Auge en la lucha por Palestina

March 4, 2014

Un movimiento que expone la segregación étnica ha puesto Israel a la defensiva.

EL MOVIMIENTO llamando al boicot, desinversión y sanciones (BDS) para presionar a Israel a otorgar derechos básicos a los palestinos ha repentinamente pasado de los márgenes al centro del escenario.

Hace apenas un año, la existencia de un movimiento BDS era conocida principalmente por personas que han dedicado años a solidarizarse con los palestinos, muchas veces aislados de los medios de comunicación y de la clase política israelí, y cuando un auge en esta lucha tuvo lugar, fue a menudo en reacción a los ataques militares y repetidos actos de represión por parte de Israel.

Pero cuando 2013 llegó a su fin, la controversia girando en torno a un lucrativo acuerdo publicitario entre Sodastream, que produce una aplicación de carbonatación doméstica en un asentamiento ilegal de Cisjordania, y la superestrella de Hollywood y embajadora de Oxfam Scarlett Johansson, capturó algunos titulares para el movimiento.

Luego, la Asociación de Estudios Americanos (ASA) votó a favor de acatar el llamado palestino por un boicot académico y cultural de Israel. La reacción contra la acción de ASA, incluyendo denuncias de presidentes universitarios y un mal concebido castigo legislativo, propuesto y abandonado, revisado y vuelto a introducir en el estado de Nueva York, dio a la campaña BDS su perfil más alto aún, y destapó un intenso debate sobre la libertad de cátedra y Palestina.

BDS protesters march to build the movement

Y hubo más: el secretario de Estado John Kerry advirtió a sus homólogos israelíes que tenían que tomar en serio las negociaciones de "paz", a riesgo de enfrentar un creciente movimiento de boicot global. Y el 31 de enero, el New York Times publicó un artículo de opinión de Omar Barghouti, uno de los fundadores del movimiento BDS y uno de sus portavoces más capaz, rompiendo el duradero cerco que el Times tenía contra significativos artículos escritos por los proponentes de BDS.

En febrero, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, se reunió con tres de los principales ministros de su gabinete, entre ellos el ultranacionalista canciller Avigdor Lieberman, para discutir estrategias para contener la amenaza de boicot. Intencionalmente, sin embargo, Netanyahu no invitó a dos ministros, el ministro de Justicia, Tzipi Livni y el ministro de Finanzas, Yair Lapid, que han hecho eco de las declaraciones de Kerry.

En EE.UU., un cisma está igualmente emergiendo entre los defensores más reaccionarios de Israel, como el Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel y la Liga Anti-Difamación, y una determinada red de sionistas liberales que están dando la voz de alarma contra la línea dura israelí de negar a los palestinos incluso concesiones simbólicas que están totalmente dentro de los intereses de Israel.

La entrada de BDS como un factor en los cálculos geoestratégicos de los políticos estadounidenses e israelíes es, en sí misma, un logro importante. La convocatoria a una campaña global BDS por parte de la sociedad civil palestina fue publicada hace menos de 10 años, en 2005.

Todos los involucrados, desde los líderes políticos pro israelíes a los activistas del movimiento BDS, saben muy bien el impacto de la última campaña de solidaridad en contra de un sistema apartheid. El movimiento de desinversión contra el régimen racista de Sudáfrica comenzó en la década de 1970 y jugó un rol importante en galvanizar el sentimiento internacional y socavar la legitimidad del dominio blanco. La caída del sistema de segregación sudafricano tardó en llegar, pero llegó.

Hoy, el movimiento BDS puede convertirse en el movimiento anti-apartheid de una nueva generación, capaz de inspirar a gentes de todo el mundo para abogar por la justicia para un pueblo históricamente desposeído, y, al hacerlo, aprender a abogar mejor por a sí mismos.


EL DEBATE dentro de Israel acerca de cómo lidiar con el desafío planteado por el movimiento BDS ha revelado fisuras en su clase política que abre oportunidades para la lucha por la liberación palestina.

Desde el momento en que Israel y la Autoridad Palestina entraron en el "proceso de paz" de Oslo, en 1993, para negociar la creación de un Estado palestino, junto al de Israel, el liderazgo político de Israel pospuso indefinidamente la ejecución de cualquier plan e imposibilitó la viabilidad de un Estado palestino. En lugar de ello, Israel expandió sus asentamientos ilegales y trasladó un número cada vez mayor de ciudadanos a la Ribera Occidental, en clara violación de los Convenios de Ginebra.

Veinte años después, el fervor racista de Avigdor Lieberman se erige como la más pura expresión del deseo de destruir la sociedad palestina en su conjunto. Esta estrategia tiene dos caras; una muestra Israel como una sociedad tolerante y liberal, rebosante de la alta cultura, obras de arte, e industria tecnología de vanguardia; con la otra, Israel lleva a cabo una serie de masacres y crímenes de guerra, utilizando su abrumadora superioridad militar, cortesía de los Estados Unidos, para asolar con terror y muerte a los palestinos.

