Los dos amigos del 1 por ciento

July 27, 2012

Los demócratas está tan comprometidos como los republicanos con América Incorporada.

"MITT ROMNEY hizo más de $100 millones con el cierre de nuestra planta y devastó nuestras vidas".

Estas palabras, de un trabajador en una fábrica tomada y cerrada por su firma de capital privado, Bain Capital, capturan a la perfección la imagen del republicano Mitt Romney--un desquiciado parásito de Wall Street--y son la razón por la que este asquerosamente rico candidato a la presidencia tiene miedo de enseñar sus declaraciones de impuestos.

Por supuesto, la cita fue parte de la publicidad electoral de Obama en los estados "indecisos" durante la semana pasada que, por el contrario, retrató al presidente como un adalid del ciudadano común, determinado a detener el feriado tributario de los ricos y a proteger los trabajos de la clase obrera.

Sin lugar a dudas, Romney es el repugnante mata-chambas que el anuncio de Obama retrata. Pero el presidente Barack Obama no es un adalid de los trabajadores estadounidenses, y es importante para todo aquel que simpatiza con la lucha del 99 por ciento entender por qué.

Barack Obama and Mitt Romney

Obama y los demócratas podrán hablar de lo terrible que Romney sería para los trabajadores, pero durante los últimos cuatro años ha sido el turno de los demócratas para coquetear con América Inc., y promover muchas de las mismas políticas anti-obreras que los republicanos apoyan.

Desde haber quebrado su promesa de derogar los recortes fiscales de Bush para los súper-ricos, a liderar el asalto contra los sindicatos del sector público, la administración Obama ha roto las esperanzas de los millones que lo apoyaron en 2008, todo ello en el servicio de los banqueros y la patronal.

Así que si la campaña de Obama quiere llamar la atención a la guerra contra la clase obrera en Estados Unidos, ésta es una buena oportunidad para hablar sobre esa guerra--y sobre de qué lado de las trincheras el Partido Democrático está.


LOS DEMÓCRATAS han aprovechado la oportunidad para darle duro a la negativa de Romney a presentar su historial fiscal.

"Mi investigación sugiere que Mitt Romney es el primer candidato presidencial en la historia de Estados Unidos con una cuenta bancaria en Suiza", dijo el senador Dick Durbin (D-Illinois), en un ovacionado discurso la semana pasada. "No deberíamos tener un sistema político donde un candidato puede decir proteger a la gente de trabajo, mientras en secreto apuesta en contra de América a través del uso de vacíos fiscales y el abuso de paraísos tributarios".

Por supuesto, los vacíos fiscales es ropa usada para Romney, quien fundó Bain Capital, y fue su CEO, presidente, presidente de la junta y único accionista hasta 2002. Entre otros timos, Bain se especializó en crear compañías subsidiarias en las islas Caimán para ayudar a los inversores extranjeros evitar el pago de impuestos a las inversiones en EE.UU., o como Romney lo describió a National Review, "[N]uestro negocio fue capaz de invertir en los sueños de otros, muchos de los cuales fueron un éxito".

La campaña electoral de Obama posee montones de evidencia para respaldar sus alegaciones de que Romney servirá los intereses de los ricos. Pero el récor de Obama en la Casa Blanca muestra las mismas prioridades.

La retórica de la administración ha sido feroz y beligerante--a veces, y otras no--pero sus acciones siempre han sido mudas e ineficaces. Después de hacer aprobar, un mes en su mandato, un gran estímulo económico--que los economistas temían sería demasiado pequeño y muy pesado en recortes de impuestos corporativos--Obama nunca logró otra pieza de legislación de importancia para establecer un programa de empleos, incluso cuando los demócratas tenían una abrumadora la mayoría en ambas cámaras del Congreso.

Las prometidas regulaciones para frenar el casino de Wall Street se convirtieron en una "reforma" financiera que dejó a los bancos fuera del anzuelo. Al mismo tiempo, la administración ha machacado a los trabajadores en cada paso, incluyendo la congelación salarial, por varios años, a los trabajadores federales en nombre de la reducción del déficit y un plan de rescate de la industria automotriz que requirió enormes concesiones del sindicato automotriz, United Auto Workers.

Gracias a Obama, los banqueros rescatados volvieron a disfrutar de ganancias récor, mientras que los salarios y beneficios de los trabajadores fueron reducidos para siempre. Y si bien los demócratas motejan a Romney como el mata-chambas de Bain, no tienen nada que decir acerca de los despidos en General Motors y Chrysler.

En el camino, el gobierno de Obama utilizó la retórica del "sacrificio compartido" para exigir más austeridad de la que los republicanos podrían haber implementado.

