Nueva fase en la revolución
reporta desde El Cairo sobre las masivas protestas del mayo 27--un gran avance para la izquierda después de varios meses de reyertas religiosas y propaganda anti-obrera.
TANTO COMO 1 millón de personas salieron a protestar en Egipto el 27 de mayo, en la plaza Tahrir de El Cairo, Alenjandría, y otras ciudades, en un 2° Viernes de la Ira--así fue nombrada la demonstración en enero que dio inicio al alzamiento popular egipcio. Las protestas ponen de manifiesto una nueva etapa en la revolución egipcia.
Las manifestaciones fueron convocadas por organizaciones de izquierda, desafiando al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas--el cuerpo militar que ha gobernado Egipto desde la expulsión de Mubarak-- así como a la Hermandad Musulmana y a muchos grupos liberales, que otrora posaban de revolucionarios.
A pesar de una campaña de miedo orquestada por los medios oficiales y en la mayoría de los liberales, dirigida a mermar la asistencia a la jornada de protestas, la participación fue enorme en El Cairo, y aún mayor en la otra principal ciudad de Egipto, Alejandría, donde al menos medio millón de personas marcharon. Decenas de miles se manifestaron en Suez, Puerto Said, Mansoura y otras.
En Tahrir, la militante multitud se pasó el día gritando consignas, escuchando discursos, y participando en animadas discusiones acerca de la naturaleza de la revolución y de qué debe pasar con el Consejo Supremo. El espíritu de la revolución flotaba en el aire de la plaza Tahrir, como en aquellos días previos a la caída de Mubarak.
Las familias de los mártires y los heridos en el levantamiento hablaron a los congregados, y víctimas de la tortura militar y de los tribunales del régimen contaron sus historias. Orador tras orador habló de cómo el Consejo Supremo está tratando de contener las demandas de las masas por democracia e igualdad, y del deber de continuar la revolución.
El nuevo Viernes de Ira anunció que la lucha continúa en Egipto, pero ahora es contra el gobierno militar del país, que se ha negado a conceder muchas de las demandas democráticas de la revolución y que ha tratado de desmovilizar a las masas por medio de una combinación de concesiones y reformas con una renovada represión.
El futuro de la lucha de Egipto dependerá de que si las fuerzas que participaron el 27 de mayo pueden cumplir con la urgente tarea de traer a sectores más amplios de la población a la lucha y construir una alternativa al Consejo Supremo y sus nuevos socios, revolucionarios de cartón, los liberales.
Una jornada que reformuló el mapa político
EN LAS dos semanas antes al 2° Viernes de la Ira, la cuestión de apoyar u oponerse a las manifestaciones previstas dominó los medios de comunicación y polarizó al país.
Por un lado, el Consejo Supremo emitió comunicados de prensa insinuando que algunos organizadores de las protestas querían fomentar el caos y la guerra civil. Los medios de comunicación, tanto oficiales como liberales, siguieron la línea del Consejo--muchos reporteros y comentaristas de hecho afirmaron que los manifestantes, bajo la cubierta de una protesta pacífica, en realidad planeaban un levantamiento armado.
Hubo rumores de que matones y provocadores llevarían a cabo actos de vandalismo generalizado, que los bancos cerrarían los cajeros automáticos, y que Hardee's y Kentucky Fried Chicken cerrarían sus franquicias de Plaza Tahrir en previsión de los disturbios. Las empresas multinacionales enviaron correos electrónicos a sus empleados diciéndoles evitar acercarse a las protestas.
La víspera del 27, la policía arrestó a tres activistas por distribuir panfletos y carteles criticando al Consejo Supremo, y los entregó a los militares, que a su vez los detuvo durante 12 horas.
La poderosa Hermandad Musulmana, cuyos miembros participaron en el levantamiento revolucionario, declaró su oposición a la manifestación. Emitió una declaración en apoyo del Consejo Supremo en la que denunció a los organizadores del Viernes de la Ira como "contrarrevolucionarios", acusándolos de conspirar contra el ejército.
En Alejandría, partidarios de la Hermandad pusieron en marcha una campaña, distribuyendo miles de volantes, para acusar de "comunistas y laicos" propagando el ateísmo, a cualquier persona protestando contra el Consejo Supremo.
Otros grupos fundamentalistas, de línea más dura y conocidos colectivamente como salafitas, también declararon que no participarían en la manifestación.
