La historia de una victoria

July 13, 2015

El logro de la igualdad de matrimonio debe ser vista como una plataforma para avanzar otras luchas por la justicia.

"CUANDO ME gradué de la escuela secundaria--escuela católica--en 1983, ni siquiera pensaba que esto podría alguna vez estar en el mapa".

El "mapa" al que Jeff Mead--ahora maestro en una escuela secundaria de San Francisco - se refiere adquirió una drástica transformación el 26 de junio, cuando la Corte Suprema de Estados Unidos anunció su decisión--5 votos a favor, 4 en contra--de derogar las leyes estatales que prohíben el matrimonio entre personas del mismo sexo, en efecto legalizando estos matrimonios en todo EE.UU.

Multitudes en todo el país--la comunidad LGBT, familiares y amigos, y los partidarios de la igualdad matrimonial--lo celebraron como un paso histórico en favor de los derechos civiles y la justicia.

Fue un gran triunfo para la comunidad LGBT--no sólo para los que tendrán acceso a la gran cantidad de beneficios materiales que el matrimonio legal otorga, sino además para cualquiera con un interés en la más amplia lucha por los derechos civiles. El fallo, de una Corte Suprema dominada por jueces conservadores, alimentará la confianza y expectativas de todo aquel que busca la igualdad y la justicia, abriendo el camino para mayores esfuerzos en hacer frente la discriminación laboral, la violencia anti-transgénera u otros temas.

Celebrating marriage equality and continuing the struggle

Es importante recordar que esta victoria no fue un regalo desde el cielo, sino el producto de años de discusión, organización y lucha política--y a menudo pareció que este día nunca vendría.

Mientras la derecha chisporrotea sobre un supuesto ataque a "las sagradas creencias religiosas", y algunos en la izquierda pretenden minimizar la importancia de la igualdad matrimonial, nosotros celebramos este avance en sus propios términos, pero también el hecho de que ilustra la más elemental lección que nuestro movimiento debe aprender: "Sin lucha, no hay progreso".


PARA JEFF Mead y los otros que celebraron fuera de Stonewall Inn, en Nueva York--el bar donde el movimiento por los derechos LGBT se inició con una revuelta contra el acoso policial, en 1969--la decisión de la Corte Suprema tomó mucho tiempo en llegar.

"Es un gran cambio", dijo Peter Born, pareja de Mead, a la revista Time. "Especialmente para gente de nuestra edad, que ha pasado por la crisis del SIDA y que aún está aquí".

"Si viajamos a otros estados, estaremos protegidos", dijo Cynthia Stallard sobre el impacto inmediato. "[Nosotros] podremos decir a nuestros hijos que no importa dónde estemos, no tienen que preocuparse acerca de quiénes sus madres son. Y que un estado no va a decirles que no somos sus madres".

El abogado y periodista Glenn Greenwald escribió en el sitio web de The Intercept:

[Q]ue el Tribunal Supremo haya dictaminado que la Constitución prohíbe la discriminación, incluso en leyes sobre el matrimonio, es un desarrollo notable para un país que durante siglos ha impuesto increíble ostracismo, miseria y castigo legal a sus ciudadanos por el delito de ser gay. Esto demuestra que el cambio político real normalmente viene de los ciudadanos, no los líderes. Destaca lo difícil que es demonizar a gente que no es invisible. Y expone el mito del derrotismo: que la gente común es incapaz de socavar y subvertir las injusticias institucionales arraigadas.

Los conservadores, por supuesto, no perdieron tiempo en inundar los medios con una buena dosis de esa demonización. Después de las celebraciones callejeras y de las bodas que siguieron, probablemente lo más entretenido, tras la decisión de la Corte, fue ver a conservadores de todos colores perder sus chavetas por esta nueva señal del fin del mundo.

El juez de la Corte Suprema, Clarence Thomas, aleccionó en su opinión que negar el derecho al matrimonio no priva a las personas de su dignidad, porque la dignidad humana "no puede ser quitada por el gobierno. Los esclavos no perdieron su dignidad (no más que su humanidad) porque el gobierno les permitió ser esclavizados".

Días después de la decisión, el Procurador General de Texas, Ken Paxton, anunció que los empleados con "objeciones religiosas" a los matrimonios del mismo sexo podrían negarse a expedir licencias de matrimonio, y la Corte Suprema de Alabama ordenó a los jueces de paz abstenerse de emitir licencias de matrimonio a parejas del mismo sexo, a pesar de la decisión de la Corte Suprema.

El aspirante presidencial republicano Mike Huckabee fue más allá, llamando a los conservadores religiosos ejecutar desobediencia civil contra lo que él llama una decisión "injusta". Huckabee tuvo el descaro de invocar la "Carta desde una Cárcel en Birmingham" del Reverendo Martin Luther King--convenientemente olvidando que King creía que el "arco del universo moral es largo, pero se dobla hacia la justicia".

Pero no se dobla sin luchar. Esto es algo que King entendió muy bien, al igual que aquellos que han luchado por la igualdad matrimonial.

Puede parecer difícil de creer, pero en 1986--hace menos de 30 años--la Corte Suprema confirmó una ley que declara ilegal el sexo gay. Que una corte con una mayoría de jueces ungidos por presidentes republicanos se viera obligada a sancionar el derecho de las parejas del mismo sexo a contraer matrimonio indica un enorme cambio en la opinión pública - que no habría sucedido sin lucha.

