El debate sobre cuánto cortar

February 27, 2012

Ambos partidos del establecimiento son consagrados campeones de la política de la austeridad.

AL ESTABLECIMIENTO político y mediático en Estados Unidos le encanta retratar a los republicanos y demócratas como acérrimos enemigos, constantemente en guerra.

Esta imagen ayuda a los políticos proveyéndoles una forma de entusiasmar a su base partidaria. Y los medios cubren acres de papel y horas al aire analizando y especulando sobre la carrera electoral como si fuera un evento deportivo, sin llegar a ponderar las ideas que de ella emanan, ni mucho menos aquellas que surgen fuera del establecimiento.

Pero la gran velada verdad acerca del sistema político estadounidense es ésta: La diferencia entre republicanos y demócratas, aunque real, es demasiada pequeña comparada con todo aquello en que están de acuerdo, un tema tras otro.

La presentación de su propuesta presupuestaria por parte de la administración Obama nos provee otro ejemplo de este punto. Leyendo entre las líneas de la guerra de palabras que el presupuesto desató en Washington, se puede ver qué tanto ambos partidos están cometidos en implementar un programa de austeridad que pone los intereses de las corporaciones y de Wall Street por encima del pueblo trabajador.

Barack Obama signs last summer's Budget Control Act

LA SABIDURÍA convencional de los medios reconoció, al menos, que la propuesta de Obama fue diseñada principalmente para fines electorales, y que no tiene posibilidad alguna de pasar el Congreso republicano.

Pero en general fue retratada como una alternativa "progresista". Según The Guardian, por ejemplo, con su propuesta "Barack Obama establece las líneas de batallas sobre la economía en las elecciones presidenciales de este año, proponiendo un presupuesto que favorece el gasto a la austeridad, y se compromete a la cada vez más popular demanda de subir los impuestos de los ricos".

Para ser exactos: No.

Lo que Obama propuso es un presupuesto que favorece la austeridad a una aún más drástica austeridad. Además, él promete hablar de aumentar los impuestos a los ricos, pero guarda silencio a por qué no lo hizo durante sus primeros tres años en el cargo.

Jeffrey Sachs, ex-adalid del neoliberalismo y hoy uno de los más duros críticos del establecimiento, pone la "batalla presupuestaria" en perspectiva al comparar la propuesta de Obama con la del congresista Paul Ryan, vocero de la línea dura republicana. Sachs escribió en el Financial Times, el plan de Obama:

corta el gasto federal total primario (no-interés) de 22,6 al 19,3 por ciento del producto interno bruto (PIB) entre los años 2011 y 2020, mientras que el ingreso se elevaría del mínimo de la recesión de 15,4 por ciento del PIB en 2011 al 19,7 por ciento para el año 2020. Compare eso con el presupuesto del congresista republicano Paul Ryan hizo hace un año. La propuesta del Sr. Ryan buscó [recortar] un 17 por ciento del PIB en gastos primarios en 2020, con unos ingresos de alrededor del 18 por ciento del PIB.

La diferencia es modesta, pero el hecho importante es este. Ambos lados están comprometidos con reducciones significativas a los programas gubernamentales en relación al PIB. Estos recortes serán especialmente [duros] en los programas discrecionales para la educación, la protección ambiental, la nutrición infantil, re-capacitación laboral, transición a la energía limpia, e infraestructura.

En otras palabras, el debate en Washington no es acerca de si cortar o no, sino si amputar la rodilla o la cadera.

Si esto parece extremo, considere los crudos números. La propuesta presupuestaria de Obama fija un objetivo de casi $4 billones en reducción del déficit en 10 años, casi dos tercios de ella--unos $2.5 billones--vendría de recortes al gasto. Esto es austeridad en una escala inaudita--un reflejo de las décadas de asalto de la patronal sobre el nivel de vida de la clase trabajadora, que tiene como objetivo reducir los salarios al nivel de China.

La propuesta de Obama contiene algunas iniciativas de gasto a corto plazo en reconstrucción de infraestructura y creación de empleos, medidas que serán de utilidad durante la campaña electoral demócrata, ya que nadie en Washington piensa que serán aprobadas por el Congreso.