Pero los organizadores del Viernes de la Ira también tenían razones para sentirse confiados en los días previos al 27 de mayo, por algunas de las concesiones que la presión de las masas ha arrancado del Consejo Supremo.
En abril, en respuesta a la enorme presión popular, el Consejo había anunciado que Mubarak iría a juicio por corrupción y robo, extendiendo la acusación a sus hijos. Sin embargo, el Consejo se negó a enjuiciarlo por el asesinato manifestantes pacíficos. Así esquivaron la cuestión de tener que esposar a su ex jefe y Mubarak pudo permanecer en un hospital de cinco estrellas en un balneario de lujo en Sharm el-Sheikh.
Pero la medida fue rechazada entre la masa de la población--y por lo tanto, en una movida inesperada, el fiscal general egipcio, anunció el 24 de mayo que Mubarak podría ir a juicio por conspirar con el ex Ministro del Interior el asesinato de al menos 865 personas y herir a miles más durante el levantamiento revolucionario.
El Consejo cedió, como lo ha tenido que hacer desde que asumió el poder.
En los días inmediatamente previos a la manifestación, a pesar de la detención de los tres activistas, el gobierno adoptó un tono más conciliador hacia las protestas. El Consejo anunció que respetaría el derecho a la protesta pacífica y prometió que los militares nunca abrirían fuego contra el pueblo egipcio. Además, el primer ministro egipcio Essam Sharaf declaró que la frustración de los trabajadores por los bajos salarios era legítima, y que apoya incondicionalmente las protestas pacíficas.
El mensaje del 27 de mayo
LAS DEMANDAS de los organizadores del 2° Viernes de Ira al Consejo Supremo fueron: 1) enjuiciar a Mubarak por asesinato, 2) terminar con los juicios militares contra activistas y revolucionarios, 3) abandonar su monopolio autoritario sobre los principales problemas de la transición a la democracia, y 4) iniciar un proceso de redistribución de la riqueza hacia los pobres mediante el establecimiento de un salario mínimo vital.
A pesar de la ausencia de la Hermandad, la jornada fue la mayor demostración de fuerza en las últimas semanas por la izquierda y los liberales que apoyan la continua lucha por la democracia y la justicia social.
En las primeras horas del viernes, unos jóvenes que se organizaron en comités de seguridad pública garantizaron la entrada a la plaza Tahrir, como había ocurrido durante los primeros días de la revolución, tratando de identificar a provocadores o matones. Durante el día, todos los oradores hablaron sobre el fracaso de los militares para honrar a las demandas de la revolución, y declararon su oposición a los juicios militares y al suave tratamiento a Mubarak y sus secuaces.
La multitud coreó una y otra vez acerca de la traición de la Hermandad Musulmana: "¿Dónde está la Hermandad? ¡Aquí está Tahrir!" Todas las protestas terminaron pacíficamente, con miles reservándose el derecho de regresar y volver a ocupar Tahrir en el futuro, si es necesario.
En la mañana del sábado, todos los periódicos y canales de televisión tuvieron que informar sobre la gran participación en las movilizaciones y su carácter pacífico. Los millones de personas que fueron objeto de la campaña de alarmismo descubrieron que los organizadores de la jornada tenían el interés de la revolución en su corazón.
Polarización Religiosa v/s polarización de clases
PARA LOS que quieren unir a todos los interesados __en continuar la revolución democrática de Egipto, el 27 de mayo fue un gran paso adelante en muchos aspectos.
Con la propaganda contrarrevolucionaria y la agitación religiosa dominando la escena política durante casi dos meses, el éxito de las manifestaciones puede afianzar las luchas obreras y democráticas.
A lo largo de abril y mayo, el gobierno y los medios de comunicación llevaron a cabo una campaña de propaganda contra las protestas, en particular contra las huelgas. Los que protestaban o se iban a huelga eran acusados __de querer paralizar el país y arruinar su economía. Esto llevó a una disminución en la confianza de los trabajadores para luchar por sus derechos--huelgas y sentadas cayeron a sólo 30 acciones en abril, comparado con cientos en cada uno de los dos meses anteriores.
Mientras tanto, los grupos reaccionarios salafitas han estado agitando e incitando odio contra los cristianos, que constituyen el 15 por ciento de la población. Por ejemplo, en marzo, salafitas, junto con la Hermandad Musulmana, convirtieron un referéndum sobre cambios a la constitución de la era de Mubarak en un conflicto religioso. La votación fue impuesta antidemocráticamente por el Consejo Supremo para evitar la redacción de una nueva constitución.
