Cuentan más que nunca

July 25, 2016

Los políticos y los medios tratan de desacreditar las protestas de Las Vidas Negras Cuentan, pero hoy, es crucial construir la lucha contra el racismo y la brutalidad policial.

LAS VIDAS azules cuentan. Ese fue el estridente mensaje del establecimiento político y mediático después del tiroteo en Dallas, que dejó cinco policías muertos; un trago amargo para quienes reconocemos en esto un intento de marginar y silenciar la demanda por justicia para las víctimas de la violencia policial, revigorizada tras la muerte de aún otros dos hombres negros, Alton Sterling en Baton Rouge, Louisiana, y Philando Castile en St. Paul, Minnesota.

Este muy necesario retorno a las calles representa el mayor aumento nacional de activismo contra la violencia policial en más de un año. Sin embargo, los que nos movilizamos por la justicia enfrentaremos una enorme ola reaccionaria.

En los próximos días y semanas, un aluvión de voces canónicas abogando por un "diálogo respetuoso" intentarán ahogar nuestra exigencia de hacer rendir cuentas a los policías que abusan su poder. Glorificando a quienes "ponen sus vidas en la línea", tratarán de restar importancia a la injusticia de un sistema construido sobre el racismo, la represión y la violencia. Y pedirán al movimiento Las Vidas Negras Cuentan (BLM, por sus siglas en inglés) auto-vigilarse para así desviar su atención sobre la epidémica violencia policial.

Marching to remember Alton Sterling and Philando Castille in Seattle

Aquellos que se identifiquen con el movimiento BLM, aún joven, diverso y en gran medida sin forma, tendrán que insistir en su independencia de las fuerzas políticas que quieren, de forma oportunista, silenciarlo o explotarlo. Las protestas deben convertirse en tribunas para organizar un desafío aún más amplio al sistema que perpetúa la violencia, la represión y el racismo.


EL MISMO "líder del mundo libre" estableció el tono de lo que está por venir tras Dallas.

Barack Obama, junto al ex presidente George W. Bush, viajó a Dallas para asistir al funeral de los oficiales muertos por el veterano afroamericano Miqueas Johnson durante una protesta de BLM.

Preguntamos: ¿Dónde estuvo Obama durante los funerales de las víctimas de la policía Mike Brown, Eric Garner, Sandra Bland, Freddie Gray, Ramarley Grahams, Tamir Rice, Rekia Boyd, y muchos otros?

Obama y los demás políticos se llenaron la boca con el "sacrificio" de los oficiales en Dallas, pero fallaron en señalar que ellos no fueron las únicas víctimas de Johnson. Ahí está Shetamia Taylor, una madre afroamericana de 37 años de edad que recibió un disparo en la pierna mientras protegía a sus cuatro hijos. Ella fue a la protesta porque, según su hermana, "ella tiene cuatro hijos y sólo quiere que puedan salir al mundo en paz".

La reacción a Dallas prístinamente mostró la doble moral aplicada al uso de la violencia en la sociedad estadounidense: Cuando los policías son captados participando en actos de brutalidad racista e incluso asesinato a sangre fría son tratados como aislados casos de "manzanas podridas". Pero el tiroteo de Johnson en Dallas está siendo utilizado para desprestigiar el movimiento BLM, motivando cínicos llamados al auto-control por quienes quisieran verlo desaparecer por completo.

El más descarado probablemente fue Tomi Lahren, presentador de la red televisiva TheBlaze, quien tuiteó, "He aquí el nuevo KKK, se autoproclaman 'Las Vidas Negras Cuentan', pero no se equivoque, no tienen nada que ver con la igualdad".

Pero hubo muchos otros de la misma calaña, incluyendo, previsiblemente, la Orden Fraternal de Policía (FOP, por sus siglas en inglés), una organización que nunca ha dejado de fabricar excusas para policías que usan fuerza letal contra personas desarmadas.

FOP pidió a la Fiscal General, Loretta Lynch, investigar los homicidios de Dallas como un crimen de odio. Su actitud fue replicada por no otro que Barack Obama, que se refirió al tiroteo como un "crimen de odio" en una reunión con el Director Ejecutivo de la FOP, Jim Pasco.

