Depende de nosotros resistir

January 30, 2017

El desafío para quienes nos oponemos a las prioridades de Trump es para organizar la resistencia directa y una organización duradera que puede proporcionar alternativas.

LA RESISTENCIA comienza.

El temor y la repulsión que revolvió nuestras entrañas mientras observábamos a Donald J. Trump tomar juramento para convertirse en el 45° presidente de los Estados Unidos fue compensado por la satisfacción de ver las multimillonarias e inspiradoras protestas que se salieron al encuentro del nuevo presidente.

El Mall Nacional, las calles y parques de Washington, D.C., fueron inundados por un torrente humano que expresó su rabia y desconsuelo por el prospecto de una administración Trump, pero también su alegría por encontrarse los unos a los otros.

Escenas similares se repitieron en ciudades y pueblos de todo Estados Unidos, convirtiendo el 21 de enero de 2017 en el mayor día de protesta en la historia del país, con más de 3,3 millones de personas participando, según algunos intentos por reunir información sobre todas las protestas.

Y hubo cientos de miles más marchando alrededor del mundo, en Berlín, Buenos Aires, Bangkok, Londres, Lisboa, Roma, Rabat, etc, inclusive en la Antártida, haciendo ésta una protesta en los siete continentes.

Thousands pour into the streets of Los Angeles to protest the President-elect

Mujeres y hombres se movilizaron para reivindicar los derechos de la mujer, pero además muchas otras cuestiones: el cambio climático, el racismo y la brutalidad policial, la libertad de expresión y de prensa, los derechos de los inmigrantes.

La sensación generalizada fue que Donald Trump ha declarado la guerra sobre todos nosotros: los indocumentados, el medio ambiente, las mujeres y las niñas, los árabes y los musulmanes y todas las personas de color, la comunidad LGBT.

Isaura Amezcua, estudiante de la Universidad de Georgetown, originaria del área de Los Ángeles, quien llevaba un cartel que decía "Respeta mi existencia o espera resistencia", nos dijo:

Estamos aquí para marchar por la igualdad de las mujeres. Estamos aquí para apoyar un movimiento mundial para reunir a las mujeres. Muchos inmigrantes son trabajadores domésticos y no tienen voz--no tienen un sindicato ni la capacidad de unirse a esta marcha. Así que estoy aquí para ser solidaria con ellas. En mi comunidad hay miedo, pero esta marcha demuestra que somos más fuertes juntos, y que si nos organizamos juntos, hay potencial para crecer y llevar a este país a un lugar mejor.


PERO YA antes de haber asumido su cargo, los índices de aprobación de Trump, de acuerdo a las encuestas, habían caído a alrededor del 40 por ciento, socavando su "mandato" para promulgar su agenda racista y reaccionaria.

El disgusto generalizado ha llevado a un boicot cultural virtual de la Casa Blanca. Atletas profesionales se han pronunciado en contra de Trump y han insinuado poner fin a la tradición de visitar la Oficina Oval después de ganar un campeonato, mientras que los músicos parecen estar peleándose entre sí por el honor de negarse a tocar en la inauguración.

Como era de esperarse, Trump tuiteó que encuestas eran "manipuladas" y "erróneas", y sus partidarios, sin duda, descartarán el desdén del mundo del entretenimiento como un desatinado elitismo.

Pero para aquellos dispuestos a mirar, la llana verdad salió a latir a las calles, y el número trumpistas que llegó a la celebrar inauguración fue eclipsado por el de aquellos que se prestaron a oponerla, con miles de personas interrumpiendo sus trabajos para salir a protestar.

Entre la fuerza de la masiva demonstración, casi pasó desapercibido que docenas de congresistas demócratas boicotearon la inauguración, en respuesta al insulto de Trump al representante de Georgia, y el héroe movimiento por los derechos civiles, John Lewis, luego de que este lo llamara un "presidente ilegítimo", debido a las denuncias de injerencia rusa en la elección.

Es bueno ver al partido de oposición oficial de nuestro país participar de alguna oposición real, después de que la mayoría de los demócratas pasaran las primeras semanas después de las elecciones prometiendo encontrar maneras de colaborar con Trump. Pero seamos claros, lo que los rusos hayan hecho o no, es sólo una gota en el océano en comparación con las muchas razones más importantes por las que necesitamos oponernos a Trump.


PARA HABLAR de la probable ilegitimidad del presidente Trump, podríamos empezar con el hecho, criminalmente sub-reportado, de que su margen de victoria, en los estados claves que le dieron la Casa Blanca, fue menor que el número de votantes, la mayoría de color, cuyos votos nunca fueron contados o que fueron ilegítimamente purgados de los registros electorales.

Hablemos del hecho de que, a pesar de la supresión electoral, no debemos olvidar que Trump obtuvo casi 3 millones de votos menos que Hillary Clinton, casi lo mismo que las encuestas nacionales pronosticaron en la víspera de la elección, y que ganó gracias a un ridículo Colegio Electoral creado para preservar el dominio de los esclavistas, y que ningún otro país en el mundo se le ocurriría utilizar para decidir su gobierno.

