¿Un acuerdo para la paz?
El enfoque de los medios de comunicación en el programa nuclear de Irán oculta al verdadero culpable de la creciente espiral de caos y conflicto en todo el Medio Oriente.
LA ADMINITRACIÓN Obama está celebrando el marco de acuerdo nuclear alcanzado con Irán, firmado en Suiza a principios de abril, como el inicio de una nueva era en las relaciones internacionales.
Con la amplia cobertura del establecimiento mediático, la Casa Blanca ha enarbolado el acuerdo nuclear con Irán como el "más robusto e intrusivo régimen de inspecciones y transparencia jamás negociado para un programa nuclear en la historia", uno que "corta cada vía que Irán pueda tomar para desarrollar un arma nuclear".
Un aluvión de tinta ha sido derramado en comentarios y análisis, pero éstos han revelado más sobre los intereses y puntos de vista de sus propios autores que sobre el acuerdo mismo.
Y como era de esperarse, nadie puso en duda el derecho del gobierno de Estados Unidos, responsable de la muerte de incontables cientos de miles de personas en el Medio Oriente en la última década, para decidir qué arsenal militar posee la nación identificada como su principal rival en la región.
El Ministro de Relaciones Exteriores de Irán, Mohammad Javad Zarif también celebra el resultado como una victoria que pone fin a las sanciones que han paralizado la economía de Irán, sin tener que cerrar ninguna de sus instalaciones nucleares.
Los republicanos han forjado una alianza de conveniencia con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. El Partido Republicano quiere frustrar cualquier éxito que Obama pueda clamar, mientras que Netanyahu pretende socavar cualquier acuerdo con Irán, con la esperanza de hacer una acción militar contra Irán más probable. Los republicanos y Netanyahu concuerdan, por supuesto, en que la "rendición" de Obama a Irán abre un período más peligroso y proclive a la crisis en el Medio Oriente.
De hecho, los republicanos tienen razón sobre el final de esa declaración, pero por las razones erróneas. Este es un momento más peligroso, pero no a causa de las ambiciones nucleares de Irán.
La principal fuente de las creciente crisis en el Medio Oriente es la desastrosa intervención de los poderes imperiales del mundo para controlar la riqueza petrolera de la región, contener la amenaza de las fuerzas políticas islamistas y socavar cualquier posible resurgimiento de la Primavera Árabe.
LAS NEGOCIACIONES sobre el programa nuclear de Irán se llevaron a cabo bajo los auspicios de seis potencias: los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU--China, Francia, Rusia, Gran Bretaña y Estados Unidos--y Alemania.
El consenso que sirvió como punto de partida a las negociaciones es que Irán es una "nación paria" por su "apoyo al terrorismo internacional", su negativa a reconocer a Israel y su impulso por desarrollar un arsenal nuclear. Pero como el periodista investigativo Gareth Porter señaló, "esa narrativa entrelaza una historia falsa y la evidencia falsificada que han sido utilizadas para crear y sostener una" crisis fabricada "por el programa nuclear de Irán".
Porter escribió un libro que documenta cómo la supuesta carrera de Irán para obtener una bomba nuclear ha sostenido una útil ficción, con Irán como un "enemigo intratable", con el fin de justificar el continuo gasto masivo militar de Estados Unidos después de la Guerra Fría.
Pero aún más al punto, ¿de dónde EE.UU., la principal potencia militar del mundo, piensa que tiene siquiera un ápice de legitimidad en dictar qué clase de arsenal Irán debe ser permitido a tener?
Cualquiera de las acusaciones contra Irán pueden ser aplicadas aún con más validez sobre EE.UU. y sus aliados en el Medio Oriente. Washington es el soporte clave del terrorismo patrocinado por el Estado de Israel contra los palestinos. Junto con Irán, 18 de los 22 Estados miembros de la Liga Árabe, entre ellos Arabia Saudita, Irak y Kuwait, no reconocen a Israel. Estados Unidos tiene el arsenal nuclear más grande del mundo; Israel tiene el mayor arsenal nuclear de la región.
En los últimos años, el imperialismo yanqui ha ocupado Irak, llevada a cabo el cambio de régimen en Libia, bombardeado con aviones no tripulados a Yemen y otros países, y ayudado a hundir Siria en un estado de barbarie. Pero en el contexto de su guerra contra el Estado Islámico en Irak y Siria (ISIS), Washington ha tenido que confiar en Irán como un aliado tácito para la estabilización de Irak.
