La Cuba que Castro creó
Fidel Castro creó un sistema político que no vaciló en usar la represión, no sólo contra los enemigos de clase, para consolidar su poder. El autor, Samuel Farber, explica.
DESPUÉS DE una larga enfermedad que lo obligó a ceder su cargo en julio de 2006, Fidel Castro murió el 25 de noviembre. Castro había sobrevivido muchos intentos estadounidenses para derrocar su gobierno y/o físicamente eliminarlo, incluyendo el patrocinio de invasiones, numerosos conatos de asesinato y ataques terroristas.
Castro se mantuvo en el poder político supremo en Cuba por más de 47 años, e incluso después de haber dejado su alto cargo siguió estando políticamente envuelto por años, reuniéndose con numerosas personalidades extranjeras y escribiendo sus Reflexiones en la prensa del Partido Comunista de Cuba.
Fidel era hijo de la cuba Lina Ruz y del inmigrante gallego Ángel Castro, quien llegó a ser un rico terrateniente en la isla. Él asistió a una escuela jesuita, considerada una de las mejores escuelas en Cuba, e ingresó a la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana en 1945, comenzando su vida política en colaboración con uno de los diversos grupos de caciques políticos que pululaban la universidad.
Como militante universitario, Fidel participó, en 1947, en un intento de invadir la República Dominicana para provocar un levantamiento contra Trujillo y en el "Bogotazo" de 1948, que sacudió la capital colombiana tras el asesinato del líder liberal Eliecer Gaitán. La naturaleza desorganizada y caótica de estas empresas fallidas desempeñó un papel importante en el desarrollo de su visión sobre la disciplina política y la supresión de puntos de vista y facciones disidentes dentro del movimiento revolucionario.
Luego se unió al Partido Ortodoxo, liderado por el carismático senador Eduardo "Eddy" Chibás, donde él se convirtió en un candidato a la Cámara de Representantes. Este era un partido reformista democrático y progresista, inequívocamente opuesto al comunismo y concentrado la eliminación de la extendida corrupción política en la isla.
En la sección juvenil de este partido Fidel halló un fértil campo de reclutamiento cuando se volvió a la lucha armada contra la recién instalada dictadura militar del general retirado Fulgencio Batista, quien había tomado el poder en un golpe de Estado el 10 de marzo de 1952, para impedir la elección general que debía tener lugar el 1° de junio de ese año, y que presumiblemente él perdería.
A finales de 1956, poco más de dos años antes de que Batista fuera derrocado, el Movimiento 26 de Julio, liderado por Castro y nombrado así por el día de su fracasado ataque armado en 1953, había comenzado a emerger como el polo hegemónico de la oposición a la dictadura; hecha posible, en parte, por el colapso de los partidos políticos tradicionales de Cuba, incluyendo el Partido Ortodoxo, y por el fracaso de los levantamientos liderados por otras organizaciones.
Pero su hegemonía entre las filas revolucionarias fue también el resultado de sus propios talentos políticos. Castro era un poderoso político revolucionario y un maestro en utilizar los elementos clave de la ideología política democrática imperante en la oposición a Batista para atraer y ampliar el apoyo de todas las clases sociales de Cuba.
Así es como reiteradamente Castro apoyó, antes de la victoria del movimiento revolucionario, la Constitución progresista y democrática de 1940, ampliamente popular. Es así también como, sin disminuir su militancia política, minimizó el radicalismo social de su obra de 1953 La historia me absolverá.
Fidel Castro era también un táctico consumado que instantáneamente comprendía y actuaba sobre las cuestiones clave del momento. Por ejemplo, después de haber sido liberado de la prisión y refugiado en México en 1955, acuñó la consigna de que "en 1956 seremos mártires o hombres libres". Sabía que con esta promesa estaba obligado a regresar a Cuba ese Año, incluso si no estaba militarmente listo, o correr el inmenso riesgo de perder credibilidad.
