El asesinato de Troy Davis

September 23, 2011

La ejecución de un hombre inocente prueba el sistema judicial no tiene nada que ver con la justicia.

EL ESTADO de Georgia asesinó a un hombre inocente la noche del miércoles, 21 de septiembre.

Por casi dos décadas, Troy Anthony Davis trató de demostrar que él fue la víctima de una terrible injusticia--condenado y enviado al paredón por un crimen que no cometió.

Cientos de miles de personas en todo el mundo oyeron su voz y salieron a mostrar su apoyo. Incluso figuras al centro del establecimiento político y judicial de EE.UU., como el ex director del FBI William Sessions, pidieron detener la ejecución de Troy.

Pero dentro del injusto sistema judicial en este país, Troy ha sido traicionado una y otra vez. El martes, la Junta de Indultos y Libertad Condicional de Georgia anunció que también daría la espalda a la petición de clemencia de Troy, aclarando el camino para su linchamiento legal.

Su ejecución expone la verdad, y no por primera vez, sobre el injusto sistema judicial estadounidense y todo el aparato estatal que lo sostiene--su obsceno uso de la violencia, el racismo y la discriminación, su falta de democracia y el menosprecio por los derechos humanos.

Supporters demand justice for Troy Davis in Atlanta

TROY SIEMPRE insistió que la lucha por salvarlo no era sólo acerca de él, pero todas las demás víctimas de la injusticia del sistema. De hecho, muchos de las injusticias de su caso son muy comunes.

Troy fue condenado por el asesinato de un policía blanco en Savannah, Georgia, Mark MacPhail, que estaba fuera de servicio y trabajaba como guardia de seguridad.

Como Marlene Martín de la Campaña para Terminar con la Pena de Muerte, escribió en la Revista Socialista Internacional, la policía y los fiscales tenían la intención de encontrar un hombre afroamericano para acusarlo a la brevedad posible:

En poco tiempo [después de la muerte], 25 oficiales fueron asignados al caso y comenzaron a recorrer el barrio por el perpetrador. Los sensacionalistas medios de comunicación explotaron el caso de un padre blanco de 27 años de edad, asesinado con dos disparos en el cumplimiento de su deber. Un oficial dijo a un reportero: "Hay un deseo entre la policía de tener al sospechoso encerrado antes que McPhail sea enterrado".

La carrera para acusar y encarcelar a afro-americanos puede ser vista de manera más amplia en el sistema de justicia penal.

Hombres negros son, lejos, la mayor parte de la población carcelaria en EE.UU., el líder en el mundo en encarcelamiento de sus ciudadanos. De acuerdo con la Oficina de Estadísticas de Justicia, las posibilidades de que un joven negro de ir a la cárcel en algún momento de su vida es del 32 por ciento--o uno de cada tres--en comparación con el 17 por ciento de los hombres latinos y 6 por ciento para los varones blancos. Por lo tanto, un joven varón afro-americano tiene una probabilidad cinco veces mayor de ir a la cárcel de jóvenes de raza blanca.

En el caso de Troy, no arma homicida fue encontrada y no hay ninguna prueba material que lo vinculara con el crimen. Él fue condenado sobre la base de los testimonios de nueve supuestos testigos del tiroteo. Pero de esos nueve, siete han retractado de su testimonio, con varios diciendo que fueron presionados por la policía para identificar a Troy.

Y como SocialistWorker.org reportó:

De los dos testigos que no han cambiado su historia, uno identificó al asesino como un tirador zurdo--Troy es diestro--y el otro, Sylvester Coles, primero fue considerado por la policía como el principal sospechoso en el caso. Tres personas que no fueron llamadas a declarar en el juicio de Troy dicen que escucharon Coles admitir que cometió el asesinato.

Ninguna de estas evidencias de la inocencia de Troy ha sido escuchada por un jurado, y la razón principal es porque él es pobre y negro.

Troy y su familia no pudieron pagar un abogado con experiencia, por lo que su representación en el juicio original fue inadecuada. Durante las últimas dos décadas de apelaciones, la introducción de nuevas evidencia fue obstaculizada en todo momento, aun cuando ésta salió a la luz después de que el juicio original hubiera terminado.

Esto fue una directa consecuencia de las leyes promulgadas durante el frenesí de "mano dura contra el crimen" en las últimas décadas--por los republicanos y demócratas por igual. El presidente demócrata Bill Clinton fue el responsable de la Ley de Antiterrorismo y Pena de Muerte Efectiva de 1996 que redujo drásticamente la capacidad de los condenados a muerte para apelar sus condenas y sentencias.

Si alguien obtiene la pena de muerte tiene que ver con su raza y clase. Como dice el refrán en el movimiento abolicionista, los que no tienen el capital obtienen la pena.


LAS SÚPLICAS de Troy no fueron escuchadas. Su familia y amigos pasaron casi dos décadas ayudando a contar su historia. Grupos y activistas en contra de la pena de muerte dedicaron largos años para exponer las injusticias en su caso.

Muchos miles de personas se manifestaron en apoyo de Troy en todo el mundo. Mientras la hora se acercaba, más de 3.000 personas se reunieron en Atlanta en una espectacular marcha y mitin, junto con decenas y cientos de personas en unas 200 ciudades de todo el mundo. Más de 1 millón de personas pusieron su nombre en peticiones y declaraciones exigiendo justicia para Troy.

Pero el sistema judicial se negó a escuchar estas voces. Como Troy mismo dijo en una entrevista para la Campaña para Terminar con la Pena de Muerte, "Georgia siente que es mejor matarme que admitir que soy inocente."

Esta es la cruda verdad sobre el sistema judicial en este país. No se trata de hacer de justicia para todos, sino de una herramienta de represión social y política, que es utilizada casi en su totalidad contra la clase obrera y los pobres. Sin embargo, los más terribles crímenes en la sociedad--las guerras imperialistas sobre la base de mentiras y el saqueo de la economía por los banqueros--ni siquiera son ilegales.

Troy Davis fue ejecutado para satisfacer la policía y los fiscales que estaban decididos a encontrar a un hombre negro a quien acusar. De la misma manera, cientos de miles de hombres y mujeres--abrumadoramente negros o latinos--languidecen en la cárcel por delitos no violentos sólo para reforzar las credenciales de los políticos "duros contra el crimen" y para servir de chivos expiatorios de los urgentes problemas sociales.

La ira que hoy sientes aquellos que luchan por la justicia es totalmente justificada, y debe ser convertida en acción--en una lucha que desafía el racismo y la discriminación contra los pobres, que suprime la barbárica pena capital, y que se enfrenta a un sistema penal lleno a reventar con los pobres y las clases trabajadoras, especialmente las minorías.

En el centro de la ira yacen preguntas más profundas: ¿Qué tipo de sistema lleva a cabo el asesinato de un hombre cuya condena tiene que ver con el color de su piel?¿Qué tipo de sistema resiste todo intento de demostrar su inocencia?¿Qué tipo de sistema puede ignorar masivas manifestaciones en EE.UU. y en todo el mundo?

Un sistema como ese debe ser cambiado.

Los que apoyaron a Troy Davis necesitan ahora hacerse parte de un cambio más amplio para establecer de un tipo diferente de sociedad, una que no tolere el tipo de injusticias que Troy sufrió.

Traducido por Orlando Sepúlveda

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