Adueñándose de la agenda republicana
Proponiendo recortes al Seguro Social y a Medicare, Obama sólo da más que salivar a la jauría derechista.
RESULTA QUE el presidente que muchos esperaban que reviviera el Nuevo Trato de Roosevelt --el que instauró un mínimo estado de bienestar social en Estados Unidos allá en los años treinta, el punto más alto de la lucha obrera en este país-- en realidad lo está enterrando.
Sólo esa es la ineludible conclusión después de ver al presidente Barack Obama ofrecer recortes al Seguro Social y a Medicare, como parte de los $4 billones en recortes proyectados para los próximos 10 años, a cambio de los votos republicanos para elevar el techo de la deuda.
Antes, a cambio de dar a la administración Obama la autoridad de seguir endeudándose para financiar sus operaciones, se esperaba que los republicanos aceptaran una modesta alza de impuestos que --aunque fastidiara al rico y a los ideólogos del Partido del Té-- fijaría la tasa de impuestos para los súper-ricos a niveles históricamente bajos.
El acuerdo fracasó cuando los republicanos en la cámara baja se opusieron a cualquier aumento de impuestos, o incluso cerrar las lagunas fiscales.
Ahora, el líder de la minoría del senado, el republicano Mitch McConnell, ha propuesto un complicado "Plan B", que consiste en acrecentar el límite de la deuda, con una minoría de votos en el Congreso y en tres cuotas por separado, siempre y cuando Obama proponga recortes al gasto público.
McConnell dijo que hizo la propuesta para calmar los mercados financieros, alarmados por la posibilidad de un incumplimiento del gobierno estadounidense. Pero como los recortes al gasto no son obligatorios bajo el plan McConnell, no está claro si republicanos en la Casa de Representantes aceptarán la oferta.
El límite para evitar un incumplimiento de la deuda federal es el 2 de agosto, pero dada la fuerte presión de Wall Street y de las grandes corporaciones para evitar un potencialmente catastrófico defecto de la deuda, la propuesta McConnell podría pasar. Esto movería la lucha presupuestaria a una serie de debates sobre leyes de apropiaciones en el Congreso, por el resto del año.
Sin embargo, al ofrecer su "gran oferta" a los republicanos, Obama ya ha hecho un incalculable daño político. Él ha legitimado la idea de recortar el Seguro Social y el Medicare --grandes cortes. Después de décadas de ser el "tercer carril de la política americana", como dice el cliché, el Seguro Social está listo para el hacha, gracias a un presidente demócrata liberal.
EL TAMAÑO de los recortes de Obama estaba dispuesto a dar a los republicanos como parte de las negociaciones sobre el techo de la deuda es impresionante.
Según Ezra Klein del Washington Post, la oferta de Obama incluyó un aumento de dos años en la edad de elegibilidad para el programa de salud Medicare; un cambio en el cálculo de la inflación que recortaría $200 mil millones en beneficios del Seguro Social; y un régimen fiscal que recaudaría $800 mil millones en ingresos adicionales, a cambio de hacer permanente la rebaja de impuestos que Bush dio a los ricos --conformándose con sólo la mitad de la posible recaudación si la rebaja de Bush simplemente expirara.
Según Klein, "[C]uando añades el efecto de hacer la rebaja fiscal de Bush una parte permanente del código, [la propuesta de Obama] amontaría a una reducción neta de impuestos de más de $3 billones en comparación con la legislación vigente". Los liberales horrorizados por la propuesta de Obama deben, Klein sugirió, "enviar a Eric Cantor una canasta de frutas" para agradecer al líder de la mayoría republicana en la Casa de Representantes por ayudar a hundir el acuerdo.
Muchos liberales están furiosos por la última de una serie de retrocesos de Obama frente a la derecha --como el economista James Galbraith, quien no podía creer el giro derechista "de un presidente que dice ser un miembro del Partido Demócrata".
Pero Obama aún tiene sus defensores. Ellos afirman que la oferta del presidente para recortar el Seguro Social y el Medicare fue un golpe político maestro que expuso a los republicanos como ideólogos intolerantes al menor aumento de impuestos a los ricos --aun cuando el presidente les ha entregado un hacha para cortar los programas que han buscado destruir por décadas.
Para estar seguros, el rechazo a la oferta de Obama expone a los republicanos una vez más --si aún fuera necesario-- como patológicamente opuestos no sólo a cualquier aumento de impuestos a los ricos, sino también a cerrar las lagunas fiscales explotadas por las corporaciones.
Pero al concentrarse en el comportamiento de los republicanos, ellos deliberadamente ignoran qué tanto Obama acepta prácticamente todo lo que los republicanos exigen en nombre de la reducción del déficit federal.
Las acciones de Obama no pueden ser explicadas sólo como tácticas malas o incompetentes. Él y su administración esperan ganar el favor de los banqueros, ejecutivos y los intereses monetarios que financian los políticos de ambos partidos --en pocas palabras, mantener el capital feliz.
Los liberales puede que nieguen esto, pero el columnista conservador del New York Times, Ross Douthat, captó la dinámica en Washington hoy en día:
Barack Obama quiere un acuerdo sobre el déficit con un tinte derechista. Durante meses, los liberales han expresado su frustración con la estrategia presidencial sobre el déficit. La Casa Blanca no hizo nada por atar el voto sobre el techo de la deuda a la extensión de la rebaja fiscal de Bush en diciembre pasado. Aceptó de antemano que cualquier aumento al límite de la deuda debe ir acompañado de recortes al gasto. Y cada vez que los republicanos clavaron las espuelas, el gobierno cedió terreno.
