Defendiendo la austeridad

August 19, 2011

Barack Obama afirma que él resistió el asalto republicano contra los trabajadores, pero en realidad le hizo el quite y permitió que la red de bienestar social fuera rebanada.

LUEGO DE semanas de tenso y agrio debate sobre si elevar el techo de la deuda del gobierno federal, la administración Obama y los demócratas en el Congreso cedieron en casi todas las demandas de los republicanos.

Los recortes totalizarán $2,1 billones en 10 años. Preciados programas gubernamentales, como el Seguro Social y el Medicare, yacen bajo la guillotina en el nombre de equilibrar el presupuesto, durante estos difíciles tiempos para la economía.

Y sin embargo, Barack Obama salió a recorrer los caminos del Medio-oeste americano en autobús a tratar de perpetuar el mito de que él "se enfrentó a los republicanos".

Con su campaña de reelección en mente, Obama quiere pintar a los republicanos como los villanos--ante los cuales él capituló--pero Obama fue parte integral de la elaboración de la política de austeridad que hará la vida de los millones de trabajadores que lo apoyaron en el 2008 más difícil.

Algunos comentaristas liberales se están dejando engañar por el disfraz y el resplandor de lo que llaman el "nuevo viejo Obama". Ese fue el título de una columna de EJ Dionne del Washington Post, quien argumentó:

President Obama returns to the campaign trail following the debt ceiling deal

Sus asesores dicen que Obama entendió la ira liberal contra la irresponsabilidad de los republicanos que usaron la amenaza del incumplimiento de la deuda para fortalecer su propia posición. Pero mientras los progresistas querían que la Casa Blanca aceptara la fanfarroneada, Obama insistió que esto era un riesgo de un presidente no puede tomar. Él prefirió salir del embrollo con el mejor acuerdo, aunque deficiente, que pudiera conseguir, a fin de quitar la letal arma del techo de la deuda de las manos de los republicanos.

Habiendo hecho esto, la Casa Blanca ahora se ve liberada...El discurso del presidente el pasado jueves en Holland, Michigan, fue la primera señal de que la competitividad de Obama está re-emergiendo. En su mira, como en la de Harry Truman en 1948, fue un Congreso republicano obstruccionista. Él condenó "la negativa de algunas personas en el Congreso para poner al país primero que su partido" e instó a "comenzar a pasar algunos proyectos de ley que todos sabemos que ayudarán a nuestra economía en estos momentos".

Una pregunta para Dionne: ¿No fue también en la elección de 1948 que Truman prometió vetar el antisindical proyecto de ley Taft-Hartley--con pleno conocimiento de que el Congreso dejaría sin efecto el veto. Y de hecho lo hizo, con una mayoría demócratas en la Cámara y el Senado votando a favor.

Esto es sólo una muestra de lo que podemos esperar de los liberales así como la elección se aproxima, para rehacer la imagen de un servidor del capital en un "amigo de la clase obrera".

Pero las duras palabras de Obama en Michigan ya no trabajan para los millones de personas cuya decepción en su gobierno es más latente que nunca.

Muchos serán presionados a votar por los demócratas, aunque sea sólo para votar contra la derecha, pero para muchos ya no hay nada por lo cual votar a favor. Dos semanas después del acuerdo sobre la deuda, la popularidad de Obama llegó a su punto más bajo--39 por ciento, según Gallup. Por otra parte, en esto tiene mucha compañía--el índice de desaprobación del Congreso alcanzó el 84 por ciento.


SI OBAMA y los demócratas quisieran proponer una agenda económica que asuma la escala de la crisis económica--en particular, el alto nivel de desempleo--podrían. Pero significaría poner en riesgo los principios que aprecian más--ante todo, la protección de los capitalistas estadounidenses.

Durante el debate sobre el techo de la deuda, el Congreso ni siquiera pudo aprobar una reducción de las lagunas fiscales para los más ricos, mucho menos aumentar sus impuestos.

A las corporaciones estadounidenses no se les ha pedido apretarse el cinturón durante la crisis--de hecho, los ricos han tenido que agregar hoyos a los suyos.

De acuerdo a su informe de mayo, Bain & Company prevé un aumento del 8 por ciento en las ventas de artículos de lujo a nivel mundial en el 2011. "Creo que hubo un momento, ciertamente en el 2009, cuando la gente sintió eso [vergüenza], pero en el 2010, el mercado de automóviles de lujo--Maserati, Lamborghini y Aston Martin--ha experimentado un crecimiento de casi el 60 por ciento, lo que fue un aumento sustancial después del deprimido mercado del 2009", dijo a CNBC David Arnold, editor de la revista de lujos, Robb Report.

Si el gobierno simplemente cerrara las lagunas impositivas que usan las corporaciones, recibiría grandes cantidades de ingresos en un instante.

