¿Mejor economía bajo Trump?

April 5, 2017

Cuando no está culpado a todo el mundo por sus fracasos, Trump se jacta de que la economía estadounidense está mejorando bajo su liderazgo. Lance Selfa discrepa.

EL MERCADO bursátil estadounidense ha estado al rojo vivo desde la elección presidencial, con ambos índices de precios de las acciones, el Dow Jones Industrial Average y el S&P 500, alcanzando récores máximos al crecer más del 10 por ciento desde el 8 de noviembre.

El sentido común en Wall Street era que la elección del multi-millonario Donald Trump sería una bendición para los negocios, y la perspectiva de más recortes de impuestos y un empuje desregulador desataría el "espíritu animal" de la economía.

Pero el auge tocó cima a finales de marzo, con el Dow registrando su primera caída de más del 1 por ciento en un día en casi medio año.

La razón: el fracaso de Trump, Paul Ryan--el presidente de la Cámara Baja--y del liderazgo republicano para hacer aprobar una legislación para "derogar y reemplazar" Obamacare plantea dudas sobre si la nueva administración será capaz de hacer algo del todo. "La capacidad de Trump para llevar a cabo sus planes mantendrá un lugar predominante en la mente de los inversionistas", dijo al Wall Street Journal Katie Nixon, directora de inversiones de Northern Trust Wealth Management.

Donald Trump

Por supuesto, lo que los "inversionistas" piensen acerca de Trump no tiene relación alguna con la fortaleza del sistema de salud o las condiciones laborales, sino con la salud de los balances de los grandes bancos e instituciones de Wall Street que dominan el mercado de valores.

Pero la pregunta para nosotros es si la exuberancia exhibida por el mercado de valores desde noviembre anuncia el despegue de la economía estadounidense que Trump prometió durante su campaña electoral y del que repetidamente se jacta desde que se mudó a la Casa Blanca.

Trump afirmó que sus políticas harían crecer la economía a un aumento anual del 4 por ciento del producto interno bruto, más del doble el crecimiento desde el final de la crisis económica 2008-09.

Por algunos meses desde la elección, este "truco de confianza económica", como lo calificó James Mackintosh del Journal, pareció funcionar.

Aunque los medios de comunicación ven en la "clase obrera blanca" la base de Trump, el verdadero núcleo de su electorado es la clase media conservadora, incluyendo los mini-empresarios y auto-empleados.

Así que no debiera sorprendernos que, según sondeos, el optimismo entre los mini-empresarios sea el más alto en 43 años; así como la de los gerentes corporativos; y en enero, una encuesta de la Universidad de Michigan sobre la confianza de los consumidores alcanzó un máximo de 13 años.

Estos resultados han abierto una brecha entre los indicadores "suaves", como el "optimismo" de los mini-empresarios, y los datos "duros", como las estadísticas de las ventas o las ganancias.

Así, por ejemplo, el modelo de predicción económica Nowcast de la Reserva Federal en New York predice que la economía crecerá un 2,8 por ciento en el primer trimestre de 2017; y "GDPNow" de la Reserva Federal de Atlanta indica un crecimiento de sólo 0,9 por ciento en el primer trimestre.

¿Por qué esta diferencia? El modelo de Nueva York pone más énfasis en los resultados de sondeos de aspectos subjetivos, mientras que el modelo de Atlanta se basa más en datos duros. "Los datos duros han estado en un equilibrio más débil que las encuestas de sentimiento de los últimos meses", escribió Paul Vigna del Wall Street Journal.

Incluso la presidenta de la Reserva Federal, Janet Yellen, dijo que los datos duros no se han visto "notablemente fortalecidos", aunque ella y sus colegas han decidido subir gradualmente las tasas de interés, una herramienta política para moderar una economía acelerada.


¿Cambio Real o Espejismo?

Lo primero a decir es que, a principios de la administración Trump, la economía estadounidense ha mejorado en comparación a su condición en 2009, cuando Barack Obama asumió el poder después del descalabro de Wall Street y la peor crisis económica internacional desde 1929.