Fundamentalistas de todo tipo movilizaron a millones para apoyar nueve cambios a la desacreditada constitución, que sostiene que la sharia islámica es la fuente principal de las leyes en el país. En las semanas previas al referéndum, los fundamentalistas argumentaron que musulmanes buenos votarían "sí", y los musulmanes malos y los cristianos votarían "no".
Además, los salafitas han incitado odio a los cristianos en sus sermones y mediante piquetes fuera de las iglesias. Rumores fueron esparcidos afirmando que la Iglesia Copta secuestra a las mujeres cristianas que se casan con musulmanes y se convierten al Islam. Diferentes grupos salafitas han prometido Yihad--guerra religiosa--para evitar que el gobierno cumpla con la demanda cristiana de reabrir más de 50 iglesias arbitrariamente cerradas por Mubarak.
Como resultado de esta intensa agitación Salafita, una serie de disturbios contra los cristianos estallaron en diferentes partes del país.
A principios de marzo, en el pueblo de Atfih, al sur de El Cairo, una turba salafita, junto con marginados urbanos pobres, quemaron una iglesia copta por a una supuesta relación entre un hombre cristiano y una mujer musulmana.
En abril, en Qena, al sur--con un gran número de residentes cristianos--los salafitas organizaron una desobediencia civil para oponerse al nuevo gobernador de la provincia, Emad Mikhael, sobre la base de su identidad cristiana. De hecho, muchos cristianos y musulmanes también se opusieron a su designación porque Mikhael fue un general de la policía secreta de Mubarak notorio por brutalidad. Pero los salafitas dirigieron su ira sobre la fe del designado gobernador.
Más recientemente, a principios de mayo, en el barrio pobre de Imbaba en El Cairo, una turba musulmán atacó e incendió una iglesia copta. Los salafitas habían estado agitando contra los cristianos por algún tiempo, y afirmaron que los sacerdotes tenían en la iglesia una mujer cristiana casada con un hombre musulmán contra de su voluntad. Con oficiales del ejército y la policía mirando de cerca, una balacera estalló entre musulmanes y cristianos que dejó 11 personas muertas.
Afortunadamente, el rechazo público de la gran mayoría de los musulmanes y cristianos contra el incendio de la iglesia ha temporalmente desacelerado a los salafitas.
Por ejemplo, manifestaciones contra el sectarismo religioso tomaron lugar en todo el país a mediados de mayo, y obligó a muchos a renegar los ataques salafitas. Además, demostraciones callejeras llevadas a cabo por miles de cristianos fuera del edificio de la Radio y Televisión en El Cairo--en protesta de la quema de la iglesia y por igualdad de derechos--y han enviado un fuerte mensaje de que los cristianos están dispuestos a luchar.
En este contexto, la importancia de la jornada del 27 de mayo está en enfocar sus demandas sobre el Consejo Supremo, no en cuestiones religiosas, lo que puede ayudar a centrar la atención de la mayoría de los trabajadores y los pobres en cuestiones de clase y política, en vez del sectarismo religioso.
¿Quién dirige la contrarrevolución?
COMO RESULTADO de la violencia sectaria, claramente organizada para descarrilar la unidad revolucionaria forjada durante el levantamiento contra Mubarak, millones saben que las fuerzas contrarrevolucionarias están trabajando arduamente. Pero responder la pregunta de quién dirige la reacción, dada la fluidez de cualquier situación revolucionaria, es difícil.
Algunos creen que Mubarak ejecuta la contrarrevolución desde su cama hospitalaria en Sharm el-Sheikh. Otros insisten en que los "remanentes" del Partido Nacional Democrático de Mubarak son los que más tienen que perder con la revolución. Muchas personas recientemente sospechan de los salafitas. Sólo una minoría desconfía del Consejo Supremo.
La pregunta se hace aún más confusa dado al rol que han desempeñado tanto los liberales, que antes se oponían al régimen, como algunos de los antiguos partidarios y funcionarios del régimen de Mubarak, quiénes se han reinventado como súper-revolucionarios. Muchos egipcios se refieren a esta nueva categoría de personas como "la gente de colores", porque por así decirlo, son camaleones.
