Anti-racistas en las calles

December 15, 2014

La protesta es el primer paso. Hasta dónde lleguemos depende de lo que hagamos para desarrollar la fortaleza política y organizacional de esta nueva oleada anti-racista.

"EL PUEBLO norteamericano tiene esta lección que aprender: Donde la justicia sea negada, donde se imponga la pobreza, donde prevalezca la ignorancia, y donde cualquier clase sienta que la sociedad es una conspiración organizada para oprimir, robar y degradar-la, ni las personas ni la propiedad estarán a salvo... La opresión hace hasta los sabios locos y temerarios".

Así, el gran abolicionista negro Frederick Douglass, más de 120 años atrás, da un contexto real a la furiosa respuesta popular al anuncio de la impunidad para los policías que asesinaron a Mike Brown y Eric Garner. Y a su vez, sus palabras estruendosamente confrontan las hipócritas quejas de los principales medios de comunicación tratando de entender por qué la gente en Ferguson "haría arder su propio vecindario" o por qué en todo el país las marchas interrumpen los negocios y los viajes.

Lo que la prensa y los políticos parecen no poder entender es que estos dos casos de injusticia representan, para muchos, un punto de inflexión: el momento en que la gente se da cuenta que hay de hecho una "conspiración organizada para oprimir, robar y degradar-la", y de que es hora de elevar las voces en su contra.

Thousands march in Washington, D.C., after Darren Wilson was let off by a grand jury
Thousands march in Washington, D.C., after Darren Wilson was let off by a grand jury (Stephen D. Melkisethian)

La dolorosa y horrible frecuencia de la violencia racista por parte de las autoridades--un afro-americano muere cada 28 horas a manos de un policía, guardia o vigilante, según un estudio realizado por el Movimiento de Base Malcolm X en 2012--asegura la existencia de víctimas como Mike Brown y Eric Garner.

Lo que hace estos casos diferentes es que estas insensatas muertes ocurren cuando tras años de esperanzas infértiles muchos estaban listos para ser galvanizados en acción y resistencia, a un nivel incluso mayor que tras el asesinato de Trayvon Martin, primero con meses de protestas callejeras en Ferguson, Missouri, y ahora por todo el país.

El largamente extrañado retorno de la resistencia anti-racista a las calles añade un nuevo elemento al habitual ciclo de asesinato policial, luto comunitario y protesta episódica. Pero aun así, una pregunta salta a la mente de incluso aquellos que han participado en las numerosas marchas y bloqueos: ¿Serán las protestas buenas para algo?

La respuesta es un rotundo sí, pero qué tanto logren depende en última instancia de lo que podamos hacer para organizar y fortalecer políticamente el movimiento que está emergiendo.


LA IMPORTANCIA de la erupción de la lucha contra estas dos últimas instancias de injusticia es inconfundible. La activista y periodista L. A. Kauffman describió así lo que vio en las calles de Nueva York después de la decisión Garner:

He asistido y observado protestas por 30 años, y nunca he visto algo como lo que he vivido en Nueva York durante la última semana... Las multitudes--apasionadas, racialmente diversas, con jóvenes de color dando dirección táctica en el terreno--no sólo han ventilando su rabia y tristeza por aun otro asesinato policial impune. Junto con sus homólogos de todo el país, estos manifestantes además han estado demarcando un nuevo, audaz tipo de acción callejera, un activismo feroz e intransigente para nuestro tiempo...

Trato de encontrar un precedente, pero no puedo pensar en otro tiempo en que los manifestantes han participado en tanta acción disruptiva, espontánea y simultánea, como lo han hecho en las dos semanas desde que el agente de policía de Ferguson, Darren Wilson, fue formalmente absuelto por el asesinato de Michael Brown.

Hasan Jeffries, un historiador del movimiento por los derechos civiles en la Universidad Estatal de Ohio, remarcó el mismo tono en un segmento para MSNBC:

Esto es algo más de lo mismo que ya hemos visto en el pasado, donde la gente responde por un momento y luego se disipa. Me inclino a creer que lo que estoy viendo realizado, en términos organización de base, con varios tipos de pequeños grupos surgiendo, que cuando miremos atrás juzgaremos esto ser un movimiento social.

