Esperanzas vacías

February 19, 2013

Los liberales deben dejar de congratular a Barack Obama sólo por presentar una pose frente a los republicanos.

EL CONSENSO mediático es que el discurso del presidente frente al Congreso, El Estado de la Unión, fue agresivo y progresista, desafiando al Partido Republicano a cumplir con los inmigrantes, a aumentar del salario mínimo, a hacer algo respecto del cambio climático, y más.

El ambiente era festivo entre los comentaristas liberales. Para Glenn Zorzal de Politico el discurso fue "menos una rama de olivo presidencial que una picana de bueyes parlamentaria". "Obama dio una clara señal", señaló Corn David de Mother Jones, "él buscará enérgicamente cumplir con una agenda inequívocamente progresista en sus últimos años como presidente".

Pero tras la retórica, el verdadero Obama no es el héroe progresista que los liberales quieren que sea, sino un político típico que comparte en pleno las políticas del establecimiento bipartidista; alguien que pide "compromiso" con los republicanos para "reformar" el Seguro Social y Medicaid, cuya respuesta al cambio climático son las ilusorias "soluciones de mercado ", y cuyas propuestas para impulsar el crecimiento del empleo son insignificantes frente a la necesidad.

Obama delivers his State of the Union address before Congress

Los medios de comunicación no reconocen ninguna opción política fuera de los estrechos límites de Washington. Para ellos, demócratas y republicanos, Obama y el senador por Florida Marco Rubio –quién pronunció la respuesta republicana al discurso de Obama--definen los extremos de la arena política. Una arena política que sólo abarca la centro-derecha y la extrema-derecha.

La respuesta de Rubio mostró que los republicanos siguen dedicados a un programa de recortes, recortes y más recortes--prioridades que pueden jugar bien entre los remanentes del Partido del Té y los ejecutivos de las grandes empresas, pero que suenan cada vez más fuera de tono con la opinión de la gran mayoría.

El deslizamiento a la derecha de los republicanos ha permitido a los demócratas hacerse pasar como el partido "responsable" que evita ambos "extremos"--pro-industria, por la aparente voluntad de los republicanos de dirigir la economía al precipicio fiscal, y en favor del sentimiento popular por programas gubernamentales para crear puestos de trabajo, defender a las personas de tercera edad y a los vulnerables, y ayudar a quienes han sufrido lo peor de la Gran Recesión.

Obama, el orador, puede haber tocado el sentimiento popular en pasajes de su Estado de la Unión, pero el presidente Obama se prepara para un segundo mandato definido por la austeridad y continuos y profundos recortes al nivel de vida delos trabajadores –apelando al "sacrificio compartido", en el que clase obrera hace todo el sacrificio y los ricos comparten nada.


EN SU discurso, Obama continuamente habló de la "clase media", pero muy poco de los trabajadores y los pobres.

Obama desempolvó su vieja promesa de aumentar el salario mínimo federal de $7,25 a $9 la hora. Sin duda, ya era hora que los trabajadores más pobres obtengan una ayuda de Washington, pero 9 dólares por hora amonta a $18.000 al año, trabajando jornada completa, aún por debajo de la línea federal de la pobreza para una familia de cuatro. Esta acción, del hombre que declaró que "en la nación más rica de la Tierra, nadie que trabaje tiempo completo debiera vivir en la pobreza" es llanamente insuficiente.

Obama prometió en 2008 aumentar el salario mínimo federal a $9.50 por hora en 2011, pero nunca cumplió, incluso cuando los demócratas dominaron ambas cámaras del Congreso. Y cuando recordamos que casi diez años atrás el candidato presidencial del Partido Verde, Ralph Nader, hizo campaña por un salario mínimo de $10 la hora, el plan de Obama suena aún mucho menos radical.

Por lo contrario, el discurso de Obama fue notable por lo que dejó fuera: el sostenido ataque de América Inc. y sus agentes políticos sobre los trabajadores y sus sindicatos. Y el primer presidente Negro de Estados Unidos dijo poco o nada sobre las injusticias económicas y sociales que los afro-americanos enfrentan, agudizadas a causa de la recesión.

Obama si prometió hacer de la reforma migratoria una prioridad para este año –una evidencia más de cómo el movimiento de la juventud inmigrante ha mantenido la presión sobre la administración y del fuerte número de latinos que salieron a votar por los demócratas en noviembre pasado.

Pero la visión de Obama comparte todas las características de las anteriores propuestas bipartidistas para una "reforma migratoria integral": medidas diseñadas para incrementar la renta de las empresas estadounidenses, severas sanciones, verificación de identificación y mayor seguridad fronteriza. Muchos activistas por los derechos de los inmigrantes señalan que incluso las disposiciones relativas a un "camino a la legalización" están llenas de restricciones inhumanas y sanciones que castigan aún más a los trabajadores inmigrantes y sus familias.

El discurso de Obama contuvo numerosas propuestas que suenan bien, como créditos fiscales para ampliar el acceso a la educación superior, pero atadas profundamente al embrutecedor consenso neoliberal que ha dominado la política de Washington durante décadas.