Ahora, muchas de las viejas figuras de la oposición liberal y la "gente de colores" han formado una impía alianza. Juntos, han dirigido sus condenas contra el movimiento democrático y los "egoísta" trabajadores en huelga que, dicen ellos, quieren arruinar la economía y destruir la revolución.
Pero en cuanto a la cuestión de quién está dirigiendo la contrarrevolución, lo cierto es que Mubarak ha abandonado para siempre del escenario político. Si él vive por unos meses más, hay una buena chance de que termine ahorcado. Por otra parte, no puede haber duda alguna de que muchos funcionarios del partido de Mubarak, así como ex agentes de la policía secreta, están tratando de sembrar el caos e incitar a la guerra civil.
En cuanto a los salafitas, los acontecimientos de las últimas semanas han demostrado que aquellos que se opusieron al movimiento del 25 de enero, de manera típica, han tomado el lado del régimen--primero Mubarak y ahora es el ejército-- y son peligrosas tropas de choque de la reacción.
Del mismo modo, la Hermandad Musulmana, cuyos miembros participaron en el levantamiento, ha roto cualquier relación que mantuvo con las fuerzas revolucionarias y está cada vez más jugando un papel reaccionario, oponiéndose a las huelgas obreras y a las protestas destinadas a ejercer presión sobre el Consejo Supremo.
Pero el principal enemigo de la revolución fue y sigue siendo la clase social cuyo interés económico se ve claramente más amenazado por la agitación revolucionaria: la clase capitalista de Egipto.
La clase capitalista de Egipto--conocida por muchos egipcios como la "clase de los hombres de negocios"-- acumuló una enorme riqueza bajo un sistema basado en altos niveles de explotación de los obreros y los campesinos egipcios, apoyada por el brutal y represivo aparato estatal liderado por Hosni Mubarak.
Como resultado, una pequeña minoría de familias ricas de Egipto controla gran parte de la riqueza del país, mientras millones de egipcios apenas sobreviven en una pobreza abyecta. No hay duda de que la generalizada miseria que la mayoría de los egipcios ha sufrido en los últimos 30 años fue un factor clave para el estallido revolucionario del 25 de enero.
Por lo tanto, el futuro de la revolución egipcia se decidirá, en última instancia, por lo que estas clases hagan. La pregunta es: ¿Podrán los capitalistas egipcios recuperar su control sobre la sociedad y acallar todos los impulsos y luchas revolucionarios, antes de que los obreros y campesinos de Egipto desarrollen la conciencia y organización necesarias para forjar una alternativa?
La clase empresarial de Egipto han estado muy ocupada tratando de figurar una forma de salir de su crisis--y ellos tienen un número de herramientas a su disposición. Por sobre todo, la burguesía quiere que los generales operen como un comité ejecutivo de emergencia para defender sus intereses.
Hasta ahora, los generales han tratado de hacer precisamente eso, pero con diversos grados de éxito. Por ejemplo, la campaña para culpar a los huelguistas por el colapso de la economía ha logrado un descenso en el número de huelgas. Pero los trabajadores siguen organizando protestas después de los turnos.
Periódicamente, los generales también reprimen con severidad. Algunas huelgas han sido declaradas ilegales, y el jefe de la nueva e independiente Unión de Trabajadores del Transporte fue llevado a juicio. Algunas protestas han sido reprimidas--tres personas perdieron la vida a mano de los militares en una protesta pacífica frente a la embajada de Israel el 15 de mayo, el aniversario de la Nakba palestina.
Pero el movimiento ha respondido--más recientemente, con las masivas manifestaciones del 27 de mayo.
¿Puede Egipto retornar al 24 de enero?
A PESAR de sus medidas represivas, el Consejo Supremo entiende que, en algunos respectos, la rebelión del 25 de enero ha cambiado Egipto para siempre. Los generales comprenden la profundidad del fervor revolucionario entre los pobres, por lo que no tienen intención alguna de volver a la forma en que el régimen funcionaba antes. Su meta es elaborar una nueva forma que preserve los intereses capitalistas.
El Consejo apunta a reformar el sistema político y económico para que sea más democrático y menos opresivo, pero, por supuesto, sin abandonar los principios básicos del capitalismo en Egipto. Su estrategia gira en torno a una combinación de concesiones--siempre bajo presión--y re-empaquetar las prioridades económicas del antiguo régimen.
