La vía electoral al socialismo
El 11 de septiembre de 1973, el ejército de Chile llevó a cabo un golpe de estado contra el gobierno del socialista Salvador Allende. Lance Selfa reseña la historia.
LA "BATALLA de Chile" fue uno de los momentos decisivos en la vida política de toda una generación de socialistas y luchadores obreros radicalizados a finales de 1960.
La elección, en 1970, del gobierno de la Unidad Popular y del socialista Salvador Allende puso sobre el tapete preguntas que todos los partidos socialistas han debido confrontar desde que las masas obreras ganaron el derecho a voto en el siglo 19: ¿Pueden la clase obrera y los pobres, quienes, después de todo, conforman la inmensa mayoría de la población, construir el socialismo por medio del voto? ¿Cederá la clase dominante su poder tras el mandato de una elección democrática?
Chile parecía ser un buen ejemplo para probar la proposición de que es posible conquistar el socialismo a través de las urnas. Hasta aquel momento, Chile se destacó en América Latina por haber mantenido un régimen parlamentario durante la mayor parte del siglo 20. Los partidos de izquierda que regularmente se presentaban a las elecciones mantenían un fuerte apoyo entre la clase trabajadora del país.
El más prominente de ellos, el Partido Socialista, fue formado en 1933. Consiguió reunir a un buen número de partidos y corrientes más modestas en el seno del movimiento obrero. Desde su fundación se declaró comprometido con el marxismo y con el objetivo de crear una confederación socialista en América Latina.
Sin embargo, en la práctica diaria, el partido estaba comprometido a aprobar reformas en el Congreso. Para el Partido Socialista, la nacionalización de las "altas esferas" de la economía, además de la provisión de salud, educación y servicios sociales públicos, representaba lo que llamó "la vía chilena al socialismo".
En 1958, el Frente de Acción Popular (FRAP), una coalición de socialistas, comunistas y otros partidos de izquierda, unidos tras la candidatura del veterano líder del Partido Socialista Salvador Allende, perdió por un estrecho margen las elecciones presidenciales frente al candidato de la derecha, Jorge Alessandri. En 1964, el FRAP perdió más contundentemente frente Eduardo Frei, del centro-derechista Partido de la Democracia Cristiana (PDC).
Durante sus seis años en poder, el gobierno de Frei llevó a cabo una amplia gama de reformas, incluyendo la nacionalización de las principales empresas y una reforma agraria, con la esperanza de que estos modestos cambios aplacaran las expectativas de los trabajadores rurales y urbanos.
En su lugar, lo cierto es que desataron un torrente de movilizaciones. Los campesinos, hartos de la lentitud de los avances derivados de la ley de la reforma agraria gubernamental, se lanzaron a ocupar las tierras de todo el país. Además, una oleada de huelgas ayudó a precipitar el final del gobierno de Frei. En el año 1967, un paro nacional convocado por la Central Única de Trabajadores (CUT), la federación sindical más importante del país, acabó con la tentativa del gobierno de imponer una cláusula anti-huelga en todos los contratos laborales a nivel nacional.
LA ELECCIÓN presidencial de 1970 se llevó a cabo en medio de un recrudecimiento de la militancia política de los trabajadores. Allende condujo la coalición de izquierda Unidad Popular (UP) a la victoria, en una carrera electoral a tres bandas, junto a Alessandri, el candidato de la derecha tradicional, y Tomic, demócrata cristiano cuyo programa reformista era similar al de Allende. Salvador Allende obtuvo la primera mayoría relativa con el 36 por ciento del voto popular.
En caso de que ningún candidato obtuviese la mayoría absoluta, la Constitución chilena requería que el Congreso eligiera al presidente entre las dos primeras mayorías relativas. Hasta la fecha, el Congreso siempre eligió la primera mayoría. Eventualmente, Allende recibió el respaldo de la Democracia Cristiana en el Congreso para ser elegido presidente, pero a un precio muy alto. Allende firmó una "Declaración de Garantías Constitucionales", comprometiendo al gobierno de la UP a respetar las instituciones del Estado vigentes. Entre otros, Allende se comprometió, a:
1. Garantizar la continuidad del sistema político vigente, junto a las garantías constitucionales a la libertad individual.