No obstante, decidió que era necesario diferenciar a su grupo de sus competidores armados y revivir la conciencia política popular, particularmente entre los jóvenes, que habían sido desgastados por la desilusión. Mantuvo su palabra de pisar tierra en Cuba con otros 81 hombres a bordo del Granma a comienzos de diciembre de 1956, lo que significativamente aumentó su prestigio.
Después de la victoria
La absoluta derrota del ejército de Batista por las fuerzas castristas le abrió el camino para transformar una revolución política democrática multi-clasista en una revolución social. En los primeros dos años de la revolución, Fidel Castro cimentó su abrumador apoyo popular con una redistribución radical de la riqueza que más tarde se convirtió en una nacionalización total de la economía, incluyendo los más diminutos establecimientos minoristas.
Esta economía altamente burocrática produjo un desempeño muy pobre, agravado por el criminal bloqueo económico que Estados Unidos impuso a Cuba desde 1960. Fue la masiva ayuda soviética que recibió Cuba la que permitió al régimen mantener un nivel de vida austero que garantizó la satisfacción de las necesidades más básicas de la población, especialmente educación y salud.
Igualmente importante para reforzar el apoyo popular al régimen de Castro fue el resurgimiento de un antiimperialismo popular que había estado latente en la isla desde los años treinta.
Control organizacional
El gobierno de Fidel Castro canalizó su apoyo popular en movilización popular. Esta fue la contribución más significativa del gobierno cubano a la tradición comunista internacional. Pero al mismo tiempo que alentó la participación popular, Fidel bloqueó el control democrático popular y mantuvo tanto mando político personal como le fue posible.
Bajo su liderazgo, el Estado de partido único fue establecido a comienzo de los años 1960 y fue legalmente sancionado por la Constitución adoptada en 1976. El gobernante Partido Comunista utilizó las "organizaciones de masas" como cinturones de transmisión para las "orientaciones" del partido.
Cuando estas "organizaciones de masas" fueron establecidas originalmente en 1960, todas las organizaciones independientes, previamente existentes, que potencialmente podrían haber competido con las instituciones oficiales, fueron eliminadas.
Entre estas estuvieron las "sociedades de color", que durante mucho tiempo habían sido el fundamento de la vida organizacional negra en Cuba, numerosas organizaciones de mujeres dedicadas mayormente a actividades de bienestar social y los sindicatos, que fueron incorporados al aparato estatal después de una exhaustiva purga de toda disidencia.
El control personal de Fidel Castro, desde arriba, fuer una importante fuente de irracionalidad económica y desperdicio. El balance general de sus intervenciones personales en asuntos económicos es bastante negativo: desde la desastrosa campaña por una cosecha de azúcar de 10 millones de toneladas en 1970, que no sólo fracasó, sino que además perturbó el resto de la economía, a la incoherencia económica y la micro-gestión intrusiva de su "Batalla de Ideas", poco antes de que dejara el cargo.
Manipulación y represión
Una importante característica de los 47 años de Fidel Castro en el poder fue su manipulación del apoyo popular, especialmente evidente en los dos primeros años de la revolución (1959-1960), durante los cuales nunca reveló, ni siquiera a sus partidarios, su proyecto político.
La censura sistemática que su gobierno estableció desde 1960 es intrínseca a la política manipuladora de su régimen, y ha continuado bajo Raúl Castro. Los medios de comunicación, de acuerdo con las "orientaciones" del Departamento Ideológico del Partido Comunista de Cuba, publican sólo las noticias que satisfacen las necesidades políticas del gobierno. La censura es más notable en la radio y la televisión, que está bajo la égida del Instituto Cubano de Radio y Televisión, institución despreciada por muchos artistas e intelectuales por sus prácticas de censura arbitrarias.