Así, por ejemplo, a mediados de marzo, bajo la presión de miles de manifestantes asaltando la sede de la policía secreta en ciudades de todo el país, el Consejo desmanteló el aparato. Pero luego re-contrató algunos de los mismos brutales oficiales en una nueva Administración Nacional de Seguridad.
El Consejo también ha desmantelado Nuevo Partido Democrático de Mubarak, pero ha permitido a miles de sus corruptos funcionarios seguir controlando cientos de municipios locales.
Y mientras los generales formalmente afirmar su respeto por los derechos humanos y el derecho de los ciudadanos a protestar pacíficamente, en realidad se ha detenido a muchos activistas y en muchas ocasiones los enjuició en tribunales militares. Algunos oficiales del ejército han seguido torturando a los activistas detenidos, como en la era Mubarak.
También, como resultado de las grandes manifestaciones a mediados de mayo para apoyar el derecho al retorno de los refugiados palestinos y demandar el fin del sitio egipcio de Gaza, el Consejo reabrió el cruce fronterizo de Rafah a los palestinos. Sin embargo, el Consejo sigue vendiendo gas natural a Israel y recibiendo funcionarios israelíes de alto nivel en El Cairo.
Económicamente, los generales y los empresarios han hecho concesiones a las demandas de los trabajadores por salarios más altos. Pero no tienen intención de cambiar las políticas económicas y las prioridades del régimen. Por el contrario, el consejo ha dicho que continuará las políticas neoliberales de privatización de Mubarak--las mismas políticas que llevaron al empobrecimiento de las masas.
Por ejemplo, el hombre más rico de Egipto, Naguib Sawiris, se opuso públicamente a incluso debatir sobre la introducción de un sistema de impuestos progresivos para aumentar los ingresos del gobierno. Mientras tanto, el primer ministro Essam Sharaf pidió al FMI un nuevo préstamo de 12 mil millones dólares, que sólo profundizará la crisis de la deuda del país.
Revolución v/s contrarrevolución
LAS ALTAS expectativas de los trabajadores egipcios por una vida mejor, como resultado de la insurrección revolucionaria, siguen poniendo una enorme presión sobre el gabinete y el Consejo Supremo. Millones de obreros industriales, empleados públicos y sus familias están a la espera de que Sharaf cumpla su promesa de establecer un salario mínimo vital este verano.
A pesar de la relativa calma huelguística durante abril y mayo, algunas importantes luchas obreras persisten.
Por ejemplo, los trabajadores de la cadena de tiendas departamentales Omar Effendi--que fue privatizada hace unos años a un precio irrisorio a un inversor extranjero--obtuvieron una orden judicial para renacionalizar la empresa y han recuperado sus puestos de trabajo. Los trabajadores textiles en Shebeen Al-Koum, una ciudad en la región industrial del Delta, continúan su lucha para la re-nacionalización de su compañía.
Los trabajadores estatales del Departamento de Antigüedades siguen amenazando con cerrar el Museo Egipcio si sus demandas salariales no se cumplen. Además, los trabajadores de varias empresas del Canal de Suez continúan un plantón tres meses contra la externalización de sus empleos.
Y el 16 de mayo, miles de médicos en los hospitales públicos se declararon en huelga en todo el país para lograr aumentos salariales. Aún más significativamente, los médicos están exigiendo un aumento del gasto público en atención de salud del 4 por ciento del producto interno bruto y al 15 por ciento, con el fin de crear un sistema de salud más humano para una población plagada con enfermedades como la hepatitis C y males cardíacos. Y los farmacéuticos votarán para una huelga nacional para mediados de junio.
La campaña ideológica contra los trabajadores y las huelgas ha comenzado de alguna manera a colapsar. Recientemente, Sharaf tuvo que decir en un discurso televisado "las demandas de los trabajadores son legítimas aspiraciones humanas de gente que han sufrido tanto durante tanto tiempo".
Mientras tanto, el periódico Al-Ahram admitió el 28 de mayo que la economía no está realmente en un estado de colapso, como han alegado los comentaristas que apoyan críticas del Consejo a las huelgas. De hecho, la producción industrial creció en el primer trimestre de 2011 comparado con el primer trimestre del año anterior.