Desde los años de Reagan, cuando el VIH y el SIDA fueron vistos como una "plaga gay", a la presidencia de Bill Clinton, con sus numerosas leyes y medidas anti-gay, incluida la "Ley de Defensa del Matrimonio" y "No digas, no preguntes", la discriminación oficial contra las personas LGBT era un elemento común entre demócratas y republicanos.

Hace sólo siete años, en 2008, cuando la Proposición 8 de California, un gran ataque a la igualdad en el matrimonio, obtuvo una victoria estrecha, la mayoría de los demócratas, incluyendo a Barack Obama y Hillary Clinton, registraron su opinión en contra del derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo.

Eso sólo cambió después de que un movimiento despegó en California y se extendió por todo el país, tomando las calles en grandes y crecientes números. La Marcha Nacional por la Igualdad, que atrajo a 200.000 personas en octubre de 2009, probó la falacia del representante demócrata Barney Frank, quién había dicho que la marcha era una "pérdida de tiempo" y la única cosa sobre la que los manifestantes pondrían presión sería el pasto.

Para el tiempo que la Corte Suprema dictó su decisión, casi tres cuartos de los estados habían legalizado el matrimonio entre personas del mismo sexo, ya sea en las urnas o por medio de los tribunales--un reflejo del duro trabajo y esfuerzo de los activistas de todo el país.


UNA MINORÍA de izquierdistas han respondido a la decisión de la Corte Suprema argumentando que la igualdad matrimonial era una distracción, o incluso un retroceso.

En sus mentes, el fallo legitima una institución en quiebra y beneficiará principalmente homosexuales blancos y ricos. Algunos también sugieren que la decisión provocará una reacción jurídica y política en contra de los transexuales--para quienes, según ellos, la igualdad matrimonial no hace nada.

Es cierto que el matrimonio bajo el capitalismo es una relación basada en torno a los derechos de propiedad, y los socialistas luchamos por un mundo donde el Estado no tenga nada que decir acerca de las relaciones privadas de las personas y donde nadie va a tener que depender de un matrimonio para acceder a beneficios financieros. Los seres humanos pueden tener mucho más que las estrechas limitaciones del matrimonio codificadas en ley hoy.

Pero la lucha para lograr un mundo así no debe ser contrapuesta a ganar el cambio social aquí y ahora, que no sólo mejora las vidas de la gente común, sino además les inspira exigir y luchar más.

Tampoco el fallo beneficiará sólo los hombres homosexuales blancos y ricos, como algunos--el dúo poeta transexual surasiático Darkmatter, o el grupo Contra la Igualdad--entre otros, argumentan.

Los cientos de beneficios tangibles sancionados por el matrimonio legal--incluyendo excepciones tributarias, prestaciones del Seguro Social y derechos parentales y del cuidado de la salud--no pueden ser descartados como una distracción, especialmente para personas LGBT pobres y de clase obrera. En cuanto a la idea de que el fallo de la Corte Suprema provocará una reacción violenta y una mayor marginación contra los transexuales, haríamos bien en escuchar a Erika Kay Webster, quien participó en la Rebelión de Stonewall, en 1969. Esto es lo que ella escribió en el Rainbow Times:

Como la última Mujer Transgénero que estuvo en Stonewall esa noche, el día de hoy es especialmente significativo, porque yo también soy la única mujer transgénero en este país que alguna vez fue encarcelada por haberse casado con el hombre que amaba. Fui enviada a prisión por cuatro años después de que mi matrimonio fue invalidado como un matrimonio entre personas del mismo sexo, cuando nos separamos. Yo estaba en posesión de un vehículo de la familia, y ya que nuestro matrimonio ya no era considerado válido o jurídico, yo ya no tenía derecho a la propiedad comunitaria, y por lo tanto el Estado de Georgia dijo que yo era culpable de robo por haberlo tomado.

Estudié derecho en la cárcel, y actuando como mi propia abogada, desafié mi encarcelamiento en el sistema judicial de Georgia. Me tomó cuatro años de desafiar la discriminación que enfrenté como una mujer transexual. Finalmente, diez días antes de mi liberación, recibí la notificación de que había ganado una victoria en la Corte Suprema del Estado de Georgia.

Entiendo mejor que muchos lo que se siente ser vista menos que un ser humano. Fui acosada, degradada, humillada y avergonzada.

La lucha no termina con la igualdad matrimonial. La comunidad transexual, en particular, y la comunidad LGBT, en general, sufren niveles desproporcionados de violencia y la falta de vivienda. Como escribe Webster, podemos aprovechar el impulso de esta victoria para luchar aún más duro por la justicia para todas las personas LGBT. Ya, los activistas están hablando de ampliar la lucha en torno a temas como la discriminación laboral y en la vivienda,--por no hablar de desafiar las supuestas exenciones de "libertad religiosa".

Apenas unos días antes de la decisión de la Corte Suprema, la activista transgénero Jennicet Gutiérrez fue denunciada rotundamente después de interrumpir a Barack Obama durante una celebración Pride en la Casa Blanca, para crear conciencia sobre el horrible trato infringido a inmigrantes trans puestas en detención y deportados.

Obama--que ha deportado un número récor de personas durante su presidencia--desestimó a Gutiérrez, esencialmente ordenándole a callarse en su "casa".

Nuestro trabajo en los próximos meses será asegurar de que las voces como la de Jennicet Gutiérrez sean escuchadas--y continuar la lucha por la igualdad para todos.

Traducido por Orlando Sepúlveda

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