Pero el sacrificio no ha sido compartido--las ganancias de las corporaciones han alcanzado nuevos máximos. Incluso el New York Times señaló que la falsa catástrofe presupuestaria pudo ser resuelta con recortes al gasto militar, o un aumento a los impuestos de los más ricos, cuando el periódico publicó un "Presupuesto Rompecabezas" mostrando las diferentes opciones para la reducción del déficit.


AMÉRICA INCORPORADA podrá quejarse de las supuestas inclinaciones "socialistas" del gobierno de Obama, pero éste ha servido a sus intereses muy bien--y los patrones lo saben.

Así, los candidatos demócratas en las elecciones legislativas de 2010 superaron a los republicanos en donaciones del sector financiero. "Los 10 mejor pagados gestores de fondos de inversiones en 2009 han donado casi exclusivamente a las campaña demócratas", informó entonces The Hill.

Los líderes corporativos no ven ninguna contradicción en apoyar a ambos partidos. Según un análisis realizado por el Centro para Políticas Responsivas en 2010, la Asociación de Gobernadores Demócratas y la de Gobernadores Republicanos comparten 48 de sus principales contribuyentes, entre ellos Comcast, Wal-Mart, Hewlett-Packard, AT & T, Coca-Cola, Aflac y Verizon.

Las recientes declaraciones de Obama de que trataría, en su programa de segundo mandato, eliminar el feriado tributario dejado por Bush para los súper-ricos sólo muestra lo poco que los demócratas están dispuestos a prometer, incluso en un año electoral.

Para comenzar, poner fin al regalo fiscal de Bush fue una promesa central de la campaña de Obama y de los legisladores demócratas en 2008, y ayudó a darles una victoria aplastante, obteniendo la Casa Blanca y una amplia mayoría en ambas cámaras del Congreso. Pero a dos años de asumir el cargo, todavía no tomaban medida alguna para cumplir su promesa, incluso retrasaron una votación hasta después de las elecciones de 2010, para las cuales los republicanos estaban bien posicionados.

Después de sufrir una derrota electoral, la Casa Blanca comenzó a negociar con los republicanos y, como en un asunto tras otro, capituló y acordó extender todos los recortes de impuestos. Así que la promesa de Obama de realmente eliminar el feriado fiscal esta vez debe ser tomada con un granito de sal.

Las encuestas muestran que la mayoría de los estadounidenses apoyan a Obama en aumentar la tasa máxima marginal de impuestos pagados a quiénes ganan más de 250.000 dólares al año. La propuesta de Obama mantendría el feriado para las rentas de menos de $250.000 al año. "No estoy proponiendo nada radical aquí", dijo Obama. "Yo sólo creo que cualquiera que gane más de $250.000 al año debe volver a la tasas tributarias sobre la renta que pagábamos con Bill Clinton."

Pero incluso si las tasas son aumentadas para los ingresos más altos, el rico aún sacará más provecho que el pobre con la extensión de los otros recortes. Según el Instituto por Gravamen y Política Económica, la extensión del feriado por debajo de 250.000 dólares valdría para el 20 por ciento más pobre $270 al año; para los súper-ricos del 1 por ciento, lo que un pobre pueda hacer en un año--$20.130. Claro, menos que los 70.790 dólares si todo el feriado fiscal de Bush fuera extendido, pero aún una suma significante, si pensamos en los servicios que este dinero puede pagar para el más necesitado.

Si el gobierno de Obama hubiera querido proponer una seria campaña para hacer que los ricos compartan el sacrificio, pudo haber tomado una página de la administración del gran progresista, el republicano Eisenhower Dwight, cuando aquellos con los mayores ingresos pagaban una tasa impositiva del 91 por ciento.

En comparación hoy, la diferencia entre las propuestas demócratas y republicanas son apenas perceptibles.

Como el liberal analista político David Sirota señaló en Salon.com:

[E]ste supuesto monumental debate no es acerca si castigar o enriquecer más a los hogares del 1 por ciento--ambas propuestas hacen lo segundo; sino que es una diminuta disputa sobre si el código tributario debe dar a cada uno de estos hogares el salario equivalente a un mayordomo (el plan de Obama) o tres mayordomos (plan de Romney). Por cada grupo de ingresos, las dos propuestas son idénticas...

Ambos partidos proponen enriquecer al ya rico, es decir, la conflagración general es sólo otro intento de ocultar el monstruo de dos cabezas tras una máscara del conflicto.

Los demócratas tienen la reputación de ser el "partido del pueblo trabajador". Pero el ex estratega republicano Kevin Phillips tuvo razón cuando los llamó el "segundo más entusiasta partido capitalista" de la historia.

Los demócratas están decididos, tanto como los republicanos, a defender los intereses de las corporaciones estadounidenses; el récor de Barack Obama como presidente los demuestra. Nadie espere algo diferente en un segundo mandato--no importa cuánta retórica escuchemos los meses pre electorales que vienen.

Traducido por Orlando Sepúlveda

Further Reading

From the archives