Por ejemplo, la política educacional de Obama parte del supuesto de que el problema con la economía es un "desajuste de habilidades", y que los trabajadores deben ser mejor educados. Pero, de hecho, los niveles de educación han seguido aumentando en EE.UU. mientras los salarios se han estancado. El problema no son los niveles de cualificación de los trabajadores, sino los tipos de trabajos de bajos salarios que se están abriendo en la economía actual.

Y no hay razón para esperar ninguna acción audaz para crear más y mejores empleos, aunque funcionarios de la administración insistieron en que eso sería la pieza central del discurso.

Las cantidades que la administración Obama está proponiendo en áreas específicamente ligadas a la creación de empleo –$50 mil millones en infraestructura, $15 millones en construcción, y un mísero $1 mil millones para estimular trabajos en la manufactura--son gotas en un balde, incluso antes de que la Casa Blanca haya iniciado negociaciones con los republicanos. Compare estas cifras con la ley estímulo de $787 mil millones que la administración Obama impulsó en 2009.

Pero aún más, todo lo bueno que estos programas puedan hacer, en caso de ser aprobados, será anulado por la austeridad, aún en pleno apogeo.

Obama está exigiendo al Congreso hacer algo para detener el recorte automático de $1 billón al gasto público, conocido como el "secuestro", que entraría en vigor el 1° de marzo luego de haber sido retrasado dos meses por el acuerdo de acantilado fiscal. Pero su administración se ha comprometido a reducir 1,5 billones de dólares en 10 años, mayoritariamente no en programas de defensa, a diferencia del "secuestro" que hace recortes a tabla rasa.

El dolor puede haber sido extendido por un período más prolongado, pero este es un nivel de austeridad sin precedentes. Al final de los 10 años, el gasto discrecional doméstico será 2,5 por ciento del producto interno bruto, el nivel más bajo desde la década de 1950.

Obama tampoco no está dejando para mañana lo que pueda hacer hoy. Como el comentarista liberal Robert Kuttner reportó:

El propio presupuesto [para año fiscal 2013] del presidente propone recortar el gasto interno en unos $24 mil millones, incluyendo $200 millones en asistencia por impacto costero (!), y $359 millones para agua potable. Y esto es sólo la oferta inicial del presidente. Los republicanos demandarán recortes mucho más profundos como su precio para evitar el secuestro.


POR DESGRACIA, el deseo de ver a Obama usar su "mano dura" con los republicanos parece haber deformado el criterio de algunos liberales, que se han auto convencido de que el presidente realmente esta vez va a cumplir.

Actúan como si Obama hubiera sido un mero espectador en los recortes presupuestarios y la austeridad de los últimos años. Un ejemplo es John Nichols de la revista The Nation, quien declaró:

El discurso de Obama trajo un mensaje económico audaz--un rechazo a la amenaza de la austeridad planteada por Paul Ryan y la derecha republicana, en favor de un programa de creación de empleos--y renovó las promesas liberales de su reciente discurso inaugural: remuneración justa para las mujeres, trato justo para lesbianas y gays, una reforma migratoria, y un retorno a la seriedad con respecto al cambio climático. El presidente aún fue demasiado favorable a las fantasías del libre comercio e hizo un inquietante, si bien mal definido, saludo a los erróneos enfoques de la comisión Simpson-Bowles. Sin embargo, su discurso fue agresivamente progresivo en un número de cuestiones.

Pero Obama no sólo hizo un "saludo" a las propuestas de la comisión Simpson-Bowles de reducir en $4 billones de dólares el déficit durante la próxima década, a través de una combinación de recortes al gasto y aumentos de impuestos, muchos de ellos regresivos. Él designó la comisión cuando el Congreso se negó a hacerlo, y ha continuado ofreciendo su "gran acuerdo" de masivos recortes al gastos, incluso en programas de ayuda social como el Seguro Social y Medicare, a cambio de algunos aumentos de impuestos que aún dejaría a las tasas históricamente bajas.

Obama afirmó en su discurso que los millones de personas que quieren que los programas como el Medicare sean mantenidos deben "aceptar la necesidad de modestas reformas ". Pero ¿por qué? ¿Por qué el pueblo trabajador de aceptar recortes en los programas más populares del gobierno federal? ¿Por qué las personas mayores y las familias obreras soportan cualquiera de los sacrificios en momentos en que los ricos están llenándose las manos como bandidos?

Obama, ahora, ha adoptado una postura más dura con los republicanos que en sus primeros cuatro años. Esto no significa que la Casa Blanca no cederá en lo del secuestro o algún otro asunto. Pero incluso si no lo hiciera, Obama y los demócratas no pueden ser descritos como defensores de una agenda progresista.

Es hora de que el movimiento obrero, las organizaciones liberales y la izquierda amplia dejen de alabar a Obama por simplemente presentar una pose contra la derecha republicana. Los trabajadores necesitamos luchar por la agenda que queremos, no por la versión ahuecada y a medias de Obama.

La única forma en que Obama, o cualquier otro político de Washington, coincida su retórica con acción real es construyendo una alternativa obrera en cada lucha que tenga lugar en la sociedad.

Traducido por Orlando Sepúlveda

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