La tasa nominal de impuestos a las corporaciones es 35 por ciento, pero innumerables deducciones, créditos y otros mecanismos traen los impuestos efectivamente pagados por las empresas a un estimado del 13,4 por ciento de sus ganancias, para el período 2000-2005, de acuerdo con el Departamento del Tesoro. Robert McIntyre, de Ciudadanos por la Justicia Fiscal reporta que los incentivos fiscales para las empresas y corporaciones le costarán $364,5 miles millones al gobierno federal en el 2011, o mil millones de dólares cada día.

Si colectada y puesta en uso, esa cantidad podría pagar la mitad de los $700 miles de millones que el gobierno gastó en la Seguro Social el año pasado.

No es un secreto que los acaudalados estadounidenses ganan tanto y pagan tan poco. "Mis amigos y yo hemos sido muy mimados por un Congreso amigable," admitió el multi-billonario inversionista Warren Buffett en el New York Times. "Es hora de que nuestro gobierno tome en serio el sacrificio compartido". Buffett fue tan lejos como sugerir un inmediato aumento impositivo sobre las ganancias de más de $1 millón, y más para aquellos que ganen más de $10 millones al año.

En cuanto a los recortes, hay de hecho muchos programas federales inflados los que podrían ser reducidos--no el Seguro Social o el Medicare, sino el Pentágono.

Las guerras en Irak y Afganistán--incluyendo personal, equipo, entrenamiento de las fuerzas armadas iraquíes y afganas, y aviones de vigilancia--cuestan un promedio de $9.7 mil millones al mes, de acuerdo con el Departamento de Defensa. En un año, este despilfarro podría pagar los salarios de alrededor de 2,4 millones de bomberos.

¿Qué tal con otros programas federales que desperdician dinero perpetuando a parias del gobierno? En el Departamento de Seguridad Nacional, por ejemplo, cuyos contratistas reportan un "vibrante" mercado a pesar de las inquietudes acerca del presupuesto federal, de acuerdo a la revista National Defense. O la energía nuclear, una peligrosa e ineficiente industria que depende de los subsidios públicos para sobrevivir.

Estos recortes, sin embargo, ni siquiera son considerados, porque cuando Washington habla de "sacrificio compartido" significa "compartido" entre los trabajadores, los pobres y los ancianos.

Las consecuencias para los que se llevan la peor parte de la carga son devastadoras. En virtud de los cambios al Seguro Social propuestos por el comité nombrado por Obama el año pasado--considerado el plan base para "reformar" la seguridad social--los reajustes anuales quedarán por debajo del costo real de la vida. Según el Centro Legal Nacional de la Mujer, un jubilado de 65 años de edad que ahora recibe alrededor de $16.800 al año de su Seguro Social recibirá $852 menos a los 80 años, después de un ajuste por la inflación, y a los 90, recibirá $1.332 menos, una reducción del 8 por ciento.

Como el columnista del Philadelphia Inquirer, Jeff Gelles, escribió:

Para el rico, esas diferencias pueden no parecer mucho. Pero decenas de millones de americanos de tercera edad dependen del Seguro Social como su principal fuente de ingresos: el 52 por ciento de las parejas mayores y 73 por ciento de los beneficiarios no casados, según los últimos datos. Y estas proporciones podrían subir así como pensiones tradicionales desaparecen y los ahorros privados son azotados por la mala suerte, malas decisiones o los malos mercados.


LOS TRABAJADORES--ya sea empleados o no, activos o jubilados--están siendo obligados a pagar por una crisis económica e inestabilidad de los mercados financieros de los cuales ellos no son responsables.

La estrategia de Washington, por su parte--incluso para aquellos dispuestos a hablar sobre la necesidad de adoptar medidas para crear trabajos--es dar más incentivos fiscales a las corporaciones. La teoría es que si ellas son saludables, darán empleo a más trabajadores. Pero aunque las corporaciones están teniendo ganancias récord; éstas no están llegando a los trabajadores en forma de inversiones en nuevos puestos de trabajo o mejores salarios y beneficios para aquellos aún trabajando.

El gobierno federal podría poner a la gente a trabajar, en empleos sindicalizados y bien pagados, reconstruyendo la ruinosa infraestructura de las ciudades, proporcionando atención de salud asequible, y creando nuevas fuentes de energía sostenibles--eólica y solar, por ejemplo. Pero los líderes de ambos partidos prefieren invertir en los capitalistas--quienes a su vez invierten en los políticos.

El cambio de estas enfermas prioridades no vendrá de ningún "super-comité" bipartidista del Congreso o de alguien en la Casa Blanca.

Le corresponderá a la gente común, organizándose en unidad, exponer la larga historia de amor entre Washington y las corporaciones--y señalar que el dinero existe, no sólo para detener la erosión del nivel de vida de la clase obrera, sino también para mejorarlo.

Traducido por Orlando Sepúlveda

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