El objetivo de estos sionistas derechistas es colonizar toda la Palestina histórica, y esto requiere encontrar un pretexto para llevar a cabo la exterminación del pueblo palestino.

La objeción de los sionistas liberales a estos planes es que la utilización de la fuerza bruta ha cumplido su curso. En su lugar, ellos proponen proteger a Israel de sus críticos, tanto internos como externos, poniendo fin a la ocupación directa de la Ribera Occidental, y tal vez aflojar el cerco de Gaza. "Los judios", escribió el columnista del New York Times, Roger Cohen, "[no podemos] mantener sus botas en las cabezas de los palestinos de la Ribera Occidental por más tiempo."

Cohen y sus co-pensadores han de pronto descubierto la lucha por una Palestina libre, pero a ellos no les agrada el BDS, tampoco. Ellos están dispuestos a conceder un " Estado" palestino en un fragmento de la Palestina histórica, y se las arreglan para convencerse de que esa "solución", una Cisjordania económicamente devastada y geográficamente rota, es una expresión de su generosidad liberal.

Lo que los sionistas liberales no pueden tolerar es la naturaleza global de la igualdad que el movimiento BDS busca. "No confío en el movimiento BDS", explica Cohen. "Su declarado objetivo es poner fin a la ocupación, asegurar la 'plena igualdad' de los ciudadanos árabe-palestinos de Israel, y luchar por el derecho al retorno de todos los refugiados palestinos. El primer objetivo es esencial para el futuro de Israel. El segundo es loable. El tercero, combinado con el segundo, es el fin de Israel como un Estado judío. Esta es la agenda oculta de BDS, su subterfugio inaceptable: seducir, disfraz y sofocar".

Considere lo que Cohen está diciendo aquí: Claro, vamos a ceder a los palestinos las tierras desérticas en Cisjordania, despojada de los recursos hídricos que Israel ya ha desviado a sus ciudades y pueblos. Y sí, es un digno objetivo que, en algún momento, los ciudadanos palestinos de Israel tengas los mismos derechos que los Judios. Pero si Israel debe cumplir con el derecho internacional, es el fin.

En otras palabras: la igualdad y el respeto por el derecho internacional amenazan la esencia misma de la empresa sionista.

Ésta es la respuesta de Omar Barghouti a la columna de Cohen:

Cualquier que argumente que los palestinos deben seguir siendo privados de sus derechos fundamentales en virtud del derecho internacional, incluidos el derecho a la plena igualdad y el derecho inalienable de los refugiados a regresar a sus hogares, con el fin de preservar el "derecho" de Israel a existir como un Estado racista, como un régimen de ocupación, colonialista y de apartheid, es un racista, no un liberal.

Israel, como los historiadores israelíes más respetados acuerdan, es responsable de la limpieza étnica de la mayoría de los palestinos indígenas durante la Nakba de 1948 para crear un estado de exclusión etno-céntrica. Privar a los palestinos de sus derechos establecidos por la ONU para mantener la 'etno-cracia' creada como resultado de este crimen de limpieza étnica es inmoral, ilegal y sin duda no liberal.


EL MOVIMIENTO BDS confronta a Israel con su peor pesadilla: un movimiento no violento, basado en el principio de igualdad y el derecho internacional, que reúne activistas en las calles, en los lugares de trabajo y en los campus universitarios.

Israel ya no puede darse el lujo de ignorar a sus críticos, pero cada vez que trata de responder a ellos, termina inevitablemente por tener que explicar por qué la "única democracia en el Medio Oriente " es sustentada por una lógica segregacionista que avergüenza a todos, excepto a los más intransigentes racistas.

El creciente movimiento de solidaridad con Palestina está tomando muchas formas. En países de todo el mundo, por ejemplo, se volverá a repetir la Semana del Apartheid israelí, en marzo.

Muchas campañas BDS son locales, lo que les da la capacidad de tocar a la gente donde ellos viven, trabajan, estudian y comen. En la Universidad George Mason, por poner un ejemplo, los estudiantes activistas organizaron una huelga durante un discurso de graduación por Shari Arison, un multimillonario israelí que lucra con el apartheid sionista. También lograron que los servicios de alimentación proporcionaran alternativas al hummus hecho por Sabra, una marca con vínculos al ejército israelí.

También hay muchas oportunidades para forjar vínculos con otras causas por la justicia social, sobre todo porque la táctica del boicot y la desinversión son familiares de muchas otras luchas en la historia, por ejemplo, el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos.

Fue precisamente cuando el régimen de Sudáfrica ya no pudo defender su legitimidad que estuvo claro que los días del apartheid estaban contados. El movimiento BDS está acelerando la llegada de esos mismos días para los palestinos, deseosos de vivir como ciudadanos iguales en su propia tierra.

Traducido por Orlando Sepúlveda

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