La disminución en las huelgas muestra que los trabajadores siguen produciendo, pero ellos tienen una actitud de "ver y esperar". Sus luchas podrían volver a alcanzar un tono más agitado si, por ejemplo, el gobierno cumple con aumentar el salario mínimo.
Al mismo tiempo, el aumento de los precios de los alimentos pone más carga para los trabajadores y los pobres. El costo de los alimentos básicos, como los frijoles y el arroz, se ha disparado en las últimas semanas entre un 30 y 100 por ciento. Tales condiciones, junto con las cuestiones democráticas, contribuyen al crecimiento de la insatisfacción expresada el 27 de mayo.
El escenario está listo para una nueva etapa en la revolución, y en este nuevo período la gente continuará desarrollando un entendimiento más claro de sus principales asuntos políticos: quiénes son y qué motivos tienen los generales, cuáles son los intereses de clase de la Hermandad Musulmana y salafitas, y a quién realmente sirve el actual sistema económico, entre otros.
La izquierda intenta organizar una alternativa
EN FEBRERO, los Socialistas Revolucionarios publicaron un polémico artículo titulado "El Consejo Supremo conduce a la contrarrevolución". El artículo destaca el hecho de que los generales controlan el 25 por ciento de la economía y que tienen intereses contrarios a los de la clase obrera, a pesar de que de los labios para afuera Consejo dice salvaguardar las metas de la revolución.
Muchos radicales y personas que participaron en el levantamiento criticaron esta declaración como equivocada, en el mejor de los casos, o irresponsable, en el peor. Muchos activistas aún abrigan la idea de que los generales están del lado de la revolución, ayudando a derrocar a Mubarak, y puede confiarse que harán lo correcto. Sólo un puñado de socialistas y revolucionarios insistieron en que, debido a su posición de clase, los generales no son una fuerza revolucionaria.
Sin embargo, las traiciones del Consejo Supremo en cuestiones del cambio democrático en los últimos tres meses han llevado a miles de jóvenes y trabajadores a comenzar a cuestionar de qué lado está el Consejo. Ya no es considerado tabú al menos criticar al Consejo Supremo.
Todas las fuerzas de la izquierda revolucionaria en Egipto se dan cuenta que grandes formaciones serán necesarias para permanecer conectados con las luchas adelante y para jugar un papel en desafiar a los patrones y los generales, así como a sus partidarios de la oposición liberal y la Hermandad Musulmana.
La izquierda ha comenzado a organizar sus estructuras preparándose para los meses por venir. Por ejemplo, los trabajadores han ganado algunas batallas clave para formar sindicatos independientes. Trabajadores postales, del transporte, jornaleros, y otros, han formado al menos trece sindicatos independientes, y hay más en proceso de formación.
Más de dos mil militantes obreros, socialistas y activistas radicales se han unido al nuevo Partido Democrático de los Trabajadores, que tiene una plataforma anticapitalista. Del mismo modo, más de 3.000 activistas de izquierda y socialistas han formado el Partido Socialista Alianza Popular con un programa radical pro-trabajador.
Hace dos semanas, cuatro grupos revolucionarios se unieron para formar el Frente Socialista--una alianza para coordinar sus tácticas en las luchas por venir.
La izquierda revolucionaria tiene la tarea urgente de crecer en número y sumar capas más amplias de cuadros combatientes para luchar por una alternativa socialista en el movimiento obrero.
La polarización que ocurrió en torno a las protestas del 27 de mayo refleja una división entre las fuerzas sociales y políticas que quieren continuar la revolución hasta lograr sus objetivos democráticos y sociales básicos, por un lado, y las fuerzas que quieren todo como antes, sólo que sin Mubarak, por el otro.
Con la Hermandad Musulmana y los salafitas mostrando su cara a favor de la autoridad y de las grandes empresas, la izquierda tendrá una oportunidad para crecer--si es que sigue desarrollando su táctica y extiende su influencia. De hecho en Tahrir, el 27 de mayo, miles de personas compraron periódicos socialistas y otra literatura revolucionaria por primera vez. Esto refleja una gran apertura para la política socialista--a pesar del nefasto legado de Nasser, que en la década de 1960 decía estar por el socialismo.
La izquierda está en un buen camino, centrándose en el desarrollo de las luchas, el crecimiento de sus filas y construyendo la unidad. Necesitará todo esto para presionar al Consejo y sus partidarios en los próximos meses, evitando confrontaciones prematuras.
Traducido por Orlando Sepúlveda