Pero la administración también aboga por mantener estrictos límites presupuestarios en cada área, con exclusión del Seguro Social, Medicare y Defensa--como resultado "llevaría el gasto discrecional no-defensa hasta su nivel más bajo como porcentaje de la economía desde" la presidencia de Eisenhower en la década de 1950, según un análisis realizado por el Instituto de Política Económica.

Hablando de defensa, el inflado presupuesto del Pentágono--que junto con las rebajas tributarias para los ricos, es el principal responsable del creciente déficit público--seguirá inflado. Para el próximo año, la administración Obama está proponiendo una reducción de menos del 1 por ciento en el gasto central del Departamento Defensa.

En cuanto a la propuesta de Obama para aumentar los impuestos a los ricos, el principal mensaje de la administración fue la llamada "Regla Buffett" para garantizar que los millonarios paguen impuestos a una tasa similar a los hogares de ingresos medios. La regla debe su nombre al multimillonario Warren Buffett, quien señaló que él paga impuestos a una tasa muy inferior que su secretaria. La Regla Buffett promovida por el gobierno supuestamente hará pagar a los millonarios por lo menos 30 por ciento de sus ingresos en impuestos.

Pero como el New York Times reportó, si buscas una Regla Buffett "entre los innumerables cambios tributarios que la Casa Blanca detalla en su propuesta de presupuesto 2013... no la encontrarás".

Después de la presentación del presupuesto--y de una oleada de discursos, en los que Obama aseguró que su propuesta haría pagar a los ricos su "justa parte"--la Casa Blanca aclaró que la Regla Buffett no era más que una "directriz" y no un propuesta real de cambio en el código tributario.

Cualquier intento de aplicar la Regla Buffett, de acuerdo a funcionarios de la administración, vendrá como parte de una revisión más amplia del código tributario, conteniendo nuevas "reformas" fiscales diseñadas para atraer el apoyo de las empresas, dice la Casa Blanca. Por ejemplo, la administración propuso esta semana la disminución de la tasa de impuesto a las corporaciones al 28 por ciento--a pesar de que la contribución patronal al ingreso fiscal total ha alcanzado un nuevo mínimo.

En cuanto a lo que de hecho se encuentra en el presupuesto, el principal componente de la propuesta de Obama en materia de impuestos es la eliminación del feriado tributario de Bush sobre la renta de los súper-ricos. Esto elevaría la tasa marginal de impuestos pagados por los hogares con mayores ingresos del 35 por ciento actual al 39,6 por ciento.

Si esos números suenan familiares, probablemente es porque los demócratas hablaron mucho de ellos durante recientes campañas electorales. Barack Obama prometió en el 2008 que iba a dejar expirar la rebaja tributaria de Bush para los hogares más ricos para el 2010.

Pero una vez que llegó a la Oficina Oval--con los demócratas con grandes mayorías en ambas cámaras del Congreso--Obama hizo nada durante la mayor parte de los dos primeros años. Con la fecha de expiración aproximándose al final del 2010, los demócratas se rehusaron a forzar una votación en el Congreso antes de las elecciones de noviembre, que hubiera puesto a los legisladores republicanos en récord apoyando el feriado tributario para los ricos. En cambio, la cuestión fue decidida en la sesión saliente, donde el gobierno de Obama capituló completamente y acordó extender los recortes fiscales de Bush.

Así que téngalo en cuenta la próxima vez que escuche a Obama decir que quiere gravar a los ricos. Si él realmente quisiera, podría haber confiado en la opinión de la mayoría y emprendido una lucha para dejar que los recortes fiscales de Bush expiraran en el 2010. En cambio, hizo un "compromiso"--y dio a los republicanos exactamente lo que pidieron.


EL PRESUPUESTO de Obama es producto de un sistema donde la política de austeridad tiene un férreo control sobre los líderes de ambos partidos. El "liberal" Obama propone recortes al gasto--incluyendo en preciados programas como el Seguro Social--que fanáticos carniceros republicanos como Ronald Reagan o Bush padre e hijo sólo hubieran soñado.

