Las vidas negras cuentan

December 8, 2014

Los afro-americanos de Ferguson y de todo el país son los que de verdad tienen el derecho a estar indignados por la injusticia cometida.

AUNQUE FUERA el resultado por todos esperado, la decisión del gran jurado de Ferguson, Missouri, llegó como una bofetada en la cara de todo aquel que ha luchado por justicia para el joven negro Michael Brown: su asesino, el policía blanco Darren Wilson no será procesado.

Pero siguiendo a la afrenta llegó el insulto: el grotesco racismo de los medios de comunicación con su hipócrita indignación cubriendo la respuesta, justificadamente airada, de la comunidad negra en Ferguson--especialmente los autos incendiados y los negocios saqueados.

Los últimos meses han proporcionado toda la evidencia que cualquiera podría querer para acusar a todo el sistema del racismo y la desigualdad que causó la muerte de Mike Brown, junto a la de cientos de otros negros e hispanos en todo EE.UU. a manos de la policía cada año.

Pero enseñando sus tácticas de distracción, los principales medios de comunicación centraron su atención en las tiendas quemadas y los vehículos policiales volcados, y escogiendo ignorar las décadas de destrucción económica en Ferguson. ¿Cuáles restricciones a las libertades civiles por parte la policía militarizada? Ignoren cada Mike Browns asesinados por la policía cada día. Apunta las cámaras a los incendios.

Police clad in riot gear after the Ferguson grand jury is announced

LO QUE hace esto aún más irritante es que las autoridades querían ver Ferguson arder, como concluyeron muchos activistas anti-racistas.

El anuncio fue retrasado hasta las altas horas de la noche de 24 de noviembre, garantizando que las primeras protestas se limitarían a un número más pequeño de manifestantes, y más propensos a enfrentarse a la policía desde los primeros días después del asesinato de Mike Brown.

Los fuertemente armados policías provocaron la violencia, disparando su primera ronda de gases lacrimógenos mientras el presidente Barack Obama aún hablaba sobre la decisión--y, según un reporte en Youtube, incendiando los primeros coches en llamas. Las áreas cercanas con residentes blancos, como Clayton, donde el jurado deliberaba, permanecieron bien vigiladas. Los barrios negros de Ferguson, como en el que Mike Brown fue asesinado a tiros, no.

Amy Goodman, de Democracy Now, preguntó el reverendo Al Sharpton sobre esto en una conferencia de prensa, el día después de la decisión del gran jurado:

[A]noche, cubríamos las protestas frente a la estación de policía de Ferguson y estaba lleno de policías antidisturbios, policías estatales con todo el armamento avanzado. Cuando nos fuimos a West Florissant, esperábamos ser parados por la policía como ocurrió en las protestas de meses atrás, pero eso era un campo abierto. No vimos policías estatales y casi no vimos a la policía local. ¿Cree Ud. que las autoridades dejaron que Ferguson ardiera?

La multitud presente estalló en aplausos y coreó "sí" a la pregunta de Goodman. "Creo que...la pregunta ha sido contestada", fue la respuesta de Sharpton.

Así mismo, los activistas comunitarios que habían estado en negociaciones con las autoridades locales antes de la decisión vieron en la retórica del fiscal del condado de St. Louis, Robert McCulloch, y las acciones de la policía una abierta provocación. Montague Simmons, líder de Don't Shoot Coalition , dijo a NPR:

Pongo lo que pasó anoche directamente a sus pies. Sabíamos lo que pasaría si hacían su anuncio en la noche... Ellos no han estado dispuestos a hacer compromisos con nosotros. No hay explicación racional que pueda ofrecer otra más que esto es lo que querían ver pasar.

Si esto parece conspirativo, recuerde que la atención de los medios en los saqueos e incendios encaja perfectamente con la narrativa racista empujada por las autoridades durante días antes del anuncio del gran jurado: "manifestantes malos" vs. "manifestantes buenos".

Cada figura política y comentarista mediático proclamó su apoyo al derecho a la protesta pacífica, pero los activistas de carne y hueso en las calles de Ferguson fueron retratados como animales inclinados a la violencia sin sentido. Esa fue la excusa del gobernador de Missouri, Jay Nixon, para movilizar a la Guardia Nacional. Y fue la excusa para el constante estribillo de los medios después de la decisión: "¿Por qué querrían quemar su propia comunidad?"