A pesar de que el crecimiento económico ha sido lento, el tamaño la economía estadounidense se ha expandido en un 17 por ciento desde su punto más bajo durante la recesión de 2009.

El desempleo oficial es de 4,7 por ciento, frente al casi 10 por ciento en octubre de 2009. El porcentaje de trabajadores "ligeramente vinculados" a la fuerza laboral o sub-empleados disminuyó al 9,2 por ciento después de tocar cima al 17,1 por ciento a finales de 2009. La búsqueda de beneficios de desempleo ha bajado a niveles no vistos desde los años setenta.

El más reciente reporte de empleo del Departamento del Trabajo, publicado a comienzos de marzo, observó un aumento anual promedio en los salarios por hora del 2,8 por ciento. Así que los salarios están subiendo y están creciendo más rápido que la economía en general. Esto indica un mercado laboral muy fuerte, al menos en comparación con la última década.

Por lo tanto, el aumento de los empleos, y de los ingresos que le acompañan, puede ser la razón de la mayor confianza de los consumidores, sin mencionar los indicadores más "duros", como el aumento en las ventas de viviendas nuevas.

Pero todas estas "buenas noticias" deben ser puestas en perspectiva. Si bien estas cifras muestran que la economía ha recuperado fuerza desde la Gran Recesión, pueden parecer mediocres si son vistas a largo plazo.

Tomemos, por ejemplo, el desempleo. La tasa de desempleo oficial está cerca de donde la mayoría de los economistas consideran a la economía gozando de "empleo pleno".

Pero la estadística oficial calcula el desempleo basándose en un estimado del porcentaje de la población en la fuerza laboral. Esta cifra es de 63 por ciento hoy. En 2007, antes de la Gran Recesión, fue del 66 por ciento. Si bien parte de esta disminución representa cambios demográficos, como los trabajadores que jubilan, también representa a millones de personas que simplemente han abandonado la fuerza laboral.

Y la estadística oficial que nos da un mercado laboral relativamente fuerte no documenta la calidad de los puestos de trabajo.

"Arreglos laborales alternativos", donde los trabajadores son calificados como "contratistas independientes" o en que no se les garantiza un empleo estable con salarios y beneficios completos, han aumentado significativamente durante la última década. Además, la mayoría de los empleos creados durante la recuperación económica en curso se hayan en el mal pagado sector de servicios.

Al 2,8 por ciento, el aumento anual en los salarios se mueve en la dirección correcta, por ahora. Pero antes de la recesión, en 2006 y 2007, los salarios estaban aumentando a tasas anuales del 3,5 al 4,5 por ciento. Mientras tanto, la media anual de los ingresos por hogares, aunque aumentó desde que tocó fondo en 2012, aún no recupera el nivel de 2007, o 1999, cuando alcanzó su punto más alto en los 30 años previos a la recesión.

Dicho de otra manera, estos indicadores "duros" muestran que la economía estadounidense está en mejor forma que antes, pero aún no es grande, al menos desde el punto de vista de la mayoría de los trabajadores, que todavía no han recuperado "la década perdida" desde la recesión de 2007-08.

Incluso con la venta de viviendas aumentando, éstas se mantienen muy por debajo de la tendencia de décadas anteriores, y los propietarios de viviendas han disminuido a un 63,5 por ciento, del casi 70 por ciento durante la cúspide de la burbuja inmobiliaria de la década pasada, y de la tasa general de largo plazo de alrededor del 66 por ciento.

Además, hay otros inquietantes indicadores, como el cierre de cientos de sucursales de Sears, K-Mart, JC Penney y otros minoristas, y el incremento del incumplimiento en los préstamos estudiantiles, que muestran que millones de trabajadores siguen enfrentando difíciles condiciones en su vida diaria.


¿Ayuda el Programa Trump?

Durante su campaña, Trump prometió una combinación de recortes de impuestos a las empresas y un masivo plan de gastos en infraestructura para impulsar la economía y producir empleos. Pero como la mayoría de sus promesas, ésta no tiene mucho valor.