Ha habido movilizaciones significativas contra la violencia policial y el sistema de injusticia en el pasado reciente: las airadas protestas en Oakland que forzaron a los fiscales a acusar al agente que mató a Oscar Grant en 2009; las protestas mundiales contra el linchamiento legal de un inocente condenado a muerte, Troy Davis, en Georgia; las movilizaciones contra la policía de Nueva York por sus prácticas de discriminación racial; y, por supuesto, el estallido de protestas en todo el país después del asesinato de Trayvon Martin, forzando un juicio para su asesino, aunque George Zimmerman fue, al final, declarado inocente.

Pero las protestas hoy han adquirido en un nuevo estadio, en términos de tamaño, alcance y radicalismo.


COMO EN los tiempos del Poder Negro en la década de 1960, el contexto político de la lucha es crucial para entender la amargura que hoy está brotando.

En aquel entonces, las masivas rebeliones urbanas de finales de 1960 fueron el resultado de una combinación de factores: la frustración con el lento ritmo del cambio, después de años de protestas por los derechos civiles; la ira acumulada en la población negra marginada del auge económico de la posguerra; y--entonces como ahora--una reacción instintiva contra la violencia policial y el racismo institucional.

Cuando, en los años 60, las primeras piezas legislativas contra la pobreza no lograron sofocar la ira que había conducido a los disturbios, la derecha argumentó que la llamada "guerra contra la pobreza" era el problema, no la pobreza misma. De la misma forma en que hoy los comentaristas de Fox News, ciegos a la diaria y sistémica discriminación racial y brutalidad policiaca, culpan a "chaperos raciales" como Al Sharpton de "agitar" a los negros.

En cuanto a los demócratas liberales, en los sesenta, ellos ofrecieron apoyo retórico a la lucha contra el racismo y algunas tibias propuestas legislativas, pero rápidamente acudieron a la represión cuando las palabras no bastaron para pacificar las demandas de la comunidad negra.

El contexto actual tiene similitudes y diferencias. En lugar de una guerra contra la pobreza, ha habido, por tres décadas, una guerra contra los pobres, con la población negra sufriendo de manera desproporcionada las consecuencias. El abuso policial y la violencia racista aún existen, pero han adquirido proporciones monstruosas bajo las condiciones del encarcelamiento masivo.

Como consecuencia de la lucha anti-racial de otrora, una significativa clase media negra emergió, incluyendo miles de funcionarios electos afroamericanos, culminando con el primer presidente negro de los Estados Unidos. Pero las condiciones de vida para la mayoría de los afroamericanos no han mejorado.

La brecha entre las esperanzas creadas con la elección de Obama en 2008 y la discordante realidad del magro o ningún cambio desde entonces es ahora parte de la formación política de una generación de jóvenes negros. Así, el rapero de St. Louis, Tef Poe, en una reciente carta abierta a Obama hizo eco de las palabras de Frederick Douglass:

Hablo en nombre de un gran número de nosotros que ha estado esperando por mucho tiempo que nuestro presidente negro hable en un tono directo mientras condena nuestros asesinatos. Desde nuestra perspectiva, su declaración en Ferguson completamente concuerda con aquellas connotaciones racistas que dice que somos violentos, ignorantes y saqueadores que dependemos de la asistencia social. Sus palabras en apoyo a los ataques de la Guardia Nacional sobre nosotros y nuestra comunidad devoraron nuestra dignidad.

Cuando un rifle de asalto se nos apunta a la cara por nada más que negarnos a desalojar, no sentimos que la experiencia americana nos incluye. Cuando el presidente que nuestra generación eligió no condena estos ataques, de repente empiezas a creer que este sistema es un fraudulento engaño...

