechas por funcionarios de inteligencia, de manera abierta y anónima en los últimos días.

Esta es la posición de reserva cuando la gente parece reacia a confiar sus derechos al gobierno; afirmar que el aparato de seguridad nacional nos ha mantenido a salvo del terrorismo.

Sólo que este gran "éxito" está en disputa. Según Ben Smith de BuzzFeed, "documentos legales británicos y estadounidenses de 2010 y 2011 contradicen [la afirmación de que la NSA], el que parece ser el último un una larga lista de intentos de defender los programas secretos, haciendo, en el mejor de los casos, engañosas afirmaciones acerca de lo esencial que fueron para detener planes terroristas".

Como el jurista Jonathan Turley escribió en USA Today, refiriéndose específicamente a un plan en Chicago para instalar aún más cámaras a raíz de los atentados de Boston:

Necesitamos resistir los llamados por un mayor Estado de seguridad y poner en perspectiva este ataque... La privacidad está muriendo en Estados Unidos por mil cortes de papel con un sinnúmero de nuevas leyes y sistemas de vigilancia. Antes de lanzarnos a crear una sociedad centinela, podríamos preguntarnos si estas nuevas medidas o dispositivos en realidad nos hacen más seguros, o simplemente nos da la apariencia de seguridad.


SIN EMBARGO, la idea de que toda esta vigilancia está dirigida a "prevenir el terrorismo" es en sí un engaño. Escribiendo en The Guardian, Nafeez Ahmed reporta:

Desde la crisis económica de 2008, los organismos de seguridad han espiado cada vez más a los activistas políticos, especialmente los grupos ambientales, en nombre de los intereses corporativos. Esta actividad está relacionada con los planes de defensa de EE.UU., durante la última década, cada vez más preocupados por el riesgo de disturbios civiles internos provocados por eventos catastróficos, relacionados con el cambio climático, la crisis energética o la crisis económica; o los tres.

Ahmed cita varios documentos de estrategia militar, incluyendo un informe del Instituto de Estudios Estratégicos del Ejército de EE.UU. que declara:

El DoD [Departamento de Defensa] podría verse obligado por las circunstancias a poner sus amplios recursos a disposición de las autoridades civiles para contener y revertir violentas amenazas a la tranquilidad doméstica. Bajo las circunstancias más extremas, esto podría incluir el uso de la fuerza militar contra grupos hostiles dentro de Estados Unidos. Además, el DoD sería, por necesidad, un centro potenciador esencial para la continuidad de la autoridad política en un conflicto multi-estatal o disturbios civiles nacionales.

De hecho, el Departamento de Seguridad Nacional ya está trabajando con agencias locales del orden público en esfuerzos preventivos para descarrilar "disturbios civiles", incluso en el caso de una protesta legal, no violenta. A pesar de las negativas de los funcionarios de inteligencia, se trata de un componente esencial, y no una consecuencia involuntaria, de los aparatos de vigilancia.

Los funcionarios de gobierno quieren reducir el problema de la vigilancia de la NSA a un simple punto: los terroristas quieren sorprendernos, pero nosotros podemos golpearlos primero empleando métodos tecnológicos avanzados para recoger información acerca de ellos.

Pero entre otras cosas, esto ignora cómo la "guerra contra el terror", el uso de la tortura, la detención indefinida, los ataques aéreos no tripulados, las listas de asesinato secretas de Barack Obama, las operaciones de las Fuerzas Especiales y la vigilancia de la NSA, siguen alimentando la amargura y el odio hacia los Estados Unidos de América, potencialmente una fuente de violencia futura.

Los espías y soldados del gobierno no nos mantienen seguros. Ellos hacen el mundo más inestable, más peligroso y más violento, día por día. Eso salta a la vista en Afganistán, Pakistán o Yemen, pero también es cierto en el propio territorio estadounidense.

Como Daniel Ellsberg, el ex analista del Departamento de Defensa que filtró los Papeles del Pentágono que expusieron los crímenes de guerra de Estados Unidos en Vietnam, escribió en The Guardian:

A mi juicio, no ha habido en la historia estadounidense una filtración más importante que la hecha por Edward Snowden con el material de la NSA... la denuncia de Snowden nos da la posibilidad de revertir una parte fundamental de lo que ya parece un "golpe de Estado ejecutivo" en contra de la Constitución.

Desde el 9/11, se ha producido, primero en secreto, pero cada vez más abiertamente, la revocación de la Carta de Derechos por la cual este país luchó hace más de 200 años. En particular, la Cuarta y Quinta enmiendas de la Constitución, que protegen a los ciudadanos de intrusión injustificada por parte del gobierno en sus vidas privadas, han sido virtualmente suspendidas...

Obviamente, Estados Unidos no es aún un Estado policial. Pero dada la magnitud de la invasión en la privacidad de la gente, tenemos ahora la infraestructura electrónica y legislativa plena para tal Estado. Si, por ejemplo, hubiera ahora una guerra que produjera un movimiento anti-bélico a gran escala, como el que teníamos en contra de la guerra de Vietnam, o, más probablemente, si sufrimos un ataque más a la escala de 9/11, temo por nuestra democracia. Estos poderes son extremadamente peligrosos.

El primer paso para desafiar todo esto es exponerlo a la luz del día. El segundo es declarar en términos muy claros: No aceptamos una seguridad nacional que trueca nuestros derechos por un más seguro –pero en realidad, mucho más peligroso– mundo.

Traducido por Orlando Sepúlveda

Further Reading

From the archives