Veinte años de lucha zapatista

February 3, 2014

El levantamiento zapatista, iniciado hace más de 20 años, sacudió México y ganó renombre y apoyo en todo el mundo. En este artículo --revisado, actualizado y originalmente escrito para el 10º aniversario de la rebelión-- Lance Selfa y Stuart Easterling examinan las raíces del levantamiento zapatista y su impacto en la política en México y a nivel internacional en los 20 años transcurridos desde entonces.

MIENTRAS LA burguesía mexicana festejaba el Año Nuevo de 1994, con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN, o NAFTA por sus siglas en inglés), más de 2,000 guerrilleros ocuparon cuatro pueblos en el estado sureño de Chiapas, comenzando así una sublevación que se sería celebrada en todo el mundo.

Declarando su intención de marchar hasta la Ciudad de México para derrocar al "mal gobierno" y crear "zonas liberadas" donde la población tendría "el derecho de elegir libre y democráticamente a sus propias autoridades administrativas", los miembros del hasta entonces desconocido Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) aguaron la petulancia de la clase gobernante mexicana.

En su Manifiesto de la Selva Lacandona, los Zapatistas afirmaron su "derecho inalienable" bajo la constitución mexicana "para alterar o modificar la forma de gobierno" y exigieron que el gobierno los reconociera como una fuerza beligerante:

Somos producto de 500 años de luchas: primero contra la esclavitud, en la guerra de Independencia contra España encabezada por los insurgentes, después por evitar ser absorbidos por el expansionismo norteamericano, luego por promulgar nuestra Constitución y expulsar al Imperio Francés de nuestro suelo, después la dictadura porfirista nos negó la aplicación justa de leyes de Reforma y el pueblo se rebeló formando sus propios líderes, surgieron Villa y Zapata, hombres pobres como nosotros.

A sign marking Zapatista territory in the state of Chiapas

Para la élite mexicana, membrecía en el NAFTA representaba la esperanza de construir una relación especial--y lucrativa-- con las corporaciones estadounidenses. Pero para los indígenas campesinos que apoyaron a los Zapatistas, el NAFTA era un "certificado de defunción" --porque socavaría su propia producción agrícola, como dijo un guerrillero en una entrevista radial.

En vez de celebrar la entrada de la economía mexicana al "primer mundo", el gobierno del entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, desató un feroz ataque militar sobre la población civil de Chiapas. Pero a los pocos días, Salinas se vio forzado a cancelar el ataque, dado que cientos de miles de mexicanos abarrotaron el Zócalo, la plaza donde está la sede del gobierno central, para mostrar su solidaridad con los Zapatistas.

El levantamiento Zapatista revivió una izquierda mexicana que había estado inactiva por años y puso sobre relieve la cuestión de los derechos de los 20 millones de indígenas en México. Para la izquierda mundial, el levantamiento representó el primer gran golpe contra el triunfalismo del mercado libre que había reinado después del colapso de la Unión Soviética en 1991. Durante la próxima década, los Zapatistas y su portavoz principal, el Subcomandante Marcos, ayudaron a popularizar la incipiente crítica izquierdista a la agenda librecambista de la globalización corporativa, conocida como el "neoliberalismo".


Las raíces del levantamiento

Para la mayoría de los observadores, la aparición del EZLN fue una sorpresa. El EZLN surgió de brigadas de autodefensa establecidas para defender a los campesinos del terrorismo sufrido a manos de los barones del café y de los rancheros ganaderos de Chiapas.

Las ocupaciones de tierras pacíficas se tornaron sangrientas cuando los terratenientes enviaban a sus pistoleros a atacar a los campesinos. Marcos dijo en una entrevista que al transcurrir el tiempo, "los compañeros vieron que no era suficiente hacer autodefensa en una sola comunidad: sino que [era necesario] establecer alianzas con otras [comunidades] y para a confrontar contingentes militares y paramilitares a una escala mayor".

Si hay un acontecimiento que empujó a estos grupos de autodefensa a embarcarse en rumbo a la insurrección armada éste fue la decisión del gobierno de Salinas, en 1992, de revocar el Artículo 27 de la Constitución Federal. El Artículo 27, producto de la Revolución Mexicana, garantizaba el derecho de los campesinos a peticionar para hacer utilización de tierra privada o estatal en desuso.

