La falacia del “voto realista”

February 19, 2016

El torrente de críticas que Sanders enfrenta, así como asciende en las encuestas, se basa en la hipótesis de que las políticas izquierdistas simplemente "no son realistas".

YA ANTES de los resultados en Iowa y New Hampshire, y tras la consistente escalada de Bernie Sanders en las encuestas, los seguidores de la aún-no-coronada candidata Hillary Clinton decidieron que ya han visto suficiente.

Desde enero, la campaña Clinton ha estado alimentando el New York Times y el Washington Post con artículos mostrando su descontento con Sanders, cuyo populismo de izquierda fue tolerado al comienzo de la campaña, pero que ahora da alarmantes señales de no querer perder y callarse.

Al mismo tiempo, los comentaristas políticos de todo el espectro han descorchado su verborrea anti-Sanders. Entre los conservadores, la junta editorial del Wall Street Journal advirtió a sus lectores que, en tiempos de una gran rabia contra las profundas desigualdades, este "izquierdista azul" no sería tan débil en la elección general de noviembre como ha sido asumido.

Los comentaristas liberales fueron más condescendientes. "Bernie Sanders no entiende cómo la política funciona", escribió columnista del Boston Globe Michael Cohen, mientras que Politico publicó un artículo del co-editor del American Prospect, Paul Starr, titulado "Entiendo el atractivo de Sanders, pero él no es un presidente creíble".

Hillary Clinton speaking on the campaign trail

Muchos liberales, cuyos principios están más cercanos a Sanders que a la centrista Clinton, están yendo en contra del social-demócrata de Vermont. El denominador común entre ellos yace en una curiosa epidemia de crítica híper-selectiva.

Paul Krugman, economista liberal y columnista del New York Times, se quejó de que la propuesta de Sanders para romper el monopolio financiero no va suficientemente lejos, quedándose callado ante la retórica vacía y propuestas a medias de Hillary "Wall Street" Clinton.

Recientemente en el programa radial Democracy Now, el conocido escritor anti-racista Ta-Nehisi Coates Coates afirmó apoyar a Sanders por sobre Clinton, pero no sin antes haber publicado una pieza en Atlantic criticando a Sanders por su posición con respecto a reparaciones a las comunidades afroamericanas por las heridas aún abiertas de la esclavitud. Su criticismo es correcto, pero Coates olvidó mencionar que Clinton también niega la necesidad de reparaciones y que su historial en cuestiones de raza es muchísimo peor que el de Sanders.

Hubo además una ola de quejas sobre el plan de Sanders de construir un sistema de salud público al día con la historia; un sistema de pagador único, o "Medicare para todos".

La misma Hillary Clinton y su hija Chelsea falsamente insinuaron que el plan de Sanders desmontaría el Acta de Cuidado Asequible (ACA) y dejaría a la gente sin seguros médicos. Mientras algunas voces liberales, como Ezra Klein y Matt Yglesias, ¡denunciaron el plan de Sanders, por su simplicidad!

¿En Serio? Cualquier persona que lidia con el laberinto de conseguir atención médica digna y asequible en este país seguramente apreciaría el argumento de Sanders, cuya simplicidad radica en que es un enorme beneficio para todos remover el provecho económico del derecho humano básico a la salud. En contraste, ACA contiene mil páginas llenas de resquicios legales y subsidios a las corporaciones que da al sistema privado de salud mercantilizada la habilidad de rentablemente exprimir al pueblo trabajador.


Y ESAS son sólo las críticas superficiales a sus políticas. Aún más importante es el temita subyacente, compartido por sabihondos y políticos: Bernie Sanders sencillamente no es la opción "realista."

"Aquí, los políticos nos gustan convencionales", aleccionó el gobernador de Missouri Jay Nixon, un promotor de los valores estadounidenses tradicionales, como desplegar tropas armadas hasta los dientes contra manifestantes afroamericanos hartos de la violencia policial, que salieron a las calles tras el vil e impune asesinato de Mike Brown en Ferguson. "[Sanders] no lo es; él es un socialista".