La metodológica ausencia de transparencia en las operaciones del gobierno cubano también ha continuado bajo el gobierno de Raúl Castro. Un claro ejemplo es la repentina revocación, en 2009, de dos máximos líderes políticos, el canciller Felipe Pérez Roque y el vicepresidente Carlos Lage, sin una explicación completa por parte del gobierno por tal decisión. Un video detalla la versión gubernamental de ese evento, pero sólo es mostrado a audiencias seleccionadas de dirigentes y cuadros del Partido Comunista de Cuba.
La censura y la falta de transparencia a veces se han convertido en una mendacidad absoluta, como en el caso de las reiteradas negativas de Fidel Castro a maltratos físicos en las cárceles cubanas, en vista de su bien documentada existencia, por varias organizaciones independientes de derechos humanos.
Fidel Castro creó un sistema político que no vacila en utilizar la represión, y no sólo contra los enemigos de clase, para consolidar su poder. Es un sistema que ha recurrido a métodos policiales y administrativos para resolver el conflicto político, utilizando el sistema legal de manera arbitraria para sofocar la disidencia política y la oposición.
Entre las leyes invocadas para lograr este objetivo se encuentran leyes que castigan la propaganda enemiga, el desacato a la autoridad, la rebelión, los actos contra la seguridad del Estado, la impresión clandestina, la distribución de noticias falsas, la peligrosidad social pre-criminal, las asociaciones ilícitas, resistencia, difamación e insidia.
En 2006, Fidel Castro admitió que en una ocasión ha habido 15.000 prisioneros políticos en Cuba, aunque en 1967 citó la cifra de 20.000.
Política exterior
Para muchos latinoamericanos y otras personas del Tercer Mundo, no es el establecimiento del comunismo en Cuba lo que suscita simpatía por el líder cubano, sino más bien su completo desafío al imperialismo norteamericano y su obstinada persistencia en ese esfuerzo, no sólo afirmando la independencia cubana, sino también apoyando y patrocinando movimientos en el extranjero contra las clases dominantes locales y el imperio estadounidense.
El gobierno de Fidel pagó el precio por esto con invasiones militares patrocinadas por Washington, intentos de asesinato y campañas de terror, además de un largo bloqueo económico de la isla. Ponerse de pie ante el Goliat norteamericano no era sólo una cuestión de superar un poder vastamente superior, sino también su arrogancia y su racismo. Como ha señalado el historiador Louis A. Pérez, Washington a menudo veía a los cubanos como niños a los que había que enseñar a comportarse.
Sin embargo, hay muchos conceptos erróneos en la izquierda internacional acerca de la política exterior cubana. Si bien es cierto que Fidel Castro mantuvo su oposición al imperialismo estadounidense hasta su último aliento, la política exterior cubana, sobre todo después de finales de los años sesenta, estuvo motivada más por la defensa de los intereses del Estado cubano, así como él lo definió, y por su alianza con la Unión Soviética, que por la búsqueda de la revolución anticapitalista.
Debido a que la Unión Soviética consideraba a América Latina como parte de la esfera de influencia estadounidense, aplicó fuertes presiones políticas y económicas a Cuba para minimizar su apoyo abierto a la guerra de guerrillas en América Latina. A fines de los años sesenta, la URSS se impuso, forzando a Cuba voltearse a África con un vigor que provenía de saber que sus políticas en ese continente eran estratégicamente más compatibles con los intereses soviéticos, a pesar de sus muchos desacuerdos tácticos.
Esta alianza estratégica con la URSS ayuda a explicar por qué la política africana de Cuba tuvo alcances muy diferentes para Angola y el Apartheid sudafricano, donde generalmente se hallaba a la izquierda, que para el Cuerno de África, donde no lo era. En esta parte del continente, el gobierno de Fidel Castro apoyó una sangrienta dictadura "izquierdista" en Etiopía, indirectamente ayudándola en sus esfuerzos por suprimir la independencia de Eritrea.