2. El sistema jurídico vigente también debía conservarse.
3. Las fuerzas armadas y la policía habían de preservarse con el objeto de garantizar la democracia.
En otras palabras, Allende amarró su gobierno a impulsar los cambios que la clase dirigente y las instituciones chilenas del momento le permitiesen.
En noviembre de 1970, dos meses después de las elecciones, el Congreso ratificó a Allende como presidente legal y constitucional del país. Para millones de trabajadores chilenos, el gobierno de la UP encarnaba las aspiraciones de una vida mejor. La mayoría de los militantes obreros reconocieron a la UP como "su" gobierno. A su vez, gran parte de la izquierda internacional se veía identificada con Chile de manera similar.
No sorprende que las fuerzas hostiles al socialismo y al cambio social estuviesen alarmadas. El embajador de EE.UU. en Chile Edward Korry, escribió lo siguiente en un cable confidencial al Departamento de Estado de septiembre de 1970:
Chile votó serenamente por un Estado marxista-leninista, y se convierte así en la primera nación en el mundo en hacer esta elección libre y conscientemente... Es triste que Chile haya emprendido el camino hacia el comunismo con sólo un poco más que un tercio (36 por ciento) de la población aprobando esta elección, pero es un hecho inmutable. Tendrá el efecto más profundo en América Latina y el resto del mundo. Hemos sufrido una grave derrota. Las consecuencias serán internas e internacionales.
Documentos desclasificados disponibles en el Archivo de Seguridad Nacional de la Universidad George Washington confirmaron que EE.UU. intentó impedir la elección de Allende. Más tarde, en octubre de 1970, colaboró con las fuerzas de la derecha responsables del asesinato del general Schneider, un oficial superior que se opuso a la intromisión en política de los militares. Dado que estas medidas no pudieron evitar el ascenso de Allende al Palacio de la Moneda, el gobierno de EE.UU. apostó por el largo plazo.
El asesor para la Seguridad Nacional estadounidense Henry Kissinger fue el autor de la famosa frase en la que opinaba que EE.UU. no podían consentir que un gobierno se volviese comunista "debido a la irresponsabilidad de su pueblo". Consecuentemente trabajó con su jefe, el presidente Richard Nixon, para sabotear el gobierno de Allende. Incluso antes de que Allende asumiese oficialmente la Presidencia, el Director Adjunto de Planificación de la CIA, Thomas Karamessines, transmitió la orden de Kissinger al jefe de estación de la CIA en Santiago: "Es política firme y continua que Allende sea derrocado por un golpe de Estado". En el mismo comunicado, Karamessines advirtió que la "mano norteamericana" debía permanecer oculta.
Estados Unidos pronto encontró no pocos aliados en Chile en su cruzada contra el gobierno de Allende. Al comienzo, la clase dominante chilena acudió a los tribunales y políticos afines en busca de ayuda contra el gobierno de Allende. Pero pronto estas iniciativas fueron respaldadas con movilizaciones callejeras de las clases media y alta. Durante los siguientes dos años las filas de Patria y Libertad, un movimiento genuinamente fascista que serviría como fuerza de choque contra el gobierno, crecieron.
PUESTO QUE la UP inició una política keynesiana de "reactivación", los puestos de trabajo aumentaron, los salarios y los servicios estatales, la economía brevemente remontaron, y el desempleo se redujo. Pero a finales de 1971, la economía se había estancado y la inflación y la escasez persistieron. El plan respaldado por Estados Unidos de "hacer chillar la economía" y cortar el acceso de Chile a los mercados de crédito y de exportación tuvo su efecto deseado.
Como consecuencia inmediata, los trabajadores comenzaron a tomar la iniciativa ocupando fábricas con el objeto de presionar al gobierno a nacionalizarlas. Un ejemplo ilustrativo es el de la mayor fábrica textil del país en Yarur. Al mismo tiempo, los trabajadores rurales tomaron las tierras agrícolas que permanecían sin trabajar. Como estas acciones de los militantes realmente presionaron al gobierno para acelerar la nacionalización de empresas y granjas, provocando la resistencia la industria y mediana empresa chilenas. Cuando el presidente de Cuba, Fidel Castro visitó Chile en diciembre de 1971, la derecha organizó la "marcha de las ollas vacías", con miles de mujeres de clase media y de la burguesía--algunas arrastrando el servicio doméstico con ellas--llenando las calles para protestar por la escasez.