La senadora, también de Missouri, Claire McCaskill añadió: "Los republicanos lo dejan tranquilo porque están deseosos de correr sus avisos con martillos y hoces".

El problema con el argumento de que Sanders y sus ideas son de extrema izquierda, es que claramente no lo son. Ese es el significado de las encuestas que muestran que más y más gente adoptan su mensaje.

La razón por la que escuchamos a los seguidores de Clinton denunciar a Sanders no es porque él esté asustando a votantes, sino porque los está atrayendo en números más y más grandes.

Y por lo que a la etiqueta de "socialista" respecta, lejos de ser negativa, ha inspirado a quienes admiran a Sanders a identificarse así también. El Washington Post reporta que 43 por ciento de los participantes en el caucus demócrata en Iowa se auto-describen como socialistas, incluyendo un 58 por ciento de quienes apoyan a Sanders y alrededor de un tercio de los seguidores de Clinton.

El éxito de Sanders está basado en el movimiento hacia la izquierda de millones de personas en la base electoral del Partido Democrático, cuyo enfado con la agenda pro-corporativa de su partido refleja una tendencia paralela a la polarización en Europa durante los últimos años.

Pero si lee artículos anti-Sanders con atención, encontrará que a sus autores no les importa que Sanders pueda estar alienando votos, sino a candidatos, consultores y especialmente donantes, es decir, la estructura de poder dentro del Partido Democrático mismo.

El diputado demócrata Steve Israel dijo al Washington Post que, entre sus colegas, hay "una elevada preocupación" en las antesalas y ascensores del Congreso sobre el efecto que una victoria de Sanders pueda tener en la sección legislativa de las elecciones de noviembre.

No hay duda de que los republicanos trataría de usar en su contra en las elecciones generales el hecho de que Sanders se auto-identifica como socialista, pero varias encuestas muestran que Sanders podría ganar, aún con más facilidad que Clinton, contra distintos candidatos republicanos.

Sin embargo, ese no es el problema. Los demócratas como Israel y Nixon están menos preocupados de ser dañados en sus pretensiones electorales por una campaña izquierdista de Sanders, que de ser expuestos por ella.

"Gane o pierda" escribió el Washington Post, "El ascenso de Sanders ha creado desafíos a los líderes del partido, resaltando las diferencias políticas entre el establecimiento demócrata y su base de apoyo. Muchas de las propuestas de Sanders, como Medicare para todos, universidad gratuita y romper los oligopolios financieros, van más allá de la agenda legislativa demócrata, pero son adoptadas por un ala ascendiente del partido".

En otras palabras, no el socialismo lo que los oficiales del partido temen, sino posiciones y políticas que alguna vez fueron elementos básicos de la política liberal y del Partido Democrático.


ESTA ES la esencia del embeleco del "pragmatismo político" practicado por tanto tiempo por el ala liberal de la oligarquía estadounidense. Nos aseguran que los cambios radicales son imposibles porque "la gente nunca los apoyaría", mientras hacen todo lo posible por prevenir que esos cambios sean siquiera una opción.

Esto es diametralmente opuesto a la política combativa e independiente de Eugene Debs, líder del antiguo Partido Socialista y cinco veces candidato presidencial, quien argumentó que es mejor "votar por algo que quiero y no conseguirlo, que votar por algo que no quiero y conseguirlo."

El éxito de Sanders hasta este punto es un gran hueco en el mito nacional de que los estadounidenses son conservadores hasta la médula. Pero qué tan lejos puede llevar Sanders su campaña está limitado por el hecho de estar buscando la nominación presidencial del Partido Democrático, un partido que claramente muestra intenciones de sabotear y deslegitimar su campaña a toda costa.