Desde la Revolución Mexicana, hace un siglo atrás, la calidad de la tierra distribuida bajo el Artículo 27 había ido empeorando, con sólo cerca de una quinta parte considerada cultivable. Pero al acabar con el Artículo 27, se esfumó la esperanza de los campesinos de, algún día, tener su propia parcela de tierra.

La revocación del Artículo 27 polarizó a las comunidades indígenas y organizaciones campesinas entre aquellas que querían continuar con métodos "pacíficos" de lucha y aquellas que optaron por la "lucha armada". La tendencia que apoyaba la "lucha armada" ganó el debate que surgió sobre cómo responder al gobierno. Mucho antes de que NAFTA hubiera sido ratificado por el Congreso estadounidense, el liderazgo del EZLN ya había fijado la fecha del levantamiento.

El EZLN se desarrollo a partir de esfuerzos hechos por la organización maoísta Política Popular (PP). Su teórico principal, el profesor de la Universidad Nacional Autónoma, Adolfo Berlinguer, argumentó que los estudiantes e intelectuales radicalizados debían vivir entres las masas y organizarlas.

Según un relato, Samuel Ruiz, el arzobispo de Chiapas y proponente de la teología de la liberación, estaba tan impresionado con el trabajo organizativo barrial de PP en Torreón que invitó a sus activistas a mudarse a Chiapas. El Subcomandante Marcos ha dicho que él fue uno de los primeros 12 activistas de PP que llegó a Chiapas en 1983 para organizar una guerra de guerrillas.

Estos radicales operaban bajo la protección de la iglesia, a menudo acompañando a sacerdotes en misiones religiosas áreas rurales. Ellos exigían "trabajo, tierra, albergue, comida, salud, educación, independencia, libertad, justicia y paz" y prometieron formar un "gobierno libre y democrático". Mientras apelaban al nacionalismo mexicano, también hablaban a favor de la población indígena oprimida en México.


Lucha y Solidaridad

El levantamiento de Chiapas fue el primer desafío guerrillero de envergadura contra el régimen mexicano desde los años setenta. Dos veces, el gobierno procuró suprimir militarmente al EZLN --la primera en enero de 1994 y la otra en febrero de 1995. Ambas veces, el gobierno fue forzado a retirarse frente a protestas masivas en la Ciudad de México, en el resto del país y alrededor del mundo.

En mayo de 1994 los Zapatistas forzaron al gobierno a reunirse con sus líderes y a ofrecer una serie de reformas, desde mejoras a los servicios de salud y al saneamiento a un aumento en el precio de los productos agrícolas. El gobierno también accedió a demandas dirigidas a satisfacer las necesidades de la población indígena de la región, tal como apoyar a emisoras de radio en idiomas indígenas.

El EZLN insistió en que la oferta del gobierno era insuficiente y la rechazó en junio de 1994. Desde entonces, tanto como 25,000 tropas han rodeado a los Zapatistas en las colinas de la selva Lacandona, mientras que el ejército conduce una guerra de "baja intensidad" contra la población de Chiapas.

Después de un par de años de negociaciones intermitentes, el EZLN pensó que había llegado a un acuerdo con los representantes del gobierno del Ernesto Zedillo en 1996. Este acuerdo, conocido como los Acuerdos de San Andrés, establece autonomía local para los pueblos indígenas de México, así como nuevos derechos educativos, sociales y culturales, y requería cambios a las leyes federales, estatales y locales, y a la constitución mexicana. El acuerdo compromete al gobierno mexicano a eliminar "la pobreza, la marginalización y la insuficiente participación política de millones de indígenas mexicanos".

Sin embargo, después de firmar los Acuerdos, el gobierno de Zedillo dio marcha atrás y se negó a implementarlos. Mientras tanto, el ejército intensificó su "guerra sucia" contra la población civil de Chiapas en una tentativa de socavar el apoyo a los rebeldes.

El más brutal incidente ocurrió en diciembre de 1997, en la aldea de Acteal, donde 45 civiles, incluyendo 36 mujeres y niños, fueron asesinados por paramilitares apoyados por el gobierno. La masacre de Acteal tuvo como resultado la renuncia del Ministro del Interior y del gobernador de Chiapas, que luego se supo habían tenido conocimiento previo de la masacre.