De esta forma, la derecha demostraba que estaba dispuesta a movilizarse para revertir los resultados de una elección democrática el año anterior. Mientras tanto, la clase obrera, aunque en gran parte conservando su apoyo a la UP, también comenzó a movilizarse más allá de los límites de la política parlamentaria. El gobierno, comprometido como estaba con el mantenimiento de la "legalidad" democrática, se encontró atrapado en el medio.
"La flexibilidad de nuestro sistema institucional nos permite esperar que [el estado] no será una rígida barrera de contención. Y que al igual que nuestro sistema legal, se adaptará a las nuevas exigencias para generar, a través de los cauces constitucionales, la institucionalidad nueva que exige la superación del capitalismo", aseguró Allende en un discurso de 1971.
Pero a medida que la lucha de clases hervía a ambos lados de la división de clases, la UP se vio desgarrada. Como el diario británico Socialist Worker señaló hacia el final de 1971:
Allende ya no está en situación de satisfacer a la misma vez a los dueños de las industrias y a la clase obrera. No tiene más remedio que optar por alinearse con los unos o los otros. La diferencia, no obstante, es que uno de los bandos está armado y el otro no. Lo cierto es que Allende no muestra ninguna inclinación a quebrar una promesa que hizo a la clase media un año atrás: la de no "interferir" en la maquinaria estatal. En su lugar, es probable que utilice su influencia, y la de los burócratas chilenos en el seno de partidos y los sindicatos de la clase obrera, para persuadir a los trabajadores de que soporten sus duras condiciones y la erosión de las reformas del año pasado.
La UP instó a sus seguidores a aceptar que ellos encarnaban el "poder popular", aquellos en el poder en virtud del gobierno de la UP. Pero los militantes interpretaron "poder popular" como una consigna para que arreciase inmediatamente la lucha por el socialismo desde abajo.
A FINALES de 1972, una serie de confrontaciones políticas de clase elevaron la lucha a un nivel superior. Un juez derechista, en el distrito agrícola Maipú, bloqueó las reformas agrarias que eran legales de acuerdo con la legislación aprobada por la UP. Las protestas contra el juez dejaron un saldo de cuarenta y cuatro líderes de los trabajadores agrícolas en la cárcel. Este hecho condujo a una marcha de protesta masiva en Santiago exigiendo al ministro de Agricultura, antiguo miembro del Partido Comunista, que los líderes fuesen puestos en libertad y el juez fuese obligado a reconocer la ley. El gobierno vaciló.
Cuando los trabajadores del "cordón industrial" -el cinturón industrial alrededor de Santiago- se fueron a la huelga en solidaridad con los trabajadores de Maipú, militantes obreros y campesinos se unieron para formar el Cordón Cerrillos--Maipú, un centro de coordinación para la acción y la organización política de los trabajadores. El Cordón emitió una declaración llamando a la nacionalización de las mayores empresas, el control obrero de la producción y una Asamblea Popular que reemplazase el parlamento capitalista.
Si bien de corta duración, el Cordón planteó la cuestión del poder de una manera que el gobierno de la UP no podía tolerar. Ministros de la UP denunciaron al Cordón y a una posterior Asamblea Popular de más de 3.000 militantes reunidos en Concepción como "irresponsables".
Tomando nota de la creciente amenaza de la derecha, los trabajadores pidieron a la UP que les permitiese organizar milicias populares para defenderse de los ataques de la policía y de los matones de Patria y Libertad. Allende también rechazó esas demandas alegando que "no habrá más fuerza armada aquí distinta a las estipuladas por la Constitución (es decir, el Ejército, la Armada y las Fuerzas Aéreas). Es mi deber eliminar cualquier otra si aparece".
