Lo dicho, lo hecho y el trecho

July 29, 2013

Barack Obama habló fuertemente en contra de la discriminación racial, pero hay una brecha entre lo que decía y lo que su gobierno ha hecho.

EL AÑO pasado, el asesinato de Trayvon Martin en Sanford, Florida transformó la discusión sobre raza y racismo en Estados Unidos.

Millones fueron horrorizados por la cruel e inevitable conclusión: Martin murió por ser joven, negro, y caminar por donde a alguien no le pareció. "Más que ninguna otra cosa", Khury Petersen-Smith escribió entonces para SocialistWorker.org, "la idea de que con la elección de su primer presidente negro, EE.UU. se había convertido en alguna forma de sociedad post-racial se rompió de una manera en que sólo los más fanáticos delirantes pueden negarlo".

Este año, la absolución de George Zimmerman está igualmente forzando la cuestión del racismo dentro del ámbito político, a pesar de todos los esfuerzos realizados por jueces, abogados, políticos y celebridades para contener la discusión.

Como el año pasado, se ha registrado un incremento del activismo anti-racista y por los derechos civiles, con más por venir. Además, y revelando la magnitud del malestar y la ira tras el veredicto, "el primer presidente negro" se sintió obligado a opinar sobre las condiciones y problemas enfrentados por la gente de color en EE.UU., lo que por más de cinco años evitó ante cada oportunidad que se le presentó.

President Obama speaks at a White House press conference

En una conferencia de prensa, 19 de julio, Barack Obama habló largo y tendido sobre el veredicto y las reacciones que ha tenido. Sus comentarios fueron notables por lo que dijo, reconociendo la amargura y el descontento que muchos sintieron al enterarse. Y después de semanas de una tras otra demonización y distorsión por parte de los principales medios de comunicación, durante y después del juicio, las palabras de Obama resonaron poderosamente en millones de personas.

Pero sus palabras son notables, también, por lo que no dijeron, en especial, que detrás de las actitudes discriminatorias e intolerantes de tipos como George Zimmerman y sus compinches se halla un sistema de discriminación y la intolerancia institucionalizadas contra toda gente de color. Y Barack Obama, como "el primer presidente negro", es en parte responsable por ese sistema.


LA PRIMERA declaración de la Casa Blanca, el día después del veredicto, fue un indignante llamado a la calma y a respetar la decisión el jurado –sin negros–, lleno de clichés sobre la violencia armada.

Pero en la conferencia de prensa del 19 julio, Obama abordó la cuestión de la discriminación racial de frente:

Cuando Trayvon Martin fue disparado, dije que él pudo haber sido mi hijo. Otra forma de decir eso es que Trayvon Martin pudo haber sido mí, hace 35 años. Y cuando pensamos por qué hay tanto dolor en torno a lo que sucedió aquí, al menos en la comunidad afroamericana, creo que es importante reconocer que la comunidad afroamericana mira este problema a través del lente de un conjunto de experiencias e historia que no desaparecen...

Hay muy pocos hombres afroamericanos que no han tenido la experiencia de atravesar la calle y escuchar el clic de las cerraduras en las puertas de los coches. Eso me pasó a mí –al menos antes de que yo fuera senador. Hay muy pocos afroamericanos que no hayan experimentado que al entrar a un ascensor una mujer agarre su bolso con nerviosismo y contenga su respiración hasta tener la oportunidad de salir.

Obama estaba hablando sobre lo que cada afroamericano tiene en común con el joven asesinado en Florida: el trato con sospecha y desprecio por el "delito" de ser negro.

Él incluso reconoció la discriminación racial evidente en el sistema de justicia penal: "La comunidad afroamericana también conoce que hay una historia de disparidades raciales en la aplicación de nuestras leyes penales, desde la pena de muerte a la ejecución de las leyes de drogas".

Acerca de las leyes Mantente Firme (Stand Your Ground) que permiten a los vigilantes como Zimmerman argumentar sus acciones como defensa propia, Obama hizo una difícil pregunta:

[S]i Trayvon Martin hubiera sido de edad y estado armado, ¿podría haberse mantenido firme en esa acera? ¿De hecho pensamos que él hubiera estado justificado en disparar al Sr. Zimmerman, que lo había seguido en un coche, porque se sentía amenazado?... [S]i la respuesta a esa pregunta es al menos ambigua, me parece entonces que querríamos examinar ese tipo de leyes.

Después de días y días de insidiosas verdades a medias, insinuaciones y tergiversaciones sobre el caso de Trayvon Martin, ni hablar de los años y años en que la Casa Blanca demócrata ignoró toda evidencia de la "historia de disparidades raciales en la aplicación de nuestras leyes penales ", el comentario de Obama fue un soplo de aire fresco que seguro dará valor a muchos que quieren demandar justicia para Trayvon Martin, pero no estaban seguros de que si podrían o debieran hacerlo.


SIN EMBARGO, para todos los que alzamos nuestra voz en favor de la justicia, las palabras de Obama suplican algunas preguntas como: ¿Por qué ha hecho el presidente y su administración tan poco en los últimos cinco años para abordar estos y otros asuntos relacionados con los afroamericanos en EE.UU.?

Como el autor Cornel West dijo en Democracy Now, en referencia a la auto-comparación de Obama con Trayvon Martin:

La pregunta es: ¿Va esta identificación a esconder y ocultar el hecho de que tenemos un sistema de justicia penal que casi ha destruido dos generaciones de preciosos, pobres hermanos negros y latinos? Él no había balbuceado ni una palabra hasta ahora. Cinco años en el cargo y no pudo decir nada acerca del Nuevo Jim Crow.