Afortunadamente, las calumnias lanzadas contra BLM fueron confrontadas por cientos, miles de activistas que salieron a las calles de Oakland, San Francisco, Los Ángeles, Cincinnati, Nueva York y muchas otras ciudades. En todas partes, los manifestantes, muchos de ellos jóvenes nuevos al activismo, desafiaron la idea de que el movimiento debe aceptar la culpa colectiva por la matanza en Dallas.


EN UNA rueda de prensa antes de viajar a Dallas, Obama dijo: "cuando comenzamos a sugerir que de alguna manera hay una enorme polarización y que estamos de vuelta a la situación de los años 60's, eso no es verdad. No vemos disturbios; no vemos la policía cazando a quienes protestan pacíficamente".

¿En serio?

Los que han tomado parte en el movimiento BLM, y el movimiento Ocupa Wall Street o muchos otros anteriormente, saben de primera mano de "la policía cazando a quienes protestan pacíficamente". El último ejemplo: Un asalto policial contra los manifestantes en Baton Rouge, a comienzos de julio, donde la policía utilizó un "cañón acústico de largo alcance" para dispersarlos.

Y cuán lejos de "la situación de los años 60's" estamos cuando Philando Castile fue, al parecer, detenido, y posteriormente muerto, por tener una "nariz ancha" como "personas que estuvieron involucradas en un robo", de acuerdo a un oficial hablando por la frecuencia radial de la policía.

¿Puede alguien creer que la policía no "caza" a inocentes para proteger a los suyos después de escuchar la historia de Ramsey Orta, el hombre que filmó la muerte por asfixia de Eric Garner, a manos de la policía de Nueva York en 2014, quien desde entonces ha sido acosado sin descanso por el sistema de "justicia", para terminar sentenciado a cuatro años de cárcel por delitos menores?

Las desdeñosas palabras de Obama son desmentidas por los tristes hechos: los homicidios policiales han aumentado otra vez este año, con 518 personas muertas a bala por la policía desde el 1° de enero, según el Washington Post.

La respuesta ofrecida por el Partido Democrático es mediocre, por decir lo menos, porque mientras de vez en cuando se pronuncia por la armonía y justicia racial, sigue estando comprometido en la defensa de un estado, y del aparato ideológico que lo rodea, que florece sobre el racismo y la represión.

A un nivel más fundamental, el segundo partido del capitalismo estadounidense no tiene nada que ofrecer, como la misma Hillary Clinton lo demuestra. Ella puede condenar el asesinato de Alton Sterling como una "tragedia" que muestra que "algo está profundamente mal" en Estados Unidos, pero su amorfo plan de acción llama por financiar "programas de formación" para la policía y "el desarrollo de directrices nacional sobre el uso de la fuerza".

La misma mujer que una vez se refirió a los jóvenes negros como "súper predadores" y abogó por leyes de sentencia mínima obligatoria que desproporcionadamente afectan a afroamericanos, ahora dice que pondrá fin a la era del "encarcelamiento masivo" que la presidencia de su marido puso en marcha.

Igualmente inútiles son los llamados por más "diversidad" en los departamentos de policía. Quién puede tomarlos en serio, cuando el jefe de policía de Dallas, David Brown, afroamericano, alecciona a los manifestantes diciendo, "no seas parte del problema; estamos contratando. ¡Salte de la protesta y únetenos! Te asignaremos a tu barrio".

El problema, por supuesto, no es cuántos oficiales de color hay en la policía, sino el sistema racista que están obligados a servir.


AHORA, LOS medios de comunicación y la clase política presionan a quienes queremos hacer frente a la epidemia de la violencia policial, a no ser "demasiado radicales" o "muy furiosos", o a no demandar "tanto, tan pronto".

Una vez más, Barack Obama jugó el rol de reprensor-en-jefe. "Sólo quiero decir que todo aquel inquieto por el asunto de los tiroteos policíacos o el racismo en el sistema de justicia penal, debe mantener un tono sincero, serio y respetuoso para a ayudar a movilizar a la sociedad estadounidense y lograr un cambio real", Obama dijo a la prensa el 10 de julio.