Otra gran batalla que demostró lo que estaba en juego en Chile fue la huelga patronal de camioneros de octubre de 1972, también conocida como "la rebelión de los patrones". Importantes empresas de transporte por carretera lanzaron un paro patronal y un boicot para paralizar la economía. Pudo haber tenido éxito si no fuera por la acción de las masas obreras articuladas a través de cordones y comités populares que tomaron el control de la situación. Con los patrones en huelga, los obreros tomaron las fábricas y las redes de distribución, manteniendo así la producción en marcha. De esta manera, se derrotó la huelga patronal.
En las elecciones celebradas sólo unos meses más tarde, la UP aumentó su apoyo en el Congreso. Pero en lugar de sacar provecho de estas derrotas de la derecha para seguir adelante, el gobierno de Allende puso en marcha una campaña para alcanzar la "paz social" y nombró a tres generales en el gabinete. Para Allende, el impulso por la paz social significaba aplacar a las fuerzas de la derecha en el gobierno. En el lugar de la producción, significaba que permitir a los patrones restablecer su autoridad, mientras que se pedía a los trabajadores que se sacrificasen por el bien de la nación.
Cuando en la primavera de 1973 los mineros del cobre de las minas de El Teniente se declararon en huelga para proteger su menguante calidad de vida, los ministros y partidarios del gobierno de la UP los denunciaron como "fascistas" y "traidores". Los mineros de cobre, tradicionalmente el sector más militante y poderoso de la clase obrera, fueron abandonados por la izquierda. Esto hecho abrió la veda a los oportunistas, que se vieron con derecho a presentarse como defensores de los trabajadores
En junio de 1973, el coronel Robert Souper, aliado con Patria y Libertad, lanzó un golpe de estado contra el gobierno. Al igual que ocurrió con la huelga patronal, la derecha fue derrotada gracias a una movilización masiva de los trabajadores. Con el Estado momentáneamente paralizado, el Cordón Cerrillos-Maipú llenó el vacío adjudicándose la toma de decisiones sociales, de forma similar a los consejos de trabajadores en las Revoluciones Rusa de 1917 o Húngara de 1956.
El golpe de Souper fue a todas luces un ensayo general de lo que estaba por venir, y miles de partidarios del gobierno exigieron que la UP organizase milicias populares que pudiesen enfrentarse al próximo intento de golpe.
Una vez más, el gobierno de Allende escogió jurar su lealtad al Estado vigente. Allende introdujo más funcionarios militares en su gabinete, entre ellos el general Augusto Pinochet. Con el apoyo del gobierno, los militares comenzaron a asaltar los lugares de trabajo y de reunión sindical buscando supuestos escondrijos de armas. El ejército utilizó estas redadas para poner a prueba la determinación de los militantes de defenderse cuando eran atacados. Con "su" gobierno ordenando ataques en su contra, la desmoralización se extendió entre los militantes obreros.
El 11 de septiembre de 1973 el ejército chileno, bajo el mando de Pinochet, anuncia un nuevo golpe y los aviones de la Fuerza Aérea atacaron el palacio presidencial. A las pocas horas los militares ya habían tomado el control del gobierno, y Allende y muchos de sus ministros fueron asesinados.
Las policías militar y secreta comenzaron a acorralar a miles de militantes. Muchos "desaparecieron" en el centros de tortura militares auspiciados por la CIA, para nunca más se supiese de ellos. Varios informes oficiales, realizados años después, estiman que la junta arrestó y encarceló a más de 38.000 personas, y asesinó a más de 2.200 en la represión subsiguiente.
Desde entonces, los sucesos trágicos que ocurrieron en Chile de 1970 a 1973 han sido objeto de debate constante en las filas de la izquierda. Aunque hay muchas lecciones que aprender de ese período, una que es clave es la conclusión que Karl Marx señaló en sus escritos sobre la Comuna de París de 1871--un experimento de poder obrero que fue ahogado en sangre. Para Marx, la lección fue que la clase obrera no puede tomar posesión del aparato estatal existente y utilizarlo para llevar a cabo una transformación socialista de la sociedad.
Como el ejemplo de Chile demostró, el Estado capitalista, desde sus tribunales hasta sus fuerzas armadas, es uno de los obstáculos principales para los trabajadores que quieran cambiar el mundo.
Traducido por Joaquín Navarro