Simultáneamente, otros crímenes atroces en Ferguson, que podrían ser parte de una reacción racista, son ignorados, incluyendo el incendio de la iglesia donde recientemente el padre de Mike Brown fue bautizado. Luego está el asesinato de DeAndre Josué (20), cuyos restos incinerados fueron encontrados en su coche el día después del anuncio. Mientras la policía remolcaba su coche de la escena, su abuela, Renita Towns gritaba, "a la policía no les importa. Él es negro".

Pero quizás el ejemplo más grotesco de la hipocresía racista se produjo al aparecer un video de la madre y el padrastro de Mike Brown reaccionando al anuncio del gran jurado de no procesar a Wilson. En ese momento de angustia ante el fracaso del sistema para hacer justicia, el padrastro de Brown, Louis Head, exclamó, "A quemar esta perra".

Eso fue todo lo que el vicegobernador de Missouri, Peter Kinder, necesitó para exigir que Head fuera "detenido y acusado de incitar a la violencia".


SI HAY alguien con derecho a estar indignado, esa es la comunidad negra de Ferguson y en todo EE.UU. El asesinato legal de Mike Brown señala inquisitoriamente a un país donde los negros son 21 veces más probables de morir a manos de la policía que los blancos.

Las estadísticas son lo suficientemente horribles. Pero detrás de los números están las historias.

Como la de Tamir Rice (12), quien fue asesinado por portar una pistola de juguete en un parque público en Cleveland el mes pasado. La policía afirma que advirtió al niño arrojar su pistola tres veces antes de abrir fuego, pero un video muestra que los oficiales abrieron fuego tan sólo dos segundos después de que su coche patrulla se detuvo en el parque.

O la de Darrien Hunt (22), asesinado por la policía en Saratoga Springs, Utah, mientras sostenía una espada plástica de juguete, en el mes de septiembre. Un video publicado el mes pasado lo muestra corriendo por su vida antes de que los policías le dispararan seis veces en la espalda. Esta evidencia contradice directamente a la policía que afirma que Hunt "arremetió" contra los agentes con la espada, antes de que ellos comenzaran a disparar.

No sólo fueron estas vidas robadas por policías de gatillo ligero, sino además las víctimas y sus familias fueron inmediatamente puestos bajo escrutinio en los medios. Un periódico Cleveland optó por reportar que el padre de Tamir Rice tiene un historial de violencia doméstica (pero no chequeó los antecedentes penales de los policías que asesinaron a su hijo). En el caso de Utah, los medios trataron de torcer lo escrito por Hunt en las redes sociales para sugerir que él buscaba cometer "suicidio por la policía".

Pero todo esto es de esperarse en el sistema de injusticia estadounidense donde los policías tienen impunidad para herir y matar, sobre todo si sus víctimas son negras.


VALE LA pena señalar que existe un apoyo bipartidista al terror policíaco en Estados Unidos. Recordemos que fue un demócrata, el fiscal Robert McCulloch, quien se negó a procesar al asesino de Mike Brown, y un demócrata, el gobernador Jay Nixon, quien llamó a la Guardia Nacional, mucho antes de la decisión del gran jurado, con el fin de aplastar la disidencia.

Después del anuncio de la semana pasada, algunos manifestantes pusieron sus esperanzas en el Departamento de Justicia para presentar cargos federales de derechos civiles contra Darren Wilson. Pero McCulloch dejó muy claro en su conferencia de prensa del 24 de noviembre que su oficina había trabajado codo a codo con el Departamento de Justicia y los investigadores federales en analizar la evidencia; una señal de que una acusación federal es poco probable.

Y no espere que el primer presidente negro de los Estados Unidos haga algo sobre el racismo y la violencia policial en sus dos últimos años, más de lo nada que ha hecho en sus seis previos años. Obama se vio obligado decir algo sobre el asesinato de Mike Brown y la decisión del gran jurado, pero de todo lo que dijo hubo nada de sustancia.

La administración Obama se comprometió a financiar la compra de 50.000 cámaras para la policía, capacitación para el uso "responsable" del equipo paramilitar, como rifles de asalto y vehículos blindados, y "promover el acercamiento" entre las comunidades locales y las fuerzas policiales.