Hablemos de todo un sistema político que se ha vuelto tan corrupto y antidemocrático que de alguna manera terminamos teniendo que elegir entre el más impopular par de candidatos presidenciales en la historia las encuestas de opinión.

Después de todo, es revelador que la principal forma en que Rusia intervino en la elección no fue diseminando "noticias falsas", sino correo electrónico auténtico que ofreció una velada visión de la verdad: El cínico desprecio que por sus partidarios tuvo la campaña de Clinton.

Ahora, gracias a esta elección anti-democrática, tenemos una administración dirigida por un bravucón intolerante, repleta de una ganga de banqueros codiciosos, declarados racistas e ideólogos del libre mercado, empeñados en destruir las meras agencias que deben liderar.

Se trata de una camarilla derechista que busca implementar más rebajas de impuestos para los ricos, destripar Medicaid, y privatizar la educación pública, el Medicare y el Seguro Social. Y planean salirse con la suya usando a los inmigrantes como chivos expiatorios, batiendo miedo de los musulmanes y reprimiendo los movimientos de protesta como Las Vidas Negras Cuentan.

Su objetivo es levantar otra ola de reacción como lo hizo Ronald Reagan en 1980. Pero a diferencia de Reagan, Trump no va con la corriente de un cambio generalizado de la sociedad hacia la derecha. Después de la Gran Recesión, vivimos en un momento polarizado en el que muchas personas se han radicalizado hacia la izquierda, pero por el momento la derecha es más poderosa y organizada.

Trump ya demostró que no necesita ser popular para ganar elecciones, y él no necesita que sus políticas, como las deportaciones en masa y derogar Obamacare, sean populares--y no lo son--para llevarlas a cabo. Él sólo necesita que no podamos detenerlo.


LAS PROTESTAS contra la inauguración de Trump son un necesario comienzo de lo que debe ser una resistencia fuerte y duradera en múltiples frentes. Ese sentimiento que hoy traemos, de enfrentarnos a un gobierno ilegítimo, debemos portarlo en todo nuestro trabajo.

Esto significa, crear bases de maestros, estudiantes y padres que lucharán por nuestras escuelas y se negará a aceptar la reaccionaria agenda de la nominada a la Secretaría de Educación Betsy DeVos, cuyas políticas están diseñadas no para ayudar a la educación pública, sino para destruirla.

Significa apoyar a organizaciones por los derechos de los inmigrantes que desafíen cada deportación y detención prometida por una administración racistas, con probados lazos a grupos de supremacía blanca, y dirigida por un presidente que motejó de "violadores" a los inmigrantes mexicanos.

Y significa confrontar cada aspecto de las torcidas prioridades de Trump--desde los ataques a los sindicatos, al cierre de las clínicas de aborto--en vez de buscar "terreno común" con un enemigo que nos promete un asalto implacable contra todo lo que es importante para nosotros.

Este tipo de resistencia debe ser mucho más allá que la dócil oposición de los políticos convencionales; y, de hecho, ya lo es.

En los días posteriores a la elección, los demócratas, quienes habían tachado Trump de fascista para asustar a los votantes en favor de Clinton, comenzaron rápidamente a "normalizar" lo asquerosamente anormal, comprometiéndose a encontrar temas en los que podrían trabajar con el presidente entrante.

Fue sólo el creciente impulso de la Marcha de las Mujeres, durante el mes pasado, lo que presionó a un número importante de organizaciones sindicales y liberales a montar una movilización para el fin de semana de la inauguración, lo que a su vez empujó a los demócratas a una postura más beligerante.

Sin embargo, aun esta débil señal de oposición demócrata es enmarcada en los términos más conservadores posibles: Una respuesta patriótica contra esos "malditos rusos" que metieron su mano a nuestra elección, en vez de confrontar la injusta y racista supresión electoral llevada a cabo en sus propios distritos.

Los demócratas no quieren plantear los problemas reales de la ilegitimidad de Trump, porque eso podría conducir a otras preguntas sobre la legitimidad del corrupto sistema político que ellos mismos ayudan a mantener. El "partido del pueblo" tiene la esperanza de que las protestas del Dia de Inauguración sean un evento esporádico y rápidamente ponerse, una vez más, al servicio de la élite corporativa, canalizando el descontento popular hacia sus cofres electorales en la forma de donaciones.

No podemos permitir que eso suceda. Nuestra tarea en los próximos meses es ambos, la construcción de la resistencia directa a las políticas de Trump, y los movimientos y organizaciones socialistas que puedan trazar una alternativa adelante, uniendo las luchas contra la desigualdad económica y la opresión.

Nos comprometemos a hacer todo lo que esté a nuestro alcance para asegurarnos de que las protestas a la inauguración no marquen no la cúspide, pero el punto de partida de la resistencia anti-Trump.

Traducido por Antonio Galicia y Orlando Sepúlveda

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