El EZLN respondió al impasse y al aumento en la violencia tratando de movilizar un apoyo más amplio del público mexicano. En 1999, organizó una consulta nacional sobre la cuestión de los derechos indígenas y la implementación de los Acuerdos de San Andrés. Más de 3 millones de mexicanos tomaron parte en la consulta, y el 95 por ciento de ellos apoyó las demandas del EZLN.

Cuándo en 2000 el ex presidente Vicente Fox corrió como el candidato del "cambio" de la entonces oposición derechista del Partido de Acción Nacional (PAN), prometió que resolvería el impasse con los Zapatistas en "15 minutos". Poco después de tomar el poder en diciembre de 2000, Fox se comprometió a someter los Acuerdos de San Andrés al Congreso, en el cuál el PAN no tenía una mayoría.

Para fortalecer el apoyo a la aprobación de los Acuerdos, los Zapatistas y sus partidarios llevaron a cabo una caravana de 16 días, que llevó a Marcos y a otros comandantes del EZLN desde Chiapas hasta la Ciudad de México entre febrero y marzo de 2001. En cada parada, entusiasmadas multitudes recibieron la caravana del EZLN y manifestaron su apoyo a los Acuerdos. Casi un cuarto de un millón de personas se congregaron en el Zócalo de la Ciudad de México en solidaridad con las demandas de los Zapatistas. Mas el Congreso destajó los Acuerdos y los Zapatistas regresaron a Chiapas con las manos vacías.

Excepto por unas pocas ocasiones, desde entonces, los Zapatistas y el Subcomandante Marcos se han mantenido al margen de los acontecimientos políticos. Treinta y ocho comunidades pro EZLN subsisten en Chiapas con en el apoyo de organizaciones no gubernamentales europeas y de EE.UU.


Veinte años de lucha

En las dos décadas desde del levantamiento, muchas de las advertencias de los Zapatistas se han convertido en realidad. El sueldo real de los trabajadores mexicanos han caído 20 por ciento desde 1994, mientras el crecimiento económico del país, un 1,2 por ciento al año, está entre los más bajos en América Latina.

Tanto como 2 millones de campesinos mexicanos han sido empujados de sus tierras y el país ahora importa maíz para sus tortillas. Las terribles condiciones trajeron miles de campesinos a las calles a comienzos de 2003, y los sindicatos más grandes amenazaron con una huelga general contra el plan de Fox de aumentar los impuestos a productos de primera necesidad. La magnitud de las protestas ayudó a hundir la cumbre de la Organización Mundial del Comercio, a realizarse en Cancún ese año.

El levantamiento Zapatista ayudó también a forzar la apertura del sistema político mexicano. Como resultado, en 2000, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), perdió su primera elección presidencial en siete décadas. Sin embargo, las privatizaciones y el desmantelamiento del Estado de bienestar social continuaron, primero a manos del derechista PAN, y luego con el retorno del PRI al poder. A finales del año pasado, el gobierno priista votó por la privatización de PEMEX, la compañía nacional de petróleo.

Aunque no su única fuente, el EZLN fue ciertamente una inspiración en la lucha global contra el fundamentalismo librecambista que caracterizó la década de los 90. Pero a pesar de todo esto, el EZLN, hoy, permanece aislado en las montañas de Chiapas, incapaz de forzar al gobierno implementar los Acuerdos de San Andrés. Es evidente que los Zapatistas han perdido el momento político que los sostuvo en los primeros años después de su levantamiento.

Cuándo los Zapatistas comenzaron su levantamiento, prometieron marchar a la Ciudad de México y convocaron a los mexicanos a sublevarse para "deponer al dictador" Salinas. Pero a unas pocas semanas del levantamiento, el líder del EZLN, el Subcomandante Marcos, dijo que los Zapatistas no tenían el deseo de "tomar el poder" ni de intervenir con las elecciones planeadas para agosto de 1994.

Mientras todavía hay gran simpatía por ellos a lo largo del país, los Zapatistas permanecen aislados de la mayoría de los mexicanos, quienes son trabajadores que viven en las áreas urbanas y suburbanas.