El no tan oculto secreto es que la Casa Blanca ha cedido terreno a propósito. Así como los republicanos utilizan el techo de la deuda para que el presidente viva con mayores recortes al gasto de lo que de otra manera apoyaría, el equipo político de Obama quiere utilizar la influencia proporcionada por los locos del Partido del Té para hacer vivir a los demócratas con mayores recortes al gasto de lo que normalmente aceptarían.
Así, a pesar de la angustiosa crisis de desempleo y una economía aún débil --más de dos años después del fin oficial de la Gran Recesión-- la principal prioridad del presidente es reducir el déficit federal, no aumentando los ingresos mediante nuevos impuestos a los ricos, sino que drásticamente reduciendo el gasto.
Después estar de acuerdo en diciembre con la extensión de todas las rebajas fiscales de Bush, incluso para los ricos, Obama abrazó la posición republicana en la deuda y el déficit. En abril, él cumplió acordando $37 mil millones en recortes afectando principalmente a los pobres, en lo que fue la reducción presupuestaria más grande en un solo año en la historia de EE.UU.
Poner el Seguro Social y el Medicare en la guillotina es sólo el próximo paso lógico.
¿CÓMO, ENTONCES pudo, un candidato que evocó las luchas obreras de los años 1930 y el movimiento por los derechos civiles de los años 1960, convertirse en un presidente que ayuda e incita el esfuerzo de la derecha para destripar lo que queda del estado del bienestar social en Estados Unidos?
Es importante recordar que Obama, mientras decía a los votantes de las primarias demócratas del 2008 lo que querían oír, también fue el candidato de una parte del capital financiero, superando a su rival republicano John McCain en donaciones de Wall Street.
Al principio de su mandato, Obama se reunió con los mayores banqueros para decirles: "Mi gobierno es la única cosa entre ustedes y los azadones". Y los protegió bien, continuando el rescate a Wall Street de $700 mil millones iniciado por la administración Bush, y trabajando con el jefe de la Reserva Federal, Ben Bernanke, para abrir los grifos del banco central para un aun mayor rescate financiero, por la puerta trasera. En total, el gobierno ha prestado, invertido o garantizados unos $13 billones al sector privado --una cifra casi igual al total de la producción económica anual del país.
¿Y cómo América Incorporada le pagó a Obama? Financiando al Partido del Té para poner aún más presión sobre la Casa Blanca para llevar a cabo programas de austeridad.
Los medios promocionaron la aparición del Partido del Té como una revuelta popular conservadora contra la reforma de salud de Obama. Pero en realidad, ésta fue hecha a la medida de las necesidades de las corporaciones de seguros, de la salud y farmacéutica. Como resultado de ello, Obama no pudo energizar la base demócrata que aspiraba a una directa e inmediata extensión de las prestaciones de salud.
Con la derecha envalentonada y los demócratas desmoralizados, los republicanos fueron capaces de ganar 63 escaños en la Casa de Representantes en las elecciones de noviembre pasado. Los medios ignoraron el hecho de que la razón de la victoria republicana fue una fuerte disminución de los votantes demócratas con respecto al 2008, y en vez declararon que la derecha tenía el mandato para retroceder la agenda de Obama.
Pero la agenda de Obama nunca fue la cruzada liberal que muchos habían esperado. El paquete de estímulo de $787 mil millones de la administración fue demasiado pequeño y demasiado dependiente en la reducción de impuestos como para tener efecto decisivo en el desempleo. La crisis de desempleo se arrastra sin final en vista, más de un año después de que el secretario del Tesoro, Timothy Geithner, escribió un artículo titulado "Bienvenido a la recuperación". Además, el programa de alivio hipotecario, destinado a ayudar a los propietarios en peligro de perder su vivienda es una pesadilla burocrática que ha ayudado a sólo una fracción de los que lo necesitan.
Ahora, con su campaña de reelección puesta en marcha, Obama está dando tumbos aún más a la derecha. Al igual que otros demócratas antes, él ha llegado a la conclusión que tiene la base demócrata asegurada para el 2012. Así que Obama está triangulando para flanquear a los republicanos como el políticamente responsable y confiable mayordomo de los intereses del capital. Y en la era de la austeridad, esto significa dar luz verde a cortar los programas de bienestar que los republicanos han estado ansiosos de atacar durante años.
"Obviamente, habrá algunos demócratas que no creen que tenemos que reformar estos beneficios", dijo un funcionario demócrata al Washington Post. "Pero parece haber alguna hambre de hacer algo de cierta importancia. Estos momentos vienen a lo más de una vez cada década. Y sería un verdadero error si lo dejáramos pasar."
El giro de Obama a la derecha no es simple oportunismo político o una oferta para los votantes independientes en 2012. Sus propuestos recortes son parte de un empuje de la clase capitalista estadounidense para uno, superar la crisis transfiriendo su costo a los trabajadores, y dos, hacer la economía americana más competitiva mediante la reducción de salarios y del gasto social. Esta es también una agenda compartida por los gobernadores demócratas en Illinois, California, Nueva York y Connecticut, quienes tienen en la mira a los sindicatos del sector público.
¿Hundirá todo esto la posible reelección de Obama? Tal vez no, dado a que siempre podemos confiar en que los republicanos se vayan aún más a la derecha. La base demócrata que votó por Obama en el 2008 esperanzada, puede sentirse aterrorizada por la alternativa en caso no salir a votar en el 2012.
Pero para un creciente número de gente, esto no basta. Después de todo, el menor de dos males sigue siendo un mal. Con austeridad y sufrimiento para la clase obrera siendo ahora el consenso bipartidista en la política oficial de Estados Unidos, muchos buscarán alternativas políticas y organizaciones que estén dispuestas a luchar contra todos los recortes --vengan de los republicanos o los demócratas.
Traducido por Orlando Sepúlveda