El factor más importante que explicó la política cubana en el noreste africano fue que el nuevo gobierno etíope se había sumado al campo soviético en la Guerra Fría. Fue por la misma razón que Fidel Castro, con gran sorpresa y desilusión del pueblo cubano, apoyó la invasión soviética de Checoslovaquia en 1968, aunque quedo claro que la antipatía política de Castro por las políticas liberales de Dubcek desempeñó un importante papel en su decisión de apoyar la acción soviética.
Fidel Castro también apoyó, al menos implícitamente, la invasión soviética de Afganistán en 1979, aunque lo hizo con mucha incomodidad y de manera discreta porque, como sucedió, Cuba acababa de asumir el liderazgo del Movimiento de los Países No Alineados, La gran mayoría de cuyos miembros se opusieron firmemente a la intervención soviética.
Como regla general, la Cuba de Fidel Castro, incluso en las primeras etapas de su política exterior a principios de los años sesenta, se abstuvo de apoyar a los movimientos revolucionarios desafiando a gobiernos que mantenían buenas relaciones con La Habana y rechazaban la política estadounidense hacia la isla, sin considerar la coloración ideológica de esos gobiernos.
Los casos más paradigmáticos de las "razones de estado" de la política exterior cubana son las relaciones muy amigables que mantuvo Cuba con el México del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y con la España franquista.
También cabe destacar que en varios países latinoamericanos como Guatemala, El Salvador y Venezuela, el gobierno de Fidel Castro favoreció a algunos movimientos guerrilleros y de oposición y se opuso a otros dependiendo del grado en que estuvieran dispuestos a apoyar las políticas de Cuba.
Fidel Castro en perspectiva histórica
El establecimiento de un régimen de tipo soviético en Cuba no puede explicarse sobre la base de generalizaciones sobre el subdesarrollo, la dictadura y el imperialismo, aplicadas al resto de América Latina. El factor más importante que explica la singularidad del desarrollo de Cuba es el liderazgo político de Fidel Castro, que marcó una gran diferencia en el triunfo contra Batista y en determinar el rumbo tomado por la Revolución Cubana después de su llegada al poder.
A su vez, el papel de Fidel Castro fue posible gracias a la particular composición socioeconómica y política de Cuba de finales de los años cincuenta. Esto incluía la existencia de clases (capitalista, media y obrera) económicamente sustanciales, pero políticamente débiles; un ejército profesional y en muchos sentidos mercenario, cuyo liderazgo tenía débiles lazos con las clases económicamente poderosas; y un sistema de partidos políticos tradicionales considerablemente menoscabado.
El legado de Castro, sin embargo, se ha vuelto incierto desde el colapso de la URSS. Bajo Raúl Castro, el gobierno, en particular después del sexto congreso del Partido Comunista en 2011, prometió cambios significativos en la economía cubana que apuntan en la dirección general del modelo sino-vietnamita, que combina una apertura al mercado capitalista con el autoritarismo político.
El restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Estados Unidos, anunciado en diciembre de 2014, y que Fidel Castro aprobó a regañadientes algún tiempo después, probablemente facilitará esta estrategia económica, especialmente en el ahora improbable evento de que el Congreso de Estados Unidos modifique o derogue la Ley Helms Burton aprobada, con el consentimiento del Presidente Clinton, en 1996, y que convirtió en ley el bloqueo económico estadounidense de la isla.
Mientras tanto, la corrupción y la desigualdad están creciendo y corroyendo la sociedad cubana, contribuyendo a un sentimiento generalizado de pesimismo y el deseo de muchos, especialmente los jóvenes, de salir del país en la primera oportunidad.
A la luz de una posible futura transición hacia un capitalismo de estado, y del papel que el capital extranjero y los poderes políticos como Estados Unidos, Brasil, España, Canadá, Rusia y China puedan jugar, las perspectivas para la soberanía nacional cubana – quizás el más inequívocamente positivo aspecto del legado de Fidel Castro – son muy inciertas.
Traducido por Orlando Sepúlveda. Primero publicado en inglés en In These Times.