Asumiendo que Trump cumpliera y que pueda implementarla, lo que es incierto dada la incompetencia de su administración hasta ahora, ¿tendrá el efecto deseado? La respuesta depende de lo que queramos decir con "deseado".

Echemos un vistazo a los tres aspectos del programa Trump: una "feriado fiscal" corporativo, recortes adicionales en impuestos corporativos e impuestos sobre la renta, y un plan de gasto en infraestructura.

El propuesto feriado fiscal ha circulado Washington mucho antes de que Trump apareciera. La idea básica es reducir la tasa impositiva a sólo el 10 por ciento para los más de $2.6 trillones que las corporaciones estadounidenses mantienen fuera del país, para fomentar su "repatriación".

Ese es un buen trato, si usted es director general de una corporación; pero ¿fluirá este dinero para expandir la economía y crear nuevos puestos de trabajo? Si la experiencia nos guía, un plan similar fue aprobado durante la administración de George W. Bush, y la respuesta es no. "Esta propuesta tenía disposiciones para obligar a las empresas a invertir el dinero en el país en orden de calificar para el recorte de impuestos, pero las empresas descubrieron cómo circunvenir las restricciones", escribió David Brodwin para el Sustainable Business Council.

Aún más, prosigue Brodwin, las corporaciones sólo colocan sus dineros en paraísos fiscales o estados con bajos impuestos, como Irlanda. Sus ganancias ya se están financiando negocios en EE.UU. Por eso, es poco probable que un recorte de impuestos vaya dar lugar a un auge de la inversión. Además, cualquier dádiva fiscal a las corporaciones estadounidenses pueda terminar en las arcas corporativas en la forma de acciones y dividendos.

¿Y qué hay con el plan de Trump de reducir los impuestos a los ricos, incluyendo reducir permanente la tasa impositiva corporativa? Este es otro de los elementos de la teología conservadora que tiene muy poco apoyo empírico. Como escribió el economista marxista Michael Roberts, en su artículo "Donald Trump y la próxima crisis capitalista":

Las tasas de impuestos corporativos decrecieron durante el período neoliberal. Oficialmente, Estados Unidos tiene una tasa impositiva marginal del 35 por ciento sobre las corporaciones, pero después de varias exenciones, es efectivamente sólo 23 por ciento; entre las más bajas del mundo. Aún así, el crecimiento económico ha fracasado; en su lugar, ha habido un aumento en la proporción del provecho sumándose al capital, a costa de los trabajadores, y un aumento en la especulación financiera improductiva.

Además, la era neoliberal, cuando las tasas nominales de impuestos sobre la renta de los más ricos habían sido reducido por la mitad, produjo un crecimiento económico significativamente menor que la era de "altos impuestos" del boom capitalista posterior a la Segunda Guerra Mundial.

¿Y qué hay acerca de la inversión en infraestructura?

Pocos dudan de su necesidad. La Sociedad Americana de Ingenieros Civiles (ASCE, por sus siglas en inglés) da a la actual infraestructura estadounidense (carreteras, puentes, aeropuertos, la red eléctrica, instalaciones de tratamiento de aguas residuales, escuelas y similares) una nota de D+, sólo un poco mejor que inadecuada.

La ASCE pide una inversión de más de $2 trillones en los próximos 10 años para sólo mejorar la infraestructura existente a un grado de "adecuado". El plan de Trump y su equipo han proyectado a gastar sólo la mitad de eso, y no hay razón para creer que será aprobado por un Congreso republicano sin reducciones.

Pero aún peor, el plan de Trump es menos un plan de desarrollo de necesaria infraestructura público que un caballo de Troya para privatizar los recursos públicos. Se basa en asociaciones "público-privadas", donde los contribuyentes financiarían hasta el 82 por ciento de la inversión, pero las entidades privadas terminarían siendo propietarias y operadoras de los proyectos.