La "inmensa mayoría" de la policía, Obama agregó, "hacen un muy buen trabajo" y tratan de proteger a la gente con justicia "sin una balanza racial". Pero esto contradice el 87 por ciento de los casi 700.000 parar-y-cacheo hechos por la policía de Nueva York en 2011 a gente de color.

En esto, Obama es asistido, tristemente, por un coro de funcionarios públicos afroamericanos.

En Atlanta, el alcalde Kasim Reed respondió así a la noticia de que los manifestantes de BLM habían bloqueado una autopista: "El Dr. King no habría bloqueado una autopista". Al parecer, Reed no vio la película, ganadora de un Oscar, Selma, relatando la historia de King y otros activistas por los derechos civiles que marcharon sobre el puente Edmund Pettus no una, ni dos, sino tres veces.

Y, como era previsto, el representante John Lewis, héroe de muchas batallas por los derechos civiles, incluyendo "Domingo Sangriento", cuando policía ataco la marcha de Selma a Montgomery en 1965, ahora se ha pasado al otro lado. "Fui golpeado a sangre por la policía," Lewis dijo, "pero nunca los odié. Les dije: 'Gracias por vuestro servicio'".

Cualquier explicación que puede haber por su actitud hoy (y las muchas décadas gastadas como un leal del Partido Demócrata deben ser consideradas como centrales), Lewis no debe ser visto como hablando por un movimiento que, como Martin Luther King Jr. escribió en su "Carta desde la cárcel de Birmingham", encontró intolerable "esperar" enfrentado a la violencia y la injusticia.


"TODAS LAS vidas cuentan", declaró Obama, hablando tanto de los muertos por la policía en Baton Rouge y St. Paul, tanto como de los oficiales que murieron en Dallas.

Sin embargo, un presidente que supervisa las instituciones de una sociedad fundamentalmente racista; que asiste a funeral de la policía, pero no de las víctimas negras de la policía; que llama a la gente a ser "respetuosa" hacia un sistema que les está matando con pobreza, desigualdad y violencia racista; ese presidente envía un mensaje muy diferente: algunas vidas no cuentan tanto como otras.

Como Michelle Alexander, autora de The New Jim Crow, escribió tras las muertes en Dallas:

Ya no creo que podamos "arreglar" a la policía, como si la policía fuera otra cosa más que un espejo que nos refleja la verdadera naturaleza de nuestra democracia. No podemos "arreglar" a la policía sin una revolución de valores y un cambio radical a la estructura básica de nuestra sociedad.

Por supuesto, cambios importantes de políticas pueden y deben ser hechos para mejorar las prácticas policiales. Pero si somos serios acerca de tener oficiales de paz, en lugar de un ejército nacional en guerra con su propio pueblo, tendremos que ser honestos con nosotros mismos acerca de a quién nuestra democracia sirve y protege en realidad...

Hace cincuenta años, nuestro país se vio obligado a verse a sí mismo en el espejo cuando las estaciones de televisión mostraron el Domingo Sangriento, el día en que la policía estatal y la cuadrilla de un alguacil atacaron brutalmente a los activistas por los derechos civiles que marchaban por el derecho al voto en Selma. Esas horripilantes imágenes, entre otras, ayudaron a cambiar la opinión pública en apoyo del movimiento por los derechos civiles.

Tal vez las imágenes que hemos visto en los últimos días hagan alguna diferencia. Vale la pena recordar, sin embargo, que ninguna de las horribles imágenes de la era de Jim Crow hubieran cambiado nada si un movimiento valiente, altamente estratégico, no hubiera existido, determinado a desafiar un sistema profundamente arraigado de control racial y social.

Esta nación fue fundada en la idea de que algunas vidas no cuentan. Libertad y justicia para algunos, no para todos. Ese es su fundación. Sí. Hemos progresado en algunos aspectos, pero no ha sido fácil. Hay una revolución inconclusa a la espera de triunfar.

Traducido por Orlando Sepúlveda

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