West tiene razón. Obama puede haber hablado poderosamente sobre la experiencia de los que son tratados como criminales cotidianamente, pero ¿qué tiene que decir acerca de la escandalosa tasa de afroamericanos encarcelados, hayan cometido un delito o no? Uno en cada 15 hombres negros mayores de 18 está reo, comparado con uno de cada 106 hombres blancos.

Obama y su gobierno no son inocentes espectadores, tampoco, sino que contribuyen muy directamente al Nuevo Jim Crow.

Vergonzosamente, Obama firmó la Ley de Sentencias Justas, en 2010, para disminuir la disparidad racista en sentencias por posesión de pasta base en comparación con posesión cocaína pura. La ley no puso fin a la disparidad, sólo la rebajó de 100 a 1 a un aún escandaloso 18 a 1.

Además, el Departamento de Justicia de Obama fue a los tribunales el mes pasado para oponerse a que las nuevas directrices de sentencias tengan un carácter retroactivo, es decir, negando toda justicia a las víctimas, mayoritariamente negras, encerradas bajo las antiguas reglas castigando a los consumidores de pasta base con sentencias 100 veces más duras que a los consumidores de cocaína pura.

Más aún, este gobierno ha ampliado muchos componentes de la racista "guerra contra el terror", y puso al falsamente acusado activista por la liberación negra Assata Shakur en la "Lista de los más buscados".

El futuro no parece muy prometedor tampoco después de que Obama sugirió la semana pasada que le gustaría nombrar a Ray Kelly a la jefatura del Departamento de Seguridad Nacional. Sí, Ray Kelly, el mismo comisario de la policía de la ciudad de Nueva York (NYPD) responsable de la notoria práctica de discriminación racial conocida como "parar y registrar".

El uso de "parar y registrar" por NYPD ha quedado en tela de juicio porque es claro que los negros y los latinos son descaradamente señalados para ser parados, y casi ninguna de las víctimas son arrestadas por un delito grave. Sin embargo, Kelly aún defiende la práctica como " esencial. La policía no puede hacer su trabajo sin ella".

¿Debiera él estar a cargo de hacer cumplir la ley federal?


ENTRE LO dicho por Obama sobre la discriminación racial tras el veredicto Zimmerman y lo hecho por su gobierno al frente del sistema de injusticia federal hay graves contradicciones –un enorme trecho entre las expectativas que millones tenían de su presidencia y lo que ésta ha entregado.

Alguna de la frustración por esta contradicción ha convergido en las amargas protestas que han continuado desde el anunciado del veredicto Zimmerman hace un par de semanas. Como resultado, Obama sintió claramente la presión para decir algo más que su primera, atroz declaración.

Igualmente, algunos de los partidarios demócratas más incondicionales entre los principales grupos afroamericanos –la NAACP, la Red de Acción Nacional del reverendo Al Sharpton (NAN) y la Operación PUSH del reverendo Jesse Jackson– han participado en las protestas contra el veredicto.

Sharpton, por supuesto, ha sido un crítico mordaz del autor Cornel West y el locutor Tavis Smiley por haber denunciado a Obama por negarse a abordar asuntos como la pobreza y el desempleo negros. Pero la presión a actuar ha llevado a Sharpton y otros a ponerse detrás de las manifestaciones. Las vigilias en más de 100 ciudades del sábado 20 de julio, por ejemplo, fueron probablemente mayores de lo que hubieran sido de otra manera porque grupos como NAN y PUSH participaron.

Los partidarios del Partido Democrático tendrán diferentes objetivos para estas protestas. Pero cualquier que desee ver un movimiento más amplio y más fuerte contra el racismo debe acoger la iniciativa de los grupos liberales que traen números a la lucha. En ella sus bases pueden participar en los esfuerzos organizativos y, también, escuchar ideas alternativas.

A fines de agosto se cumplirá el 50 aniversario de la marcha por el Trabajo y la Libertad en Washington, en la que Martin Luther King Jr. pronunció su famoso discurso "Tengo un sueño". Como otros eventos en los que el contenido de las palabras de King es destripado, ésta pudo haber sido una inocua celebración, pero ahora tendrá la energía y urgencia que el veredicto Zimmerman le dará.

Al organizar la marcha entre las bases, los activistas no sólo podrán ayudar a movilizar el mayor número posible para enviar un fuerte mensaje de oposición al racismo en Washington, sino también revivir el radical mensaje de King: la lucha por la justicia racial está ligada a la lucha por la justicia económica.

La presión desde abajo ha sido siempre clave –como lo fue forzando a Obama hacer sus comentarios sobre el veredicto Zimmerman. Como Tavis Smiley observó en la Meet the Press de NBC:

Aprecio y aplaudo el hecho de que el presidente finalmente se mostró. Pero esta ciudad ha estado manipulando una historia que no es del todo cierto. Él no caminó al podio para un improvisado discurso a la nación. Fue empujado a ese podio. Una semana de protestas frente a la Casa Blanca y la presión sobre él dentro de la Casa Blanca lo empujaron a ese podio. Así que me alegro de que por fin llegó.

La discusión sobre raza y racismo es prominente una vez más en la política estadounidense. Nuestra tarea es asegurarnos de que la demanda por hechos, no sólo dichos, esté también allí.

Traducido por Orlando Sepúlveda

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