El EZLN ha hecho varios intentos de establecer una red de apoyo. Auspició la formación del Frente Zapatista de Liberación Nacional (FZLN) para forjar una conexión con la "sociedad civil" en 1995. Desafortunadamente, una falta de enfoque claro y la deferencia excesiva hacia Marcos evitaron que el Frente creciera fuera de los confines de la izquierda existente.

Los Zapatistas se han generalmente abstenido de tomar una posición en la política nacional. Mientras su crítica a los partidos del establecimiento, por su corrupción y su apoyo al neoliberalismo, es acertada, su rechazo a proyectar su influencia hacia capas más amplias de la sociedad mexicana y construir una alternativa política han sido sus mayores debilidades.

En 2006, los Zapatistas lanzaron "La Otra Campaña" de manifestaciones contra el capitalismo y el racismo, y por la democracia, durante la campaña presidencial nacional. Sus manifestaciones atrajeron a decenas de miles de personas, mientras el candidato populista Andrés Manuel López Obrador atraía a millones. Pero cuando el PAN y los medios de derecha conspiraron para robar a López Obrador de su victoria, los Zapatistas se retiraron a Chiapas y se negaron a participar en las masivas movilizaciones en defensa del voto popular.

Este tipo de abstencionismo les ha costado mucha de la autoridad moral que tenían entre la izquierda y el movimiento popular mexicanos. En cambio, ellos se han concentrado en organizar comunidades autónomas, conocidos como Caracoles y Juntas de Buen Gobierno, en lo más profundo de la selva chiapaneca.

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¿Un modelo para la izquierda revolucionaria?

Muchos radicales enarbolaron a los Zapatistas como ejemplo de un nuevo tipo de izquierda, lista a "cambiar el mundo sin tomar el poder". En lugar de tratar de desafiar el poder del Estado en el ámbito nacional, los Zapatistas predicaban con su ejemplo en los confines de Chiapas.

Pero no sólo es muy poco conocido cómo, de hecho, el EZLN corre las comunidades autónomas, sino que además la decisión de los Zapatistas de abstenerse de la política nacional también es problemática, de acuerdo con el columnista de La Jornada, el socialista Guillermo Almeyra, los Zapatistas:

No pudieron pesar en escala interna por la política, a mi juicio errónea, del EZLN de aislarlos del resto de los problemas, de la lucha por el petróleo, por la democracia, de las luchas internacionales de otros pueblos indígenas como en Ecuador o Bolivia. Esto les impidió a los indígenas de Chiapas hacer una experiencia más rica y privó al resto de la población mexicana de un punto de apoyo político muy importante como eran los que resistían armas en mano en un pequeño rincón de Chiapas.

Los Zapatista han hecho muchos cuestionamientos que desafían las prioridades del mercado libre. Un combatiente del EZLN entrevistado durante los primeros días de la rebelión, dijo que él estaba luchando por "el socialismo como en Cuba, sólo que mejor".

Mas, los Zapatistas no son socialistas. Al contrario, ellos mismos se sitúan explícitamente en la tradición nacionalista revolucionaria mexicana de Zapata y Villa. Su Primera Declaración de la Selva Lacandona, publicada en la víspera de su levantamiento, citó la autoridad de la Constitución mexicana para dar legitimidad a su insurrección. "Somos patriotas", declararon, "y nuestros soldados rebeldes aman y respetan nuestra bandera tricolor".

Pero hoy, en México, el sistema de libre empresa es responsable de que millones de personas estén sumidas en la pobreza y la explotación. Y las "reformas" privatizadoras siendo implementadas reciente por el gobierno, demuestran, como los maestros mexicanos lo han entendido, que la lucha debe tener una estrategia nacional e internacional. Sólo la clase obrera de ambos lados de la frontera entre México y EE.UU. tiene el poder para poner al sistema de rodillas.

Derrotar las fuerzas de la globalización corporativa que aplastan a los trabajadores, campesinos e indígenas mexicanos requerirá no sólo una rebelión, sino una revolución que reemplace esta sociedad cimentada sobre el lucro y la avaricia, por una sociedad controlada por las clases obreras para satisfacer las necesidades humanas.

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