Para Obama, entonces, un acuerdo para contener la "amenaza a la paz" de Irán ayuda a ocultar el papel de Estados Unidos como el principal patrocinador de las dificultades en la región, al tiempo que allana el camino para una colaboración continua en Irak.
Netanyahu y sus correligionarios ultraderechistas en Israel insisten en que este es un mal trato, y que preferirían uno mejor. Sin embargo, todo el mundo sabe que Netanyahu realmente quiere nada en absoluto, con el fin de aumentar la probabilidad de una futura guerra con Irán.
Incluso la senadora demócrata por California, Diane Feinstein, una partidaria acérrima de Israel, se han cansado de las tácticas de Netanyahu, pidiendo enfáticamente al primer ministro israelí "contenerse".
Pero es casi imposible encontrar comentaristas dispuestos a afirmar tan claramente lo que para ahora debería ser obvio: Israel, con el apoyo de EEUU, es el verdadero agresor. El autor Richard Silverstein, quien se considera a sí mismo un sionista crítico de Israel, escribe:
Irán y muchos Estados de la región creen que es Israel el principal agresor en la región; que el terror israelí representa un peligro mayor; y que Israel es el que busca aniquilar al régimen iraní, si no a Irán mismo. Tenga en cuenta que varios "serios" "analistas" israelíes y pro-israelíes han sugerido atacar a Irán con armas nucleares. Uno de ellos, Sheldon Adelson, gastaría $200 millones en el próximo ciclo electoral para elegir a un presidente dispuesto a hacer precisamente eso.
Para quienes nos oponemos al imperialismo estadounidense en la región, es importante señalar que el nuevo acuerdo con Irán no ofrece "la paz", sino más asegurar los interese estadounidenses en la región por medio de combinar la diplomacia, las sanciones y la intervención militar (o su amenaza).
LA RAZÓN detrás de entusiasmo de Irán por el acuerdo debiera ser obvia, dado el devastador impacto de las sanciones en su economía. En conjunto con el efecto del bajo precio del petróleo, Irán enfrenta una caída del ingreso y una galopante inflación, aumentando la urgencia de aliviar las sanciones.
La administración Obama, por su parte, está ansiosa por superar el estancamiento sobre la política nuclear de Irán, y está sacando provecho de su confrontación con Netanyahu para doblar la mano a Irán bajo la amenaza de tener que lidiar con los republicanos y su aliado Netanyahu si Irán no aceptara lo que él está ofreciendo.
Pero la contradicción es que a pesar de que Obama ha ganado una victoria política con este acuerdo, ésta debe ser muy calificada. Por un lado, el acuerdo simplemente pone en marcha un marco que debe ser seguido por un acuerdo global en junio. Pero más allá de esto, los tiempos en que EE.UU. era capaz de ejercer la hegemonía indiscutible sobre el Medio Oriente ha claramente terminado.
Estados Unidos se ha agotado en una serie de guerra que ha perdido, o al menos no ha ganado, desde Afganistán a Irak, a Libia. Ha sido incapaz de derrocar al dictador sirio Bashar al-Assad. Y ahora que ISIS ha surgido como una potencia militar, tras la catastrófica ocupación estadounidense de Irak, Washington se haya incapaz de librar otra guerra, por lo que debe confiar en otros ejércitos, aliados y--en el caso de Irán--incluso rivales para librar sus guerras.
En lugar de la hegemonía estadounidense en el Medio Oriente, Obama ha tratado de lograr un equilibrio de poder en la región, en el que varias naciones y fuerzas contendientes quedan puestos el uno contra el otro. Podrán disponer de un espacio individual para perseguir sus intereses estratégicos, pero EE.UU. apuesta a mantenerse en la cima por el mayor tiempo posible usando a uno para frustrar al otro.
Esta guerra involucrando a Egipto, Irán, Arabia Saudita, Israel, Turquía y las monarquías del Golfo ya ha dado lugar a nuevos horrores, como la guerra aérea de Arabia Saudita sobre Yemen, y nuevos niveles de desesperación en países que ya están en el borde del colapso, como Irak, Siria y Libia.
La intensificación de las rivalidades regionales también ha incrementado el poder de las fuerzas centrífugas despedazando la región. Dónde terminará esto es una incógnita, pero una cosa es cierta: el acuerdo nuclear de Estados Unidos con Irán sólo calma una fuente de inestabilidad, temporalmente, mientras crea nuevas fisuras y presiones que eventualmente encontrarán expresión, de una forma u otra.
Traducido por Orlando Sepúlveda