Michael Anthony Neal, profesor de Estudios Africanos y Afroamericanos en la Universidad de Duke, conecta esta desilusión al tono condescendiente y acusatorio que Obama ha utilizado incluso antes de ser presidente:

Si hubo un mensaje para la gente negra después de la elección de Barack Obama, ese fue "no la vayas a joder". En efecto, comenzando con sus palabras acerca del uso de los pantalones caídos en los últimos días de su campaña [de 2008], el presidente ha aprovechado cada oportunidad para aleccionar a la gente negra sobre el valor de la educación, vestir la ropa adecuada y casarse con quien se ha tenido un bebé...


EN CUANTO a que si las protestas en contra de la violencia y el racismo policial lograrán algo, la primera respuesta es que ya lo han hecho--al menos un poco.

The Washington Post, por ejemplo, señaló el alejamiento de la administración Obama de la "política de la respetabilidad negra": "[Obama] se ha, en su lugar, enfocado en la preocupación de los afroamericanos sobre el trato injusto y los llamó parte de la familia americana--lo que hace más difícil señalarlos como el niño problema en necesidad de un poco de amor con firmeza".

Pero, por supuesto, quienes se toman las calles en protesta aspiran a mucho más que un cambio en la retórica presidencial. Para lograr más que esto, sin embargo, es necesario un mayor desarrollo organizacional. Los levantamientos urbanos en la década de 1960 vieron nacer nuevas formaciones radicales, como el Partido de las Panteras Negras para la Autodefensa y el Movimiento Sindical Revolucionario, centrado en organizar trabajadores automotrices negros.

Hoy, estamos sólo al comienzo de dicha fase. Pero las continuas y crecientes manifestaciones contra la violencia policial y la injusticia racista han dado a esta cuestión una nueva urgencia.

Este fin de semana hubo manifestaciones en Nueva York, Washington, DC, y otras ciudades del país. Las protestas tuvieron diferentes fuentes: la de Nueva York comenzó entre un puñado de activistas y luego ganó vapor, mientras que el iniciador de la manifestación en Washington es el líder de los derechos civiles Al Sharpton, quien ha sido criticado por muchos por su recurrente actitud recriminadora hacia la intensificación de la protesta.

Aun así, estas manifestaciones dieron a muchos la oportunidad para tomar ese paso político crítico de la indignación a la acción. Y para aquellos que quieran hacer el nuevo movimiento antirracista más fuerte y más organizado, vieron en la ocasión la oportunidad para continuar con el proceso de interconectar personas y organizaciones dedicadas a tomar esta lucha.

En el apogeo de las luchas sociales de la década de 1960, el marxista británico John Berger escribió sobre la importancia de la protesta masiva para transformar a las personas que participan en ellas:

La verdad es que las manifestaciones de masas son ensayos para la revolución: no estratégicos o incluso tácticos, sino ensayos de la conciencia revolucionaria. El lapso entre los ensayos y real puesta en escena puede ser muy larga: su calidad--la intensidad de la conciencia ensayada--puede, en diferentes ocasiones, variar considerablemente: pero cualquier manifestación que carezca de este elemento de ensayo puede ser mejor descrita como una función pública, oficialmente promovido...

La importancia de los números involucrados se haya en la experiencia directa de los que tomaron parte en, o con simpatía presenciaron, la manifestación. Para ellos, los números dejan de ser cifras para convertirse en la evidencia de sus sentidos, las conclusiones de su imaginación. Cuanto mayor sea la manifestación, más poderosa e inmediata (visible, audible y tangible) se convierte en metáfora por su fuerza total colectiva... Cuanta más gente haya allí, con más fuerza ellos representan el uno al otro y sí mismos aquellos que están ausente.

La protesta contra el terror policial y el sistema de injusticia se han hecho más fuerte, en todo sentido, y se harán más fuertes así como tomemos cada oportunidad para reconstruir lucha anti-racista, y un movimiento más amplio de la izquierda, ambos necesitados con urgencia hoy.

Traducido por Orlando Sepúlveda

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