Pero esto no es una solución a los asesinatos policiales.

Por un lado, 50.000 cámaras es menos del 10 por ciento de los 750.000 agentes de policía que operan en EE.UU. de hoy. Y, en general, como la exoneración de Darren Wilson lo demuestra, el sistema de justicia, de los fiscales a los jueces, está demasiado dispuestos a dar a la policía el beneficio de la duda cuando afirman que "temían por su vida".

Mientras esto continúe, la mera posesión de una placa policial es una licencia para matar--y los obstáculos para procesar a los policías asesinos son mucho y enormes.


LA ÚNICA esperanza realista para poner freno al abuso y la violencia policial es movilizar la indignación generalizada contra la corrupción, la brutalidad y el asesinato que infecta a los departamentos de policía de todo el país.

Lograr ellos tengan que rendir cuentas puede parecer una tarea imposible. Pero la explosión de la ira tras el asesinato de Mike Brown--en la estela de las protestas tras el asesinato racista de Trayvon Martin en 2012 y de docenas de otras campañas locales contra la violencia policial--muestra qué es posible. No hace muchos meses, la mayoría de los habitantes del país nunca habían oído hablar de Ferguson, Missouri. Ahora, el nombre de esa ciudad ha estado en boca de personas en todo el país gracias a las movilizaciones en curso.

El amplio alcance del desasosiego por la justicia negada en Ferguson tomó una dramática expresión cuando varios futbolistas de los Rams de St. Louis llegaron a la cancha con las manos arriba, gesto utilizado en las manifestaciones que siguieron al asesinato de Brown. Eso fue suficiente para sacar a los derechistas de sus casillas, con algunos de ellos demandando que los jugadores fueran multados por mostrar "solidaridad con un criminal".

Darren Wilson esta libre hoy, y se ha beneficiado, si los informes de los medios son correctos, de un pago de cientos de miles de dólares por su primera entrevista con ABC News, en la que afirmó tener su "conciencia tranquila" y que dispararía a Mike Brown de nuevo sin la menor vacilación. Después de que la decisión del gran jurado lo absolvió de cargos criminales, Wilson dimitió del Departamento de Policía de Ferguson, citando "temores por su seguridad".

Pero los residentes negros de Ferguson son los que tienen mucho más que temer de los muchos Wilson y sus compinches azules merodeando por sus calles.

El asesinato de Mike Brown es ahora el ejemplo más conocido de una epidemia nacional de violencia policial derivada del racismo estructural, y del papel de la policía en proteger la riqueza y la propiedad. El hecho de que este asesino nunca pasó un momento dentro de una celda o sala de audiencias, y mucho menos llegó a juicio, plantea la pregunta: ¿Habrá el día en que la policía rinda cuentas por sus crímenes si la víctima es una persona de color? Y si no, entonces ¿qué tiene el sistema de justicia que ver con la justicia?

Mientras los líderes políticos retuercen sus manos sobre la violencia en Ferguson u ofrecen perogrulladas sobre la reconstrucción de la "confianza" con la policía, hay que recordar las lecciones de las rebeliones urbanas de la década de 1960 y 70 desencadenadas por el racismo, la pobreza y la brutalidad policial. Como Keeanga-Yamahtta Taylor escribió para SocialistWorker.org:

Los disturbios, de hecho, fueron la "forzosa entrada" de las masas negras en las discusiones políticas en las que generalmente, ellos y sus comunidades, eran invisibles o irrelevantes. La pobreza negra, la privación y el racismo en las zonas urbanas pasaron de ser no-asuntos políticos a ser uno de los temas más importantes de la década...

Las rebeliones, por supuesto, no duran una eternidad. Con el tiempo se topan con el poder del Estado, y los rebeldes se fatigan una vez que la adrenalina de sentirse políticamente vivos se disipa. Para lograr los cambios sustanciales requeridos para transformar realmente la vida de los trabajadores y los pobres, es necesario algo más: estrategia, política y organización.

Necesitamos un movimiento construido sobre la ira por la negación de justicia en Ferguson y el grito de "Las vidas negras cuentan", y desarrollar la estrategia, la política y la organización necesarias para enfrentar la epidemia de la violencia policial.

Traducido por Orlando Sepúlveda

Further Reading

From the archives