Sanders y muchos de sus seguidores creen que los límites del sistema bipartidista hacen imposible otra opción que no sea trabajar dentro del Partido Democrático para realizar políticas progresistas. Y es verdad que Sanders está recibiendo mucha más atención ahora que de la que obtendría como un candidato independiente de un tercer partido, ya que en ese caso habría sido marginado desde el comienzo por el establecimiento mediático y político.

Pero también es verdad que el Partido Democrático nunca permitirá ser tomado por su ala izquierda, no importa si Sanders quiera aceptarlo, o no. Quedándose dentro del partido, Sanders terminará cumpliendo las profecías de sus "críticos pragmáticos".

La insistencia de Sanders en discutir sobre el derecho a la salud y el sistema para realizarlo es una bocanada de aire fresco en el clima político post-Obamacare. Pero no es realista proponer un plan de salud de pagador único a un partido que sirve los intereses de las industrias aseguradoras y farmacéuticas. Si Sanders intenta realizar esta promesa, su propio partido lo apuñalará por la espalda.

Michael Cohen está en lo correcto cuando dice que Sanders es muy simplista al culpar solamente a Wall Street por corromper al sistema político. "No se trata sólo de dinero, sino además de un sistema político construido y reforzado para bloquear las masivas reformas que Sanders está proponiendo", escribió Cohen. "El dinero es importante, pero está lejos de ser todo".

Obviamente la lección que Cohen y otros "liberales realistas" sacan de todo esto es que necesitamos escoger a candidatos moderados que trabajen por cambios pequeños e incrementales. Pero conocemos los resultados de esta estrategia en el profundo barranco de promesas rotas en que nos dejaron Bill Clinton y Barack Obama.

Quienes apoyan a Sanders deberían llevarse un mensaje opuesto: para arreglar un sistema quebrado, necesitamos una profunda y real revolución política, no sólo contra la influencia de las corporaciones en Washington, sino contra toda la oligarquía y sus dos partidos.


LA POPULARIDAD de la campaña de Sanders muestra que tal revolución es posible. También lo hace los movimientos de protesta del pasado reciente que han logrado la igualdad matrimonial para parejas homosexuales, mejoras iniciales en el salario mínimo, mayor conciencia sobre la escoria de la violencia policial racista, y acusaciones jurídicas a policías asesinos. Y otras lecciones históricas nos muestran logros a una escala aún mayor.

Constantemente nos dicen que estamos fantaseando si hablamos de construir un partido a la izquierda de los demócratas. Pero si en 2016, un social-demócrata puede conseguir tanto apoyo como cualquier otro candidato, ¿por qué no podemos construir un partido que vaya mucho más allá de la retórica roma y del récor traicionero del Partido Democrático? ¿Por qué no podemos traer juntos los espíritus de Ocupa Wall Street, Black Lives Matter y multitudes de otros movimientos que son la base real del éxito de Sanders?

Ahora mismo, los seguidores de Sanders están excitados por los resultados en las primarias tempranas. Su candidato acaba de ganar New Hampshire, estuvo cerca en Iowa, y podría reunir más triunfos con el desarrollo de la temporada electoral.

Pero las chances siguen siendo abrumadoras de que en algún momento en los próximos meses, Bernie Sanders tenga que conceder que no podrá ganar la nominación presidencial demócrata, y que tristemente, cómo ha prometido todo este tiempo, llamará a sus seguidores a votar por quien sea nominado, sin importar cuán lejos de sus principios esté.

Por décadas, el socialista e independiente Sanders apoyó uno tras otro a desilusionantes candidatos demócratas a la presidencia por sobre candidatos genuinamente independientes como Ralph Nader, o la posible candidata del Partido Verde este año, Jill Stein.

Los socialistas debemos desafiar esta versión de "realismo político" tanto como su actual expresión. Y el tiempo para comenzar es hoy. Entender qué tomará hacer la promesa de Sanders una realidad y quebrar con su pragmatismo es justamente la esencia del proyecto socialista: auto-emancipación a través de auto-organización.

Traducido por Alejandro C.

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