Eso es muy distinto a cuando Obama asumió el cargo hace tres años, sólo unos pocos meses después de la crisis en Wall Street sacudió el sistema financiero mundial y la recesión comenzaba a golpear duro. En ese entonces, el sector empresarial y los políticos se unieron en torno a la necesidad de un mayor gasto público para paliar la Gran Recesión.

En los primeros meses de su presidencia, Obama consiguió la aprobación de estímulo económico de $787 mil millones--casi el mismo tamaño que todos los programas del Nuevo Trato de los años treinta, pero esta vez como feriados tributarios para las corporaciones. Los republicanos se opusieron a la legislación, pero no trataron de bloquearla, como lo han hecho con cada iniciativa de Obama desde entonces.

Pero incluso mientras empujaba a esta medida de estímulo, Obama y su equipo de Wall Street dejaron en claro que el gobierno daría una alta prioridad a la reducción del déficit a través de grandes recortes en el gasto gubernamental.

En vez de buscar adicionales medidas de estímulo, luego de que la economía no pudo generar puestos de trabajo, Obama impuso una congelación salarial a los trabajadores federales no militares. Luego formó un grupo de trabajo presidencial con la misión de hacer profundos recortes al Seguro Social. Y durante el debate acerca de elevar el techo de la deuda, Obama se batió a duelo con los republicanos para proponer más recortes, prometiendo que buscaría más reducciones a los beneficios del Seguro Social si el Partido Republicano acordaba aumentar modestamente los impuestos a los ricos.

La misma dinámica política se ha repetido en un tema tras otro: Obama y los demócratas presentar una propuesta pacata diseñada para "encontrar a los republicanos en el medio". Los republicanos se niegan a considerarla y formulan demandas más extremas. Los demócratas mediatizan su media propuesta haciendo un compromiso al compromiso. Y así hasta que el "compromiso" final termina siendo lo que los republicanos habían propuesto en primer lugar.

¿Por qué ha ocurrido esto? ¿Es el problema que Obama y los demócratas son demasiado cobardes?

Puede ser. Pero la razón más importante es el papel que juegan en el sistema bipartidista estadounidense. Aparte del ocasional comentario electoral sobre Wall Street, los republicanos son abierta y orgullosamente defensores de los intereses de las grandes empresas. Pero el rol de los demócratas es posar como representantes del pueblo, para una vez en el poder actuar como los otros defensores de los intereses de las grandes empresas.

Los interminables compromisos de los demócratas son el resultado de tener que decir una cosa para ganar votos en época de elecciones, y de hacer otra una vez en el poder.

Como Jeffrey Sachs escribió, esto significa que el pueblo obrero no tiene ningún partido para defender sus intereses en Washington:

Aun cuando hoy los demócratas elogian a Obama y los republicanos lo castigan por su propuesta para gravar a los ricos, el presupuesto es en realidad una mala noticia para los pobres y la clase obrera de América. La mitad más pobre de la población no le interesa al estatus quo en Washington. Un tercer partido político, que ocupe el vasto terreno del verdadero centro e izquierda, será probablemente necesario para romper el dominio del Gran Dinero en la política estadounidense y en la sociedad.

Mientras un genuino desafío de izquierda tiene muy pocas chances de desarrollarse en los próximos ocho meses antes de noviembre, hay otra fuerza que puede "romper el dominio"--el resucitado movimiento obrero que capturó la atención y la imaginación de millones el año pasado, desde el levantamiento en Wisconsin al surgimiento del Movimiento Ocupa.

Las luchas de ese movimiento--grandes y pequeñas, en las plazas laborales, en la comunidad o en el campus--pueden ser una alternativa a la política de austeridad y el conservadurismo social que dominan en Washington. El o la que quiera ver esa alternativa crecer y florecer necesita dedicar sus energías para movilizarse en cada lucha posible durante este año, no para apoyar a Barack Obama y los demócratas en las elecciones de 2012.

Traducido por Orlando Sepúlveda

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