Esto significa que la codicia privada, no las necesidades públicas, guiaría el gasto en infraestructura que tendrá lugar, esto, como ya hemos dicho, si Trump logra obtener algo aprobado en el Congreso. Como señaló el economista y columnista del New York Times Paul Krugman:

Muchas ciudades tendrán que reemplazar sus sistemas de agua en los próximos años, de una forma u otra; si esto ocurre bajo el esquema Trump y no por medio de inversión gubernamental regular, no construiremos infraestructura adicional, sino que habremos privatizado lo que eran bienes públicos; y aquellos que adquieran esos activos habrán pagado sólo 18 centavos por dólar, con los contribuyentes pagando el resto de la cuenta.

Nada de esto siquiera toma en cuenta los otros elementos claves del programa Trump, particularmente su política comercial de "EE.UU. Primero" y medidas para restringir la inmigración. El proteccionismo podría conducir a un aumento de los precios en Estados Unidos, y la retórica anti-inmigrante sembrará divisiones entre los trabajadores.

Como preguntó Pranav Jani en un artículo para SocialistWorker.org: "¿Cómo es esto una victoria para los trabajadores estadounidenses? ¿Estarán disponibles para todos los empleos que resulten de las políticas de Trump? ¿Tendrán buenos salarios y beneficios? ¿Vendrán con seguro de salud, con acceso a la salud reproductiva?"


Malos y Bienes de Capital

A pesar de la recuperación del mercado bursátil y del optimismo empresarial, los indicadores clave que sería la señal de que la economía estadounidense esté preparada para despegar aún no han emergido.

Un informe del Departamento de Comercio, publicado el 24 de marzo, mostró que los nuevos pedidos de "bienes de capital, no militar", una medida que incluye bienes importantes como las máquinas que las corporaciones pedirían cuando invierten para expandir operaciones, cayeron un 0,1 por ciento en febrero, luego de haber aumentado un 0,1 por ciento en enero. El gasto en estos bienes ha aumentado en términos de dólares respecto al año pasado, pero la tasa de gasto podría estar en desaceleración.

Dicho de otra manera, basándose en el indicador "duro" de la inversión empresarial en bienes de capital, no parece que la economía estadounidense esté preparándose para el despegue.

"Después de las significativas ganancias observadas en el cuarto trimestre, las reservas de bienes de capital parecen haberse estabilizado por el momento", dijo Stephen Stanley, economista jefe de Amherst Pierpont Securities, al Wall Street Journal. "Se siente como si nos dirigiéramos a un resultado clásico del primer trimestre del PIB".

De hecho, el Secretario del Tesoro Steve Mnuchin ya redujo las predicciones de Trump de un 4 por ciento de crecimiento del PIB a alrededor del 3 por ciento.

También hay la pregunta de cuánto de la subida en la inversión de capital observada en la segunda mitad de 2016 refleja principalmente inversiones en petróleo y gas natural. El precio de esas materias primas subió después de un colapso sin precedentes que tocó fondo a principios de año. Recientemente, esos precios han mostrado signos de estar cayendo de nuevo.

El informe sobre la inversión empresarial llegó semanas después de que la encuesta del gobierno sobre el gasto de los consumidores mostró un aumento mensual de 0,1 por ciento. Por tanto, no parece que aquellos que dicen a los encuestadores que tienen confianza en la economía hayan decidido necesariamente gastar dinero.

Por sí mismos, ninguno de esos indicadores señala si la economía se expandirá este año o no, o por cuánto. Pero tampoco justifican las expectativas que el mercado de valores parece haber estado acumulando durante la administración Trump. Por medidas históricas, los precios de las acciones están muy inflados, así pues más caídas en el Dow, como las de finales de marzo, son posibles.

Después de su fracaso en Obamacare, los republicanos están dando vuelta a la página a sus planes para masivos recortes de impuestos que beneficiarán sobre todo a los ricos.

Pero si no pudieron llevar su cruzada de siete años de revocar Obamacare a buen término, no hay garantía de que vayan a cumplir con su agenda fiscal.

Pero si lo hacen, el plan tributario de Trump será de gran ayuda para los trabajadores tanto como los otros componentes de su agenda: nada en absoluto.

Traducido por Orlando Sepúlveda

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